Identidad

Más allá de lo trans: entrevista con Elizabeth Duval

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Elizabeth Duval se ha convertido en una encantadora, brillante e inconforme celebridad en Madrid y toda España que lo mismo disemina su postura entre agudos ensayos, performances, sesiones de spoken word y participaciones en reality shows que en los más exitosos canales de YouTube especializados en diversidad sexual, sociología, filosofía o cultura pop. Es una chica que ante todo se entrega a la escritura como un medio para problematizar lo trans en un tiempo y espacio donde pareciera que importan más las formas de la corrección política que los fondos de las identidades, complejas pero sobre todo humanamente imperfectas.

Este año Duval publicó Reina (editada por Caballo de Troya y disponible en libro electrónico para los lectores fuera de la Península Ibérica), novela de fina y filosa provocación. Con apenas 20 años, la autora tuvo la fresca osadía de publicar sus memorias alrededor de los bloqueadores de testosterona; romances universitarios propios de su paso por La Sorbona, donde estudió Filosofía; los suburbios proletarios de París y las bibliotecas españolas. “Lo trans es una realidad que me ha sucedido, pero tampoco significa tanto en mi vida”, declaró en una disruptora entrevista para El País de España.

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Conversar con Duval es un deleite mordaz, es escuchar un entramado de críticas sustentadas en las salvajes lecturas filosóficas a las que se volcó en su adolescencia y que vienen desde la legítima inquietud por comprender el entorno y no del resentimiento cómodo. Porque si algo tiene, es una inteligencia avasalladora capaz de rebasar cualquier etiqueta y provocar discusiones que no hacen apologías de la indulgencia o el consumismo, un problema cada vez más recurrente y que debilita sobre todo los argumentos de los colectivos LGBTTTI que buscan abrirse paso constitucionalmente.

Wenceslao Bruciaga: Debo confesar que suelo ser reacio a teclear sobre temas relacionados con las vivencias trans, porque soy un orangután, lo suficientemente tóxico como para caer en resbalones que bien podrían ser considerados transfóbicos: ¿de qué se habla cuando se habla de transfobia?

Elizabeth Duval: La transfobia me parece un término muy difuso que no ha sido definido nunca lo suficientemente bien, pero no creo que el error sea siempre transfobia: el error es humano, el desconocimiento es normal y las personas deben pasar por un proceso de asimilación de conceptos, de educación; nadie nace sabiendo, esto que se dice que conductas misóginas u homófobas tenemos todos. Creo que no hay que tener tanto miedo, porque el miedo entorpece la discusión pública, y si todos tememos la reacción de nuestro interlocutor no hay discusión posible: hay que tener más empatía.

Mientras investigaba para esta entrevista me topé con un un tuit en el que dices: “El movimiento trans no existe; es una ficción bellísima, pero no existe”. Creo entenderlo, pero: ¿a qué te refieres exactamente?

No, no es posible. No es posible por unos motivos que desarrollo en el ensayo que publicaré en 2021 sobre lo trans, así que me perdonarás que sea más o menos escueta en mi explicación aquí y no dé cada una de las razones y motivos por los que así lo considero… Pero es que la mayoría de organizaciones trans que existen en España han representado, en última instancia, los intereses de unas familias y de unos menores trans cuya voluntad última era la asimilación dentro de la norma: no existe un movimiento trans auténtico o genuino, pues quienes se reclaman de ese movimiento son absolutamente minoritarios, y las voces que parecieran más disidentes están perfectamente integradas en el discurso académico. ¿Quién defiende o hace un esfuerzo real por las mujeres trans mayores, precarias, que están en la calle? Como mucho, organizaciones como la Fundación 26D; y no son particularmente trans, sino que se ocupan simplemente de personas mayores LGTB.

Es imposible la unificación trans porque lo trans no es una etiqueta coherente en sí misma, funciona tan solo como adjetivo; incluso añadiría que, como adjetivo, sirve más bien para encubrir otras realidades, estructuras y andamiajes (como la clase), que diferencian a los distintos sujetos que denominamos ahora como trans. Pero nada tengo yo que ver con una mujer trans mayor y precaria, por más que la defienda: nada tienen que ver nuestras vidas; por más que me solidarice, simplemente hemos tomado una sustancia en un momento dado que además era un momento histórico distinto. No podemos luchar de igual a igual porque yo ostento mil privilegios que ellas no y llamarnos a todas movimiento trans es invisibilizar esa violencia.

Lo veo en México entre algunas trans que han encontrado un espacio de pensamiento y liberación en plataformas como YouTube o Instagram y aquellas que salen adelante con escasos recursos económicos, viven en las peligrosas periferias más desfavorecidas de la Ciudad de México y apenas si tienen para una computadora o un celular. Con que salgan vivas del barrio ya es ganancia. Sus prioridades son muy distintas: ¿cómo conciliar estas realidades tan alejadas entre sí?

Son irreconciliables; el ejercicio tiene que ser de empatía, porque las realidades en sí son irreconciliables. Yo soy muy pesimista con esto y creo que no hay posibilidad de una unión como movimiento, no hay posibilidad de una unión trans, porque la misma etiqueta trans ya tapa esas violencias (y, por lo tanto, es violenta en sí misma). Y me entristece profundamente, porque significa que perdemos a toda una generación de mujeres que lucharon mucho más que nosotras y se sacrificaron mucho más que nosotras: significa que ellas van a ser, en fin, olvidadas frente a la enorme mayoría de gente “trans” que se ve ahora asimilada dentro del sistema. Pero no creo que sea posible.

Elizabeth Duval

Hablando de plataformas y apps: ¿qué te impulsó a escribir Reina? ¿A optar por la escritura? Según mi prejuicios, pareciera que a la juventud que ronda tu edad no se le da la autoficción si no hay una cámara frente a ella. ¿Qué encuentras en la hoja en blanco que no te da la webcam?

Yo escribo porque es lo que sé hacer, es para lo que tengo talento. Hago muchas apariciones en medios, tengo carisma, pero no me interesan los códigos ni la superficialidad del mundo youtuber, ni hablar a través de una webcam al mundo más allá de las stories de Instagram. Tampoco me interesa particularmente la autoficción: me gustan y me fascinan el lenguaje y la palabra escrita, y soy una enorme lectora; para mí, la escritura es poco más que una continuación de la lectura.

Siempre me dejas estupefacto por las lecturas acumuladas a tu edad: ¿cómo sucedió esto?

Gracias a Internet y a las bibliotecas públicas. Mi familia no ha sido nunca de tener Grandes Clásicos de la literatura en español en el salón, ni libros de filosofía; todo eso tuve que procurármelo yo, y me lo procuré por interés en cuestiones queer, en cuestiones políticas y en la literatura. Sucedió por azar y por el momento histórico que me ha tocado: soy hija de esa democratización de las nuevas tecnologías.

A mis 19 años recuerdo que Derrida y Butler me incendiaron el alma y hoy, que los he releído a partir del nuevo furor queer, me parecen frustrantes por su idealización de la indecisión: ¿algún filósofo o escritor te ha decepcionado a la segunda lectura?

Escritores que lees primero en la adolescencia y te encantan y luego relees un poco después y ya no, hay muchos. Pero prefiero no lanzar dardos, que hay algunos vivos a los cuales ya criticaré más extensamente. Me pasó con mucha poesía y literatura política, me pasó con el marxismo: sigo creyendo que es valiosísimo, que es una herramienta de análisis extraordinaria, pero cuando tenía catorce o quince años yo creía en el marxismo como un dogma, era una creyente, una religiosa, y ahora ya no me satisface de esa manera.

Veo que posteas cosas de Bad Bunny. Algunas feministas enfurecieron con su video “Yo perreo sola”, ¿qué opinión tienes sobre ese tipo de debates que cuestionan los estereotipos, la apropiación, etc.?

Me parece una obsesión que tendríamos que quitarnos, la de hacer de policías de cada manifestación artística o demostración. Además de que lo hacemos, y por eso prefiero yo no meterme tanto, desde una óptica tan europea, tan desde nuestra perspectiva, y todo nos parece mal de vez en cuando: yo creo que a lo mejor lo de Bad Bunny vistiéndose como mujer, rodeado de todo el discurso que luego él tiene sobre lo trans o la diversidad, es más positivo que otra cosa, no creo que esté apropiándose de nada sino que está dándole una visibilidad que de otro modo no tendría. En fin, tenemos que ser menos amargados en nuestra crítica, lo cual no quita ser feroces, pero sí aprender a disfrutar un poco.

Elizabeth Duval

Al leerte en Reina me hiciste volver a los discos de Mykki Blanco o Against Me!, la banda de punk cuya cantante, Laura Jane Grace, sacó un disco que condensaba su vivencia trans. Encontré algunas puntos en común, como el hecho de proponer lecturas muy desestabilizadoras sobre las generalizaciones trans que siento hoy fluyen con soltura: ¿estoy en un error?

Creo que Reina, si lo analizas para una óptica trans, tiene la virtud de ser un texto donde la voz de la narradora es trans sin que eso sea el centro del texto o condense la vivencia de lo trans: lo trans en Reina es como mucho un paso al lado. Creo que no he propuesto una lectura tan desestabilizadora sobre esas generalizaciones todavía, y desde una perspectiva LGTB a lo mejor se sobredimensiona el libro, porque no es un libro sobre lo LGTB: para eso habrá que esperar, ya te digo, a mi ensayo en 2021.

Siento que en México ubicamos a España (mucho más que a Francia) como un paraíso para las personas LGBTI. He vivido algunas marchas del Orgullo en Madrid; hasta la madre de éxtasis pude ir a orgías que me dejaron seco. Estuvo bien, pero desde luego fue una experiencia turística y me desesperó un poco lo domesticado que tiene Fangoria a muchos homosexuales. ¿De verdad Madrid, Barcelona, España, son un ejemplo a seguir para la diversidad sexual? ¿Tú encuentras algo en la cultura latinoamericana, mexicana, que quizás se nos escape?

No conozco la cultura latinoamericana o mexicana tanto como querría, se me escapa, y seguramente ahora que la pandemia recrudece los viajes internacionales se me vaya a escapar aún más y durante más tiempo. Pero creo que sí que hay algo de verdad en la libertad que se puede sentir en España. Lo que pasa es que esa libertad es una cosa mucho más cotidiana, mucho más urbanita, y que en la época del año del Orgullo no se vive: la época del año del Orgullo no es libertad, es neoliberalismo y voracidad capitalista. La libertad es el resto del tiempo, preguntémonos: “libertad, ¿para qué?”. En este caso, la libertad (fuera del Orgullo) es la libertad de poder ir por la calle con tu pareja, de recibir muchos menos juicios o ataques, de poder vivir relativamente en paz. Y eso es una cosa que no existe en todos los lugares, ni siquiera en todos los lugares de España ni de Europa, y también tiene sus excepciones.

Por último, ¿crees que la nueva normalidad impuesta por el Covid impondrá también una nueva normalidad para las experiencias trans?

Prefiero no jugármela a la filósofa profeta del COVID-19, como han hecho otros tantos: me parece la actitud de los necios. Como ya te digo, creo que las experiencias trans son una cosa tan abstracta, tan amplia, que difícilmente se puede responder a esto. Ya está imponiendo una nueva normalidad para las mujeres trans que viven en la calle, por ejemplo, pero la nueva normalidad para mí se parece mucho a la de cualquier ciudadana que se mueva por los ambientes culturales. No se puede generalizar. A lo mejor me repito mucho, pero esta es mi tesis principal y me ha costado tiempo llegar hasta ella: lo trans no es una herramienta de análisis útil, sino una etiqueta que invisibiliza violencias. Fundamentalmente, lo trans ahora es un instrumento para que ciertos movimientos dentro del sistema del género entren dentro de los sistemas y estructuras de las democracias liberales. Lo cual puede interesar a cada uno o no. Yo estoy dentro de esas estructuras, qué remedio, y por eso me puedo permitir analizar lo trans sin cierto idealismo, con algo de lucidez. La nueva normalidad que tenga lo trans será la nueva normalidad de las democracias liberales, se vuelvan más opresivas y represoras o lo que fuere.