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La brutal matriarca del narcotráfico que acabó con su propio clan

Digna Valle era la matriarca de un poderoso clan de narcotráfico en Honduras. Ilustración de Michelle Urra para VICE World News.

EL ESPÍRITU, Honduras – En las exuberantes montañas del noreste de Honduras, al final de un largo camino de terracería, se encuentra un pueblito llamado El Espíritu. Hogar de Digna Asusena Valle, una matriarca del narcotráfico de 60 años, el pueblo no es precisamente un destino turístico; a principios de los 90, Digna gobernó El Espíritu junto con su clan como un feroz feudo familiar.

Pero cuando fui, en marzo de este año, los antiguos jefes ya no estaban. La familia de Digna fue arrestada y extraditada a Estados Unidos, poniéndole fin a casi dos décadas de un régimen violento y represivo.

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“Doña Digna”, como era conocida, fue arrestada en un viaje a Miami en 2014. Se declaró culpable de los cargos por narcotráfico en su contra, así que nunca hubo un juicio ni declaraciones de testigos, de otra forma, los miembros del jurado se hubieran quedado atónitos ante los detalles del papel que jugó en el imperio criminal de su familia.

La familia de Digna movía decenas de miles de dólares en cocaína al mes a través de la frontera con Guatemala, según el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, y trabajaba con organizaciones criminales en toda la región, incluido el Cártel de Sinaloa en México. Los Valle eran tan famosos localmente como crueles: los hermanos de Digna eran conocidos por secuestrar y violar en grupo a jóvenes campesinas, según un exresidente del pueblo e informes de prensa, días después las devolvían a sus familias no sin antes haber pasado por los Valle y sus guardaespaldas. Luego, advertían a las familias que mantuvieran la boca cerrada, o de lo contrario habría represalias.

Para cuando visité El Espíritu, Digna ya era una mujer libre en Houston, pero se negó varias veces a darme una entrevista. El viaje era mi última oportunidad para saber más de ella, aunque no tuviera muchas esperanzas de poder hacerlo.

Cerca de la entrada del pueblo había una casa enorme y ostentosa, frente a la cual se encontraba un soldado hondureño sentado en una silla. Al entrar, nos dimos cuenta de que la casa había sido saqueada y despojada de sus lujosos muebles y electrodomésticos.

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La mansión que Digna Valle construyó, o estaba construyendo, en El Espíritu, Copán, antes de ser arrestada en Miami en 2014. Después de su detención, se detuvo la construcción. Foto de Deborah Bonello / VICE World News.

Darwin Andino Ramírez, el obispo del departamento hondureño de Copán donde se encuentra El Espíritu, me había llevado al pueblo en su camioneta. Hasta la fecha, los foráneos pueden visitar El Espíritu solo con el permiso de algunos de los aproximadamente 3.000 residentes, y deben estar acompañados por un local de confianza. Nos detuvimos frente a una casa modesta de cemento de un piso, pintada de azul. Mientras esperábamos en el recibidor a nuestra acompañante local, Norma, miré algunos de los certificados enmarcados que colgaban de las paredes. Llevaban el nombre de una mujer que supuestamente vivía en la casa donde estábamos y que se había recibido como abogada. El otro título era de alguien más. Había seis, y casi todos llevaban el mismo apellido: Valle.

Cuando llegó Norma, nos acompañó hasta la casa de su tía que estaba subiendo una colina empinada, justo al lado de la antigua y humilde casa de Digna. Cuando entramos, una mujer salió de la parte trasera de la casa extendiéndome su celular con la mano. “¿Quieres hablar con Doña Digna?”, me preguntó. Con la pantalla del teléfono frente a mi cara, pude ver a una mujer sentada en el borde de una cama mirándome directamente. Era Doña Digna Valle.

Me paralicé. Ni siquiera en mis sueños más locos había esperado hablar con Digna cara a cara. De repente, empecé a pensar mil cosas. Me había presentado frente a Norma y a su madre como escritora, no como periodista. ¿Se daría cuenta de que era la misma escritora a la que le había negado al menos dos entrevistas? ¿Le molestaría que estuviera en la casa al lado de la suya, en esa casa en medio de la nada que tanto extrañaba? ¿Seguiría estando a solo un botón de mandarme unos matones si quisiera? Poco a poco me di cuenta de que las mujeres que me rodeaban no eran solo sus vecinas, sino sus amigas.

“Ahí están todos”, dijo Digna mientras veía a todos los que estábamos en la sala, incluido un colega periodista local y mi chófer, Jorge, un expolicía.

“Sí, aquí están preguntando por usted, Doña Digna”, dijo la mujer que sostenía el teléfono.

Hice una mueca. Nos estaba señalando y diciéndole a la Doña que tenía visitas.

Digna se veía cansada, agotada, ya no parecía la formidable mujer que habían descrito los residentes locales. “¿Cómo está?” le preguntó el obispo Darwin. “Bien, gracias a Dios”, respondió. El COVID hizo que su audiencia de inmigración se retrasara y tuvo que quedarse más tiempo en detención, nos dijo. Le pregunté si estaba contenta de haber salido.

“Sí, pero no me gusta salir. Aquí me dicen que prefiero estar encerrada”, dijo riendo. Nosotros también soltamos una risa nerviosa. Digna cumplió poco más de la mitad de una sentencia de 11 años, y luego pasó un par de años más en detención migratoria esperando a ver si la deportarían a Honduras, lo cual significaba una muerte casi segura. Al final, Estados Unidos le dio el derecho de quedarse allí, pero si se va, no puede regresar.

“¿Solo están de visita?”, Digna nos preguntó al obispo y a mí.

“Sí, estamos de visita en el pueblo”, respondí. “¡Es hermoso! ¡Muy bonito!”.

“Ah, sí, mucho. ¿Te gustó la iglesia?”, preguntó.

“Me encantó”, le dije, “aunque me hubiera gustado verla por dentro”. “Norma nos dejará entrar”, dijo, luciendo encantada de que pudiéramos ver los frutos de su trabajo.

“Los detalles, esos son mi trabajo y mis gustos”, dijo, y agregó que esperaba verme allí en algún momento.

Contuve la respiración. ¿Regresaría a casa?

“Todavía no sé”, dijo después de una pausa. “Pero yo creo que sí”.

“¿No le da miedo regresar a Honduras?”, le pregunté, tratando de ocultar mi incredulidad.

“No”, me contestó.

“¿No?”.

“No”.

El papel de Digna en el régimen represivo de los Valle

Poco después, se cortó la llamada y Digna se fue. Pero Norma y las otras mujeres de la casa siguieron hablando de ella, decían que era la “cara buena” de la familia, respetada por la comunidad.

“Me caía bien. Se veía que era trabajadora. Estaba hecha de fuerza bruta”, me dijo Teresa, otra residente local que me pidió que no usara su nombre real, cuando nos conocimos en la ciudad de Santa Rosa de Copán, a una hora en auto de El Espíritu. “Era sociable, pero de carácter fuerte”.

Es posible que Digna se haya ido, pero su presencia todavía se siente en El Espíritu. Sus obras de caridad, como la enorme iglesia católica en medio del pueblo que ella financió y ayudó a construir, siguen ahí. El tamaño de la iglesia supera con creces las necesidades de espacio y espirituales de su pequeña congregación. En la entrada hay varios bancos blancos acomodados en círculo, y el primero tiene escritas las palabras “DIGNA ASUSENA VALLE Y FAMILIA”.

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Uno de los bancos frente a la iglesia de El Espíritu lleva el nombre de Digna. Otros los de su hermano y otros miembros de la familia. Foto: Deborah Bonello para VICE World News.

Junto al de Digna hay otros bancos, uno dice: “LUIS VALLE, MAYRA LEMUS Y HIJOS”. Y otro: “JOSE REYNERIO VALLE Y FAMILIA”. Y el otro: “REMBER CUESTAS VALLE Y FAMILIA”.

“Era una gran mujer, una gran mujer y una luchadora. Ella nos ayudó mucho con la construcción de la iglesia”, dijo Norma. “La construimos juntas, haciendo tamales y pasteles”. Un residente la describió como la mayor de 13 hermanos y “la madre de todos ellos”.

Pero Digna era mucho más que eso: su posición en la familia no siempre fue muy maternal.

“Una vez estaba en la cocina cuando unos residentes se estaban quejando con Digna de que sus hermanos se habían llevado a varias niñas [a sus casas]. Y Digna dijo que las jóvenes no debían andar provocando a sus hermanos”, recordó un exresidente de El Espíritu.

“Doña Digna decía: ‘Hay que matarlos, no podemos dejarlos así’ de las familias y personas que sabían demasiado o que hacían cosas que no le gustaban a la familia”, dijo un exempleado. “Solía ​​tener una impresión positiva de ella porque es mujer y me criaron para pensar que todas las mujeres son buenas”. Los cargos por los cuales Digna finalmente fue encarcelada en Estados Unidos no incluían delitos de carácter violento. 

Otra exresidente de Copán me dijo que Digna envió dos camionetas con hombres armados a su casa para matarla a ella y a toda su familia después de enterarse de que habían traicionado a los Valle. VICE World News no pudo verificar de forma independiente estas acusaciones.

Al igual que los legendarios capos de la droga, si Digna quería matar a alguien, no tenía que hacerlo ella misma, tenía gente que lo hacía por ella, dijeron varias fuentes.

Mientras estaba afuera de la casa de Digna platicando con Norma sobre sus días juntas en la escuela, noté que, a diferencia de la de sus hermanos, su casa estaba intacta. Estaba cerrada, pero no había guardias, y al asomarme por las ventanas pude ver que los muebles seguían como los había dejado después de que la arrestaran, inesperadamente, en ese viaje a Miami.

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Digna Valle fue la primera de su clan en ser arrestada. Ilustración de Michelle Urra para VICE World News.

Fue la primera del clan Valle en ser detenida, y en agosto de 2014 las autoridades hondureñas entraron y confiscaron las propiedades de sus hermanos y otros familiares en los alrededores de El Espíritu, que desde entonces están en manos del gobierno. Me pregunté si se había ganado uno dos favores con los fiscales estadounidenses por su cooperación, y si eso había hecho que las autoridades hondureñas dejaran en paz su casa. 

Una de las fronteras más peligrosas del mundo

El Espíritu está a menos de ocho kilómetros de la frontera con Guatemala. Al igual que la mayoría de las fronteras terrestres en Latinoamérica, la división es completamente porosa y en gran medida ilegal. Para los aproximadamente 15 puntos de acceso oficiales que existen a lo largo de la frontera, hay más de cien clandestinos, y muchos pueden ser atravesados en camionetas.

Esta franja de Centroamérica es considerada una de las más peligrosas de la región, con una de las tasas de homicidios más altas del mundo. Honduras es uno de los países desafortunados que se encuentran entre Colombia, Perú y Bolivia, las naciones productoras de cocaína más grandes del mundo, y Estados Unidos, el mayor consumidor de drogas del mundo. Como resultado, Honduras es un importante centro de tránsito de cocaína, que deja un rastro de sangre, corrupción y dinero.

La falta de presencia del gobierno en el país permite que otros grupos llenen ese vacío, encantando y aterrorizando a las comunidades locales por igual con su propio tipo de gobierno criminal, brindándoles comodidades como iglesias, trabajos y préstamos.

En El Espíritu, Digna Valle y su familia eran los proveedores y la ley; eran temidos y respetados. Digna fue producto de sus circunstancias, creció en una parte empobrecida del país donde el estado estaba casi completamente ausente. Con poca formación académica, como muchos de los residentes de El Espíritu, le daba a la gente del pueblo una sensación de seguridad, así como trabajo y apoyo, empleando a unas 200 familias a través de diferentes negocios: ganado, maíz, frijoles y café.

“Eran millonarios. Ellos eran ricos y nosotros éramos muy pobres”, dijo una persona que vivía en la zona. Pero a pesar de su obvia ventaja económica, Digna visitaba con frecuencia a los trabajadores en los ranchos de café de los Valle repartidos por Copán. Se montaba en su caballo, vestida con pantalones y camisa, y compartía comidas modestas con la gente que trabajaba en los campos de café.

Pero la familia Valle se ponía por encima de los locales. “Tenían muchos guardaespaldas”, dijo el obispo Darwin. El negocio de las drogas de la familia se convirtió en la industria más rentable de la ciudad, eclipsando otros proyectos. Básicamente, la mayoría de sus otras empresas estaban diseñadas para ayudarlos a lavar dinero en efectivo del narcotráfico. En el camino hacia El Espíritu, el obispo Darwin señaló un campo donde una vez fueron encontrados 11 millones de dólares, enterrados dentro de un tanque de agua: en el apogeo de sus operaciones en el comercio internacional de cocaína, dijo Darwin, los Valle simplemente generaron más efectivo del que podían manejar.

Aunque comenzaron como ladrones de ganado y contrabandistas, la familia Valle se cambió al negocio de la cocaína en algún momento antes del cambio de siglo, cuando la droga empezó a llegar en oleadas desde Colombia y reemplazó las vacas y los cigarros que la familia solía contrabandear en Guatemala. El flujo de cocaína empezó a aumentar después de un golpe de estado contra el gobierno del presidente Manuel Zelaya en 2009, que creó aún más distracciones políticas de las actividades del crimen organizado. Después de eso, el número de vuelos ilícitos que transportaban kilos de cocaína se disparó, según los observadores.

Los Valle se convirtieron en un intermediario vital para las organizaciones que operaban en la región. El gobierno de Estados Unidos estima que aproximadamente desde 2009 en adelante, traficaban decenas de miles de kilos de cocaína al mes a través de la frontera entre Honduras y Guatemala, ganando hasta 800.000 dólares de un solo envío para organizaciones a las que brindaba servicios de transporte, como el Cártel de Sinaloa en México. Los Valle también tenían una base en Virginia, Estados Unidos, donde los empleados recibían y distribuían los kilos de cocaína que traía la familia.

A medida que los Valle se iban enriqueciendo, la línea entre las autoridades oficiales y las de facto comenzó a desdibujarse en Copán. Impusieron sus leyes como mejor les pareció, corrompiendo o cooptando a los funcionarios estatales como un medio para promover y proteger sus intereses. La policía se convirtió en un brazo armado para intereses privados, no públicos, a cambio de aumentos de sueldo y otros beneficios.

“Así son las cosas”, dijo a los investigadores un policía del lado hondureño de la frontera. “Si necesitas una batería para tu patrulla, puedes pedirla al cuartel general y tardará seis meses en llegar, o puede que nunca llegue, y luego los jefes intentarán hacerte pagar por ella. O, los señores locales (los Valle) hacen que alguien te dé una batería nueva, te ponga frenos nuevos y te llene el tanque de gasolina, siempre y cuando no los molestes. Nos estacionamos donde nos dicen que nos estacionemos. Miramos donde nos dicen que miremos. Y todos felices”.

Sin embargo, los días dorados de El Espíritu han llegado a su fin. La mayoría de las casas en el pueblo son de un piso, pequeñas y de colores brillantes. Los modestos caminos de terracería están salpicados de ocasionales residencias ostentosas: explosiones del pasado.

A la entrada del pueblo está lo que prometía ser una mansión majestuosa de dos pisos y un enorme patio con una alberca sin terminar. Pero la construcción se congeló hace años. Digna empezó a construir la mansión antes de que la obra se detuviera repentinamente, nos dijeron sus vecinos.

Las consecuencias 

Digna enfrentó una sentencia de 10 años a cadena perpetua por los cargos de narcotráfico de los que se declaró culpable en Florida luego de su arresto en 2014. Pero el hecho de que solo cumplió un poco más de la mitad sugiere que fue útil para los fiscales de Estados Unidos que buscaban información no solo sobre sus propios hermanos e hijo, sino también sobre otros criminales en Honduras que formaban parte de su círculo en ese momento. Ese círculo incluía a famosos narcotraficantes como Joaquín “El Chapo” Guzmán.

Justo un año antes de que Digna fuera arrestada, El Chapo había estado en Copán, rodeado de dinero y acompañado por los miembros de la familia Valle y otros narcotraficantes locales.

El Chapo estaba en una de sus visitas a El Espíritu. Según los residentes, era una especie de asiduo visitante de Copán, sobre todo durante los 13 años que estuvo prófugo después de su primera fuga de una prisión de máxima seguridad en México, en 2001. Hasta que fue recapturado, disfrutó de la famosa hospitalidad de los Valle en El Espíritu, incluyendo fiestas al ritmo de Los Tigres del Norte, la banda favorita de los Valle. La banda no respondió a las solicitudes de VICE World News para verificar estas acusaciones.

Los residentes sabían cuando Guzmán iría de visita, porque la seguridad en el pueblo aumentaba y restringían el movimiento de los residentes.

Un residente me dijo que llegaban camionetas nuevas y relucientes al pueblo y conducían por la calle principal de camino a las residencias de los Valle. “Así es como nos enterábamos de que los verdaderos jefes estaban en el pueblo. Nos temblaban hasta los pies”.

“Cuando [los Valle] seguían aquí, había fiestas y pagaban por todo. Mucha gente bajaba de las montañas y se hacían filas de autos”, recordó Norma. “Venía gente de todas partes”.

A un par de horas en auto, El Chapo visitó a Amilcar Ardón en el pequeño pueblo de El Paraíso, donde era alcalde. Ardón había invitado a otro contacto suyo: Tony Hernández, hermano del actual presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, quien en ese momento era presidente del Congreso Nacional del país. Probablemente se encontraron rodeados de dinero en el ayuntamiento de El Paraíso, que parecía la Casa Blanca, pero en esteroides.

“Lo contamos”, dijo Ardón más tarde en un tribunal de Manhattan. “Estaba en bolsas de plástico”. El dinero era una “donación” de El Chapo a la campaña presidencial de Orlando Hernández, quien ganó en noviembre de ese año, y se entregó a cambio de la protección que el gobierno le daría a la familia de Digna si ganaba las elecciones. Aunque Digna no estuviera presente en esa reunión, sus intereses ciertamente lo estaban.

Sin embargo, tan solo unos meses después, el costoso acuerdo se frustraría por completo. “Tony Hernández me dijo que los Valle habían sido capturados porque habían intentado matar a Orlando Hernández”, dijo Ardón en la corte.

Después de la detención de Digna, los hermanos Valle se enfurecieron y querían venganza. Mandaron matar a Orlando Hernández por haber incumplido su promesa de proteger al clan. “Debido a la corrupción, conocían el horario y los planes de transporte de Orlando Hernández, y contrataron a dos o tres hombres para que atentaran contra su vida”, dijo un exagente de la DEA cercano al caso de Valle. “Pero su plan fracasó… digamos que por varios imprevistos”. 

La policía estadounidense, que había estado trabajando en estrecha colaboración con sus contrapartes en Honduras, vio venir el golpe y se enteró de que a los Valle les estaba ayudando el otro signatario del acuerdo: El Chapo. Los atacantes fueron arrestados antes de que pudieran llevar a cabo el atentado, y los hermanos de Digna, Luis y Arnulfo, fueron arrestados, extraditados y condenados en Estados Unidos. Los dos están condenados a 23 años de cárcel. Orlando Hernández siempre ha negado cualquier conexión con el narcotráfico, aunque cada vez son más los narcotraficantes hondureños que testifican en su contra en los tribunales de Estados Unidos.

Al final de su condena en Estados Unidos, otra batalla legal estaba comenzando para Digna, quien estaba a punto de ser deportada, una práctica común para los criminales extranjeros que terminan de cumplir su condena. Pero cuando finalmente salió de la cárcel en 2018 su deportación habría significado una muerte segura. Tony Hernández fue arrestado por narcotráfico en una visita a Miami días antes de que Digna saliera de la cárcel. La soga en el cuello de su hermano también se estaba apretando: cualquier traficante hondureño, como Digna, que haya hablado con la policía estadounidense sobre con quién trabajaba en su país, enfrentaría ciertas consecuencias si regresaba a Honduras.

“Hay una búsqueda en este momento en mi país de personas que colaboraron y luego cooperaron [con la policía] en casos de narcotráfico”, me dijo el excapitán del ejército Santos Rodríguez Orellana en ese momento. Al principio le negaron el asilo a Digna, pero apeló y finalmente se le otorgó el derecho a permanecer en Estados Unidos en virtud de la Convención contra la tortura.

El Espíritu en la actualidad 

Unos días después de nuestra visita a la casa de Digna, nos dirigimos hacia la frontera con Guatemala. En la carretera escuchamos el procedimiento de otro gran juicio por narcotráfico en Nueva York, esta vez para el excapo Geovanny Fuentes Ramírez.

Una vez más, Orlando Hernández estaba implicado y mencionaron a El Espíritu como un centro clave para el narcotráfico. Años después del desmantelamiento del cártel de los Valle, el pequeño pueblo, que pocos extranjeros visitarán, sigue considerándose como uno de los ejes centrales del comercio de cocaína durante el cambio del siglo XXI.

Que sus hermanos fueran percibidos como los peores delincuentes del cártel de los Valle se desprende del hecho de que Digna ahora esté libre, ya que Luis y Arnulfo están cumpliendo sus sentencias de 23 años.

De todos fue la menos perjudicada. Al igual que las mujeres que estuvieron sentadas conmigo ese día en El Espíritu cuando hablé con Digna por teléfono, ella sobrevivió. Era más que un peón en un supuesto juego para hombres, pero al final, era tratada como tal. Poco después de hablar sobre el cariño de Digna por la iglesia de la ciudad, se cortó la llamada y las mujeres que estaban con nosotros se quedaron en silencio por un momento, ahí fue cuando me di cuenta de que no quedaban hombres en la casa. Solo quedaban las mujeres.

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Xiomara Orellana contribuyó con este reportaje.

Este reportaje contó con el respaldo de la International Women’s Media Foundation.

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