Mientras los leguleyos colombianos discutían si los animales tienen derechos, Naruto, un macaco de Indonesia, luchaba por el respeto de sus derechos de autor.
¿Se imaginan todas las posibilidades si le daban la razón a Naruto? Canarios volando con pinceles sobre lienzos, orangutanes tomando fotos en las calles de París como turistas chinos y japoneses. Incluso, mi perro Canciller podría hacerse famoso y exponer el Código de Procedimiento Penal que masticó hace diez años como una reflexión artística existencialista sobre cómo el sistema judicial trata a humanos y no-humanos.
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En julio, la Corte Suprema de Justicia colombiana decidió que Chucho, un oso de anteojos, estaba siendo privado de su libertad de una forma injustificada en el zoológico de Barranquilla. En esos mismos días, Negro, un perro callejero de Bucaramanga, perdía una acción de tutela porque, según el juez, los animales no tienen derechos fundamentales. Mientras todo eso sucedía, Naruto negociaba un acuerdo en una Corte de California por el uso no autorizado de sus famosas selfies.
Bueno, Naruto no hizo la negociación directamente. El acuerdo fue logrado por sus amigos de la fundación Gente por el Tratamiento Ético de los Animales (Peta, por sus siglas en inglés). Esta organización demandó a David Slater, a Wildlife Personalities Ltd. y a Blurb Inc. por publicar y vender unas fotos que Naruto había tomado con la cámara de Slater.
Todo comenzó en el 2011 cuando Slater viajó a la reserva de Sulawesi en Indonesia. El fotógrafo puso su cámara en un trípode y la ajustó en autofocus. Pocos instantes después, Naruto, photobomber por naturaleza, se acercó a la cámara, miró al lente y apretó el obturador. La primera selfie de un animal.
Slater publicó las fotos en su libro Wilflife Personalities. Las fotos fueron virales y aparecieron en todas las páginas de memes. Slater peleó con muchas personas, incluyendo a los dueños de Wikipedia, por usar la foto sin su autorización. De acuerdo a los dueños de Wikipedia, las fotos estaban en el dominio público. Es decir, no era ni de Naruto ni de Slater.
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Las leyes y las decisiones de las Cortes no hablaban mucho sobre el asunto. En Europa, lo que se ha dicho es que las obras que vayan a ser protegidas por los derechos de autor deben reflejar la personalidad de quien las realiza. En Estados Unidos, para que una obra sea protegida debe tener cierto grado de originalidad del autor y también cierto nivel de creatividad. En diciembre de 2014, la oficina de derechos de autor de los Estados Unidos dijo que, para que cualquier creación, incluyendo fotos, pudiera ser registrada en su oficina, debía ser creada por un humano. Entre los ejemplos que no registrarían están: fotos tomadas por simios, murales pintados por elefantes y obras en las que se afirme que el autor es el Espíritu Santo. No obstante, que una obra no sea registrada no necesariamente implica que no pueda tener derechos de autor.
Cuando Peta demandó a Slater en el 2015, los freaks del copyright empezaron a babear de la emoción: ¡Por fin se iba a decidir en una corte si un animal puede pedir que se respeten sus derechos de autor!
Lamentablemente, el juez de primera instancia, William Orrick, dijo que Naruto no puede ser titular de derechos de autor. De acuerdo a Orrick, este asunto debe ser resuelto por el presidente y el Congreso. Después de esto, las partes comenzaron a negociar y llegaron a un acuerdo final el 11 de septiembre.
Pero el acuerdo, a pesar de que trae algo de justicia para Naruto, no resuelve la pregunta de si las creaciones de los animales pueden tener derechos de autor. Lo acordado entre los demandados y Peta fue que Slater donará el veinticinco por ciento de los ingresos que pueda recibir por el uso o venta de esas fotos a organizaciones de caridad que protejan a Naruto y a los de su especie. El acuerdo incluye una solicitud de que se revoque la decisión de primera instancia y todo quede como si nada hubiera pasado.
Las partes no indican si las fotos le pertenecen a Naruto o a Slater. Además, el hecho de que haya un acuerdo significa que no habrá una decisión final por parte de un juez. Como no veo a los congresistas haciendo leyes sobre el tema, ¿qué opinan si contactamos a Droopy, el perro que se metió en el partido contra Brasil, para que ponga una demandita por los usos no autorizados de su performance?
* Emmanuel Vargas es asesor de la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip).
** Este es un espacio de opinión. No representa la visión de Vice Media Inc.