Hace un tiempo, unos meses apenas, me fui a cortar el pelo. Ahí tuve la charla de turno con el peluquero: después de hablar del clima, y de que mi pelo se enredaba mucho, terminamos discutiendo sobre videojuegos. Le dije que tenía un Xbox nuevo y que los videojuegos me gustaban. En ese momento, el tipo abrió los ojos, dejó de cortarme el pelo y me dijo lo siguiente: “¿Además de bonita le gusta jugar Xbox? ¿Dónde dejaron el molde?”.
Lo que para el peluquero debió ser un fino piropo a mí me cayó como una patada en la cara. Según él, yo tenía un aditivo aparte de ser bonita. Era más que un muñeco de colección: me gustaban las cosas de los hombres.
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Advierto: yo sé que él no tuvo intención directa de ofenderme con su comentario. Por el contrario, creo que, para él, fue un genuino halago resaltar el hecho de que yo fuera mujer y además jugara Xbox. Y, asimismo, estoy segura de que si hubiese habido otra persona presente, una un poco menos atenta a estos comentarios, la frase hubiera pasado desapercibida: un piropo casual, pasar la hoja y seguir viviendo.
Traigo la anécdota a colación por una columna que Samantha Mesones publicó en VICE la semana pasada, el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. En el artículo ella contaba cómo, después de haber terminado una relación larga y que su pareja le pegara una patada, había podido darse cuenta de un montón de actitudes que el tipo había tenido: cosas machistas que se camuflaban en gestos cotidianos y “románticos”. Desapercibidos.
Al final de la columna, cita un blog de el periódico español El Diario en el que se recogen testimonios y noticias acuñados bajo el nombre de “micromachismo”.
En 1994, el psicoterapeuta argentino definió la palabra así: actitudes que generan violencia en torno al género pero que pasan desapercibidas por darse en un ámbito cotidiano y normalizado.
No obstante, para Mónica Arango, especialista en temas de género, el concepto de “micromachismo” podría ser problemático. “Cualquier actitud que, con base a un estereotipo de género, represente una denigración para la mujer, es machismo. Creo que abordar estas cosas diciendo que son chiquitas o grandes puede tener una incidencia grave en la sociedad, porque además son precisamente ese tipo de comportamientos cotidianos los que contribuyen a que se perpetúen estereotipos de género en la sociedad que tienen una incidencia determinante para las mujeres en el ejercicio de sus derechos”.
En ese sentido, comentarios aparentemente inocentes como “mujer que no jode es man”, “las mujeres no saben de fútbol”, “todas las viejas están locas” o “seguro es que tiene la regla” son formas de violencia que bajo la fachada de “ser chistes” terminan aceptándose socialmente y reproduciendo, por debajo de la mesa, la misma violencia que perpetúa la desigualdad entre hombres y mujeres. Y que luego, como quedó evidenciado en la columna de Samantha, pueden transformarse en cosas brutales. No es jodiendo. Así operan las discriminaciones.
“Claro que sí hay algunos de esos tratos que constituyen agresiones mayores o menores en distinta medida” ––continuó Mónica–– “pero el estereotipo y la discriminación es la misma, lo que pasa es que las consecuencias son distintas. Es diferente que me hagan uno de estos comentarios donde la consecuencia directa es que yo me moleste, a que cuando yo entre a la sección médica en el ámbito de la violencia sexual me digan que es mi culpa que me hayan violado porque tenía una mini falda. Pero, esa primera forma de violencia, contribuye a la segunda”.
Continuando, entonces, con el ejercicio, decidí recoger varios ejemplos de este tipo de machismo que pasan desapercibidos y que se consideran normales, pero que, claramente, atentan contra la igualdad entre hombres y mujeres. Además, y según lo que me dijo Mónica, “es a partir de los pequeños comportamientos de la sociedad en los que realmente se logran cambios grandes”.
*Los testimonios fueron editados para mayor claridad.
Ana:
Esas agresiones las vivo todos los días (soy la única mujer de mi equipo) y me toca fingir que no me molestan. Pero la que he sentido más clara los últimos días es que cada vez que digo que me voy a ir a vivir sola me preguntan que si conseguí marido o me dicen “sola, sola o con tu novio”. Después de eso me preguntan que cómo me voy a ir a vivir sola si no sé cocinar. Cuando mi novio dice que se va a ir a vivir solo nadie le pregunta que si “solo, solo” o conmigo. Tampoco que si sabe cocinar, lavar o planchar.
Laura:
Yo trabajo en un colegio y almuerzo en la cafetería. Cuando voy y quiero repetir no me dejan. A los hombres sí, obvio. Supongo que es por esa idea de que los hombres comen más.
Lorena:
Hace un tiempo me mudé de una casa a otra y luego le conté a alguien. Esa persona me dijo que pobre yo por haber tenido que cargar todo sin tener un hombre que me ayudara.
María:
Yo trabajo atendiendo público. Mientras a mis compañeros de trabajo les dicen doctor, a mi me dicen “amor” o “preciosa”.
Lina:
Yo trabajo en un jardín infantil y los profesores hombres no pueden entrar al baño con los niños. Por supuesto, que cambien el pañal o acompañen a los niños es imposible.
Andrea:
Soy ingeniera de petróleos. Cuando me llamaban a consulta de pozo la gente me miraba de arriba abajo. La primera pregunta era: “¿cuantos años tiene?”. La segunda: “¿usted si sabe de esto?”. Por ser joven y mujer creían automáticamente que era bruta.
Andrés:
Yo trabajaba en una empresa en la que siempre le celebraban el cumpleaños a los empleados. Cuando nos reuníamos en la sala de reuniones a servir el ponqué, todos los manes, sin ponerse de acuerdo, se quedaban sentados y esperaban a que las viejas partieran la torta y repartieran los platos. Nadie se daba cuenta: era impresionante.
Natali:
Yo soy Ingeniera aeronáutica, y todo el tiempo me dicen que no puedo manipular un taladro, o que un hombre es más rápido haciendo instalaciones eléctricas. En general la industria aeronáutica es muy machista, a mí me han dicho que remachar un perfil lo tiene que hacer un hombre para que quede bien.
Alejandra:
Soy Ingeniera biomédica, y en Colombia eso consiste principalmente en prestar mantenimiento a los equipos médicos. En el campo, las empresas no contratan mujeres porque toca alzar cajas o desplazar equipos, y aunque yo he dicho que yo tengo la fuerza para hacer eso, no me contratan, siempre me mandan a la parte comercial, que no fue para lo que yo estudié. Además dicen que las mujeres son un mayor riesgo para la empresa cuando trasladan equipos o repuestos en carros porque es más probable que nos roben.
Inés
Fuimos a un banco con mi esposo a abrir una cuenta. Yo soy diplomática y él por ahora no está trabajando. Cuando estábamos en el banco pasamos nuestras identificaciones y la gente del banco pregunto como 80 veces quién era el diplomático y quién el dependiente. ¿Por qué tanta confusión si tienen los documentos en la mano? ¿Por qué no les cabe en la cabeza que la diplomática soy yo y “el señor” es mi dependiente? Parecía que al final habían entendido. Un mes después le llegó a él una tarjeta de crédito y a mí no; porque no lograban verificar mi sello de entrada al país. Obvio, porque no miraron en mi pasaporte, que es el diplomático, y terminaron dándole a mi esposo una tarjeta de crédito sin tener ingresos, empleo, y siendo el dependiente de alguien más.
Daniela:
Yo soy arquitecta, y muchas veces por ser mujer los obreros no me hacen caso. Cuando llega un tipo sí le corren. Hace unos días, por ejemplo, venía una mula a dejar material y el man era muy torpe para manejar, y uno de los obreros dijo a manera de chiste: ese man es una bestia, ni que fuera difícil, yo creo que hasta la arquitecta puede meter ese camión más fácil, ¿si o no “arqui”?
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Tania está dispuesta a discutir casi cualquier cosa por Twitter, sólo no empieces la conversación con “oiga niña”.