La Mano Negra y su ‘Patchanka Style’

Manu Chao recién lanzó tres nuevas canciones. Desde  La radiolina (2007) no había publicado algo inédito. Para sus seguidores fue más que una sorpresa: fue una esperanza de que tal vez este año tengamos nuevo material del ex líder de Mano Negra. Sin embargo, es inevitable pensar en Manu y soñar con un reencuentro de los verdaderos creadores del  patchanka style.

La Mano Negra, siempre lo he pensado, es una excelente banda de iniciación. Lo digo así porque los escuché cuando tenía alrededor de 8 años, a mediados de los noventa, gracias a  In the hell of Patchinko (1992), su disco en vivo que grabaron en Kawasaki, Japón. En él descubrías diferentes ritmos musicales que mezclaban en sus canciones. Su historia todavía no me interesaba. Lo único que disfrutaba eran sus gritos, sus coros pegajosos y esa energía que se desprendía de las bocinas, la cual me hacía sentirme el Rey de la Selva mientras saltaba en la cama de mi tío Roy, el responsable de que me volviera loco al escuchar esa música, aun cuando ni siquiera sabía cómo eran, cuántos integraban la agrupación y de qué país provenían.

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Los años transcurrieron y la mejor escuela que pudo existir se llamó Mano Negra, cuando dabas de frente con toda esa serie de influencias que tenían, cosas nuevas que descubrías y que siempre terminaban recordándote a ellos, quienes solían ser conocidos como los nuevos The Clash. Hay quienes se atreven a decir que fueron mejores que ese heroico cuarteto británico de punk liderado por Joe Strummer. Sus frenéticas presentaciones en vivo los volvían únicos, apasionados y con un talento que muchos aseguran no se había visto antes, en ninguna parte del mundo, y que estoy seguro difícilmente se repetirá. Tanto así que inventaron su propio estilo que definieron como  patchanka y sus fanáticos saben que “se conocieron en el Metro de París y se separaron a bordo de un tren colombiano”, que es algo mágico y especial.

¡Mano Negra, moreno!

La primera gran sorpresa que me llevé es que fue en París, Francia, donde comenzaron a ensayar en forma. Pero su historia inicia en Sévres, suburbio de la capital francesa ubicado al suroeste. Ahí Manu Chao, su hermano Antoine Chao “Tonio Del Bornio” y el primo de ambos, Santi Casariego formaron Joint de Culasse, su primera agrupación de rock & roll. Los tres editaron un álbum de  covers en el cual interpretaban “Louie Louie” de The Kingsmen, “Memphis Tennessee” de Chuck Berry o “Blue suede shoes” de Carl Perkins. Esto sucedió a principios de los ochenta, cuando tenían alrededor de 20 años y ese sonido se convertía en su influencia principal.

Por esos mismos años Manu y Santi se unieron a Les Flappers, en un momento donde la escena de rock francesa comenzaba a crecer. Finalmente Joint de Culase se separó y nacieron los Hot Pants en 1984. Los primos-hermanos Chao-Casariego continuaban tocando juntos. Hot Pants podría considerarse la banda con la que Manu comenzó a tomar popularidad. Su sonido era abrumador: uno de esos momentos de inquietud donde comenzaron a mezclar ritmos latinos con el flamenco, experimentado con sus raíces y gustos propios. Cantaban en inglés y español, ganando gran reputación en el  underground parisino e interpretando temas como “Mala vida” o “Junky beat”, que se convertirían en rotundos éxitos de la Mano Negra. No obstante, su discografía se limitó a un  Demo, un sencillo de  7″ y su álbum  Loco mosquito.

En esos tiempos la escena subterránea de París era un escape de salida tanto para la juventud como para los músicos que la conformaban. Era una época donde las bandas alternaban entre sí, organizando conciertos por diferentes bares y ocupas de la ciudad.

Para 1987, en el auge del rock francés, Hot Pants alternaban mucho con Los Carayos, donde también participaba Manu, reencontrándose –musicalmente hablando– con su hermano Tonio Del Bornio. Sin embargo, Manu al parecer seguía buscando ese sonido que lo caracteriza hasta el día de hoy. Así fue que junto a Santi en la batería, Tonio Del Bornio en la trompeta, Alain en el contrabajo y Mamack en el saxofón se hicieron llamar La Mano Negra, como los guerrilleros de América del Sur que Dominique Rousseau había plasmado en uno de sus cómics.

A finales de 1987 lanzaron un primer sencillo que incluía la canción “Takin’ it up” con el famoso logotipo de la mano sobre la estrella roja y el fondo amarillo y negro; el mismo que serviría como estandarte para toda su historia, para todas esas playeras que hoy en día portan con orgullo sus fans. Para esa grabación y algunos shows que vinieron después se unieron miembros de Dirty District, pioneros en fusionar ritmos como el hip hop, punk y reggae en todo el mundo.

Hot Pants en vivo.

Otro grupo que se fue involucrando fue Casse Pieds, otro proyecto apegado al psychobilly donde igualmente participaba Manu, que en esa época llegó a alternar con tres o cuatro bandas al mismo tiempo. Casse Pieds eran famosos entre el ámbito del rock francés emergente; como también era el grupo favorito para tocar de Manu. Improvisaban fiestas en la calle y se subían a tocar en los vagones del Metro parisino. Philippe Teboul “Garbancito” que era el baterista, pasó a tocar las percusiones en Mano Negra; mientras que Daniel Jamet se encargó de la segunda guitarra y Joshep Dahan del bajo. Se dice que gracias al espíritu de los Casse Pieds, Mano Negra tuvo la facilidad para capturar al público, para improvisar y cada vez más abrirse camino y definir su música como  patchanka.

Patchanka style

La alineación de Mano Negra quedó integrada por un grupo de amigos que eran músicos callejeros, primos-hermanos y el diseñador que hizo la portada del álbum  Patchanka, quien terminó como tecladista . La Mano Negra era Manu Chao (voz y guitarra), Antoine Chao “Tonio Del Bornio” (trompeta), Phillippe Teboul “Garbancito” (percusiones), Daniel Jamet (guitarra), Santi Casariego (batería), Joshep Dahan (bajo), Thomas Darnal (teclado), Jacques Clayeux (  roadie y presentador en los conciertos), Tomas Arroyos (sonido), Chino, Franck Mahaut y Phillippe Renaud (como el crew y  staff) y Pierre Kröpol Gauthe (trombón), que terminaría uniéndose para 1989 en el primer viaje por Latinoamérica que hicieron.

Foto por Francis Campiglia.

El  patchanka style era la mezcla de cualquier ritmo musical. Predominaba la canción francesa, los tambores africanos, el flamenco, ska, salsa, punk, reggae y muchas de las veces dejando ver sus raíces –árabes, en el caso de Garbancito–, como ocurría en la canción “Sidi H’bibi”. Sus presentación en vivo pasaban de boca en boca, hasta que al siguiente concierto había más chicos y chicas en el bar donde interpretaban sus melodías entre brincos, baile, emociones de todo tipo y gritos que solicitaban una canción más, la cual solía terminar como otro concierto en plena calle, durante la madrugada. La energía que dejaban ver fue lo que los hizo grandes y que los bares se convirtieran en estadios. El público podía subir al escenario, tomar un micrófono, cantar, ser un integrante más de Mano Negra y después saltar al mar de gente volcada en el  pogo.

El término de  patchanka se originó de la palabra  patchwork, un tipo de costura basado en la combinación de distintos hilos. Mano Negra representaba eso. En sus tiempos, e incluso en el presente –lo repito: no tienen banda que se les parezca– no podría ser posible que algo los iguale, menos que sean superados. Fueron únicos y su discografía lo afirma, haciendo lo que les daba la gana.

Su primer  LP fue  Patchanka (1988). Se popularizó la canción “Mano Negra” con la que siempre abrían sus conciertos bajo el popular coro de “Ma-ma-ma Mano Negra”. En la grabación participaron los Dirty Districts y miembros de Hot Pants. Destacan canciones como “Indios de Barcelona”,  “Lonesome bop” y “Mala vida” que, gracias a este tema –uno de los más viejos que compuso Manu– firmaron con Virgin France.  Puta’s fever (1989) es para muchos el mejor álbum de Mano Negra gracias a himnos como “King Kong five”. Ganaron un enorme reconocimiento en Europa. Experimentaron y llevaron a plenitud el  patchanka style, grabando como si estuvieran tocando en los vagones del Metro o en los barrios bajos de París. La tercera grabación de estudio fue  King of bongo (1991), el disco incomprendido de Mano Negra. 

La mayor parte de las canciones son en inglés, como un síntoma posterior a algunos conciertos que dieron por Estados Unidos, donde no se sintieron cómodos, identificados y tampoco comprendieron cómo era que se manejaba la industria musical. Este álbum dejaba sentir ritmos más hardcore, sin dejar a un lado el reggae, las rimas y los coros que hablaban de estúpidas idolatrías, gente ignorada y la cultura occidental. Después, en ese mismo 1991 vino un disco recopilatorio,  Amerika perdida. En su grabación en directo  In The Hell of Patchinko (1992) decidieron hacerlo en ese año, ya que opinaban que era cuando mejor sonaban. Y  Casa babylon (1994) llegó al final, ya que el espíritu de la verdadera Mano Negra desapareció –habían abandonado Tonio Del Bornio, Jamet y Dahan–. Nuevos integrantes como Fidel Nadal (vocalista de Todos Tus Muertos) y Gambeat (bajista actual que acompaña a Manu en su ya larga carrera musical) se agregaban a la aventura, aun cuando el estilo que crearon en ese disco ganaba gran respeto y admiración, influenciando a un sinfín de bandas latinas. 

¿Qué pasa por la calle?

Mano Negra solía decir que eran el sinónimo perfecto de viaje. Para 1989 eso inició. El  patchanka style unía culturas. Fue lo que comenzaron a hacer ese año, viajando a Latinoamérica para montar conciertos gratuitos en plazas públicas y estadios de Perú y Ecuador. De América Latina se llevaron un aprendizaje único, llegando a comparar lo diferente que era un lugar de otro; sintiendo la pobreza en sus calles y una magia que tal vez con la música podían alegrar, como parte de ese entorno, cuando algunos de sus temas sí lograban entenderlos los citadinos de cada sitio al que llegaban para poner a bailar a todos. Temas como “Guayaquil city” o “Peligro” desprenden ese sentir.

Después del lanzamiento del segundo álbum, la clásica pregunta que soltaban en sus conciertos de “¿Qué pasa por la calle?” también formó parte de una gigantesca gira por Francia –en particular en la zona roja: Pigalle–, otros países europeos, Japón y Norteamérica. Gran parte de la gira por Europa la hicieron en una camioneta, sin perder la esencia que los caracterizó, montando ellos mismo el escenario y vendiendo parte de sus discos y mercancía con la ayuda del otro Mano Negra, el que no se colgaba instrumentos. Y a esto se sumó –en los primeros años de 1990– un grupo de seguridad conocido como Los Buffalo (ex Black Panthers de Paris), quienes ayudaban a que todo marchara bien durante los conciertos.

Lo más sorprendente dentro de la historia de Mano Negra llegó en un periodo de dos años, de 1992 a 1994. Primero organizaron la gira  Cargo 92 junto a Royale de Luxe, compañía de teatro callejero con la que tenían muchas cosas afín. La aventura fue subsidiada por el gobierno francés. Representaban la historia de su país organizando un desfile, para que después saliera al escenario la Mano Negra. Ellos mismos descargaban los contenedores durante más de cinco meses.  Cargo 92 –hicieron el mismo recorrido que Cristóbal Colón– consistió en comprar un viejo barco que nombraron Melquiades, arreglarlo y salir del puerto de Nantes rumbo a Colombia, Venezuela, República Dominicana, México, Cuba, Ecuador, Brasil, Uruguay y Argentina, donde comenzaron las fricciones y el hartazgo entre sus integrantes. El espectáculo era gratuito y se llevaban a cabo en plazas públicas.

Después vino su última locura, o parte de esa obsesión que Manu comenzó a sentir por América Latina junto a los miembros de Mano Negra que intentaron seguirle el paso. Otra vez se organizaron con Royale de Luxe, e incluso el periodista español Ramón Chao (padre de Manu y Antoine) se unió al viaje para documentar la aventura en su crónica  La Mano Negra en Colombia: Un tren de hielo y fuego. La gira  Expreso de hielo la montaron sin descanso, a finales de 1993, como si quizás ya sabían que no eran los mismos amigos que inventaron un nuevo género musical.  Expreso de hielo era un circo rodante que contaba con un dragón que lanzaba fuego y una máquina de nieve artificial. 

Foto de Emanuel Bovet.

Todo lo financió la Asociación Francesa de Acción Artística. Volvieron a usar las líneas férreas de ese país que estaban fuera de servicio y conectan a Santa María con Bogotá. Cruzaron por lugares demasiados peligrosos a consecuencia del narcotráfico y las guerrillas. A esos sitios es a donde les interesaba llevar su arte, a comunidades en las que expresiones como el rock y el teatro no se conocían. Sin embargo, los pocos sobrevivientes de la verdadera Mano Negra rápido comenzaron a darse cuenta que todo había cambiado, que era necesario un descanso largo. Fue así que por distintas ciudades de Colombia se fueron bajando del tren, regresaron a Europa y volvieron a tener una vida normal; con un disco incompleto  (Casa babylon) que pareciera ser terminaron de grabar por compromiso, durante un poco más de dos años.

Nada, no pasa nada

Mano Negra se separó en 1995, mientras sus videos como el de “Sr. Matanza” se hacían el equivalente a virales en los canales de televisión. Manu hizo otros proyectos musicales, intentando que la sombra del súper grupo francés siguiera en los escenarios. En 2005 varios ex integrantes –por nostalgia y como regalo para quienes siguen apreciando el  patchanka style– participaron en un festival, llevando a cabo una especie de  DJ set con canciones de su discografía.

Foto de Emanuel Bovet.

Hoy para muchos acudir a un concierto de Manu Chao, escuchar sus viejos discos o sorprenderse con las tres nuevas canciones, es lo más cercano para imaginarse en un show de la Mano Negra. Quienes tuvieron la oportunidad de bailar junto a estos franceses en vivo y directo seguro recuerdan todo a la perfección, ya que nunca se ha escuchado hablar sobre un reencuentro de la original Mano Negra, de aquellos The Clash del noventa, de esos chicos del barrio que revolucionaron el ámbito musical, cuando comenzaron su carnaval en el Metro parisino.