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Fotos que demuestran cómo nuestra sociedad arruina la vida de las mujeres

La reportera gráfica danesa Marie Hald es única retratando a mujeres. Esta fotógrafa de 30 años, ganadora de varios premios, cuenta con un método para acercarse a las mujeres de las que todo el mundo habla pero cuyas luchas, entre las que destacan la identidad de género, los trastornos alimentarios o la prostitución, seguimos sin comprender.

“Nunca pensé que terminaría haciendo fotos de mujeres. El encargado de mi exposición sobre jóvenes anoréxicas mencionó que siempre me centro en historias protagonizadas por mujeres. No es algo que elija conscientemente, pero es posible que sienta una conexión más intensa con esas historias porque me veo reflejada de alguna manera”, comenta Marie.

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“Mis fotos siempre se inspiran en todo lo que me llega al alma, pero me he dado cuenta de que también tiendo a hacer fotos de mujeres que quieren contar sus historias para marcar la diferencia. Intentan luchar contra los prejuicios, centrar la atención en un tema o llamar a la acción”.

Para este artículo, Marie Hald buscó en sus archivos y eligió algunos de sus trabajos favoritos. Explica la razón por la que piensa que merecía la pena contar las historias de estas mujeres en particular y qué sintió al hacerles fotos.

Bonnie

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Bonnie, de 39 años y madre de tres hijos, trabaja en el mundo del sexo. Empecé a hacer fotos a Bonnie durante mi último semestre en la Escuela Danesa de Periodismo. Siempre quiso contar su historia para demostrar a la gente que es más que “una simple puta”. En primer lugar, es una persona, y, en segundo lugar y sobre todo, una madre que haría lo que fuera por sus hijos.

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Estuve con el proyecto dos años que coincidieron con una etapa turbulenta de mi vida personal. Siempre se tarda en contar las buenas historias. Me convertí prácticamente en una más de la familia y pasaba las noches en su casa para poder acompañar a Bonnie al trabajo al día siguiente. Cuando saqué esta foto ya conocía a Bonnie desde hacía más de un año.

Nos acostumbramos tanto a mi presencia allí que pude reunir el valor suficiente para acercarme un poco más a ella; de hecho, creo que incluso llegué a rozar su pie. Me suelen preguntar por qué la gente me deja sacar este tipo de fotos y he llegado a la conclusión de que confían en mí y eso significa mucho.

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Bonnie limpia la casa entre cliente y cliente. Normalmente hay mucho trasiego de hombres entrando y saliendo de su casa. Para mí era muy duro ver aquello, así que intentaba ayudarla un poco abriendo la puerta a los clientes y ofreciéndoles refrescos y cervezas. La casa estaba siempre impecable y olía a ropa recién lavada.

Las chicas perfectas

Creo que nosotras, las mujeres, intentamos estar siempre perfectas. Lo veo en mis amigas y en mí misma. Mucha gente me dice que ese tipo de estrés es normal entre los 20 y los 30 años, una etapa en la que vas sin rumbo e intentando encontrar el mejor camino para seguir tu vida. Sin embargo, cuando miro a mi alrededor, siento que algo ha cambiado. Muchas de mis amigas y cada vez más gente sufren ataques de nervios: abandonan los estudios, empiezan a tomar antidepresivos y necesitan terapia. Lo que nos agobia es que creemos que el mundo espera de nosotras que tomemos las decisiones correctas en todos y cada uno de los aspectos de la vida.

Las mujeres de mi generación están constantemente intentando superar el odio que nos tenemos a nosotras mismas y que se ha impuesto gracias a las expectativas de la sociedad. Sentimos presión para estar estupendas, saber gestionar los problemas de los demás y ser especiales. Estamos destinadas a ser delgadas, inteligentes, elegantes, buenas novias y mantener un estilo de vida saludable. He hecho fotos a algunas de mis amigas y otras mujeres de mi generación y he hablado con ellas sobre las consecuencias de tomarse ese tema demasiado en serio.

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Therese, 24

“Vivimos en una época en la que las mujeres tienen que estar demostrando cosas constantemente. Te juzgan por todo lo que haces, pero siempre que no tenga que ver con tu forma de ser y con quién eres realmente. En nuestra cultura, que se basa en los resultados, te evalúas a ti misma en función de tus logros.

Todo ese cliché de hacer solo lo que te apetezca es demasiado simple. No soy capaz de decirte lo que me hace feliz o lo que me apetece hacer. Hay días en los que todo es oscuro y caótico y la vida no tiene sentido, pero la mayoría del tiempo camino con una sensación de vacío por dentro. No tengo la mente puesta en el presente y todo me sobrepasa”.

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Anna Kathrine, 21

“Antes de montar mi empresa, Body Fitness, no estaba contenta con mi cuerpo. He vivido con la autoestima por los suelos desde que era una adolescente porque nunca he estado a gusto con mi cuerpo. Muchas de mis amigas tenían el típico cuerpo delgado y elegante y todas se quejaban de que estaban gordas. Pensaba, ‘Pues si vosotras estáis gordas, ¿entonces yo cómo estoy?’, pero todo cambió cuando tomé el control de mi cuerpo”.

Las chicas de Malawa

Siempre pienso en la relación de las mujeres jóvenes con sus cuerpos. Intento imaginar cómo me sentiría si hubiera crecido en esta época, con muchos más cuerpos de plástico comparado con los de hace unos diez años, cuando era una adolescente. Esto me llevó a pasar el verano de 2015 en un centro de mujeres que luchan contra la anorexia en la ciudad de Malawa (Polonia).

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Kaia (19 años) y Karolina (18 años) se hicieron muy amigas durante su estancia en el centro de tratamiento El Árbol de la Vida, en el sur de Polonia. Han padecido anorexia durante dos y tres años, respectivamente, y ambas fueron hospitalizadas antes de ingresar en esta institución privada.

En el centro El Árbol de la Vida, el día se divide siguiendo un calendario de cinco comidas y sesiones de terapia. En esta foto, las chicas comparten un cigarro electrónico antes de irse a la cama a las diez de la noche.

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Agatha (17 años) mira por la ventana de la diminuta chabola en la que viven 16 chicas. Los que ven esta foto en particular me suelen decir, “¡Hala! Pero si parece una modelo de verdad”.

Con esta sesión fotográfica pretendo lograr una estética que juegue con la mente. De primeras, puede que se vea una mujer hermosa, pero luego se puede ver que está enferma, y pensé que sería muy interesante ese momento en el que la gente se da cuenta. El aspecto de las chicas que sufren graves trastornos alimentarios se acerca mucho a nuestro ideal de belleza.

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Para evitar que fueran al baño a forzarse el vómito, después de cada comida, las chicas no podían levantarse de la mesa hasta que pasara una hora, momento en que se les daba permiso. En ese tiempo, podían ir en caso que tuvieran que ir por alguna otra razón, pero se les obligaba a mantener la puerta abierta. Además, tenían que contar hasta diez en voz alta para que el personal supiera que no estaban vomitando.

Esta foto la saqué un día justo después del desayuno. Se muestra a Agatha (17 años) en un jardín. Se balanceaba hacia delante y hacia atrás mientras se peleaba con las voces de su cabeza, que le hacían sentir culpable por haber comido. Muchas chicas describen la anorexia como una voz llamada Ana que vive en su cabeza.

El tercer género de Pakistán

En diciembre del año pasado, me encargaron ir a Pakistán, donde fotografié la creciente comunidad transgénero del país, entre otras cosas. En 2016, el Gobierno pakistaní aprobó una serie de leyes que daban a las personas transgénero el derecho a tener una identidad que las define como el tercer género y les garantizaban el derecho a voto. Sin embargo, en la práctica, todavía queda mucho camino por recorrer debido a los sectores más conservadores de la población.

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Una de las cosas más especiales que me encontré allí fue el hecho de que los pakistaníes ven a las personas transgénero como una especie de “santos”, a pesar del estigma que persigue a la comunidad dentro del país. Llevan siglos con la tradición de contratar a personas transgénero para que bailen en bodas, bautizos y otros eventos. En esta foto, se ve a la actriz Lucky de camino a una de sus actuaciones.

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Jannat Ali, de 27 años, es una de las miembros más activas de Khwaja Sira, una organización en la ciudad de Lahore que lucha por los derechos de las personas transgénero. En esta foto, se ve cómo dos guardas de seguridad vigilan a Jannat antes de acudir a una actuación de una obra musical un martes. Al saber que los pakistaníes transgénero se enfrentan al acoso a diario, la organización Khwaja Sira se vio obligada a contratar guardas para garantizar la seguridad de sus miembros.

Este artículo apareció originalmente en VICE UK.

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