Artículo publicado originalmente en Noisey México.
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Su nombre es Mariel Villagra y la conocí en la Ciudad de México. Ambas somos chilenas, así que alguna vez escuché su versión de “La enredadera” de Violeta Parra en las radios de acá. Pero le perdí la pista, justo cuando ella comenzó a residir en el hemisferio norte.
Hace un año, sin embargo, empecé a vivir en un apartamento vacío en la Colonia San Rafael, en la Ciudad de México, y por cosas del Facebook, la primera visita que tuve fue ella, agarrada de su LP Foto Pa Ti y un jockey dorado. Me enseñó a pelar los mangos, a fumar rico y a buscarle las salidas agradables a los shocks culturales. Esa fue la primera vez que conversaría con la embajadora under de los chilenos en el DF. Luego las visitas se volvieron conversaciones y las conversaciones en amistad. Durante meses pensamos en si acaso sería bueno y prudente entrevistarla. Decidí que sí, sobre todo para lanzar el video de “Toque y rol”, un cover que le hizo a Juan Cirerol que pueden ver aquí abajo, y donde me disfrazó de chola.
Por lo que la historia va a contar que tuvimos que volver a Chile, durante un verano andino de 2016, para que nos encontráramos retomando nuestras vidas pendientes a eso de los 35 grados centígrados, con una conversación sobre el reggaetón, la cultura mexicana y la posición de la mujer en la música latinoamericana de hoy.
NOISEY: ¿Cómo fue llegar a México?
Mariel Mariel: En el 2007 hice un viaje raro que estuvo mezclado con una ruptura amorosa. Me quedé a las afueras del DF, en un estudio, encerrada y grabando unos temas. Fui un día al Zócalo y me devolví. Después en el 2008 fui por dos meses; llegué a vivir con un loco mexicano que me la anduvo vendiendo, la típica. Él me quiso ayudar, fue buena onda, pero yo soy un buque demasiado grande, entonces lo desbordé.
No es fácil entenderme, no es fácil mi proyecto para el que no pertenece a él. Pero lo bonito es que llegué a la Villa de Guadalupe y lo encontré muy simbólico también, como que me hice devota al tiro, onda la Virgencita me cuida aquí. Aprendí a moverme, a tomar el metro, vi asaltos en bus, conocí el mundo de San Juditas y de la Santa Muerte y de todas esas cosas.
Una vez unos locos se subieron al autobús y dijeron: «Pos, para qué lo vamos a asaltar, para qué lo vamos a robar si en realidad ustedes nos pueden dar la lana». Y nos pedían plata pero en realidad nos estaban asaltando. Me enfrenté a todas esas cosas que jamás había visto. Descubrí el lado como tribal-místico-energético-religioso y poderoso de México. Me vibró muy fuerte. Ya en marzo del 2010 comencé a hacer mis trámites de migración y todo eso… así que ya me quedé.
Alguien por ahí, un cuate, me consiguió cantar en el metro en un festival de poesía. Alguien recitaba un poema y yo cantaba una canción en medio y después volvía un loco y recitaba otro poema. Y el nivel de atención que me dio esa gente… o sea, yo vendí todos los discos que llevaba, canté cinco canciones y vendí 40 discos, nunca me había pasado. Esa fue otra revelación, la revelación que me hizo decir “me quedo”.
México me permitió hacer lo que yo quería. Permitió que por fin mis canciones me satisficieran, porque responden a mi idea original y eso es súper importante. Una vez Chico Claudio me dijo, «tú no rapeas, tú no. Tú canta, toca la flauta, minita. Aquí rapeo yo». Tenía una prohibición y sentía esa represión que en verdad fue bacán; bacán que me hizo ese favor, porque gracias a eso yo empecé a soltarme y a rapear. Ahora nuestro nivel de soltura está pasando todo límite esperado. A mí me vale madre, se me olvida todo cuando me subo a un escenario.
¿Consideras “Tírame un Beso” una canción de tránsito entre la balada de la antigua Mariel y el toque urbano de Mariel Mariel?
Sí, totalmente. La hice cuando tocaba con Carla Morrison, onda el 2012. Era un relato de lo que estaba viviendo en ese momento. Cuando llegamos a México no teníamos nada que hacer y había muchos ratos libres. En mi casa el carrete empezaba el miércoles temprano. Qué sé yo. Entonces había harto hueveo, harta fiesta, harta experimentación y claro después de las experimentaciones, fiestas, drogas, respectivos bajones y con la distancia, era otro tipo de bajón… onda de la melancolía pero en serio. Y claro, esa canción tiene esa polaridad emocional, esa parte de “tírame el beso recojo pedazos” es muy triste. Y entre medio de eso me salía a la fuerza decir “no sirve de nada corona sin espada” vamos pa’ lante, vamos pa’ lante. No me sirve de nada un titular bacán, no me sirve de nada un “súper conecte”.
Chao con Chile
Creo que soy muy maestra chasquilla de la música. Onda sé hacer todo y he aprendido a exigirme todo, onda mandar un mail y hacer mi vestuario, escribir mis letras y hacer las coreografías; crear un grupo de minas que bailan coreografías que se me ocurren y dedicarle el tiempo necesario, con la concentración necesaria. Por eso chao con Chile y esas cosas que te quitan tiempo, onda los amigos y la familia. Para la pega [chamba] siempre estoy 24/7. Y creo que también tener pasta pa’ la composición es muy importante. Porque el poder de una canción es complicadísimo, una canción bien hecha marca toda la diferencia de una canción que está hecha porque sí. El público sabe, no es huevón. Al final la música es algo que transforma, que te cambia el ánimo, que te alegra el día, te hace la noche. Y en términos económicos es súper rudo. Onda, es hacer un voto de pobreza al irme y no disfrutar las posibilidades que mi familia me podría brindar. Es difícil, pero tenía y tengo que lograrlo. Una es digna.
¿Qué tipo de riqueza crees que tiene la música hecha por inmigrantes?
Creo que ese es el lenguaje de la evolución total. Que nos guste el rock es porque hubo inmigrantes que lo crearon y así con todas las corrientes que creemos que son tan estrictas: son mezclas que ahora a nosotros nos toca seguir mezclando. Eso es evolucionar.
Esas músicas nos hacen llegar a lugares cada vez más finos. Ya no necesitamos las religiones… o sea, pásennos las iglesias para hacer conciertos, porque ahí está lo religioso que podemos dar como especie, conectando el mundo espiritual con las músicas.
En ese sentido los chilenos nos sabemos vender, parece. Tenemos buena campaña publicitaria y en México les está gustando mucho nuestra música. La primera pregunta que siempre me hacen es, «Ay, los chilenos, esta movida… ¿Qué sientes al pertenecer a esta movida de los chilenos?», y la verdad es que yo no sé si pertenezco tanto a la movida de los chilenos, pero me da orgullo (es cuando me siento más chilena); venimos como sobrevivientes de un pasado horrible y reciente, entonces nos toca el efecto de hacernos terapia y de querernos un poquito, tener el autoestima arriba. Y después de la Copa América, ¡shh! ¡Qué más queremos!
Mariel, una de tus canciones dice «Para cambiar hay que saber cambiar», ¿a qué te refieres con eso?
Esa frase significa que es muy importante la actitud con la que haces las cosas y la importancia de perder el miedo, porque de repente estás obligado nomás a cambiar… y me refiero al cambio que estaba haciendo en cuanto a mi música, a mi estilo. Igual no lo veo tanto como un gran cambio, porque siempre he estado haciendo cosas que tienen que ver con este concepto que le puse Flow Latino… ¡qué se yo!
Flow Latino es un concepto que inventé y que rescata por sobre todo la identidad latina que sale desde la calle, desde la improvisación, desde el solucionar las cosas con inteligencia y con pocas herramientas. El Flow Latino es desafiante porque es real. Así como in your face. Y por otro lado va unido con mi lado de bailarina… en verdad nunca he estudiado ni nada, pero me gusta. Lo llevo, lo siento.
En Chile toqué en el Ultrafat SoundSystem a principio de los dosmiles con DJs, MCs y esa onda. En esa época yo era muy fan de Los Tetas y la onda del soul funkero, de la música negra. Mi primer disco No me despierten! es más rockero, tiene momentos; es bien ecléctico, pero había mucho interés del productor musical de que fuera así.
Los productores de repente retratan más de ellos de lo que debiera ser, siento que nublaron un poco la identidad de mi música. Pero cuando por fin saqué en directo lo que yo tenía en los demos del computador, empezó a salir esto: una mezcla latina, urbana, medio rapera, medio folclórica, pero con beats. Siempre tuve claro que iba a cambiar harto de estilo, lo tenía claro, porque estaba agarrando una identidad, más allá de un país, de un continente. Precisamente porque estaba todos los días en la calle, en un lugar nuevo, estaba convirtiéndome en otra persona.
Es reimportante la identidad y el mensaje para mi proyecto. Por algo en este disco ya no canto más «te amo / pero ya no te amo», esa temática me tiene un poco saturada. Claro que hay historias amorosas en medio del Foto Pa Ti, pero no están puestas literalmente. En Chile crecimos con una crisis de identidad heavy, yo me acuerdo que cuando éramos chicos, los programas de tele eran como ¿Quiénes somos los chilenos? ¿Cómo somos? ¿Qué nos gusta? Nos hemos intentado construir y adueñar de identidades con el futbol, el The Clinic, la cerveza, los anuncios, la manera de hablar, cómo imponer nuestros códigos. Estando en México me acordaba de Chile y venían esos flashbacks.
Conversemos ahora del videoclip, que es el pretexto de esta entrevista. ¿Cómo apareció “Toque y Rol”?
Es un cover de Juan Cirerol. No me acuerdo exactamente cuándo lo conocí. Para mí él vendría siendo la versión masculina de lo que representa Carla Morrison, sobre todo porque en esa época ellos hacían una música regional mexicana. Juan sigue en eso, es un estricto de los corridos y de la música norteña. De hecho ahora uno de los singles de Los Tres es de él. Entonces para mí Carla y Juan son como Violeta Parra y Víctor Jara.
Nos conocimos yendo de gira y nos hicimos amigos, en algún momento me pidieron elegir un artista mexicano para versionar y elegí esta canción, que es un corrido. “Toque y Rol” salió ahí mismo. Armé un rap ahí y quedó grabado en la primera sesión, dije “a huevo, esto tiene que ir en el disco”. Ahora le hice el video a esa canción, que está reuniendo muchos símbolos y representa muy bien el disco. Lo hice en el barrio de donde yo soy, hicimos un graffiti que ya borraron. Extraño pero bacán, así es el arte callejero. Y participó el club de amigos, gente que en el 2015 fue importante en mi proyecto, que tuvieron voz en mi proyecto y que con su arte lo plasmaron también.
Está Sandra Blow que es mi fotógrafa, que me retrató en los conciertos y festivales del año pasado. Está Not a Gipsy, que ha sido una aliada potente y que con su energía se transformó en nuestra musa. Me encanta usar las cosas que ella hace, se empasta súper bien con mi proyecto, me influencia. El director que es Guillermo Llamas que es un bacán, él llegó hace tiempo y es el pilar de mis aliados del DF. Landon que es quien produce y dirige la banda, pero que también coproduce mucho los videos; es la otra mitad de este proyecto, que podría tener un nombre de grupo también y ser como Andrés Landon y yo, pero se fue encaminado más a mi nombre.
Sale Cristóbal Tobar, nuestro batería, María Delirio, sale Nico Astorga (él hizo el arte del video) y también está teniendo una historia de llevar adelante un proyecto, de vivir en otro país y aprender de eso. Esos son los personajes. Y me gusta porque los chiquillos que participan ahí tienen sus proyectos autogestionados y los he visto sufrir harto durante el año y eso es bacán, hemos compartido momentos triunfadores y momentos de ya no aguanto más.
Lo grabamos en un parque donde se juntan los chavales locos a hacer ejercicio… era algo que yo veía cada vez que voy al metro y vengo de vuelta pa’mi casa. Tiene un discurso con la marihuana también, salimos fumando pero también salimos haciendo ejercicio y salimos cantando, salimos bailando. Pero por sobre todo “Toque y rol” habla de una experiencia colectiva, de rescatar los espacios verdes de tu ciudad y habitarlos; hacer ejercicio, rayar la pared, quedarse ahí un rato. Retrata el paisaje urbano de México que me sedujo y que me hizo escribir este disco.
¿Cuál dirías entonces que es tu relación con el reggaetón?
Llega tranqui, está ahí, como que está muy presente. El reggaetón tiene mucha fuerza, mucho poder y da pa’harto. Y a mí me llega, me llega por el baile principalmente, me llega por los coros, por sus representantes. No sé si soy tan reggaetonera… no me quiero dejar encerrar por el reggaetón, o sea ya salí de Chile. No me quiero dejar encerrar por nada. Pero me encanta, es un motor importante en estos momentos aunque el perreo para mi es más que el reggaetón. Lo mío es la música. Yo no sé si Daddy Yankee está peleado con Arcángel o si son amigos, pero yo hago música y siempre en ese lenguaje nos vamos a poder entender.
Llegué a esta ciudad haciendo la música que estoy haciendo, me sale realmente del alma. Yo no estoy prefabricando una cuestión para hacerla sonar a algo. Los beats me están poniendo en un lugar que está súper acaparado por una escena muy dura, masculina y pisoteadora. No sé qué va a pasar pero estoy poniendo a la mujer ahí, estoy representando a la mujer en un lugar. A una mujer que se hace respetar y mira las cosas desde el otro lado.
Yo podría ser una investigadora y ser una huevona más cabezona, pero no. Me pongo unos shorts bien cortos y perreo en el escenario: ese discurso implica muchas cosas. Por ejemplo, que yo perreando en el escenario estoy exigiendo respeto para la mujer, pero desde el escenario. Y lo estoy exigiendo porque yo quiero liberarme y no estoy atacando a nadie, por lo tanto, no merezco un castigo. Tengo derecho a liberarme, tengo derecho a moverme, a reconocer mi cuerpo y encontrarlo hermoso, sea la raza que sea y la mezcla que sea. Por eso es importante el orgullo latino. Es importante para mí, por ejemplo, Ana Tijoux, que con ira y fuerza defiende sus rasgos y deja la cagá.
El otro día puse por ahí un post diciendo que el perreo es más que el reggaetón. Porque con el tiempo todo va adquiriendo características, límites y códigos, palabras que puedes usar y que significan algo… y el pantalón doblao’ y puras tonterías bacanes que te construyen como identidad pero a la vez te limitan. Y yo, joder, no me quiero limitar. Un día me hago las trenzas y después al otro día me pongo un vestido, yo no tengo tanto prejuicio. Soy una mujer libre.