Viajes

Mark Alor Powell

La primera vez que vi una foto de Mark Powell fue en la portada del disco de FACA Mi deporte favorito. Era una foto totalmente chilanga, por lo que me sorprendió cuando supe que el fotógrafo que la había tomado era estadunidense. A veces un extranjero es capaz de ver cosas que para la gente que lleva viviendo en un lugar toda la vida, pasan desapercibidas. Esto queda muy claro en su series México XXI partes 1 y 2, que muestran un México caótico, misterioso, enigmático y bastante divertido.

Después encontré su libro V.I.P., de la colección espía, en donde fotografías tomadas en Detroit y en el DF se combinan para presentarnos a un grupo de personajes bastante especial. Hablamos con Mark sobre esta gente tan importante para él y sobre otras historias.

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¿Me podrías decir de dónde eres y cómo terminaste en la Ciudad de México?
Crecí en Bay City, Michigan, un pequeño pueblo industrial en la bahía de Saginaw. También es el pueblo natal de Madonna. Nuestro alcalde quería poner una estatua de ella en el centro, hasta que ella lo llamó un pueblo apestoso en la axila de Michigan. Metió la pata. Más tarde me mudé a Detroit, donde compré una casa para restaurar y estaba emocionado de estar en la ciudad. Poco tiempo después, hice un viaje de seis meses a la Ciudad de México para tomar fotos y ahí fue donde conocí a mi futura esposa, Karina. En realidad la conocí porque toqué en la puerta equivocada mientras salía con otra chica. Mi cita se quedó dormida y yo conseguí el teléfono de Karina. Al poco tiempo nos embarazamos e hicimos planes para tener al bebé y mudarnos a Detroit. Antes de que llegara el bebé, decidimos regresar otra vez a México para celebrar su panza, pero no nos dimos cuenta de que su visa de turista por diez años acababa de expirar.

Cuando volamos de regreso a Estados Unidos, llegamos al aeropuerto de Detroit y nos separamos en las filas de inmigración; yo la esperé afuera de la terminal, pero nunca salió. Después me enteré de que había sido arrestada y estaba en prisión; pasó la noche en una celda de concreto con un fan de los Red Wings borracho que le había lanzado una botella de cerveza a un jugador de hockey. En la mañana la llevaron al aeropuerto. En el camino, el policía se detuvo en un McDonald’s para comprarle una malteada de chocolate, luego la deportaron de regreso a la Ciudad de México.

Decidí que esto era el destino que me decía: “muchacho, tienes que regresar a México”. Me tomó un par de meses juntar algo de dinero, pero al final pude llegar a tiempo para ver a mi hijo nacer. Me siento afortunado por esto, porque básicamente, estar aquí en la Ciudad de México, me ha definido a mí y a mi trabajo de maneras muy positivas. Ya tengo diez años aquí.

¿Me podrías hablar de algunas de las diferentes series de fotos en las que has trabajado durante los últimos años?
Por ejemplo, con una serie llamada Youngstown, Ohio, el padre sordo de mi amigo Michael acaba de fallecer, y me invitó a estar con él como apoyo moral mientras resolvía todos sus asuntos familiares. Youngstown es una fascinante ciudad siderúrgica en decadencia, un enorme valle de fundidoras olvidadas, comida del sur, restaurantes de carne y una arquitectura impresionante. Terminé recorriendo todo el pueblo y viviendo estas aventuras extrañas con una extensa gama de personajes. Conocí a una sensual cartera lesbiana, a Jake el boxeador, el borracho Pete y a Sergio, un chef italiano.

Todos llegaron conmigo como en crescendo, con el mismo mensaje visual. Mientras tanto, me quedaba en la vieja casa de mi amigo, dormía en la cama vieja de su padre, todo se sentía como un recuerdo estático; se convirtió en un escenario, esa manera de irse mientras aún sigues vivo. Era invierno y yo tenía una gripa horrible y la nariz congestionada, con mocos literalmente sobre mi cámara, todo era extra táctil y vívido. Sé que tengo algo aquí, sé que tengo que tomar las fotos rápido. Cuando veo el trabajo es como el cierre de una cierta sensación y un tema que es difícil etiquetar, sin embargo desarrollé esta voz tan única, pero no del todo dependiente de ese tiempo con mi amigo ni directamente relacionada con su padre en Youngstown. La historia de fondo impone un cierto estado de ánimo a través de causa y efecto, pero es algo más, una historia universal quizá, sobre un lugar, la gente y la ausencia.

También fuiste el presentador en un programa de televisión.  ¿Cómo terminaste en un trabajo como ese?
Un día, de la nada, recibí una llamada para una audición en la Ciudad de México. Cuando llegué al estudio, decidí llevarme a la gente de video conmigo para hacer una sesión de fotos en la calle. Logré entrar a un edificio cercano donde una viejita excéntrica pintaba ángeles dorados en las paredes con pintura para uñas. Tomé algunas buenas fotos y les enseñé cómo trabajaba, y cómo una buena colaboración podía convertirse en un espectáculo. Después de eso, ahí me tienes en un vuelo a Buenos Aires para hablar con los productores del History Channel Latinoamérica sobre un nuevo concepto dentro del canal llamado History Travel. Es la historia de este fotógrafo, en estilo documental/reality, que colecciona cámaras viejas, toma fotos, regatea precios e interactúa con coleccionistas en todo Latinoamérica. También grabamos algunas actividades más de aventuras como que me lanzo en paracaídas, hago motocross, manejo un auto de carreras y hasta me sumerjo en el mar en un submarino de la marina peruana. Imagínate una mezcla entre Indiana Jones, Henri Cartier Bresson y Pawn Stars. Sin embargo, cuando lo ves bien, es una oportunidad enorme, surreal e incluso subversiva, para tomar mis propias fotos cuando no estoy frente a la cámara. Celebro este lado de la experiencia como un éxito rotundo, y ahora estoy trabajando para armar una serie de fotografías con el trabajo que hice durante la serie.

Ahora, hablando de V.I.P., casi todas las fotos en ese libro fueron tomadas en la Ciudad de México o en Detroit, sin embargo el libro se siente que tiene cohesión. ¿Crees que esas dos ciudades son similares?
Sí, las dos son ciudades extremadamente disfuncionales en lados opuestos del espectro. La Ciudad de México es este monstruo denso que crece, y Detroit es este monstruo que se encoge y que ha perdido más de un millón de habitantes en las últimas dos décadas. También, por lo general hay una opinión pública negativa sobre ambas ciudades y sobre lo peligrosas que son. Me gusta este mito a medias. Hace que se mantengan protegidas y reales, hasta cierto punto. Me siento atraído hacia ambas ciudades porque ofrecen un escenario auténtico, creatividad, posibilidades ilimitadas, las dos generan un misterio. Cuando la gente ve V.I.P., les cuesta trabajo identificar cuáles fotos son de México y cuáles de Detroit. Son como dos hermanos perdidos que se rencuentran.

Sabes capturar momentos absurdos, extraños o que se sienten como si hubieras estado mucho tiempo espiando a estas personas. ¿Cuál es tu técnica?
Creo que todo se reduce a una cierta ley de atracción cuando tomo fotos. La belleza de la Ciudad de México es que es un lugar tan grande, diverso y alocado, y si te abres a la aventura te garantizo que encontrarás algo, siempre pasa algo, hay tantas cosas que están sucediendo. Hay ciertos vecindarios por los que me gusta pasear, hago algunos amigos para que la gente se sienta cómoda con mi presencia. Las personas son como perros, y saben cuando no te sientes seguro o tienes miedo; hay veces en las que conozco a un extraño y todos se siente relajado, me siento seguro, intento que la gente se sienta cómoda, les hablo de cualquier cosa, les cuento chistes, mentiras blancas y sonrío. Tengo un tío ficticio al que siempre menciono. ¿Puedo tomar una foto para mi tío? Cuando la foto es para alguien más, la gente tiene menos problema. Mi tío puede ser policía, carnicero, padre, contador, vendedor de autos usados, cualquier cosa. También aprendí mucho de mi padre, quien se gana la vida vendiendo seguros. Me enseñó a meter mi pie en la puerta y a no sentirme mal por un rechazo.

¿Simplemente sales y tomas fotos cuando encuentras algo interesante o sales en busca de algo en particular?
Muchas veces salgo sin un plan, elijo una parada del metro y camino por ahí, a veces hay un evento. Rara vez hago una cita, pero últimamente me interesa más hacer excursiones estructuradas. Durante un tiempo tomé fotos de gente que encontraba en anuncios clasificados. Por lo general vendían cosas raras y simplemente tenía que verlas con mis propios ojos.

¿Por qué son tan importantes para ti las personas en este libro?
Esa fue una especie de referencia para la edición misma. Cuando ya terminábamos el proceso de selección para el libro y empecé a ver las fotos que quedaban en mi mesa y a editarlas, terminé con este grupo muy especial de personalidades, eran muy V.I.P.; simplemente un club especial en una noche de chicas, en el sentido figurado. Me gustó el nombre y lo usamos.

Tus fotos me parecen muy cinemáticas. Pero como si fueran películas extrañas. Si tuvieras que comparar tu trabajo con el de algún cineasta, ¿quién sería?
Me gusta mucho David Cronenberg, Roman Polanski. También soy un gran fan de películas de los setenta como Roller Ball, Logan’s Run, Rosemary’s Baby, Badlands, Omega Man. Me encantan las películas.  

Sé que no es parte de V.I.P., pero incluimos dos de tus fotos en el índice de nuestro número de Los pectorales aceitosos. Me encanta en la que aparece el corredor con el spándex morado. ¿Me podrías contar la historia detrás de esa foto?
Este fue un encuentro breve. Lo vi estirándose en un paso a desnivel en Zaragoza en Iztapalapa. Le dije que me encantaban los corredores y le pregunté si podía posar para mí. Tomé unas tres fotos. Me gusta pensar que los mejores sujetos llevan mucho tiempo esperando el día que alguien llegue y les tome una foto.

¿Más fotos? Encuéntralas en nuestra columna Ojo, mucho ojo.