En este artículo, el escritor noruego Karl Ove Knausgaard narra la primera vez que se masturbó. Estaba en el baño, mirando la foto de una mujer rolliza y escasamente vestida en la playa. “Rodeé mi pene con los dedos y empecé a frotarlo de arriba abajo”, arranca la historia, que culmina con la triunfante conclusión de que la operación fue “increíblemente sencilla”.
Resulta asombroso que un tipo que alcanzó la fama literaria internacional documentando su vida sin concesiones y con un nivel de detalle a veces rayano en lo embarazoso haya esperado hasta la última de una serie de seis novelas para narrar el momento de su primera masturbación, como también sorprende ver que su relato figure en el primer número de figure en el primer número de Playboy que no contiene desnudos. Por otra parte, no obstante, su decisión adquiere más sentido si atendemos al estigma que siempre ha pesado sobre el cinco a uno.
Videos by VICE
Aunque diversas entidades —desde Reddit a la universidad de Indiana— se han esforzado por determinar cuánta masturbación puede considerarse “normal”, “no es fácil definir con precisión este tipo de cosas”, afirma el profesor Thomas Laqueur, de la universidad de Berkeley. “Hace un tiempo se llevó a cabo un estudio y las preguntas que más le costaba a la gente responder eran las relacionadas con la masturbación y con el sueldo”.
El concepto de la masturbación excesiva es relativamente reciente, ya que los pensadores de la Antigüedad ni siquiera se paraban a plantearse la cuestión
Aunque en mi vida he conocido a muchas personas a las que calificaría de “expertas en la masturbación”, aquí el verdadero experto es Laqueur, quien en 2003, publicó Sexo solitario. Una historia cultural de la masturbación.
“Hacer cosas solo se considera extraño”, explica. Muchas veces, la gente se masturba no porque no encuentren a nadie con quien practicar el sexo, sino porque no pueden dormir, no se inspiran para escribir, etc.”. Asimismo, afirma que “una imagen recurrente en la literatura es la del escritor que se masturba antes de empezar a crear”.
Pregunto a Laqueur en qué punto debemos trazar la línea entre lo tolerable y el exceso de masturbación. “Es una pregunta muy difícil de responder”, confiesa. “Hace referencia al origen del deseo y las diferencias entre humanos y animales”.
Según Laqueur, el concepto de la masturbación excesiva es relativamente reciente, ya que los pensadores de la Antigüedad ni siquiera se paraban a plantearse la cuestión. “No es que Platón no pensara en el sexo”, puntualiza, “sino que no pensaba en esa forma concreta de sexo”. Así, el arte intemporal de tocar la zambomba pasó desapercibido hasta la llegada de la Ilustración.
La primera mención aparece en la obra de un médico anónimo, escrita en 1712. En ella, el facultativo calificaba la masturbación de enfermedad y acuñaba el término “onanismo” para referirse a ella. La palabra tiene su origen en la historia bíblica de Onán, quien prefirió “verter en tierra” antes que casarse con la esposa de su difunto hermano y tener su propia descendencia. Dios lo castigó quitándole la vida.
Sí existe un límite a la masturbación, y está relacionado con la sangre
Hasta ese momento, la historia se interpretaba como una parábola sobre la importancia de no eludir las responsabilidades. Sin embargo, aquel médico anónimo vio en el texto bíblico una prueba de que la masturbación se condenaba con castigo divino. “Es de un cinismo absoluto”, opina Laqueur. “Este tipo dijo, ‘¿Cómo puedo ganar dinero? ¿Qué tal si digo que la masturbación provoca enfermedades?’”.
A mediados de siglo, la masturbación era una práctica prohibida en toda Europa. “Los filósofos la consideraban la podredumbre de la civilización, una práctica moralmente horrible, patológica y peligrosa”, asegura Laqueur. Immanuel Kant era un acérrimo detractor del automasaje carnal, y llegó incluso a compararlo con el suicidio. Laqueur explica que Kant pretendía “reforzar la idea de que no se podía usar a nadie como un objeto. Al suicidarte, también estás cosificándote, aunque en cierto modo tienes excusa porque estabas desesperado. Los masturbadores se inventan las condiciones para tratarse a así mismos como objetos, y eso era peor”.
Curiosamente, aquella agresiva campaña para frenar la masturbación no iba ligada necesariamente a la sexualidad. “En la Europa del siglo XVIII se practicaba más sexo por cápita que en ninguna otra época anterior”, afirma.
La condena de la masturbación estaba más relacionada con “la indignación moral que provoca el hecho de que alguien se aísle del mundo”, una reacción similar a la de los adultos que no soportan que sus hijos jueguen a la videoconsola o estén mirando el móvil todo el tiempo. “Se creía que esta práctica creaba un tipo de individuo que la sociedad no necesitaba”.
El paso del tiempo no logró cambiar la percepción que la sociedad tenía de la masturbación. Afortunadamente, hoy día esa percepción es mucho más liberal, en gran medida gracias al revolucionario trabajo de investigación sobre el sexo llevado a cabo por el sexólogo Alfred Kinsey, quien había estado realizando diversos estudios exhaustivos sobre la sexualidad humana en la universidad de Indiana.
Una de las razones por las que mucha gente no conozca técnicas de masturbación seguras es porque nunca se han fomentado
“La influencia de los hallazgos de Kinsey radica en el reconocimiento de la prevalencia de la masturbación en la sociedad y de que no está asociada a ningún tipo de trastorno”, explica el doctor Eli Coleman, profesor en el Departamento de Medicina de Familia y Salud Comunitaria de la Universidad de Minnesota. En una ocasión, Coleman organizó una conferencia académica sobre la masturbación y es un gran defensor de su uso como herramienta para ayudar a las personas a aceptar sus cuerpos y su sexualidad: “Es una forma de expresión sexual saludable”.
A pesar de ello, sí existe un límite a la masturbación, y está relacionado con la sangre. La directora clínica del Centro para el Sexo Saludable Alexandra Katehakis ha sido testigo de numerosas historias de hombres con el pene ensangrentado e hinchado y de mujeres con quemaduras en la piel por hacer un uso excesivo del vibrador. Según ella, cuando alguien se autolesiona al masturbarse, “ya no se trata de alcanzar el orgasmo, sino que estamos ante un comportamiento compulsivo”. Ese tipo de conductas pueden ser indicios de problemas más graves, como trastornos obsesivo-compulsivos o abusos sexuales durante la infancia.
Katehakis también advierte de que, en el caso de los hombres, la práctica excesiva de la masturbación mientras se ve pornografía puede ocasionar dificultades para obtener la erección en el sexo real. “Tenemos muchos casos de ese tipo”, afirma. “Lo primero que debe preguntarse un hombre de entre veinte y treinta años con disfunción eréctil es si está mirando demasiadas películas porno”.
Hay que señalar que Katehakis no está embarcada en ninguna cruzada antimasturbación, ya que es terapeuta sexual. “El porno y la masturbación deberían ser parte de la sexualidad saludable de una persona”, apunta, matizando que lo único importante es que las personas que se masturben lo hagan de forma segura y sana, es decir, de forma que esos hábitos no interfieran en su vida diaria, que sus genitales no sufran en el acto y que se lubriquen bien previamente.
Hay miles de tipos y frecuencias de masturbación, y ninguno de ellos es malo
Una de las razones por las que mucha gente no conozca técnicas de masturbación seguras es porque nunca se han fomentado. “Desde el primer momento, la masturbación es un acto vergonzoso para los adultos”, explica Elise Franklin, terapeuta de Los Ángeles que desde su consulta promueve las actitudes que favorecen la práctica sexual. “Cuando tienes dos años y tus padres te pillan tocándote, te dice, ‘¡No hagas eso!’. Cuando estás en el colegio y recibes educación sexual, el tema se trata con incomodidad y risitas”.
Al margen del aura de indignidad que rodea al tema, lo cierto es que no se puede decir que alguien pueda llegar a masturbarse demasiado. En palabras de Franklin, el acto del onanismo no difiere tanto de la formación de copos de nieve: “Hay miles de tipos y frecuencias de masturbación, y ninguno de ellos es malo”.
Sigue a Drew Millard en Twitter.
Traducción por Mario Abad.