Este artículo se publicó originalmente en Tonic, nuestra plataforma dedicada a la salud y el bienestar.
Tus padres tenían razón —al menos, un poco— cuando te advertían sobre las consecuencias de irse tanto de fiesta. Hacer headbanging (agitar la cabeza), emborracharse hasta la médula, fumar marihuana y todas las otras cosas a las que eres susceptible un viernes por la noche realmente no son buenas para tus neuronas. Sin embargo, es probable que tus padres se hayan pasado un poco de melodramáticos: de hecho es bastante difícil matar células cerebrales, aunque sí puedes dañarlas gravemente.
Comencemos con el alcohol. Al igual que otras sustancias, altera los procesos químicos de tu cerebro, según Julia Chester, profesora asociada de Neurociencia Conductual en la Universidad de Purdue. No, no mata al instante las neuronas, pero alterar la química del cerebro no es la más brillante de las ideas. Unas copas ocasionales no son un problema para un adulto sano, pero quienes caen en el abuso pueden provocarse un daño duradero. “Cuando se modifica regularmente la neuroquímica del cerebro, las proteínas de las células comienzan a cambiar”, advierte Chester. Imagina un cargador de móvil. “Está compuesto por un conjunto de cables que pueden desgastarse con el tiempo”, dice. “Si empiezas a romper esas fibras, la velocidad a la que puedes cargar el teléfono disminuye, tienes menos conectividad”.
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El caso extremo sería el síndrome de Wernicke Korsakoff, una enfermedad que impide al cerebro absorber vitamina B1 debido a un consumo extensivo de alcohol durante un periodo de tiempo prolongado. Esta deficiencia puede derivar en daños permanentes, especialmente en las áreas del cerebro responsables de la memoria. Si beber en exceso daña tu cargador, la analogía para el Síndrome de Wernicke Korsakoff sería que cuando conectas el teléfono al cargador, no obtienes energía en absoluto.
Las investigaciones han demostrado que los efectos del alcohol en el cerebro son especialmente graves en adolescentes y adultos jóvenes. Chester dice que durante la adolescencia, el cerebro crece rápidamente. Luego, entre los 18 y 25 años, las cortezas prefrontales continúan desarrollándose. Tu cerebro es especialmente susceptible a los daños que provocan los chupitos de tequila y los bongs de cerveza durante esos años. “Si la gente esperara hasta tener 21 años para empezar a beber, el cerebro estaría mucho más protegido, sería estupendo. De hecho, sería mejor no empezar a beber hasta los veintimuchos”, señala. (¡Ups!)
Sin embargo, hay drogas que son aun peores. A pesar de que no pueden matar células directamente, “cambian el patrón de actividad de las neuronas y tu cerebro se vuelve dependiente de esa actividad”, dice James Giordano, profesor de Neurología y Bioquímica del Centro Médico de la Universidad de Georgetown. Con el tiempo, “las drogas pueden cambiar la función de un cerebro e incluso alterar aspectos de su estructura”, añade.
La marihuana también influye en tu cerebro, no importa qué te haya dicho tu viejo compañero de la universidad. El porro o bong ocasional no matarán tus neuronas, pero eso no te deja libre de efectos secundarios. Sí, los seres humanos tienen receptores cannabinoides. Pero cuando fumas o comes cannabis con regularidad, puedes interrumpir la producción de la sustancia química llamada anandamida, cuya función es fusionarse con esos receptores. Además, el torrente constante de THC puede reducir la sensibilidad de los receptores.
Incluso es bastante seguro hacer headbanging estando de fiesta, siempre y cuando no exageres. Tendrías que hacerlo con mucha fuerza para fulminar realmente tus neuronas, pero técnicamente puede ocurrir: no es raro, por ejemplo, que se produzca una contusión de “golpe” o de “contragolpe” en el cerebro después de un latigazo, como en un accidente automovilístico o en una montaña rusa, señala Giordano. “Imagina una lata llena de líquido: es la bóveda craneal. Dentro de la lata hay algo que flota: el cerebro, y no ocupa todo el espacio. Cuando se produce un latigazo, tu cerebro se mueve dentro de la bóveda craneal”. Si el impacto es bastante intenso, tu cerebro puede aplastarse contra la parte delantera o trasera del cráneo, lo que ocasiona un daño. Es imposible saber cuántas neuronas quedarán afectadas, y la magnitud del daño dependerá de qué tan fuerte fue el contacto del cerebro con el cráneo. Sin embargo, vale la pena saber que no necesitas chocar la cabeza con otro objeto para provocarte una lesión cerebral traumática.
“Si la gente esperara hasta tener 21 años para empezar a beber, el cerebro estaría mucho más protegido, sería estupendo”
Entonces, ¿por qué es importante esto? Porque tu cerebro no es como el resto de tu cuerpo cuando se trata de reparaciones. “Al igual que ocurre con cualquier lesión, las neuronas liberan sustancias químicas destinadas a promover la sanación, pero también terminan dañando las células y generan cicatrices”, advierte Chester. Mientras que el resto del cuerpo simplemente empezaría a generar nuevas células para reemplazar las dañadas, este proceso de curación es más complicado en el cerebro.
Investigaciones realizadas en la última década indican que el cerebro podría producir nuevas células a través de un proceso llamado neurogénesis. Sin embargo, la regeneración celular total es limitada. “Al observar el cerebro humano adulto con las técnicas disponibles actualmente, se descubrió que la neurogénesis se producía solo en dos áreas (la zona subgranular del hipocampo y la zona subventricular, alrededor de los ventrículos cerebrales) y en ningún otro lugar. Todavía se debate si, y en qué medida, esta neurogénesis produce efectos funcionales”, dice Giordano.
¿Qué puede hacer el resto de tu materia gris? Lo único que puede hacer es solucionar problemas y trabajar para reparar partes dañadas de la célula y formar nuevas conexiones con otras células. Pero eso nos lleva a otra buena noticia: tu cerebro tiene “plasticidad”, o la capacidad de moldearse un poco según sea necesario. “Estamos aprendiendo las increíbles formas en que el cerebro puede recuperar funciones después de una lesión”. Estimular el cerebro con tareas de entrenamiento cognitivo o el uso de realidad virtual puede ayudarlo a recuperar las funciones cognitivas y motoras”, dice Chester. Giordano añade que a menudo vemos ejemplos de ello en las víctimas de derrames cerebrales leves o moderados, que pierden el habla inicialmente, pero la van recuperando con el tiempo.
Además, tienes muchas neuronas, más de 100.000 millones, así que eliminar unos cuantos miles probablemente no es tan malo, asegura Giordano, quien también añade que no hay forma de obtener un conteo exacto de cuántas pierdes con cada decisión equivocada que tomas. Pero si empiezas a rememorar tus años universitarios y te preguntas si vas a ser un vegetal cuando cumplas 60, no temas: en realidad hay cosas que te pueden ayudar a compensar el daño.
“La regla general de funcionamiento del cerebro es usarlo o perderlo”, dice Giordano. Aprender nuevas habilidades —especialmente otros idiomas, que te obligan a usar varias partes diferentes del cerebro a la vez— te ayudará a forjar una nueva conectividad. “‘Mente sana en cuerpo sano’ también es una buena regla”, aclara Giordano. Además, mantener estable el nivel de azúcar en sangre, el colesterol bajo y hacer ejercicio con regularidad puede ayudarte a mantener una óptima salud cerebral. Por último, asegúrate de dormir lo suficiente, y, si aún no lo has hecho, plantéate soltar esa lata de cerveza.