Cuando la diversidad se utiliza en nuestra contra

Dice la biografía de Daniel Bernabé que nació en el 80, que es columnista en La Marea y escritor y que creció en un lugar de la periferia de Madrid “donde las casas son casi todas iguales” y “las eses se sustituyen por jotas”. También es autor de dos libros de relatos, De derrotas y victorias y Trayecto en noche cerrada y este año ha publicado su primer ensayo, La trampa de la diversidad (Akal). Y la ha liado parda, como la socorrista que mezcló ácido clorídrico con sulfato de cloro.

Porque, aunque su argumentario no critique la diversidad sino la diversidad como trampa y aunque aclare una y mil veces que su dardo va dirigido al neoliberalismo y a cómo vacía de sentido la disidencia y la utiliza como dinamo, hay quien no se lo cree. En el debate sobre el estado de la cuestión han participado desde Kiko Matamoros hasta Alberto Garzón, que le ha dedicado varias críticas.

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En Twitter le han recordado una y mil veces que es un tío, que es blanco y que es hetero, como el youtuber, como restándole legitimidad. Que es europeo y del Madrid (¡del Madrid!), en lo que ha resultado un poco una performance digital, precisamente, de lo que él expone en su ensayo: quizá vivimos demasiado preocupados por etiquetarnos de manera correcta, como si fuéramos una camiseta en la que pone feminist del H&M, mientras que el poder mercantiliza e instrumentaliza nuestras identidades y se hace más fuerte a su costa, a nuestra costa. Y sin que reparemos demasiado en ello.


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VICE: Qué hay, Daniel. En tu entrevista con Monedero hacías una metáfora con un tren de cercanías. Decías que en el vagón en el que ibas había inmigrantes, personas racializadas, mujeres… pero todos teníais en común que ibais en el mismo vagón con el aire acondicionado estropeado a una zona obrera de Madrid. Pero, ¿hablar de que parece que, en los últimos años, estamos asistiendo a una competición por la diferencia en lugar de buscar puntos en común como la clase no es una manera de jerarquizar las luchas? Por ejemplo, seguramente muchas de las mujeres de ese tren tuvieran en común, además de la clase a la que pertenecen, que han sido agredidas sexualmente en algún momento de sus vidas.

Daniel Bernabé: Desde luego yo en el libro no he pretendido enfrentar diferentes aspectos de la vida de las personas. Al contrario, creo que quien lo enfrenta es la forma que se tiene ahora de ver la actividad política. Con el ejemplo del tren de cercanías lo que intentaba hacer ver es que en nuestra vida hay un condicionamiento muy importante, algo que afecta literalmente a ella: la clase. Esto no significa que no haya otras facetas, otras identidades que no sean importantes. Está claro que una mujer tiene una serie de problemas que yo nunca voy a sufrir, pero eso no implica que no tengamos que buscar políticamente algo que una a, efectivamente, una sociedad diversa como en la que vivimos. Si no, tenemos el problema de que, bajo la aparente necesidad de identificar muy correctamente a las personas, cada vez las vamos encapsulando más en pequeños huequecitos.

Que las mujeres políticamente cada vez tengan más peso es algo que celebro. Lo que pasa es que el propio grupo de mujeres va siendo seccionado por otras 20 características que además parece que se fomentan. Hay un momento en el que, cuando lees a algunas activistas feministas parece que buscan la necesidad de ir haciendo tablas, de ir poniendo a unas por debajo, a otras por arriba… cuando yo creo que de lo que se ha tratado hasta ahora es de ver qué problemas afectaban a nuestra vida y qué era lo que nos unía para poder luchar contra ellos. La política es eso, una forma ordenada en base a una ideología de intentar solucionar los problemas de una sociedad. En ese sentido creo que la forma actual, individualista y aspiracional que ha tomado la política hace que nos distanciemos cada vez más de este objetivo. Que nos sintamos cada vez mejor representados, cada uno en su pequeña faceta específica, pero que luego seamos incapaces de encontrar soluciones conjuntas.

“Creyendo estar cada vez más representados, en el fondo lo único que hacemos es construir identidades que se basan en echar al otro de nuestro lado”

Leí hace unos días un tuit, al hilo del debate sobre el aborto en Argentina, en el que una mujer trans pedía que no habláramos de “mujeres como conjunto” en relación al aborto porque algunas de nosotras —las mujeres trans— no pueden gestar. ¿Por qué una parte del activismo actual parece que busca más la definición perfecta, la correcta etiquetación, que la justicia social?
Somos más yo en cuanto a que el otro tiene que dejar de serlo, esa es una de las características de la identidad actual. Una de las trampas que explica el libro es que, creyendo estar cada vez más representados, en el fondo lo único que hacemos es construir identidades que se basan en echar al otro de nuestro lado.

En este caso yo creo que nadie, quitando fuerzas de ultraderecha muy claras, negará que haya mujeres u hombres transgénero que tengan una genitalidad diferente a su identidad. Lo cual no implica que haya un grupo social mayoritario en el que coincida y no pasa nada. El hecho de que vosotras, como mujeres, hagáis el símbolo feminista por antonomasia en una manifestación o habléis del aborto y de vuestro útero no significa que eso sea expulsar a nadie. Pero sin embargo estamos siempre estableciendo una serie de medidas, y parece que en el momento que no encajamos dentro de esas medidas nos sentimos expulsados.

No sé si has oído hablar de Un Tío Blanco Hetero, es un youtuber muy crítico con las llamadas políticas identitarias. Sin embargo, su critica está hecha desde una posición ideológica completamente diferente a la tuya, desde el liberalismo. ¿Por qué crees que, aunque con diferencias evidentes, veis un peligro en lo mismo?
Sé quién es pero no le he seguido muy de cerca. Vi que tenía polémicas con feministas y ojo con esto. Yo no puedo afirmar que este señor sea ultraderechista, no lo conozco. No sé si es su caso, pero la ultraderecha americana ha hecho algo inteligente que ha sido utilizar a determinados activistas para colarse en, digamos, los grupos masculinos, grupos de hombres jóvenes, para a través de por ejemplo el machismo vender todas su ideologías.

Yo no critico la diversidad. La diversidad es un hecho en nuestras sociedades. El problema de la diversidad es cómo el neoliberalismo la utiliza para sus fines y cómo la contrapone a la igualdad. Es decir, en principio, diversidad e igualdad no tendrían por qué estar enfrentadas. Sin embargo, en nuestra sociedad sí que se enfrentan, con lo cual, lo que se pretende es que a través de que cada cual sea más específico y más diverso, deseche su faceta de buscar lo que le une con el resto, la igualdad.

“Desde el momento en que hay una activista feminista que un día te suelta en Twitter que hay que cortarle la polla a todos los tíos blanco heteros existe un tipo que se pueda llamar Un Tío Blanco Hetero”

En ese sentido, mi crítica no es una crítica a un hecho sino a cómo se utiliza. Y me da la sensación de que, a toda esta serie de reaccionarios, el activismo se lo ha puesto muy fácil en los últimos quince años. Ahora ellos mismos se ven como unos rebeldes, como gente capaz de de decir cosas que no dice el resto. Este tipo de iluminados existen gracias al activismo de la diversidad que yo critico en el libro, son dos caras de una misma moneda. Desde el momento en que hay una activista feminista que un día te suelta en Twitter que hay que cortarle la polla a todos los tíos blanco heteros existe un tipo que se pueda llamar Un Tío Blanco Hetero.

El otro día leía en Twitter a una chica que decía algo así como que con Franco la gente vivía mal, exceptuando los hombres blancos heteros. Este tipo de activismo identitario es muy atractivo porque te permite categorizar a las personas como si la realidad fuera un juego de Pokémon. La dinámica de las opresiones y los privilegios, que es una articulación fatal para nuestros intereses, funciona de la misma manera. Al final va a aparecer una señora con tales características que va a tener un 35 por ciento de opresión y un 25 por ciento de privilegios y la enfrentamos a otra.

Esta forma de articular las luchas es la que permite que surjan este tipo de individuos. Lo peor de todo es que va a haber un momento en el que ideas extremadamente violentas, racistas, machistas y reaccionarias puedan ser defendidas en público otra vez.

Afirmas que, si en el siglo XX existía “una ideología realmente transversal a la cuestión de raza, nacionalidad, etnia o religión esa era la del socialismo, que en sus múltiples encarnaciones estaba presente en los Gobiernos o el juego político de todos los continentes habitados” . Pero, ¿era realmente así? ¿No crees que ciertos movimientos sociales cogen fuerza al sentirse, precisamente, olvidados por el movimiento y los partidos socialistas?
En el siglo XX se cometieron muchos errores, y uno de ellos fue que los movimientos socialistas no tuvieron tan en cuenta como deberían los aspectos de minorías y de mujeres, que no sois una minoría sino la mitad más uno de la población mundial. Eso es cierto, pero no es menos cierto que este déficit también se ha exagerado desde la historia oficial, desde el campo de los ganadores, desde la Guerra Fría.

A mí por ejemplo me llama mucho la atención ver cómo se hace un libro, que por cierto ha tenido mucho éxito, como el de Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes. Se trata de una serie de personajes femeninos para que las niñas tengan referentes y uno de ellos es Margaret Thatcher. Eso es una vergüenza. Y lo es, sobre todo, porque Margaret Thatcher hizo mucho daño a las mujeres, a las mujeres de clase trabajadora en Gran Bretaña las destrozó.

“Se trata sobre todo de entender que el neoliberalismo como sistema universal, global, no solo afecta a todas las partes del planeta, sino también a todas las parcelas de nuestra vida”

Me llama mucho la atención que desde el feminismo liberal se reivindique a Margaret Thatcher o a Angela Merkel o a cualquier otra mujer liberal como ejemplo, pero se obvien por completo los avances que hubo en la URSS o en la RDA.

El aborto se consiguió muchísimo antes en los países socialistas que en los occidentales, la situación de la mujer en Cuba lleva siendo tratada años, pero se silencia. Lo cual no implica que sí, hay minorías, como los homosexuales, de las que todo el mundo pasó. Pero para eso estamos aquí, para corregirlo. Se trata sobre todo de entender que el neoliberalismo como sistema universal, global, no solo afecta a todas las partes del planeta, sino también a todas las parcelas de nuestra vida, y para eso es esencial también tener en cuenta todas estas identidades y aspectos.

En ese libro del que hablas, “Cuentos para niñas rebeldes”, se incluye también a Frida Kalho. Hablas de ella en La trampa de la diversidad, de cómo su ideología comunista ha sido borrada hasta tal punto que Theresa May lució un brazalete suyo. Con Tatcher ocurre lo mismo pero a la inversa: se antepone su condición de mujer a su ideología política.
Sí, totalmente. El problema es que cuando se despolitiza a Margaret Thatcher, sus ideas siguen vigentes hoy en día. Sin embargo las de Frida Khalo no. Me llama mucho la atención el caso de Frida, creo que demuestra que se puede coger a una figura, a una ideología, vaciarla por completo de su contenido original, y entregarla como algo vendible. No solo incluso materialmente, en forma de camisetas y bolsas de tela: las ideas también se pueden de alguna forma vender y colocar en un mercado de ideas, para que sean adquiridas y no resultar dañinas para el statu quo.

En ese sentido, las ideologías, digamos, de la diversidad están sufriendo este proceso, y el feminismo está entre ellas. El gran problema es que son vaciadas en cuanto pierden su conexión con los problemas materiales que antes defendían. Es decir, el feminismo tiene un fuerte componente material, de hablar de mujeres y sueldo, de mujeres y retribución económica, de por qué el trabajo de cuidados de las mujeres no está regulado ni es susceptible de ser contratado o pagado…

“Yo no dudo que analizar los micromachismos en una película pueda ser más o menos importante, pero de lo que estoy convencido es de que es más importante que a una mujer se la retribuya justamente por su trabajo”

Sin embargo, este punto de gravedad se desplaza en las últimas décadas a cuestiones muy simbólicas. Yo no dudo que analizar los micromachismos en una película pueda ser más o menos importante, pero de lo que estoy convencido es de que es más importante que a una mujer se la retribuya justamente por su trabajo, o que cobre lo mismo que un hombre que realiza el mismo trabajo que ella.

Luchar por pedir siempre la correcta representación de la mujer o de cualquier grupo social es casi pedir una limosnilla. El hecho, además, de que a un grupo se le represente bien implica que ese grupo tenga acceso a los medios de producción. Quiero decir, si hay más mujeres directoras de cine, las mujeres van a salir mejor representadas en las películas, eso es así. Ahora, ¿por qué hay menos? Ese es el problema que hay que ver, que muchas veces suele ser por problemas económicos, por problemas de acceso a formación… Esa es la verdadera cuestión, no pedir que el que ya está dirigiendo películas te trate bien, que el que ya está en el poder te represente bien.

Hablando de cine, ¿crees que las ficciones están cayendo en esa trampa de la diversidad de la que hablas y tratando las identidades como parte de un mercado pero olvidándose por completo de las cuestiones materiales? Se me ocurren por ejemplo los Javis, que acaban de fichar a una actriz negra y a una mujer trans para la próxima temporada de Paquita Salas.
Los Javis me gustan mucho porque me sirven muy bien como ejemplo de en lo que nos estamos convirtiendo. Es decir, al final, nos acabaremos convirtiendo o en Bertín Osborne o en los Javis, va a haber esos dos polos ideológicos.

Por cierto, yo no sé, ya puestos en este maremágnum en el que estamos, si al final acabaría votando a Bertín antes que a ellos (ríe). Lo digo simplemente por provocar, pero bueno. Está claro que tú ves una serie como Paquita Salas y es una serie muy bien hecha, entretenida, divertida, pero es muy de aquí. Es muy del centro de Madrid. Yo este libro lo he escrito gracias a que, por ejemplo, vivía en un barrio de Córdoba.

“En el mundo de los Javis el concepto de clase está totalmente difuminado”

Cuando sales del centro de las grandes capitales te das cuenta de que, por ejemplo, toda esta clase media real que vive en el centro es gente con determinada capacidad económica que se mueve en determinados círculos. Yo creo que Los Javis son personas progresistas, son majos y tal, pero que al final lo que ocurre es que representan el mundo que conocen. No creo que haya ningún comité malvado detrás de ellos que les obligue a hacer nada, ellos representan lo que conocen y supongo que se considerarán a sí mismos personas muy progresistas. Pero claro, al final el concepto de clase en su mundo está totalmente difuminado. Por eso no aparecemos en ciertas películas.

Somos los eternos figurantes: el tipo que te pone el bocadillo, la persona que viene a limpiarte la casa, el butanero… Esto ocurre porque, al final, son una serie de personas muy particulares las que cuentan las historias. Y nos lo cuenten desde un lado o nos lo cuenten desde otro, o progresista o conservador. Unos lo contarán con un poquito de cariño, con ese cariño del que mira desde arriba, y otros con la “campechanería” con la que Bertín le da una collejita al camarero. Pero ambos, en el fondo, se sitúan en el mismo plano. Yo creo que los Javis y Bertín se parecen más de lo que creen.

Acuñas un término muy interesante en libro, clase media aspiracional, para designarnos a todos los que pensamos que no pertenecemos a la clase obrera cuando realmente somos trabajadores precarizados, en muchos casos pobres. Pero, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Nos ha hecho sentir vergüenza de clase una sociedad supuestamente basada en la meritocracia en la que parece que si eres pobre es porque no has trabajado lo suficiente?
Me acuerdo de que en mi barrio de Fuenla cuando llegaron los 90 algo cambió. Es verdad que había, por un lado, un cambio material, la gente tenía un poco más de dinero. Pero ese dinero se empezó a emplear en cosas que antes no se empleaba: en comprar determinadas marcas de coche, por ejemplo. Monedero me decía al respecto que “todo el mundo tiene derecho a mejorar”, pero el problema está en cómo interpretamos esa mejora y en qué creemos que estamos mejorando.

Es decir, claro que todo el mundo tiene derecho a mejorar. Pero cuando resulta que los alquileres ahora mismo son inasumibles o que los trabajos son cada vez más precarios y nuestros sueldos y estabilidad vital son peores, ¿en qué hemos mejorado?

Resulta que si tú te crees que comprándote tal objeto de consumo tu vida mejora pero luego todo el resto de facetas que antes más o menos estaban seguras no lo hacen, pues menuda mierda de mejora. Con lo cual ahí ya tenemos la primera clave: cómo han utilizado determinadas relaciones que tenemos con el mercado, con la compra, para hacernos sentir diferentes aspiracionalmente cuando sin embargo las cuestiones que afectan a nuestra vida, como son el trabajo o la vivienda, es decir, la estabilidad, han ido cada vez a peor.

“Cuando la izquierda únicamente se basa en gestionar lo que hay pero de una forma más humana, ponle el apellido que quieras, al final acabas teniendo que tragar”

Y esto se ha trasladado, también, a la política
Sí. Hay una de las cosas que extraigo en el libro, y es que esto no solamente se ha quedado en nuestra relación con las compras y con lo aspiracional sino que se ha trasladado a la política. Tratamos la política de la misma forma. Ya no queremos juntarnos con otro para conseguir algo sino que lo que queremos es, como consumidores, comprar tal partido por decirlo de alguna forma. Porque ese partido nos va a dar algo, nos va a resultar positivo en algún aspecto pero solo para nosotros. Es absurdo ver a gente que cobra 1.000 euros al mes o menos repitiendo frases como “a ver si bajan los impuestos”.

Por desgracia yo creo que la izquierda en el último tiempo ha prestado muy poca atención a esta serie de procesos. Se creía que solamente con la fuerza de la explicación valía, pero está claro que no vale de nada en algunos casos tener razón y en otros casos ni siquiera tenerla sino carecer, por cierto, de alternativas. La izquierda tiene un problema y es que no plantea un modelo alternativo de sociedad. Y cuando únicamente te basas en gestionar lo que hay de una forma más humana, ponle el apellido que quieras, al final acabas teniendo que tragar con todos los sentidos comunes vigentes.

Hablas de que en los 90 algo cambió en tu barrio. Pero imagino que alrededor de 2008 también cambiaría algo. Llegó la crisis e hizo saltar por los aires la ilusión de que todos éramos clase media. ¿Crees que la izquierda perdió la oportunidad de incluir la cuestión material en su discurso? Me viene a la cabeza Zapatero apostando por el matrimonio igualitario, por ejemplo, o ahora Pedro Sánchez. ¿Su urgencia por sacar a Franco del Valle es otra trampa de la diversidad, en este caso ideológica?
Claro. El problema es que cuando llega la crisis hay zonas que son machacadas. Y esto se percibe no solamente en indicadores macroeconómicos, sino dándote una vuelta por los barrios. Ves cómo muchos comercios han cerrado o cómo la gente lo está pasando mal en múltiples facetas. El problema está en que, como se nos había olvidado lo que éramos a nivel de clase social, la respuesta no fue tan coordinada como debería haber sido y se intuía casi una angustia por volver al período anterior, pero no por aceptar que precisamente ese período anterior era el que nos había llevado a la crisis.

En ese sentido, los gobiernos de Zapatero digamos que trajeron las guerras culturales y la derecha en ese momento las aceptó con las manos abiertas. Lo que estamos viendo ahora es un remake del asunto. O sea, claro que hay que sacar a Franco del Valle, yo soy nieto de represaliado republicano, para mí es importante la Memoria Histórica, igual que es importante el matrimonio igualitario porque considero que cualquier persona debería tener los mismos derechos civiles independientemente de su orientación sexual. Pero esto no implica que se pongan en marcha estas medidas, por respeto a esos colectivos, para encubrir cosas. No me creo que se pueda proponer sacar a Franco del Valle de los Caídos y no se pueda tocar la reforma laboral. Con lo cual ahí hay una trampa evidentemente, una trampa con la que a la izquierda, más allá del PSOE, le está resultando muy difícil jugar.

“No me creo que se pueda proponer sacar a Franco del Valle de los Caídos y no se pueda tocar la reforma laboral”

¿Crees que es un peligro esta posición de la izquierda española, esta falta de respuestas a algunas cuestiones materiales y el afán por ganar la guerra de lo cultural, de lo simbólico? ¿Puede abrir las puertas a la extrema derecha como ha ocurrido en Italia o Estados Unidos?
Es un peligro en la medida en que el IBEX 35 quiera que sean un peligro. Es decir, si hay gente en este país de dinero, de fuerza y poder que decide invertir en el fascismo, será peligroso. Yo creo que ahora mismo en la derecha española hay una tensión que se manifestó en el Congreso del PP, entre el lado de Soraya y el de Casado, dos corrientes que persiguen el mismo objetivo pero de formas diferentes.

Casado representa una derecha más mondada y pelada, el aznarismo, gente que en un momento dado, si tiene que jugar con la ultraderecha lo va a hacer. Albert Rivera lo mismo, Ciudadanos es un partido que no es nada, porque no sabemos al final lo que representa a un nivel de propuesta concreta. Sin embargo su discurso cada vez está más enfocado a la ultraderecha.

Entonces al final se trata del dinero que se meta ahí, el peligro está latente, pero creo que España es un país que ha respondido muy bien tanto a los atentados islamistas que hemos sufrido como a la crisis económica. Esto también hay que decirlo. El problema está en que toda esta masa de gente progresista pero a la vez muy liberal no va a dar una respuesta contra el fascismo más allá del susto y de tirarse de los pelos.

Al fascismo la única manera de combatirlo es con organización, ni siquiera una organización de gente muy ideologizada, sino de la gente más normal que entienda que el fascismo no va solo contra el negro que vende bolsos en la Gran Vía, sino que va a acabar volviéndose contra él. Cuando en su trabajo un día diga “voy a montar un sindicato y voy a hacer una huelga” y vengan unos tíos y le den una paliza. Ahí se manifiesta realmente el asunto.

Sigue a la autora en @anairissimon

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