Artículo publicado originalmente por VICE Estados Unidos.
LA ESTUDIANTE EN CUESTIÓN: Kristin Hugo
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EDAD EN EL MOMENTO: 26 años
PROFESIÓN: Periodista científica
DEUDA: $5,928 dólares
EL PROBLEMA: Se esperaba que Kristin, junto con otros estudiantes del programa de maestría, le pagara a su universidad miles de dólares para trabajar en una pasantía de verano en una institución ubicada en otra ciudad.
Hace cinco años, me inscribí a un programa de maestría en periodismo científico, con duración de un año, en la Universidad de Boston. En ese momento, costaba aproximadamente $66,000 dólares al año, es decir: $33,000 dólares por semestre. Pero en el sitio web del programa, aclaraba que el programa duraba dos semestres y un verano. Cuando les envié un correo electrónico para preguntarles sobre el costo del programa de verano (información que no se encontraba en ninguna parte de su sitio web), dijeron que costaba alrededor de $5,600 dólares y que ese pago no calificaba para ningún crédito y que el programa de verano no consistía en cursos impartidos a través de la Universidad.
En realidad, solo se trataba de realizar una pasantía, cualquier pasantía relevante, para completar los créditos escolares.
Esencialmente, me estaban exigiendo pagarle a la Universidad por hacerme trabajar realizando una pasantía en una institución no afiliada, si es que quería cumplir con los requisitos del programa de maestría.
El costo de este programa tenía el potencial de poner en dificultades a otros estudiantes, entonces supuse que alguien ya lo habría mencionado. Pero después de asistir al día de visita de los estudiantes aceptados por la Universidad de Boston, enviar correos electrónicos a los asesores, hablar con estudiantes ya graduados del programa y leer todo lo que pude en Internet al respecto, me di cuenta de que nadie había dicho nada. Por lo que decidí continuar con el programa. Además, ya había obtenido la máxima cantidad a crédito que es posible obtener, que además de cubrir la colegiatura también cubre los gastos de vivienda y comida. Pensé que podría usar el [dinero] sobrante para la pasantía, pues había encontrado una vivienda barata que costaba $567 dólares por mes. La Universidad no proporciona alojamiento o dinero para vivienda durante los programas de pasantía.
Continué con la maestría, y cuando ya llevábamos aproximadamente tres cuartas partes del programa nos dijeron que el costo de la pasantía era en realidad de $5,928 dólares [$328 dólares más de lo que dijeron originalmente]. En ese momento, fue evidente que la mayoría de las personas en el programa en realidad no habían preguntado por el costo de la pasantía de verano. Entonces, la gente empezó a decir cosas como: Esperen, ¿tengo que pagar? ¿Y cuánto? Dijeron que estábamos pagando por las unidades.
Aunque sabía que tendría que pagar una pasantía, algunas cosas cambiaron para mí hacia el final del año, la principal de ellas fue el estado de mi cuenta bancaria. Simplemente, no tenía suficiente [dinero]. Así que les dije a los administradores del programa que no podía costearlo.
No era una fanfarronería. Era cierto que no podría costear la pasantía al precio que estaban pidiendo, pero también tenía la fuerte sospecha de que me ofrecerían un precio más bajo si presionaba un poco. Fue un riesgo calculado. Sabía por otros estudiantes que a la Universidad le gusta jugar al regateo con las colegiaturas.
Resultó que yo tenía razón. Milagrosamente, después de pedir una prorroga, me dijeron “¡Ay! Calificas para una beca por mérito”. Se trató de la beca Harold B. Buchbinder por $3,000 dólares. También me sobraban $1,000 dólares de una beca de colegiatura que me permitieron destinar a la pasantía. Al final, terminé pagándole a la Universidad $1,928 dólares para que contaran mi pasantía en el programa y pudiera graduarme.
Sin embargo, antes de la ocurrencia de ese plan, la Universidad nos había recomendado a mí y a otros estudiantes preocupados por el costo del programa de verano. Dado que la pasantía no calificaba para créditos escolares, podíamos inscribirnos a sus clases de verano, solicitar un préstamo para pagar esas clases y usar cualquier sobrante de ello para la pasantía. De hecho, consideré tal opción, pero la pasantía remunerada que conseguí en National Geographic era en Washington D.C., por lo que no hubiera tenido más opción que faltar a todas las clases en la Universidad.
Ahora, cada vez que conozco a alguien que quiere hacer un posgrado o asistir a cualquier escuela privada, le digo que ni siquiera considere pagar el precio que le dan inicialmente; simplemente nos dan ese precio porque quieren ver si somos unos idiotas, ya que no tiene nada que ver con si podemos o no costearlo. Además, le aconsejo que hable con sus compañeros de estudios. Es como formar un sindicato. Le digo que pregunte, Oye, ¿todos obtuvieron una beca excepto yo? ¿Qué hicieron para conseguirla? Y luego que haga lo mismo que ellos hicieron.
En la Universidad de Boston, solía sentir que siempre estaban tratando de sacarme hasta el último centavo que tuviera en los bolsillos. Por un tiempo pensé que era algo siniestro, pero la escuela es técnicamente una institución sin fines de lucro. Aún así, el año que estuve allí, el salario del presidente universitario fue de $2.48 millones de dólares. Entonces me dije,
no puede ser, ¡mientras tanto, yo casi tengo que alimentarme de la basura para estar aquí!
Para mí, lo más extraño de todo esto es que eso de que las escuelas les cobren a los estudiantes por realizar prácticas profesionales es algo muy común. Es una maravilla que las personas estén comenzando a poner atención en la explotación de los pasantes como mano de obra gratuita, pero parece que pocas personas cuestionan que las universidades cobren a los estudiantes por las pasantías.
(Cuando VICE contactó a la Universidad de Boston, esta no hizo comentarios sobre la historia de Hugo).
Esta publicación ha sido editada para mayor claridad.