Durante el primer confinamiento de Italia en la primavera, los videos de alcaldes italianos enojados regañando a sus ciudadanos por violar las reglas se volvieron virales, convirtiendo a esos líderes locales en estrellas de Internet. Pero para la mayoría de los alcaldes, dirigir un pueblo pequeño no tiene nada que ver con la fama. Andrea Fiori es el alcalde de 23 años de Montopoli di Sabina, con una población de 4000 habitantes, ubicada a 50 kilómetros de Roma. Se sinceró con nosotros acerca de las gratificaciones y los desafíos de ser alcalde al inicio de sus veintes.
Vengo de una familia muy activa políticamente. Mi tío fue elegido alcalde hace 40 años cuando solo tenía 20 años, y mi abuelo estaba involucrado en la rama local del Partido Comunista Italiano. Yo también me inicié joven en movimientos juveniles y otras organizaciones locales.
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Cuando me pidieron que me postulara para alcalde por primera vez, no estaba muy seguro de hacerlo. Parecía mucha responsabilidad. Pero esta zona es conocida por la batalla de Arcucciola, cuando siete jóvenes partisanos [luchadores por la libertad antifascistas] fueron asesinados por los nazis. Puede parecer un cliché, pero sentí que debía aceptar porque se lo debía a ellos. Gané las elecciones en mayo de 2019 y me convertí en uno de los alcaldes más jóvenes de Italia.
Recuerdo mi primer día, me sentía incómodo y completamente fuera de mi elemento. Me tomó casi un año lograr tener la imagen completa. Por lo regular, estás demasiado ocupado para sentarte y estudiar cómo funciona la maquinaria administrativa, por lo que aprendes sobre la marcha. Todavía soy bastante ingenuo; a veces me ocupo de cosas que ni siquiera son mi responsabilidad. Estoy tratando de ser más pragmático: si les das a todos mucho tiempo para hablar, pasarás la mayor parte del tiempo escuchándolos y no te quedará mucho para tomar decisiones y dar respuestas.
Tuve que bajar mis expectativas. Administro una ciudad pequeña y debo proporcionar los mismos servicios que hay en una ciudad más grande, pero nunca hay suficiente personal para hacer todo. Antes de que puedas hacer las cosas interesantes de tu plan, debes lidiar con los asuntos urgentes como las inundaciones, los incendios o el confinamiento. Luego tienes las tareas del día a día, como tapar baches y limpiar las calles. Esas son las primeras cosas que noto cuando visito los pueblos cercanos. Sin una buena planificación, es difícil hacer algo más que la administración básica. También es difícil predecir qué servicios se necesitarán y cómo hacer que funcionen.
La pandemia llegó cuando llevaba seis meses en el cargo. Fue un honor convertirme en alguien a quien la gente del pueblo acudiera en busca de orientación, pero cumplir con las expectativas no es fácil en una época sin precedentes como esta. Me cuesta mucho dormir por las noches. Me preocupa que alguien en el pueblo dé positivo y tenga que manejar la histeria colectiva o tomar decisiones difíciles. [Durante el primer confinamiento], cuando se llevaba a cabo el funeral de algún miembro querido de la comunidad, al cual normalmente habrían asistido muchas personas, me vi en la necesidad de ordenar que nadie fuera. Decirle eso a las familias fue definitivamente muy difícil.
Por supuesto, he cometido errores, como emitir comunicados a la prensa que más tarde lamenté. Mi vida ha cambiado drásticamente. Básicamente vivo en el ayuntamiento y nunca dejo de trabajar. A veces me pregunto si debería hacer públicos mis ingresos; mucha gente está convencida de que gano 3000 euros al mes cuando en realidad ganó cerca de 1400. No me quejo, pero ciertamente no está en correspondencia con la cantidad de trabajo o riesgos que tomo. Los alcaldes de Italia tienen muchos deberes legales y cívicos: estás a cargo de los servicios de salud pública, protección civil, seguridad y cuidado de los niños, solo por nombrar algunos.
La gente no suele darse cuenta de lo que sucede en su propio distrito. Aquí en Montopoli, estamos a mitad de un plan a largo plazo para pagar la deuda del municipio y algunas cuentas están en números rojos. Pero cuando señalas eso, corres el riesgo de ser acusado de estar inventando excusas.
Los peores críticos son los que dicen: “No has hecho nada”, “nada ha cambiado” o “nada funciona”. Obviamente, a menudo eres el chivo expiatorio de los problemas de todos, pero en este trabajo, no se puede complacer a todo el mundo. Es especialmente difícil cuando las críticas son falsas. Necesito aprender a dejar pasar algunas cosas.
En términos generales, me considero muy afortunado. Cuando era más joven, tenía dos sueños: convertirme en alcalde y en arqueólogo. Me acabo de graduar de la carera de arqueología, por lo que se podría decir que logré ambas cosas a los 23 años. Si me cae un rayo mañana, moriré feliz.