La lucha contra la violencia de género y el feminicidio no es la guerra de las mujeres contra los hombres. Es una guerra para vencer la impunidad, la desigualdad, la injusticia, la insensibilidad, la prepotencia, la indiferencia de quienes tienen la obligación de proteger, ayudar, proporcionar herramientas de prevención y apoyo a la sociedad. Si las autoridades implementaran, sin corrupción, las medidas correctas para dar un acceso real a la justicia, las cosas en este país mejorarían.
Más del cincuenta por ciento de la población somos mujeres. Es absurdo que no tengamos los mismos derechos que los hombres, que seamos violentadas y amenazadas por ellos. Que sólo por cuestiones de superioridad en fuerza física (y no en todos los casos) nos subyuguen, nos amedrenten, intenten secuestrarnos, violarnos, controlarnos. La misoginia no tiene cabida en una sociedad de progreso, de igualdad.
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Es urgente que los feminicidios terminen. La solución para lograrlo es que las autoridades cobren conciencia de la gravedad del asunto; no es posible que un sector mayoritario de la sociedad siga siendo violentado por sus características sexuales, físicas, por su forma de ser.
Acabemos con esa cultura del patriarcado que no valora, que ofende, que somete a sus mujeres. Retomemos la cultura de la igualdad, del amor, la comprensión, la tolerancia. Inculquemos esos valores a nuestros hijos, a los niños mexicanos, para que, cuando crezcan, su pensamiento tenga bases sólidas y todos gocemos de los mismos derechos, con respeto y comprensión, sin importar la condición social, física, las creencias religiosas y las preferencias sexuales.
#LaColumnaRota nació para que conozcas las historias de vida de mujeres y niñas asesinadas en este país. Sin embargo, estamos ahora contando las historias de aquellas mujeres valientes, que logran salir de ese círculo de violencia que implican las relaciones co-dependendientes y que al salvarse las dejan rotas, mutiladas, pero vivas, para que te cuenten como lo lograron, esto es para que tú también conozcas como salir de una relación así, y sobre todo jamás te sientas sola, o juzgada.
Clarisa una chica de tu edad
Aquí está mi historia: Yo soy Clarisa.
Lo conocí por mis amigos en las fiestas. Yo estaba pasando por un mal momento; mis padres se estaban divorciando y no estaba segura de la carrera en la que me había inscrito. Empezamos a hablar por Facebook y me cayó muy bien. Logró cautivarme con su ingenio y me hacía reír mucho.
Un día salimos y me pareció un chico muy agradable; después nos hicimos novios. Desde el principio me daba señales sutiles sobre sus celos, pero me parecía tierno. Creía que se preocupaba por mí. Al principio de la relación era muy atento y me apoyaba mucho, pero poco a poco sus celos fueron creciendo, ya que yo me había llegado a besar con distintos chicos en el pasado. El problema fue que lo empecé a justificar; creí que era normal que se celara por mis amigos y otros chicos porque yo había tenido la culpa por haberme besado con otros.
Así pasó el primer año. Sus celos cada vez eran más grandes y ya me había prohibido hablar con un par de amigos con la justificación de que yo había causado eso y que de seguro ellos querían algo conmigo. Me sentía cansada y lo terminé. Unas horas después me buscó “arrepentido” por lo que había hecho y me dijo que ya no serían así las cosas, que confiaba en mí. Yo le creí y regresamos. Después de eso tuvimos un par de meses muy padres, pero poco a poco los celos volvieron. Empezamos a salir de fiesta y tomar juntos y ya que estábamos borrachos me la hacía de pedo por haber volteado a ver a alguien o por algo que había pasado antes de que anduviéramos.
Llegaba a mi casa y lo primero que hacía era pedirme mi celular para ver mis conversaciones; cuando no estábamos juntos le tenía que decir dónde y con quiénes estaba, después le tenía que mandar fotos y luego le tuve que empezar a mandar videos porque no me creía. Y aun así teníamos problemas. Me llegó a llamar puta y zorra, y yo creía que me lo merecía. Las peleas eran casi diario; mis padres lo odiaban porque siempre me veían llorando y empecé a tener problemas con ellos por no terminarlo.
Terminé viviendo encerrada en mi casa mandándole videos todo el tiempo de lo que hacía y sin hablar con nadie para no tener problemas. Yo estaba decidida a que de esa forma él se daría cuenta de que no andaba con una “puta” y que eventualmente cambiaría su forma de ser. Y así entre fiestas, fumar mota todo el día juntos, él obsesionado con que yo le pondría el cuerno y yo obsesionada con que le demostraría que yo no era así nos fuimos hundiendo cada vez más en una relación de miedo.
Se acercaba navidad y me fui de viaje con la familia de mi mamá. Me sentía rara. Sabía que no estaba bien y presentía que estaba embarazada. Cuando regresé a mi ciudad le dije a Jonathan, y tuvimos una pelea horrible porque él decía que solo lo hacía por llamar la atención. Al día siguiente fue a buscarme y me hice tres pruebas de embarazo: todas salieron positivas. Recuerdo que lo único que pensaba era que no quería que él fuera el papá de mi bebé, no podía tener un bebé en una relación en la que todo el día peleábamos y nos drogábamos. El ingería mucha cocaína y se tornaba más agresivo cuando estaba en ese estado. Él me dijo que no quería tenerlo y gracias a eso y la situación en la que estábamos metidos decidimos abortar. Toda la mañana estuvimos buscando formas caseras de hacerlo hasta que encontramos la Ruda, una planta abortiva que se tomaba en té hasta que se lograra el aborto. Yo me tenía que ir por la tarde con la familia de mi papá ya que íbamos a la playa a pasar año nuevo; fuimos a diferentes mercados y compramos mucha ruda. Honestamente yo no sabía nada de abortos y ahora veo lo arriesgado que fue eso, ya que si se ingesta ruda en grandes cantidades (lo que se necesita para abortar) es tóxica para el cuerpo y genera serios daños al estómago.
Me fui a la playa y tal como vi en internet tomaba una taza de té de ruda por la mañana, tarde y noche. Me sentía terrible emocional y físicamente, ya que de mis ganas no hubiera tomado esa decisión, pero sabía que era lo mejor que podía hacer. Le marcaba a Jonathan para platicar ya que solo él y yo sabíamos lo que estaba pasando y siempre terminábamos mal ya que me decía que no lo molestara, que estaba de fiesta y que le cagaba que yo estuviera chillando, y luego empezaba con los celos.
El 31 de diciembre por la noche fui al baño y cuando volteé a la taza había mucha sangre y pedacitos de algo extraño. En ese momento me quebré y me sentí la peor persona en el mundo. No recuerdo haber sentido nunca tanta tristeza como ese día y los posteriores.
Me prometí a mí y a mi bebé que si hacía eso era porque iba a cambiar mi vida para bien y que si algún día volvía a embarazarme le daría la vida que se merece a ese bebé. Claro que las cosas empeoraron de ahí. Me sumergí en una depresión terrible. Jonathan estaba peor con sus celos y parecía que no le importaba para nada lo que habíamos vivido. Una vez lo terminé y me amenazó con publicar mis nudes si lo terminaba.
Así que me quedé, un día que me iba a dejar a mi casa agarré su celular sin que se diera cuenta y me encerré, borré todas mis fotos y cuando estaba buscando mis conversaciones para borrarlas vi que tenía un buen de conversaciones con otras chicas y me di cuenta que me ponía el cuerno. Él estaba afuera desesperado tocando como loco, mi mamá bajó muy enojada y le tuve que contar lo que pasaba para que no le abriera. Cuando borré todo, salí y le di su celular y le dije que nunca lo quería volver a ver. Al día siguiente me buscó y me pidió perdón de nuevo. Tenía un talento para manipularme y seguimos juntos.
Yo ya no tenía fuerza. Después del aborto bajé más de 15 kg. Porque la ruda dañó mi estómago al grado de que no absorbía nada. Mi piel estaba llena de moretones y quienes me conocían estaban muy preocupados por mi salud. Me refugié en la marihuana para escapar de lo que vivía. Hasta que un día después de una pelea me vi en el espejo y me dio miedo lo que veía; ya no me conocía. Y ahí decidí que de verdad empezaría a luchar por terminar esa relación. Así fue como poco a poco me fui poniendo firme en ciertas cosas, dejé de enviarle videos para comprobarle que “no lo estaba cuerneando”, dejé de contestarle cuando se ponía celoso y fui recuperando mi vida poco a poquito. El problema es que cuando empezó a sentir que me perdía se portaba más lindo, pero yo ya no caía en sus juegos.
Hasta que un día por fin tuve el valor y la fuerza para poder terminarlo. Me di cuenta que todo el tiempo le di lo mejor de mí y que si él no fue capaz de verlo era su problema, yo ya no quería ni podía seguir desgastándome para que viera que yo valía la pena. Y justo así fue como me di cuenta que valgo la pena, que soy una persona valiosa y que no merecía ser tratada de ninguna forma que vulnerara mi dignidad. Terminamos y me siguió buscando, caí un par de veces en vernos, pero milagrosamente salió un viaje y me fui. Poner esa distancia física me ayudó a terminar de manera definitiva esa relación. Y cuando regresé me sentí fuerte y nunca volví con él.
Hoy agradezco a las personas que estuvieron ahí para mí y rescató lo que aprendí de esa relación: ya sé que NO quiero en una relación, que cosas no puedo permitir y con qué personas no quiero relacionarme. Honestamente, creo que haber terminado esa relación fue lo más difícil que he hecho en mi vida y es uno de los mayores logros que tengo. Y gracias a esto soy más fuerte y feliz que nunca.
Porque te quiero viva; yo te creo. No juzgues, condenes o criminalices una relación así. Salir con vida no es fácil y celebrar que lo están, y sobre todo que compartan el cómo lo lograron, es la base de esta parte de la Columna Rota.
Eres madre, padre, hermana, hermano, hija, hijo. De una mujer víctima de feminicidio, desaparición, o intento de feminicidio búscame, ayúdame a visualizarlas y contar su historia. Voces de la Ausencia.
@FridaGuerrera
fridaguerrera@gmail.com