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Rebeca Quintero se perdió su adolescencia porque estaba muy ocupada trapeando [fregando] pisos.
Quintero empezó su trayectoria como trabajadora doméstica a los 12 años, después de que ella y su madre dejaron su pueblo natal en el estado de Puebla y se fueron a vivir a la Ciudad de México, donde empezaron a trabajar limpiando casas particulares. Hoy tiene 28 años de edad y sigue trabajando de lo mismo. Gana alrededor de 1.600 pesos por 60 horas de trabajo a la semana [unos 100 dólares].
Sin embargo, con el primer sindicato de trabajadoras que se está formando en México, existe la posibilidad de que el salario de Quintero aumente.
“Tener un sindicato nos haría bien”, dice Quintero, vacilante. “Espero que me ayude a ganar más dinero, aunque no sé cómo”.
Se calcula que en México hay cerca de 2,3 millones de empleadas domésticas, lo cual las convierte en el grupo más grande de trabajadoras informales en el país. El 17 de septiembre, el primer sindicato de trabajadoras domésticas solicitó el registro oficial ante el gobierno.
Aunque esta jugada es simbólicamente significativa, los retos que enfrenta el sindicato son formidables.
Los organizadores confesaron que aún no tienen una estrategia para organizar las estadísticas de las empleadas del hogar en las grandes ciudades porque no existe un proceso de contratación formal para las trabajadoras domésticas. En general, su contrato es verbal, los salarios se fijan verbalmente y el maltrato se esconde dentro de las casas particulares.
Algunas empleadas trabajan en condiciones que equivalen a “esclavitud moderna, y queremos cambiarlo”, afirma Sofía Pablo, la coordinadora de formación del sindicato.
El Sindicato Nacional de Trabajadores y Trabajadoras del Hogar define a su misión como la defensa de las empleadas que han sufrido violencia y discriminación en los hogares donde trabajan. Sin embargo, en una industria donde la rendición de cuentas es casi inexistente, es difícil saber si el sindicato será capaz de llevar justicia a los miembros maltratados.
Pero aún así la organización ya está reclutando.
Según Mauricio Patrón, el publicista del sindicato, cada domingo se instalan mesas de reclutamiento en las estaciones del metro Tacubaya y Pino Suárez. También atraen miembros por medio de su página de Facebook.
El Centro de Apoyo y Capacitación para las Empleadas del Hogar (CACEH), la organización que estableció el sindicato, apareció hace poco en el programa de TV Lo que callamos las mujeres.
La invitación fue para celebrar el 15 aniversario del grupo. En una escena, un personaje llega a la organización en busca de ayuda por el caso de una trabajadora doméstica menor de edad que sufrió abuso. El logotipo CACEH se puede ver en la toma.
Naciones Unidas: México no está respetando los derechos humanos de sus ciudadanos. Leer más aquí.
A pesar de los esfuerzos de divulgación, según cuenta Patrón el sindicato tiene solamente entre 100 y 200 miembros en la actualidad.
“El reclutamiento es muy complicado”, señaló. “Porque en esta cultura no ven a las trabajadoras domésticas como empleadas reales”.
Raquel Martínez Rodríguez, que lleva 20 años limpiando casas, aceptó el cargo de secretaria de prensa del sindicato. Martínez dijo que actualmente se encuentra en una batalla legal con su empleador anterior porque le pagaba sólo 300 pesos [20 dólares] por ocho horas de trabajo, le exigía sonreír más, le decía que se veía fea cuando comía y al final la despidió.
Al igual que Rodríguez, muchas empleadas domésticas no tienen contratos con sus empleadores. La CACEH dice que proporciona abogados para las trabajadoras que han despedido de forma injusta o que han sufrido maltrato.
Muchos países de América Latina tienen sindicatos para trabajadoras domésticas pero su eficacia varía.
Pese a las quejas del sindicato peruano, las trabajadoras se ven obligadas a utilizar elevadores y baños viejos designados para el personal de servicio en algunos edificios en Lima. En Bolivia, donde ha existido un sindicato desde 1993 — formado por 4 mil empleadas domésticas —, sólo cuatro de ellas han establecido contratos con sus empleadores, una diferencia abismal.
Los patrones llaman ‘gatas’ o ‘sirvientas’ a las empleadas domésticas.
Vicki Robles nunca ha tenido un contrato con ninguno de sus empleadores. Lleva 20 años limpiando casas en la Ciudad de México seis días a la semana. En cada día de trabajo recorre varias colonias peligrosas [vecindario que no tiene autonomía jurisdiccional o representación]. Ella cree que el sindicato debe ayudar a que se les pague gastos médicos, licencia por enfermedad y días festivos a las trabajadores domésticas, beneficios que Robles nunca ha recibido.
El sindicato dijo a VICE News que no han pensado en pedir vacaciones pagadas. Lo que exigen es una tarifa mínima diaria de 450 pesos al día [27 dólares]. También planean realizar talleres sobre los derechos de las trabajadoras, discriminación de género y autoestima.
Susana Lucía Rodela, que lleva casi 48 años limpiando casas, dice que espera participar en los talleres. Susana nació en un pueblito en el estado de Veracruz y se mudó a la Ciudad de México cuando tenía 17 años para buscar un trabajo donde le pagaran mejor.
“En Veracruz pagan 70 pesos por una jornada laboral completa. Mi única opción era mudarme a la Ciudad de México”, explicó. En la capital, Susana cobra alrededor de 100 pesos por hora [6 dólares].
Sofía Pablo expresa que es muy común que las mujeres indígenas se vayan a la Ciudad de México para ganar más dinero limpiando casas pero que sufren discriminación y abuso por parte de sus patrones.
“Los patrones tratan que quitarles su identidad. No les permiten usar sus ropas tradicionales y las obligan a vestir de cierta forma. También les dicen ‘gatas’ o ‘sirvientas’”, narra Pablo.
“Es como decir ‘es mía, puedo hacer lo que quiera con ella’”.
Los sindicatos en México tienen un pasado muy oscuro. Algunos líderes sindicales han sido encarcelados por lavado de dinero y por desviar en secreto millones de pesos en campañas políticas.
Rodolfo Corcuera, fundador de Aliada, una empresa nueva que ofrece servicios de limpieza para el hogar, dijo que su empresa está tratando de erradicar los abusos en el mercado de trabajadoras domésticas en México. Sus empleadas deciden cuándo y dónde quieren trabajar. También dijo que una empleada doméstica de tiempo completo gana 9.000 pesos al mes con Aliada [550 dólares aproximadamente].
“En este país, los sindicatos no ayudan mucho que digamos”, señala Corcuera. “Espero que tengan buenas intenciones y no abusen del poder”.
¿Quién o qué está envenenando a los perros de la Ciudad de México? Leer más aquí.
Sigue a Julie Morse en Twitter: @Juliemmorse