La tercera captura del Chapo es de lo más molesta porque, a pesar de que en un sentido práctico no tiene la menor importancia para la inmensa mayoría de nosotros, no podemos dejar de hablar de ella. Es como si intentáramos ignorar que la persona con la que platicamos tiene un pedazo de cilantro atorado entre los dientes: en algún punto se volverá insoportable eludir el tema.
El señor ya ha estado dos veces en el tambo, así que podemos hacer cálculos de todo lo que puede cambiar en el país ahora que lo tendremos bajo el peso de la ley por tercera ocasión. Antes de que lo capturara la administración de Quique, México tenía un nivel de incidencia criminal similar al de una guerra civil de baja intensidad y una vez que lo atraparon ese índice (más allá de oscilaciones fugaces) siguió creciendo con calma como lo hace desde 2007. El volumen de producción, tráfico y consumo de drogas pudo mover unos cuantos dólares más a través de ciertas manos, pero menos a través de otras, aunque en términos generales engordó con calma, como cualquier otro ramo en expansión. Y así.
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Todos los meses que pasó encerrado tampoco le sirvieron a la PGR para que se desmantelara una parte de su estructura criminal, que se destaparan los nombres de sus cómplices en cualquier nivel o rama del gobierno o que se viniera abajo la red con la que lavaba dinero. Lo que sí pudo verse (aunque no se vio mucho, porque esas cosas no las grita Quique en Twitter) fue que la Marina asoló varias poblaciones en su búsqueda y provocó el desplazamiento de más de 600 personas.
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Algo de la telenovela del doctor Guzmán Loera me recuerda a la vez que detuvieron a Elba Esther: que la maestra estuviera encerrada no implicó que se terminara la corrupción sindical en el SNTE, ni mucho menos que los maestros alineados (la CNTE jalaba para otro lado desde antes, recordemos) empezaran a impartir una educación crítica y rigurosa, sino todo lo contrario. Cuando mucho, la corrupción cambió de manos y empezó a estar más controlada por el gobierno federal. Lo que sí se notó (es más, no hubo manera de esconderse de ella) fue la propaganda oficial que celebraba la caída de la Maestra. EPN y su círculo, así como todos los interesados en la reforma educativa, se autoaplaudieron durante varios días y quisieron creer que todo el país festejaba.
Podría decir que también comparte mucho con la salida de Chabelo del aire, pero lo cierto es que el programa del viejito en overol tenía una relevancia mucho mayor en la vida cotidiana de cualquiera: al menos los televidentes pueden sentir cómo cambian los domingos sin él. En el caso del Chapo, la relación que casi todos tienen a diario con las drogas o con el crimen organizado (incluyendo el crimen organizado de la iniciativa privada y los partidos políticos) permanecerá igual a partir de su última aprehensión.
Para muchos, lo más fácil es pensar que todo se organizó para que le echaran la red encima al capo en el momento que más lo necesitaba la administración federal (con el dólar a más de 18 pesos, después de los regaños del NYT y demás). Lo cierto es que para un gobierno en el que se combinan la mayor ineptitud y la codicia menos disimulada, a partir de cierto punto todos los momentos tienen que resultar críticos. Hagan memoria: cualquier día durante los últimos meses habría estado pasando algo desastroso relacionado con la conducción del país porque, pues, esa conducción es invariablemente desastrosa.
Tampoco quiero decir que la captura (la nueva, la de ahora) sea un fruto ejemplar del trabajo de inteligencia, ni que se trate de un enorme “logro a favor del estado de derecho” (para citar al gran estadista, Quique). No se trata de poner a volar la imaginación con teorías conspiracionistas, pero en serio, todo el guión del asunto Guzmán Loera tiene demasiados hoyos en la trama. Recuerden los últimos capítulos: la última ocasión lo habían “atrapado” en un hotel de media estrella localizado en Mazatlán, en donde se había hospedado con su última esposa. No parecía haber hecho nada en la habitación durante los últimos días, más que usar su teléfono, ver la tele o el techo (no había señales de fiesta ni libros, por ejemplo) y, según las fotos, comer fruta casi podrida. En la calle no había escoltas, solo un guardia custodiaba al narco más poderoso del mundo. El señor había llegado con dos maletas llenas de ropa a pasar el rato como cualquier persona sencilla.
Después, el Chapo se pasó unos cuantos meses en el penal del Altiplano, donde se la pasó como en un hotel-spa y pudo seguir despachando como CEO. Al final, como todos sabemos, pasó lo mejor de todo: mandó construir, con maquinaria pesada, un túnel que nadie vio venir, ni siquiera cuando estaba a punto de abrirse paso hasta la celda de “super-máxima” seguridad. Se trataba del túnel más bello y prodigioso que hayan visto ojos humanos, el cual recorrió con la mayor tranquilidad. Tal vez pensarías que, si tuvo la capacidad para corromper o silenciar a tantos empleados del penal o de la Secretaría de Gobernación, mientras se efectuaba toda la logística del escape, podría haber salido por la puerta sin necesidad de tanta ingeniería. Pero claro, eso habría puesto a sudar más a quien sea que hubiera tenido que explicarlo a los medios.
Esta vez (la tercera), al parecer el señor narco traía un aparato de seguridad más digno de su nombre. Hubo un tiroteo, cinco muertos y seis detenidos. Esa parte quedó más creíble, palomita. Lo que empieza a verse chafa es que, de nuevo, parece que nuestro multimillonario antihéroe estaba otra vez hospedado en un motel culerísimo (con póster de morra en tanga y toda la onda), no había cambiado ni un detalle de su bigote ni de su peinado (como si no se hubiera dado cuenta de que lo estaban buscando) y vestía la camiseta más mugrosa que se haya visto en la historia de los montajes televisivos.
Otra parte que suena, por lo menos, medio extraña es que supuestamente la Marina llegó ahí porque hubo un reporte ciudadano de que había hombres armados en la calle. (Quisiera saber a cuántas de las personas que lleguen a reportar sujetos armados les envían un operativo de ese tamaño, con los hombres mejor entrenados). Habrá que ver si en los próximos días este hilo se desenreda un poco.
Se podrían perdonar todos los cabos sueltos (y repeticiones) que pueda tener esta historia, si al menos tuviera alguna relevancia, más allá de haberles hecho el día a los noticieros y de haber logrado tener el tema para memes más productivo de lo que va del año (por encima de “sé como José” y “para ke kieres saber eso jaja saludos”, lo que no es poca cosa). El problema, como decía hace unos párrafos, es que ya hemos tenido suficientes pruebas de que al tenerlo encerrado, el Chapo solo sirve como animal disecado de exposición.
Por lo pronto, al dios del mercado le debe haber parecido que la ofrenda estaba muy chafa, porque el peso siguió erosionándose durante el día, y la Bolsa mexicana caía como costal. La DEA debe haberse sobrepuesto a la apatía que le daba reconocer a Quique por haber agarrado a quien poco antes había soltado (unos meses después de haberlo agarrado por segunda vez) y envió una felicitación que se leía de lo más fingida y Quique logró ganarles con un “mensaje a la nación” escrito con una cantidad inconmensurable de hueva mental, el cual leyó como si a alguien de su staff se le hubiera ido la mano en la receta de ansiolíticos. (“Como si”, nótese que dije).
Total, que si no fuera por la obligada ronda de pendejeo a cargo de los usuarios de redes sociales, ésta habría sido la aprehensión del Chapo más gris que la humanidad recuerde. Es así como llegamos a lo que, además de la ilustración de Mario Flores que encabeza el texto, en mi opinión resume la importancia efectiva que tendrá para nosotros el asunto:
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