México está que arde

El EZLN abre al pueblo la tienda del IMSS.

Marco Antonio Cruz, director de la agencia independiente de fotografía Imagen Latina, pasó un par de semanas en diciembre de 1993 tomando retratos de personas ciegas en las montañas de Chiapas para un proyecto personal en el que llevaba años trabajando. Justo antes de Navidad, regresó a su casa en Ciudad de México para pasar las fiestas con su familia. Después de la fiesta de Año Nuevo se fue a dormir, y a las 7:00 de la mañana del 1 de enero de 1994 le despertó por teléfono uno de sus amigos fotógrafos para decirle que en Chiapas, justo donde había estado apenas unos días antes, un grupo guerrillero le había declarado la guerra al gobierno mexicano (el mismo día en que entraba en vigor el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica). Marco Antonio, sin pensarlo dos veces, hizo sus maletas y se fue al aeropuerto.

Vice: ¿Cuál fue tu primera reacción cuando escuchaste que un grupo de indígenas armados y con pasamontañas le había declarado la guerra al gobierno mexicano?

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Marco Antonio Cruz: Cuando me enteré, muy temprano por la mañana, de que el Ejército Zapatista había tomado varios municipios tanto de la selva como de los Altos de Chiapas, pues me quedé muy sorprendido. A todo el mundo le tomó por sorpresa. Eran momentos cumbres del gobierno de Salinas de Gortari. Justo ese día empezaba el Tratado de Libre Comercio, y para él era un motivo de fiesta. Según Salinas, económicamente hablando el país entraba en una nueva etapa.

Sí, según él estábamos a punto de ingresar en el primer mundo. De hecho, dicen que a Salinas lo agarraron con una copa de champaña celebrando en la playa cuando le dieron la noticia sobre los zapatistas.

Yo creo que para Salinas el surgimiento de la guerrilla fue un golpe impresionante. Al ejército y al gobierno federal los tomaron por sorpresa. Yo estuve en Chiapas una semana antes y nunca escuché nada. Me sorprendió mucho, sobre todo porque trabajaron con una discreción impresionante. Yo tengo bastantes amigos periodistas en Chiapas, y tampoco ellos estaban al corriente.

Fuiste uno de los primeros periodistas en cubrir el levantamiento. ¿Cuándo llegaste a Chiapas?

En cuanto escuché lo que estaba pasando en Chiapas, mi primer impulso fue irme al aeropuerto. Sólo hay una línea aérea que viaja a Chiapas, y ese día habían cancelado todos los vuelos por razones obvias, aunque nadie sabía las dimensiones de la situación. Ahí nos fuimos reuniendo los periodistas de los diarios nacionales de la ciudad de México y empezamos a presionar para que abrieran un vuelo. Estuvimos ahí varias horas pero al final lo hicieron, y nos fuimos un grupo de doce periodistas mexicanos, la mayoría fotógrafos, hacia Tuxtla Gutiérrez. Alquilamos coches e, inmediatamente, salimos para San Cristóbal de las Casas. Estando en la carretera se nos hizo de noche y no pudimos pasar. La única carretera que conocíamos estaba bloqueada con árboles derribados. Decidimos no entrar ese día a Tuxtla y acordamos partir durante la madrugada para poder entrar cuando hubiera luz. Salimos al día siguiente por la madrugada y, por fin, llegamos a San Cristóbal. Para cuando entramos a la ciudad, el Ejército Zapatista ya se había ido. Tomamos fotografías del Palacio Municipal, de cómo estaban las oficinas por dentro y de todo lo que había sucedido. Los zapatistas abrieron la tienda del IMSS y la gente se había llevado todo lo que pudo. También habían hecho pintadas en las paredes del Centro de San Cristóbal.

¿Qué decían las pintadas?

Anunciaban que iban combatir a Rancho Nuevo, un cuartel militar, así que nos fuimos para allá. El cuartel estaba a unos cuantos kilómetros sobre la carretera de San Cristóbal a Ocosingo. Antes de llegar vimos que venía un Volkswagen color blanco marcha atrás. Resultó ser un periodista local. Nos dijo que no pasáramos, que había una balacera impresionante. Y, bueno, cuando te dicen que no pases es como una invitación a ir. Llegamos al cuartel y realmente tuvimos mucha suerte porque estuvimos expuestos en medio de un enfrentamiento. La carretera pasa justo frente al cuartel, y vimos al ejército parapetado, cuerpo a tierra. Sólo veíamos manos que nos indicaban que avanzáramos. Tuvimos mucha suerte, nos podrían haber disparado.

¿Con qué tipo de armas se estaba atacando a los zapatistas?

El ejército atacaba con metralletas.

¿Y los zapatistas?

Pues, ¡yo creo que atacaban con todo! Al Ejército Zapatista no lo veíamos porque estaban detrás de los árboles. Luego nos fuimos más adelante y vimos una patrulla del Ejército a la que habían atacado. Tengo fotos del helicóptero y autos Hummer que llegaron para rescatar a los heridos. Fue la primera vez que tomé fotos del ejército mexicano disparando.

La verdad es que rara vez vemos al ejército mexicano en acción.

Era una cuestión inédita para nosotros. Nuestra generación de fotoperiodistas no alcanzó a cubrir las guerrillas en los años 70, como la Liga Comunista 23 de Septiembre, pero sí sabíamos que la respuesta del gobierno fue terrible: los aniquilaron a todos. Era la única referencia que teníamos. Jamás imaginamos que pudiera suceder algo así otra vez.

Miliciano zapatista con su arma improvisada.

¿Te tocó ver más batallas?

Al día siguiente nos fuimos hasta Altamirano, un pueblo en una zona ocupada por el EZ. Los zapatistas habían tomado la carretera hacia Ocosingo. Entramos a Altamirano y vimos cómo los zapatistas empezaban a demoler el Palacio Municipal. Oímos decir que los helicópteros habían estado disparando; cada que veíamos uno, temíamos que nos fueran a disparar también a nosotros.

Nos tocó estar en una emboscada que hicieron a un grupo de zapatistas en la carretera. Los mataron a todos, cerca de veintiuna personas. Oímos la balacera y fuimos los primeros en llegar. Los cuerpos se quedaron ahí y no los levantaron en quince días. Era impresionante. También nos tocó ver cómo los aviones bombardeaban los alrededores de Altamirano, el cerro de Patiwitz y una zona conocida como El Corralito. Fue una situación muy intensa como fotógrafo. Una forma de protegernos era ponerle a los coches en los que circulábamos, con cinta aislante, la palabra PRENSA o la palabra TV, o ponerle banderas blancas. Yo creo que eso nos ayudó muchísimo.

¿Cómo lo hiciste para mandar las fotos tan rápido?

Los otros fotógrafos y yo ideamos un sistema para mandar los negativos a Ciudad de México. Contratamos a una persona que diariamente viajaba al aeropuerto de Tuxtla para pedirle a la gente que llevara nuestros rollos al DF. A cualquiera que nos quisiera hacer el favor. Así, mis fotos llegaban diariamente a Imagen Latina, donde se imprimían, se revelaban y se distribuían a los medios, entre ellos Proceso, que fue la revista que publicó las fotos de los primeros días de guerra. Mi trabajo también se publicó en varios países en el extranjero.

¿Cuándo empezó a llegar la prensa internacional?

Alrededor del día 5 ó 6 de enero. Entonces, el ejército federal empezó a bajar la intensidad de los combates. Realmente fueron sólo cinco días de combates intensos. El doceavo día se declaró el cese del fuego. Tanto el EZ como el ejército federal toman posiciones. Después del doceavo día, no volvió a haber combates, no como lo que habíamos visto nosotros.

Me imagino que fue confuso. ¿Qué pensasteis tú y los demás periodistas?

Al principio estábamos sorprendidos y confundidos, pero luego empezamos a sentir simpatía. El Ejército Zapatista que nosotros vimos era un ejército mal armado. Venían con armas caseras, con fusiles o rifles viejísimos, y se enfrentaban a un ejército federal entrenado, bien armado, que atacaba con tanques, aviones y todo el poderío militar. Más bien, era su actitud de rebeldía y su voluntad de mostrarle al mundo la situación en que vivían lo que, como periodistas, admiramos. Tomar los municipios el 1 de enero va a quedar registrado en la historia como algo realmente impresionante. Y no solamente éramos los periodistas quienes sentíamos simpatía por los zapatistas. El hecho de que se haya detenido la guerra fue por una posición de la sociedad civil, por simpatía ante la situación.

En tu opinión, ¿por qué crees que se dio el levantamiento?

Yo creo que, en cierta forma, la irrupción del Ejército Zapatista es una consecuencia del olvido, la discriminación y la desigualdad social en que viven los indígenas en Chiapas, un lugar donde la gente muere de enfermedades curables. Si analizas la situación, era lógico que, en algún determinado momento, algo así iba a suceder.

¿Y qué crees que vaya a pasar en Chiapas? ¿Hacia dónde va el conflicto?

Yo creo que todo esto representa una pequeña victoria para los zapatistas, sobre todo el hecho de haber dado a conocer la situación de miseria en la que viven y de decir: “Aquí estamos nosotros y no vamos a aguantar más”. Creo que es un momento importante ahora que el Ejército Zapatista y el gobierno mexicano han entrado en una fase de negociación. Yo espero que el gobierno reaccione positivamente. Por otro lado, estas situaciones de miseria se reproducen en otras partes del país. Lo que sucedió en Chiapas perfectamente podría suceder en cualquier otra parte del país en cualquier momento.

En la carretera hacia Altamirano, fuimos detenidos en un retén de combatientes zapatistas.

Policías municipales prisioneros de guerra.

Mujeres combatientes con armas de madera y clavos en las calles de Altamirano.

Como un acto simbólico, los zapatistas destruyen con mazos el Palacio Municipal de Altamirano.

Mientras nos identificábamos como periodistas con militares, a lo lejos escuchamos un tiroteo. Un grupo de veinte guerrilleros zapatistas fue emboscado por el Ejército a bordo de un transporte público. Los cuerpos permanecieron en el lugar durante más de diez días.