En una entrevista con la BBC el mes pasado, el Dalai Lama sugirió que si su sucesor fuese una mujer tendría que ser atractiva o de lo contrario “no serviría de mucho”. Después de eso soltó una risa entrecortada propia de un hombre cuyo chiste no pegó muy bien y, mientras el entrevistador trataba de cambiar de tema, tartamudeó: “¡Es cierto!”
La entrevista provocó diferentes reacciones: algunos se sorprendieron, a otros les generó ira. Por décadas, el Dalai Lama ha sido la figura religiosa y en general la figura pública más querida en el universo. ¿Cómo podría decir algo tan incendiario y retrógrado sobre las mujeres? ¿Siempre ha sido así y simplemente no nos habíamos dado cuenta?
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Aunque las redes sociales nos permiten tener una relación “íntima” (a menudo unilateral) con las celebridades, algunas figuras como el Dalai Lama todavía son inaccesibles a pesar de sus esfuerzos y su sencillez. Una cosa es ver en live-stream la colonoscopia de una persona; otra cosa es simplemente pasar el día con ella. Hace cuarenta años, mi mamá hizo justamente eso: salió con el Dalai Lama.
En ese momento mi mamá estaba estudiando en la Architectural Association, en Londres. Al mismo tiempo, el Dalai Lama estaba en Cambridge porque se iba a reunir con Sir Karl Popper, David Bohm y Carl Friedrich von Weizsäcker, del departamento de astrofísica, para encontrar un terreno común entre la ciencia y el budismo.
Tenzin Gyatso fue identificado como el decimocuarto Dalai Lama cuando tenía dos años. Fue educado por monjes en Lhasa en un palacio de 1,000 habitaciones, y a los 15 años fue declarado el líder político del Tíbet.
Cuando él y mi mamá se conocieron, había estado exiliado en India por 14 años.
Mi mamá tenía 22 años. En esa época vivía con otras dos mujeres en un departamento que tenía un cuarto con un armario grande y una cama doble. Ella y su amiga Daisy, que estaba en Londres estudiando ópera, dormían juntas en la habitación. Tenían muchos subarrendatarios que se quedaban por cortos periodos. En esa temporada estaba viviendo con ellas una estudiante de historia del arte llamada Carolyn. Y fue Carolyn quien cuadró la cita con el Dalai Lama. “Quería conocer a algunas mujeres estadunidenses”, recuerda mi mamá.
En una entrevista de 1993 con el New York Times, el Dalai Lama dijo: “Incluso en los 60 y 70 yo no tenía mucho conocimiento de los asuntos femeninos”. Según mi mamá, eso es decir poco: “Parecía muy ingenuo… tal vez un poco tímido con las chicas”.
En cierto modo, la cita fue bastante normal: Carolyn, Daisy y mi mamá tomaron el tren a Cambridge para hacer un tour a pie por el campus con el caballero en cuestión. Pero en otros aspectos, no fue tan normal: él se presentó como el Dalai Lama y siguió toda clase de formalidades. “Yo no sabía cómo dirigirme a él, así que cuando quería su atención agitaba la mano”, me contó mi mamá.
Además de la caminata, mi mamá y sus amigas recibieron un tour por su habitación, donde había montado un altar con “artefactos antiguos”, que según él eran de la época “antes de Cristo”. Luego él y mi mamá se fueron al río Charles. “Él no hacía nada”, me dijo mi mamá, “yo tuve que remar sola”. El Dalai Lama se limitó a sentarse en el banco acolchado y a comentar sobre el paisaje de Cambridge.
“Era un poquito extraño y era difícil hablar con él”, me contó mi mamá. Por eso sus comentarios recientes no la sorprendieron. Y en este punto, la sorpresa generalizada parece un poco tardía. La verdad es que el Dalai Lama ya había hecho este “chiste” sobre una mujer Dalai Lama muchas veces: con Larry King, con la escritora budista alemana Michaela Doepke y en el Sunday Times, sólo para nombrar algunos. En su entrevista con la BBC contó este chiste haciendo referencia a alguna entrevista semiolvidada que hizo en París para una revista francesa de mujeres hace 20 o 30 años.
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Quizá es engañoso etiquetar este punto de vista como un chiste, pues este mismo argumento se encuentra expuesto de manera seria en su autobiografía, Mi viaje espiritual. “La belleza es una de las ocho cualidades de un cuerpo humano precioso en el nivel físico”, escribió. “Es obvio que si una mujer Dalai Lama es fea a la vista, atraerá menos gente. El objetivo de una reencarnación femenina es transmitir las enseñanzas budistas al público de una manera convincente”.
Y el Dalai Lama no oculta la forma en que los cuerpos humanos atractivos lo afectan. En una entrevista con el New York Times, cuando le preguntaron sobre sus debilidades, respondió: “Por supuesto, a veces las mujeres hermosas… Pero muchos monjes tienen la misma experiencia. En parte es por curiosidad: si utilizas esto [lo dice señalando su ingle], ¿qué se siente?” A pesar de su semidivinidad, es claro que el Dalai Lama no está por encima de un chiste sobre penes.
El Dalai Lama es el sucesor en una línea de encarnaciones del Buda de la Compasión, Avalokitesvara. El Avalokitesvara es representado como hombre o como mujer, pero en el budismo tibetano, siempre es hombre. La profesora Rita Gross, autora de El budismo después del patriarcado, afirma que “el budismo tibetano es muy patriarcal”.
Esta corriente del budismo se estableció en el siglo 14. El título de Dalai Lama apareció en 1587 y para 1641 el Dalai Lama —que en ese momento era el quinto— se convirtió en la autoridad política y religiosa absoluta sobre el Tíbet. Fue considerado como el líder más grande de la región hasta la llegada de Tenzin Gyatso.
En el pasado, los Dalai Lamas han indicado dónde reencarnarán mediante una carta que se lee después de su muerte, o a través de un sueño o de signos celestiales. En el caso del Dalai Lama actual, un presagio anunció su identidad. Dieciocho meses después de la muerte del decimotercer Dalai Lama, el Tíbet estaba en medio de una agitación política. Los monjes fueron a consultar al cuerpo embalsamado del Dalai Lama, que estaba en postura de loto mirando hacia el sur para meditar. Cuando unos monjes notaron que la cabeza de la figura se inclinó hacia el este, se convencieron de que su sucesor sería encontrado en esa dirección.
En muchos sentidos, la forma reencarnada que toma el Dalai Lama es un reflejo de las necesidades del Tíbet y del Budismo tibetano en determinado momento. El Dalai Lama anterior a Tenzin Gyatso dejó al Tíbet en caos, y tenían que encontrar a un sucesor —el tipo indicado de sucesor— inmediatamente. Como dice Gross: “Todas las religiones reflejan sus entornos sociales”. Y el Tíbet tiene una tradición de pensar a las mujeres como inferiores. La palabra “mujer” en la lengua tibetana literalmente traduce algo como “nacida a menos”.
Esta actitud jerárquica está en desacuerdo con lo que Gross llama “las verdaderas enseñanzas budistas”. “Los budistas no pueden salir con las mismas excusas para la dominación masculina”. Sin embargo, los líderes reencarnados casi siempre toman forma masculina. La institución de la reencarnación mantiene esencialmente el status quo. No obstante, Gross continúa diciendo: “Ha habido algunos cambios entre algunos de los líderes más prominentes del mundo budista”.
El Dalai Lama actual ha hecho comentarios contradictorios sobre su sucesor. En su biografía escribió: “Le he dicho al pueblo tibetano que depende de ellos decidir si quieren otra reencarnación… La reencarnación se trata de continuar tu trabajo de la vida anterior. Si creen que mi trabajo es importante y relevante, voy a reencarnar”.
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Pero después, en una entrevista con el diario alemán Welt am Sonntag, sugirió que él cree que “la institución del Dalai Lama ha cumplido su propósito. Hemos tenido un Dalai Lama por casi cinco siglos. El decimocuarto Dalai Lama ahora es muy popular. Déjennos terminar entonces con un Dalai Lama popular”. Mientras tanto, la República Popular de China ha declarado que elegirán al próximo Dalai Lama después de que fallezca Tenzin Gyatso.
En su biografía, el Dalai Lama dice que el próximo Dalai Lama podría ser una mujer o un hombre, y que “la institución del Dalai Lama debe cambiar de acuerdo a los tiempos”.
“Eso ha sido un gran avance para el budismo tibetano popular”, dice Gross. “Si con eso se va a llegar a algo, es una pregunta por responder”.
En la tradición del budismo tibetano, el Buda de la Compasión tiene un aspecto femenino llamado Tara. Tara a menudo es llamada la Madre de todos los Budas, y algunas historias rastrean sus orígenes a una princesa que alcanzó un alto nivel de iluminación. Un grupo de monjes le sugirieron que orara para renacer como hombre, para que así pudiera seguir avanzando. Tara se negó, diciendo que los que ven el género como una barrera para alcanzar la iluminación son “mundanos de mente débil”. Así que decidió renacer siempre como mujer. El actual Dalai citó a Tara como un ejemplo de “un verdadero movimiento feminista en el budismo”.
Las mujeres pueden ser símbolos de culto, pero no pueden ser líderes con poder legítimo político y religioso.
En el Tíbet, en Sri Lanka y en Tailandia se les impedía a las monjas recibir las ordenaciones más altas. Al mismo tiempo, hay linajes en la tradición tibetana de altas reencarnaciones femeninas. En resumen: las practicantes femeninas quedan por fuera del poder; las figuras femeninas gozan de reverencia. Gross señala que Tara es la deidad más popular en el Tíbet, entre las deidades masculinas y femeninas. Una vez más, hay una diferencia entre las enseñanzas budistas y cómo se llevan a cabo. Las mujeres pueden ser símbolos de culto, pero no pueden ser líderes con poder legítimo político y religioso.
Por su parte, el Dalai Lama se declaró feminista en 2009: “¿No es así como se llama a una persona que lucha por los derechos de las mujeres?”, preguntó en un discurso en el Museo Nacional de los Derechos Civiles en Memphis, TN.
Gross es optimista: “Creo que el Dalai Lama es sincero. La verdadera pregunta es si los tibetanos aceptarían”.
Después de su día con el Dalai Lama, mi mamá y sus amigas regresaron a su pequeño apartamento. “No nos burlamos de él. Probablemente nos reímos un poco por lo que había pasado”, dijo. Y entonces empezaron las llamadas. Él las llamó más de tres veces, pidiendo que “se encontraran de nuevo”.
“Era un poco como si el hermanito de alguien te llamara para invitarte a salir”, dijo mi mamá.
Cuando le pregunté por qué no había aceptado su oferta, mi mamá respondió: “No parecía apropiado. Por quién es y por quién era. Y porque parecía muy infantil. Era peculiar”. Para alguien con siglos heredados de sabiduría encima y con décadas de estudio budista, al Dalai Lama le faltaba una cosa: no podía hablar con las mujeres. No podía mantener conversaciones con ellas, no podía relacionarse con ellas, y desde luego no podía coquetear con ellas. Como dijo mi mamá: “No era más que un perdedor”. Cuarenta años después, no ha cambiado mucho.