Todas esas pobres personas que aún a día de hoy no han visto un Ultrashow de Miguel Noguera tendrían que replantearse su vida entera solamente por el hecho de respetarse tan poco como para no haber ido a un Ultrashow de Miguel Noguera. Si tienes una vida muy jodida en la fábrica y no tienes tiempo de ir a sitios a ver cosas, tienes la suerte de que Miguel también plasma sus ideas en unos objetos cúbicos compuestos por varias hojas de papel (en fin, libros) editados por Blackie Books. Creo que hasta la fecha ha editado seis pero quizás sean más. Puede que mañana salga otro, el tipo no puede parar de generar.
Ahora que Miguel no tenía ninguna novedad para presentarnos —y por lo tanto hacer publicidad de sus libros y mierdas— aprovechamos para hablar con él sobre la vida y el placer de vivir. En esta entrevista intentaremos indagar cómo serían sus ocho horas perfectas. Dadme la mano y acompañadme a través de esta fantástica charla.
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Si quieres ver a Miguel Noguera en directo deberías saber que a partir de septiembre estará periódicamente en el teatro Goya de Barcelona y en el Muñoz Seca de Madrid.
VICE: Epa Miguel, he estado mirando de una sola tacada todos esos vídeos promocionales de los Ultrashows, los anuncios pagados del Facebook, y veo que te decantas por el gotelé.
Miguel Noguera: Todo el piso en el que vivimos tiene paredes de gotelé, no es cosa nuestra.
¿Incluso el baño y la cocina?
Mira, Pol, obviamente esas superficies no llevan gotelé. No quiero juegos… (el resto de la entrevista transcurrió EN SILENCIO).
Me he fijado, también, que muchas veces aparece como un jersey o un cardigan o algo de color rosa, ahí en el reposabrazos.
CARDIGAN. Es una manta para evitar que los gatos arañen el reposabrazos.
Entonces, la manta esta, estamos hablando de un objeto que evita que otro objeto sufra daños pero que ofusca totalmente al elemento que está protegiendo. En fin, por protegerlo, lo aísla y lo hace inexistente. Una protección que anula.
Mmmmm, interesante, señor Pol… (me meso el bigote). No lo hace inexistente, porque subyace en tanto que estructura de soporte. Antes que imagen de reposabrazos, el reposabrazos es reposo del brazo (filosofías de mierda).
Tienes razón, lo había visto bajo el prisma de intentar encontrar belleza en las texturas de los reposabrazos y que eso mismo fuera la funcionalidad de un reposabrazos. Error.
Además, quizá el sofá sobreviva a los gatos. Entonces podremos quitar las mantas y lucirán indemnes. La victoria del sofá sobre los gatos.
En fin, yo te había citado en este restaurante (tu haz como si estuviéramos en un restaurante) para hablar un poco sobre esto de planificar una jornada perfecta. ¿Cómo pasarías tus ocho horas perfectas? Y no me vengas con viajar por el mundo o quedarte durmiendo.
A ver, vamos a LO QUE IMPORTA: mis ocho horas perfectas. Tengo que decir que, a falta de utopías raras, o fantasías imposibles, el día a día que llevo en los últimos años (depende de la época y del momento del día), se acerca en ocasiones a una especie de perfección.
Te hablo de determinados momentos, eh, y he descartado fantasías, y hay que tener en cuenta que soy un privilegiado, un caso muy raro (pocos artistas o creadores tienen una rutina tan agradable como la mía, aunque depende de cómo la valores).
A lo que iba, por ejemplo: muchos días me despierto de forma NATURAL, es decir, sin mediación del despertador. Si eso ocurre a una hora temprana, si despierto saciado de sueño Y ADEMÁS ES PRONTO. Pues es perfecto. Ahí ya tenemos una PEPITA DE PERFECCIÓN. Si la regamos con un poco de Ron Barceló pues ya es la gloria.
Ahora mismo estás dando mucha rabia a mucha gente.
Sé que puedo dar rabia, pero no creáis que esa potencia de rabia en el trabajador no me provoca culpa y vergüenza. Yo pago mi privilegio con la culpa constante sobre ese privilegio. Y ESO ES ALGO QUE NO SE LO DESEO A NADIE.
¿En qué otros pequeños momentos podemos encontrar esta gloria divina del vivir?
Bueno, después de despertar, descansado y feliz de que sea temprano, rollo las nueve de la mañana (la rabia del obrero crece) me meto un desayuno de veinte euros entre pecho y espalda. Vivo al lado de un hotel de cinco estrellas donde desayuno cada día. Es broma. Pero NO TANTO.
Siempre desayuno fuera. Desde hace muchos años. Es un hábito tan natural como mis despertares. Y me quedo en el lugar donde he desayunado haciendo dibujitos, respondiendo algún mail, revisando mis escritos. En fin, haciendo el gilipollas mientras los camareros trabajan, los repartidores sudan, el mundo sufre.
Joder, eso es un auténtico LUJO. Muy de pequeño burgués de Sant Gervasi, con el periódico, las piernas cruzadas y las gafas de pasta de colores. Aunque casualmente hay mucho obrero que SIEMPRE desayuna fuera. ¿Puede ser que el desayuno fuera de las inmediaciones del hogar una a las clases sociales?
Sí, pero el obrero desayuna con prisa, angustiado, a veces en mala compañía. Nada que ver con el oasis de paz que yo me monto en la cafetería. Una paja burguesa que es un escándalo.
¿Y siempre vas al mismo sitio o vas cambiando de emplazamiento para no molestar a tus proveedores de desayunos?
Suelo ir al mismo sitio, o a los mismos sitios. Piensa que yo me hago tres pajas de estas al día, o sea, que llego a estar en tres sitios distintos a lo largo del día dibujando o mirando las musarañas, porque no sé cómo pero logro distraerme como para que las horas que echo no me cundan.
Si hubiese un inspector de trabajo cultural que me vigilase en la cafetería comprobaría que me escabullo del trabajo constantemente. Miro Internet. Cambio de disco en Spotify. Releo mails que ya he enviado, hablo por el WhatsApp y mastico en el vacío mientras lo hago. No sé, pierdo mucho tiempo porque nadie me vigila.
¿Por qué trabajar en casa aún sería peor?
A ver, podría hacerlo, pero ya tengo la rutina del café. De hecho el café es un poco ese vigilante, ese jefe que me falta. El café como jefe, jajajaja (la rabia de las clases trabajadoras).
También me gusta porque hay movimiento. El escritor César Aira trabaja siempre en cafés por ese rollo de la atención flotante y tal.
Y entonces, con este desayuno (o desayunos) épicos, ¿qué hora se te hace? ¿Las 12 del mediodía? Habrá que ir preparando la comida…
A ver, recapitulemos, no te pongas impaciente (?). Perfectos son: 1- El despertar natural a hora temprana (en escala burguesa) 2- El desayuno en un establecimiento 3-Quedarse en el establecimiento especulando y dibujando. Eso son dos o tres horas de perfección.
Llegamos a la hora de comer. ¿Sabes lo que es que los mejores cocineros se peleen por servirte sus mejores platos, gratis, mientras las mentes más brillantes del país te cuentan chismes deliciosos? Pues así cada día.
No, en la comida ya tenemos que bifurcar porque comemos en casa. Tengo que hacer la compra y hay que cocinar, que es un engorro. Ahí no encontramos la perfección. Para mí la perfección es comer FUERA, evidentemente, y acompañado de amigos con los que se bromee, y que entre esos amigos haya una MENTE BRILLANTE, un príncipe de Varsovia, que no pare de soltar genialidades, mientras se sirven manjares a buen precio.
Al final te he hecho entrar en el mundo de las (cito textualmente) “utopías raras o fantasías imposibles”, dimensión que no querías pisar.
A ver, es que esto de las ocho horas perfectas puede interpretarse desde las posibilidades reales del individuo o desde la fantasía. De hecho, quién ha propuesto la premisa “ocho horas perfectas”, ¿tú? ¿Alguien de Ron Barceló o alguien tipo el director de VICE?
Miguel, ¿no te acuerdas? ¡Me llamaste tú diciendo que querías hacer esto de las ocho horas!
Es mi mayor deseo: ocho horas perfectas chateando sobre cómo serían mis ocho horas perfectas.
Me parece bien. Escucha, yo ahora me piro de vacaciones. Le paso esta entrevista a un becario y que la edite. Le diré que quite todas esas barbaridades que has dicho sobre heces en los ceniceros y ya está. ¿OK?
Ok, pasa buenas vacaciones. YO SIEMPRE ESTOY DISFRUTÁNDOLAS. JAJAJAJAJAJAAJAJAJA.