“¡Mario Grande! ¡Mario Grande!”, así se avisan entre presos cuando vienen las violentas requisas de los carceleros, el procedimiento más temido dentro de la cárcel. Y, como ya se los habíamos contado, Mario Grande es también un colectivo para el fomento, la divulgación y la producción de proyectos culturales, que desde hace más de dos años realiza en la cárcel el documental Modelo Estéreo, que cuenta la vida de estos músicos entre muros y barrotes. Comenzaron a visitar con frecuencia este mundo en donde a la comida se le dice “wimpy”, al enemigo “liebre” y entre panas se felicitan con un “buena, ratica”. Detectaron que el tema de la memoria y el olvido, que está entre líneas en la cárcel, podía contarse a través de las letras de las canciones y los testimonios de los internos.
El documental aún está en proceso y le queda un trecho para por fin ver la luz. Sin embargo, el viernes 17 de junio tuvo lugar el lanzamiento del EP ‘Modelo Estéreo Volúmen I’. El fragmeno a continuación fue la manera como el colectivo Mario Grande presentó este primer gran logro. Y es, además, un fragmento del guión de lo que se verá en el documental.
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Esperen pronto la reseña del EP.
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ACTO II
K tiene 22 años y lleva 13 meses en la Cárcel Modelo. Ha caído y perdido la libertad por primera vez, pero no es el primer derrumbe que vive. Sus padres también han sido abatidos, han sido desplazados de sus tierras en el Cesar. K. 17 años atrás se hundió en la ciudad.
6 INT. SALÓN DE ENTREVISTAS-DÍA-6
Dentro de la cárcel, K, se ubica en uno de los salones de la capilla. Busca el beat que necesita en una grabadora malograda, pasa de canción y regresa. Deja el aparato sobre una mesa plástica. Estira sus brazos, baja su cabeza y mira al piso. Luego, levanta el mentón, su cara consume las miradas con sus profundos ojos negros sin fin. Busca el momento preciso para entrar, al tiempo su cabeza se mueve suave, hacia delante y hacia atrás.
-“Sientan el poder, vamos a vencer. En esta cruel batalla es inaudito perder, prohibido retroceder. Tienen que entender la calle no es un juego y puede hacerte estremecer”.
K canta con vigor, como si fuera la última vez que lo fuera a hacer. Mueve sus brazos y su cara. Cada una de las palabras crudas y crueles que menciona es acompañada por gestos toscos que se marcan en su semblante de niño. K firma cada una de sus estrofas con silencios señalados, con quietud. Fija su mirada en el piso, inspecciona la nada. Detrás de la brusquedad de sus palabras, de sus sólidas rimas, hay un muchachito enmarcado en la violencia.
En un rostro ocupado de cicatrices, unos labios voluminosos marcan con dolor cada una de las palabras pronunciadas. A K le golpea el rostro la poca luz que entra en el cuarto de ensayos. Cierra los ojos y recuerda, piensa, cavila por lugares que lo llenan de paz, de tranquilidad:
-Voy con mi hija, mi señora esposa y vamos contentos. Llegamos allá, saludo a mi madre. Me gusta el olor de la naturaleza, de un jardín espectacular, inmenso. Árboles de mango, de naranjas, mandarinas, de lo que quiera uno comer. Saludo a mi madre, saludo a mi familia, a mis hermanos y pues, me siento a pensar, ¿no? De todo lo que ha pasado (…)
7 INT. ESTUDIO-DÍA-7
K abre los ojos dentro del estudio de grabación. Lo acompaña la oscuridad del pequeño cuarto, al cual lo cubren y lo encierran los ladrillos rojos. Mira al cielo: una bóveda de cajas de huevos es su firmamento. K, derrumbado -una vez más- en el suelo del estudio, abre su cuaderno y pasa sus dedos por una imagen deteriorada, arrugada, que conserva aún algunos colores. Cuatro rostros se vislumbran: su madre y sus tres hermanos. En la siguiente página huellas dactilares de un bebé han sido impresas en color rosa; rayones del mismo color acompañan las 2 páginas siguientes. El resto del cuaderno contiene millones de palabras escritas sin orden alguno: diversidad de colores, de tamaños, de legibilidad. Rayones que unen círculos entre las hojas, dibujos de fusiles, de plantas y de selva se mezclan con letras y vocales. Números de teléfono y nombres de personas son escritos con precisión.
-Cuando yo llegué acá a Bogotá era todavía muy pelaito. Me quedan sólo algunos recuerdos de lo que vivimos esos años. Después fue que yo me vine a enterar que a mis cuchitos los habían amenazado y los habían sacado de la finca donde vivíamos en Pelaya, Cesar. De allá soy yo. En Bogotá viví en un barrio que se llama El Recuerdo, de la localidad Ciudad Bolívar. El barrio es chimba, aunque es re podridor: sólo ladrones. – K se ríe y se tapa la boca. Sus gestos antagónicos de sus palabras: llenos de infantilismos. – Y ahí empecé a crecer yo, en estos barrios, en la calle. Conocí a algunos amiguitos en el colegio, y también por ellos conocí el rap y las malas mañas, para qué le voy a decir que no, usted sabe cómo es: la bareta, el perico. Como a los 15 años montamos una banda en el barrio, una bandita pequeñita pero sólida: nos la pasábamos soplando y robando por ahí. Yo seguía con mi música pero el billete entraba era por el hurto. ¿Si pilla?
Fotos por Mario Grande
8 INT. EDUCATIVAS NORTE-DÍA-8
Se escucha un grito desde los pasillos de la Capilla de la cárcel: “Wimpy, señores. Wimpy”. K se levanta y agarra su envase plástico, en él recibe su comida a diario. Dentro del patio, presos se acercan a las canecas azules. Como K, muchos llevan sus envases y pasan por las estaciones de alimentos. Una fila sin fin se llena de internos que van por algo de comer. Algunos reciben su comida y la comen en soledad, otros, con un paso más pausado, comparten comentarios de su día con los compañeros del patio mientras mastican los alimentos. K, enciende su parlante portátil en el jardín de la Capilla. Uno de los compañeros, que ha conocido en el programa de música que se desarrolla en la Cárcel, lo acompaña: comen y cantan, se intercalan la comida con la rapeada.
-Al año nació mi hija. Y ahí sí comenzó la búsqueda del billete fácil. Imagínese, ahora me tocaba responder por mi hija y mi mujer. Entonces, en una de esas, uno mis socios me contó que estaban necesitando gente en una finca en Nariño, para trabajar con café. El viaje estuvo relajado hasta que llegamos a una finca y de ahí nos pasaron a un camión. Después de un par de horas montados, finalmente llegamos al lugar del trabajo. – K. vuelve a descender – Allá nos recibió un tipo con camuflados: “De ahora en adelante ustedes me responden a mí, y trabajan para mí. Somos Los Rastrojos y ahora nos pertenecen.” nos pidió los celulares, nos pasó unos uniformes y nos contó del trabajo que teníamos que hacer. Al otro día empezábamos.
9 EXT. CAPILLA-DÍA-9
Un incipiente jardín abraza la estructura de una gran iglesia. Fuertes y elevados árboles dan sombra a la estructura, plantas de todos los colores dan barridos pintorescos al aire que transita por los pasillos del establecimiento. En la capilla, fundida de cristos y vírgenes, firma el silencio, contrastando con las multitudes y el desconcierto generado por las robustas estructuras grises y frías del resto de la cárcel. K lava su envase en una de las regaderas que vierte agua en las plantas, en las flores, en la esperanza.
-Al año y medio de estar allá me mamé y hablé con el Comandante de mi escuadrón; le dije que no quería seguir allá, que me quería ir. A mí toda la vida me han gustado las armas, me ha gustado de todo, pero yo no iba con esa vaina. Al comandante le entregué las armas, me quite la chaqueta del uniforme y comencé a caminar. Lo último que escuché fue: “Te doy 5 minutos para que te pierdas o te mato”. Estuve escondido en la selva como por tres días, logré hablar con mi papá y regresé a Bogotá. Cuando yo llegué acá, había aprendido un poco de mierdas y por mi Dios que era lo único que me quedaba. Yo aprendí a matar y a robar, y eso terminé haciendo acá en Bogotá. Comencé a manejar una de las ollas de mi barrio, con mis socios con los que había crecido. Comenzamos a buscar billete y nos salió un robo, ese fue el día que caí.
15 INT. SALÓN DE ENTREVISTAS-DÍA-15
K, absorto, con sus ojos cerrados en el salón de ensayos continúa:
-Como ese olor a naturaleza, ¿no? Es severo, como a plantas, aire libre, aire fresco. No a ese humo de carros que hay acá en Bogotá a toda hora.
K sonríe, fiel a su naturaleza de niño. Desciende una vez más. K inhala, su rostro cambia, se transforma, se enseria. Exhala.
-Ah, severo estar por allá.
K es un reflejo. Es el ejemplo de muchas de las historias que se encuentran cautivas en la cárcel: historias por contar, que están presentes acá, frente a nosotros, a su lado, detrás suyo. Él puede ser su historia personal, usted podría ser K. Pero hoy, usted, el “espectador”, el que oye su música, mire a su alrededor y reconozcase ¿cómo negarlo? quizá pueda voltear la mirada, hacerse el loco, pasarse por inocente, culpable, asesino, ladrón, pluma, encausado, liebre… Hoy queremos dejar a un lado los prejuicios y sorprendernos por la creatividad humana imposible de detener con cuatro paredes.
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¿Cuál fue la verdadera razón de venir hace unos años a grabar un documental? A lo mejor, es la misma razón por la que ustedes siguen leyendo esto: por la terrible y mezquina curiosidad de explorar los ambientes marginados. Será también por la asombrosa tempestad que pasa nuestra generación debatiendo e interrogando lo que pasa en la calle, en el barrio, en la ciudad. Que quiere ver con ojos propios lo que atraviesa el país, la cultura, la política, la música, el cine. Cuestionar un país que se desborda de sangre, que se inunda de corrupción en las instituciones, que se ahoga en el clientelismo. Conocemos la prisión, escuchamos a los músicos, sentimos alegrías, tristezas y melancolías, pero regresamos a la calle y continuamos nuestros caminos sin más ¿Se da un paso adelante al adentramos en el oscuro mundo que ha sido incrustado en nuestra cabeza desde la infancia y cuestionamos ese concepto absoluto? ¿podemos cuestionar y cambiar? ¿hacemos algo al respecto?
Hemos mostrado, redactado, editado cualquier cantidad de veces parte del material que hemos grabado hasta ahora. Lo hemos proyectado y observado en compañía de familia y amigos, buscando transferirles eso que sentimos al momento de grabar, al momento de verlos cantar, y jamás es igual. Qué impotencia nos da no poderlo transmitir con el miedo, la angustia, el olor, el tacto de ese preciso instante. El registro tal vez se queda corto, porque no hay nada comparable con vivir este momento, presenciar y estar frente a frente con el artista.
Llevamos esos recuerdos, con el cariño con que se guarda un secreto, momentos plasmados en un disco duro alineado a la memoria. Y tal vez, movidos por eso, es que ustedes lo quieren oír: encontrar el calor en el pecho de un vallenato, explorando la helada frialdad con que un rap se clava en la garganta, anhelando ver y vivir esas historias que narran las canciones populares. Buscar esa extraña sensación en que nuestros recuerdos y nuestra realidad se mezclan, y se eriza la piel.
Estamos acá tratando de no dejar ir cada uno de esos recuerdos que sin el cine, sin la música, y sin estos eventos, se perderían en el olvido. García Márquez lo diría “Recordar es fácil para el que tiene memoria, olvidar es difícil para quien tiene corazón”. Recordamos la tristeza con la que salíamos algunas veces de la cárcel, escuchando a nuestros amigos decir que habían perdido la fe en la vida, en las personas. Se sentían olvidados por sus familias, por sus amigos. Rogaban a Dios un poco de piedad ante la soledad, y nosotros, impotentes, no podíamos hacer mucho más que escuchar, escuchar y grabar, continuar semana a semana tratando de volver a verlos, de reiterar nuestro apoyo, de contagiar a través de nuestro trabajo la importancia que cada uno de ellos tienen y tendrán para siempre en nuestras vidas. Porque, perdidos en conversaciones que nos tomaban horas y horas, entendíamos que la cárcel sólo llenaba de rencor y dolor; que el presidio daña el corazón ¿Es el olvido la justicia demandada en el tribunal? ¿Es el castigo que le da la sociedad al preso?
Modelo Estéreo Volúmen I es la primera entrega de la banda sonora del largometraje Modelo Estéreo: entre patio y patio. En el camino de documentar lo que sucede en la capilla de esta cárcel, nos encontramos con un grupo de personas que enfrentan el encierro mediante la música, el arte y la cultura. Después de unos años de registrar sus vidas, decidimos alimentar la complicidad y amistad que forjamos y dejar en este lugar una herramienta para que quienes pasen por la capilla puedan empoderarse de este espacio de distensión, humanidad y productividad. Apoyamos el proceso de restructuración del estudio de grabación y gracias a éste, y gracias al proceso cultural de la capilla, que durante tantos años lleva ganándose un lugar indispensable, gracias al entusiasmo y la dedicación de cada uno de los artistas y las directivas que lo han hecho posible, pudimos en conjunto realizar un disco, un registro para la posteridad. El primer paso de un proceso que puede replicarse en tantos otros escenarios de este país. K, como muchos otros, debió haber sido parte de este disco, pero fue trasladado a una cárcel en donde no va a encontrarse con esta posibilidad.
Y hoy, a esos que llamamos “Muchachos”, con respeto, timidez y afecto, esperamos verlos afuera, como ya hemos visto a algunos. Poder hablar sin pensar que pronto llegará el Wimpy y tendremos que alejarnos. Sin esperar a que sean las 2 de la tarde para tener que abandonarlos a su suerte. Esperamos con ustedes seguir caminando en busca de la libertad.
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Espere pronto la reseña de ‘Modelo Estéreo Volúmen I.