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Monárquica, republicana, socialista y fascista: la escabrosa historia de la Copa del Rey

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La Copa del Rey celebra su edición 115. Los primeros enfrentamientos han emparejado a clubes de Segunda B y de Tercera División repartidos por toda la geografía española y un año más, los más modestos compiten por pasar a la siguiente ronda, donde podrían medirse a alguno de los clubs más grandes de la Segunda División. Aquellos que logren superar la segunda eliminatoria se habrán aproximado un poco más a cumplir un sueño: entrar en el mismo bombo que el Barça y el Real Madrid, los rivales a quienes aspiran a enfrentarse con sus precarias economías.

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Claro que basta con remontarse a los albores de la competición para descubrir que entonces todo era mucho más doméstico. Las primeras ediciones de la Copa del Rey se disputaron en el Hipódromo de la Castellana, en Madrid, el escenario de exclusivas carreras de caballos reservadas a la aristocracia más recalcitrante de la capital. El Hipódromo no acogería partidos de fútbol hasta principios del siglo XX. Fue entonces, en la primavera de 1903, cuando se celebró la competición de la que nacería la Copa del Rey.

Antes de la Copa tal y como la conocemos hoy existió la Copa de la Coronación. Esta fue organizada en pleno verano de 1902 y se disputó también en las insólitas instalaciones del Hipódromo de la Castellana. La idea de celebrar un torneo por eliminatorias fue concebida por Carlos Padrós, uno de los pioneros del fútbol español; un tipo que, por aquel entonces, estaba a punto de convertirse en presidente del Madrid Fútbol Club. La Copa de la Coronación se celebró para homenajear la ascensión al trono de Alfonso XIII, segundo y último rey de España en ser derrocado por el advenimiento de una República, en este caso de la efímera Segunda.

El monarca Alfonso XII, quien inspiró la Copa de la Coronación// Via

La Copa de la Coronación marcó un precedente que quedará inexorablemente ligado a la política contemporánea: relacionó el emergente deporte del fútbol con la monarquía, algo que, indudablemente, eclipsaría la labor de Padrós. El pionero sería elegido presidente del Madrid FC dos años después, un cargo que desempeñaría durante las 4 temporadas de rigor. Sería durante aquel periodo cuando el futuro Real Madrid conseguiría su primero título oficial y cuando sentaría las bases que iban a convertirle en el principal club de la capital.

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La Copa de la Coronación también sentó otro precedente legendario: fue el escenario del primer derby entre el Madrid y el Barcelona. Sucedió en las semifinales del torneo, cuando el Barça batió a su rival por 3 a 1. Los catalanes, sin embargo, terminarían cayendo en la final del torneo a manos de un equipo forjado específicamente para participar en aquella competición: el Bizkaia, la escuadra que iba a convertirse en el Athletic Club de Bilbao. Aquella final fue arbitrada por el mismo Carlos Padrós ante la mirada de un estimable número de espectadores. El Madrid FC, por su parte, terminaría conquistando la copa Gran Peña, un trofeo de consolación concebido para los equipos eliminados de la Copa de la Coronación, que fue diseñado inequívocamente por el espíritu caballeroso de final de siglo.

El Club Bizkaia que conquistó la primera edición de la Copa de la Coronación // Via

El éxito de la Copa de la Coronación motivó que la Copa del Rey fuese fundada oficialmente al año siguiente. La llamada Copa del Ayuntamiento de Madrid nacía con vocación parcialmente política: fue otro torneo concebido para saludar y entretener a los líderes políticos y a la pléyade de nobles de turno. Claro que la competición no tardaría en encontrar un depositario de mayor alcurnia a quien adular: en 1905 se convirtió oficialmente en la Copa de Su Majestad el Rey Alfonso XIII”.

Hoy, basta con echar la vista atrás para comprobar hasta qué punto la competición iba a quedar subyugada por el estrepitoso devenir político del siglo pasado. España estaba a punto de sumergirse en su enésima tiniebla, en un mar de sangre en el que la Copa del Rey sería un ambiguo flotador deportivo.

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Pese a todo, la competición iba a conservar su nombre, Copa de Su Majestad el Rey Alfonso XIII, durante las próximas dos décadas y media. Durante aquel periodo pasó de ser una competición liguera de hecho, a transformarse en la competición por eliminatorias que conocemos hoy. El Campeonato de Liga, la liga doméstica española, no sería fundado hasta 1928, momento dejó de ser el campeonato nacional. Tres años después Alfonso XIII huyó despavoridamente de su trono, y el nombre del torneo se adaptaría de nuevo a la flamante y revolucionaria administración.

Poco después del advenimiento de la Segunda República, el torneo pasaría a llamarse Copa del Presidente de la República.

La Copa había pasado de ser una institución monárquica a convertirse en un símbolo republicano. Claro que aquel sueño iba a ser efímero. En 1936 España quedó sumida en su devastadora Guerra Civil, un conflicto que impediría que la competición se celebrara durante los tres próximos años. En 1937 las Brigadas Internacionales fueron aplastadas en la batalla de Brunete y una competición a la que se conocería como la Copa de la España Libre fue celebrada en Barcelona, uno de los últimos bastiones socialistas del país. Entonces también se la conoció como el Trofeo Presidente de la República, una competición que se habría convertido en la heredera espiritual de la antigua Copa, si el contrahecho asesino en serie de El Ferrol, el general fascista Francisco Franco, no hubiese ganado la Guerra.

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En 1939 España era un país devastado y a su mandatario le faltó tiempo para rebautizar de nuevo la interrumpida competición con el nombre más grotesco y delirante que nunca conocería: Copa de su Excelencia El Generalísimo. Así se llamaría hasta la agónica muerte del dictador, el 20 de noviembre de 1975. Unos meses después, la monarquía regresaría oficialmente al poder de manos de Juan Carlos I. El borbón se convertiría en el simbólico jefe de estado de la Transición y la Copa del Rey recuperaría su nombre en 1976, el año en que dejaría de tener ningún alcance político.

De manera que no hay que romperse demasiado la mollera para entender por qué a día de hoy todavía se trata de una competición polémica. El Athletic Club de Bilbao sigue exhibiendo la Copa de la Coronación en las vitrinas de su museo, por mucho que la federación española de fútbol no la reconozca como una Copa del Rey legítima. Y si bien es cierto que los vizcaínos tienen mucho que decir al respecto, también lo es que no lo dicen tan alto como sus homólogos en Levante, el club que se alzó en su día con la infausta Copa de la España Libre. Los levantinos, de hecho, llevan décadas reclamando sin la menor vergüenza que se les reconozca oficialmente aquella victoria. Hay quien cree que aquella fue la verdadera Copa republicana, mientras que otros se resisten a verlo así.

La Copa del Rey está más sobada que un polvorón y ha sido proverbialmente más chaquetera que la alcaldía de Valencia: de monárquicos a republicanos, de socialistas a fascistas, no hay quien no le haya dado algún escabroso meneo en algún momento de su historia. Y por mucho que más de un siglo después de su fundación siga estando dedicada a la sospechosa figura de un borbón, igual lo mejor sea disfrutarla o padecerla más allá de ideología alguna.

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