“No es que estemos hambrientas, pero el Banco de Alimentos nos ayuda mucho. Para nosotras desde luego es importante” explica Isabel Ramos, la madre superiora del Convento de las Úrsulas, en Salamanca. “Sobre todo nos envían fruta, que nos viene muy bien, porque sino no la podríamos comprar, que está muy cara”.
La situación de la vida contemplativa en España, como indica el testimonio de esta religiosa de 93 años, es muy precaria desde hace bastante tiempo, tan precaria que necesita de esa ayuda para mantener una alimentación básica y equilibrada. En las últimas tres décadas, nuestro país ha perdido 180 monasterios y, de los 800 que quedan todavía repartidos por el territorio, dos tercios están en peligro de extinción. Más allá de la degradación y pérdida de patrimonio, las principales afectadas de esta decadencia son las más de 9.000 monjas que todavía ejercen su vocación y que, tal y como alertaba La Gaceta de Salamanca hace unos días, no llegan a final de mes. Las palabras de Sor Isabel solo confirman una situación que lleva varios años en la sombra.
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“A nosotras nos lo traen, pero no es porque estemos en suma necesidad”, matiza una hermana de las Úrsulas. “Se lo dan a los pobres y a nosotras también”. El fin del Banco de Alimentos es auxiliar a personas en riesgo de pobreza extrema, así que las monjas han entrado, según parece, en esa categoría a pesar de que sus votos ya conllevan una vida sumida en los límites de la pobreza. No comer sería demasiado, claro.
“El Banco de Alimentos es aconfesional, ayuda a quien lo necesite y por eso ayudamos a los conventos”, comenta Odofredo García, director de la entidad en Salamanca, que trabaja con veinte comunidades de las 23 totales de la región. Para recibir la ayuda del banco se tienen que acreditar unos ingresos inferiores a los 450 euros al mes y, en el caso de algunos conventos, esa cifra ha llegado a estar por debajo de los 100 euros.
Según Eleuterio López, director del instituto pontificio Claune (Claustros Necesitados), la veintena de conventos de Salamanca que han pedido auxilio al Banco de Alimentos no son casos aislados. “Son muchos, no son casos contados ni excepciones”, asegura. “En general, en todas las comunidades autónomas son bastantes los que necesitan la ayuda del Banco de Alimentos para salir adelante”. El Claune ayuda a más de sesenta comunidades religiosas cada año, pero sus recursos también son limitados —en 2016 dedicaron medio millón de euros— y provienen sobre todo de la donaciones de sus socios.
“Estamos al día. No llegamos a fin de mes. Somos seis en la comunidad, con tres jóvenes recién llegadas de otro continente, y sobrevivimos gracias a las pensiones de las que somos mayores”, reconoce otra monja de 80 años de la zona en el semanario especializado Vida Nueva. “Vivimos en la precariedad y no hay perspectiva de mejora, aunque no lo queramos reconocer”. La Diócesis de Salamanca, ante la emergencia de varios de sus conventos, ha respondido que no podía atender a todas sus necesidades “porque las comunidades son independientes”.
La misma diócesis, sin embargo, recibe más de 2,5 millones de euros anuales de la Conferencia Episcopal española, que consigue esos fondos gracias a la aportación voluntaria de casi 8 millones de contribuyentes en la declaración de la renta, una cifra que rozó los 250 millones de euros el año pasado. “Hay diócesis que tienen más capacidad para ayudar en la conservación de los monasterios y otras que tienen menos. No se puede culpar a estas ni a la Iglesia en general, porque hacen lo que entra en sus posibilidades”, rehuye López, que prefiere no entrar en estas polémicas.
Una cosa está clara. Hay muchas monjas que no pueden ni comer con sus propios medios, y parece que la Iglesia, una institución capaz de gastar más de seis millones al año en su canal de televisión 13TV —que acumula pérdidas de 70 millones—, no está poniendo mucho énfasis en esta problemática. ¿Si no, para qué acudirían al banco de alimentos? “La diócesis no nos ayuda nada porque no pueden ayudarnos por lo que sea, por sus gastos, pero no lo sabemos”, explica Sor Isabel, que aclara que no lo dice a modo de reivindicación. “Nunca nos han ayudado, y siempre nos hemos valido por nosotras mismas ya sea con estrechez o abundancia, pero ahora con la ayuda del banco estamos un poquito mejor”.
La decadencia de la vida contemplativa responde a muchos factores, que resumidos, podrían encuadrarse dentro de un cambio de época. “Cada vez hay menos religiosas y en las comunidades más pequeñas hay pocas monjas que cobren pensiones. Además, las más jóvenes tienen que pagar la seguridad social”, explica López. “La venta de los productos de los conventos, que para la mayoría era antes su principal sustento, ha descendido mucho”. Los dulces, los bordados y otros productos de artesanía eran, en el pasado, la principal herramienta de sustento de estas comunidades contemplativas junto con las donaciones. “Ha habido un descenso de las ayudas porque sus bienhechores han ido falleciendo, y las nuevas generaciones no tienen esa sensibilidad o la dirigen hacia otro tipo de ayudas, con las ONG”.
“Antiguamente había más bienhechores en nuestra comunidad. También teníamos un trabajo pero ha fracasado”, explica Sor Isabel, que dirige una comunidad con ocho hermanas. De momento tiran con la entrada de visitantes al museo —acceder cuesta dos euros— y poco más. “Es una ayuda, pero no cubre los gastos de todo el año”. Hasta ahora, ante esta situación límite, la postura más habitual ha sido tirar como se pueda. “La mentalidad es mantenerse y luchar mientras se pueda”, reconocía a modo de crítica otra madre abadesa a Vida Nueva. “Nos estamos engañando, nos cuesta afrontar la realidad. Es tiempo para cambiar, para pensar y reestructurarnos. No podemos esperar a que nos obliguen a hacerlo, porque entonces será traumático y nos costará mucho más”.
Eleuterio López tiene una opinión similar y explica que la Iglesia sí está pensando en cómo afrontar esta drástica reducción y precarización de la vida contemplativa. “No soy profeta, pero es fácil prever que van a disminuir el número de conventos, porque hay un menor número de vocaciones y, lo más probable, y es algo que se va a fomentar desde el Vaticano, es que se camine hacia la unión de varios conventos”, asegura el director del Claune.
Mientras se espera un documento oficial de la Iglesia sobre este tema, sobre el futuro y reordenación de las comunidades de vida contemplativa, las monjas seguirán necesitando la ayuda del Banco de Alimentos para no pasar hambre. Y eso es algo que no cuentan en las tertulias de 13TV.
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