Todavía recuerdo los manotazos que me daba mi padre cada vez que me veía mordiéndome las uñas. ¡Se te van a caer!, gritaba. Ahora ya no me da el manotazo, solo refunfuña de vez en cuando y me dice que no sabe por qué lo sigo haciendo. Yo tampoco. Pero sé que no estoy sola. Fíjate en los que te rodean, seguro que alguno comparte tu vicio. No lo digo yo, lo dicen las estadísticas. Tres de cada diez personas se muerden las uñas, según revela el estudio La onicofagia: el enigma de morderse las uñas para los médicos publicado en la Iranian Journal of Medical Sciences.
Cansada de que miraran mis manos con cara de bichos raros, intenté poner remedio y me compré durante meses esmaltes amargos, los cuales no me han hecho sentir ninguna repulsión, es más, me molan. Ya he aceptado con resignación que me muerdo las uñas y lo seguiré haciendo. Sin embargo, siempre he querido saber por qué algunas personas tenemos esa obsesión que los médicos llaman onicofagia. ¿Acaso somos neuróticos? ¿Impacientes? ¿Hambrientos?
Videos by VICE
Varios psicoterapeutas han intentado hallar la respuesta rebuscando entre las teorías de Sigmund Freud. Según el padre del psicoanálisis, la etapa oral de desarrollo psicosexual dura los primeros 18 meses de vida y la boca es la principal zona en la que se busca el placer y se explora el entorno, por eso los bebés lo muerden y chupan todo. Si en esta etapa se nos impide dar rienda suelta a las necesidades esto se podría convertir en un problema más adelante, sí, habéis acertado, como morderse las uñas. Aunque también podría ser el origen de hábitos como fumar o beber.
En cambio,la psicóloga Mireia Navarro, directora del centro El Teu Espai, nos da otra versión y cuenta que las causas psicológicas de esta manía suelen ser miedo, estrés, aburrimiento o falta de habilidades sociales. “Se trata de una conducta automática adquirida en la infancia o la adolescencia que suele responder a una inseguridad ante una situación de tensión y que se vuelve un mal hábito. Cuando este vicio llega a la edad adulta es un indicio de que algo va mal, hay ansiedad, baja autoestima e inseguridad en uno mismo”.
¿Conclusión? Cada cuál tendrá que buscar el origen y decidir, si quiere y puede, enfrentarse a esa manía, que tiene bastantes contraindicaciones.
“En mi trabajo, los clientes se me quedaban mirando las manos y ponían cara de entre pena y asco” — Pablo
Shari Lipner, profesor de Dermatología en escuela médica Weill Cornell de Nueva York, ha publicado varios estudios en los que explica que en las uñas viven miles de bacterias. “Al morder las uñas esas bacterias se cuelan en el cuerpo y pueden causar desde problemas gastrointestinales, como náuseas y diarrea, hasta verrugas y herpes, ya que pueden transmitirse desde la boca hasta los dedos y viceversa”.
Pero hay más. La doctora Mª José Tribó, psicodermatóloga de la Societat Catalana de Dermatologia, de la Acadèmia de Ciències Mèdiques de Catalunya, alerta de que “al tragar una porción de uña es posible desarrollar gingivitis, onicomicosis (aparición de hongos) y mala oclusión de los dientes anteriores”. Parece ser que los dentistas aquí tienen un filón. La Academia de Odontología General de los Estados Unidos calcula que quienes se muerden las uñas pueden gastar hasta 4.000 dólares en consultas al dentista. Flipante, pero cierto, hay jóvenes que viven un auténtico calvario con sus uñas, no solo por sus constantes visitas al médico, sino porque tienen problemas en el curro y en sus relaciones. Tres jóvenes nos han querido constar su historia.
Sergio Jiménez, 24 años, coctelero
En su último trabajo como coctelero en un garito de mucho postín de Barcelona, Sergio relata que lo pasó de pena. “Me llamaron varias veces la atención por las uñas, el jefe me decía que daban asco y que se veían cuando decantaba un vino o servía una copa”, explica Sergio, quien añade que “los clientes se quedaban mirando las manos y ponían una cara entre con pena y asco, algunos incluso las esquivaban para que no les rozara”.
El jefazo, cuenta, siempre les decía que el pelo, la barba y las manos tenían que estar impecables. “Yo me las lavaba cada dos por tres, iba limpísimo, pero daba mala imagen, igual que cuando cocinas en casa y te ven los dedos, el de al lado te mira como si le fueras a contagiar algo”.
Los dedos se le han deformado, tiene padrastros, llagas en la boca y reconoce que lo vive como un problema, no solo por tener que ir al médico cada dos por tres para que le revienten las bolsas de pus, o porque se le cierren puertas en algunos trabajo, sino porque le marca también en sus relaciones. Muchas chicas, asegura, tienen fijación por las manos y más de una, y de dos, le han dicho que no podían vérselas porque les daba mucha grima. “Al final ves que morderte las uñas te condiciona, y te jode bastante, porque eres tú tu propio maltratador, pero no puedes dejar de hacerlo”.
Anna Pacheco, 25, periodista
A Anna le gustan las uñas y el pellejo, “la piel es lo mejor”, dice. “Voy acabándomelas, empiezo una, la repaso hasta que me empieza a doler mucho o a salir sangre, la cual marca el límite siempre, aunque si me está gustando mucho la experiencia, puedo dejar que sangre un poco. Luego, sí, salto a otra”.
Sabe lo que es pisar un hospital por culpa de sus uñas. “Hace un mes el dedo gordo de mi mano derecha se infectó de forma monstruosa y me salió un panadizo, una inflamación aguda del tejido celular de los dedos. Una cosa horrible que me llevó a estar cinco horas en urgencias. Estuve con antibióticos porque no podían reventármelo aún, me dolía tanto que el simple roce de las sábanas me hacía ponerme a chillar. Después de la infección mi uña se cayó porque no aguantaba más”.
Pablo Ullés, 25 años, recepcionista de hotel
El dentista le ha metido el miedo en el cuerpo y quiere dejar este repugnante vicio como sea. En su última visita al sacamuelas a Pablo le dijeron que tenía que dejar de morderse las uñas o a medio plazo tendría problemas. No era una sugerencia, era una orden. “Se me han desgastado algunos dientes y he perdido esmalte”, señala Pablo, quien asegura que lo va a dejar por salud o se quedará sin dientes, además, “el dentista me explicó que mis uñas son una fuente de bacterias que entran en mi cuerpo al metérmelas en la boca, visto así es repugnante, no quiero tener más problemas, bastante tengo con esconderlas cada día para que la gente no me las vea, a todo el mundo le dan asco”.