Artículo publicado originalmente por VICE Estados Unidos.
A medida que se acelera el cambio climático, los científicos proponen soluciones cada vez más radicales. ¿Una de las más recientes? Usar cañones de nieve para disparar agua del océano en la capa de hielo de la Antártida, y que así se vuelva a congelar.
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El aumento del nivel del mar amenaza a las comunidades costeras de todo el mundo y lo más probable es que intensifique la ya grave crisis de refugiados. El potencial derretimiento a gran escala de los glaciares de la Antártida Occidental desempeñará un papel clave en este proceso, y podría arrojar muchos metros cúbicos de agua en algunas de las ciudades más pobladas del mundo.
En un nuevo estudio publicado en Science Advances, los investigadores del Instituto Potsdam para la Investigación del Impacto Climático hicieron un modelo de lo que sucedería si nosotros mismos empezáramos a agregar nieve a la capa de hielo.
La pérdida de hielo de los dos glaciares que fueron estudiados, el glaciar Pine Island y el glaciar Thwaites, ya es la mayor contribución de la Antártida al aumento del nivel del mar. El agua oceánica más cálida ha comenzado a derretir estos glaciares desde abajo, lo que hace que se reduzcan más rápido.
Para probar la teoría de que podríamos hacer que nevara en la Antártida, los investigadores empezaron por crear modelos de la capa de hielo de la Antártida Occidental que se derrite en las condiciones actuales y llegaron a una conclusión incómoda: incluso los esquemas de reducción de emisiones más ambiciosos no serán suficientes para detener el derretimiento de estos glaciares. Reducir las emisiones es un paso necesario para mitigar un derretimiento aún mayor del hielo, pero el derretimiento ya está en marcha y no se detendrá solo.
Los investigadores realizaron simulaciones de los glaciares en fusión, tratando de calcular cuánta nieve adicional sería necesaria para estabilizar esta capa de hielo. El cálculo dio como resultado la asombrosa cantidad de 7,400 gigatones de nieve en el transcurso de 10 años. Un gigatón es una unidad de medida difícil de imaginar; el Washington Post describió una vez a un gigatón como el peso de “más de cien millones de elefantes africanos”.
Si quitáramos toda ese nieve del océano, se produciría una disminución de 2 milímetros en el nivel del mar cada año.
El estudio se centró en el potencial teórico de congelar el agua del océano y lanzarla sobre las capas de hielo, pero vale la pena explorar las implicaciones prácticas. Para empezar, hacer que nieve en la Antártida usando agua del océano requeriría un enorme gasto de energía. La altura promedio a la que los científicos tendrían que elevar el agua es de 640 metros sobre el nivel del mar. El solo hecho de elevarlos a esa altura requeriría 145 gigavatios de energía.
Hacer esto requeriría aproximadamente 12,000 turbinas de viento, estiman los investigadores.
El agua, por supuesto, tendría que ser desalinizada primero, y luego congelada. De lo contrario, los científicos se arriesgarían a crear lagos glaciares que podrían acelerar la pérdida de hielo o cambiar el flujo de los glaciares. El estudio no toma en cuenta la energía requerida para ninguno de estos procesos.
La construcción de las turbinas de viento y los cañones de nieve también afectaría el ecosistema marino antártico. El ruido submarino, los campos electromagnéticos y el potencial de que los animales chocaran con la infraestructura construida serían una amenaza para ese hábitat natural único.
“Hacer nevar esa masa de agua sobre la capa de hielo imitaría el tipo de precipitación que ocurre naturalmente en la mayor parte de la capa de hielo, lo que exigiría una cantidad considerable de energía y requeriría de una amplia infraestructura para la fabricación de nieve”, escribieron los científicos.
Si bien el estudio y la idea de hacer nevar en la Antártida suenan como una locura, es una idea que vale la pena considerar, y el concepto abre un debate bastante serio.
“Aunque nuestros hallazgos sugieren que la capa de hielo de la Antártida Occidental puede en principio estabilizarse mediante la deposición masiva, encontramos que las condiciones precisas de la intervención son cruciales y que los beneficios potenciales deben sopesarse frente a los peligros ambientales, los riesgos futuros y los enormes desafíos técnicos que implicaría semejante operación”, escribieron los científicos.
Si no tomamos acciones rápidas y drásticas, los peores escenarios del cambio climático pueden convertirse en realidad. Estas decisiones difíciles, entre alterar todo un ecosistema y reducir el aumento del nivel del mar a nivel mundial, continuarán presentándose.