En el espacio no se tolera nada frívolo. Hay mucha belleza en el abismo del universo, pero es relativamente poca la que ha sido creada por el hombre. Construimos hábitats, cohetes espaciales y satélites que pueden ser hermosos a su propia y utilitaria manera, y sacamos mucha inspiración de lo que estos dispositivos logran ver por nosotros: estrellas distantes, nebulosas impresionantes, nuestro propio mundo. ¿Pero arte, hecho por seres humanos, y además instalado en el espacio? Eso no tiene sentido. Éste no es un mundo cuyo arte esté basado en el espacio.
El artista estadounidense Trevor Paglen espera cambiar eso el próximo año. Con el Orbital Reflector, planea lanzar una escultura a la órbita terrestre baja, para que los espectadores terrestres la puedan ver y seguir con una aplicación. Es un satélite inútil, que no sirve para nada más allá de la estética.
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Parece un dardo gigante o una espada sin empuñadura atravesando el espacio. La forma del prototipo original era una esfera, pero Paglen y su equipo rediseñaron el satélite para que fuera una figura en forma de diamante alargado de 30.50 m y así tener una superficie reflectante superior, por lo que será visible en el cielo nocturno a simple vista desde la Tierra. Aproximadamente en abril de 2018, doblaran la pieza hasta que tenga el tamaño de un ladrillo y la empacaran en un CubeSat, que estará atado a un cohete SpaceX Falcon 9, el cual será lanzado más allá de la atmósfera, y luego liberado en órbita a aproximadamente a 563 km sobre la superficie de la Tierra.
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La última vez que hablé con Paglen, fue por Skype desde su estudio en Berlín, en febrero. En aquel entonces, aún no anunciaba públicamente el proyecto Orbital Reflector, pero ya estaba en marcha, y ya había empezado a recibir respuestas contradictorias. Eso no ha cambiado; muchas personas siguen siendo escépticas o se oponen por completo a la idea de un satélite totalmente “inútil”. Después de todo, ya hay suficientes basura espacial alrededor del planeta.
“Creo que la gente considera el espacio como algo relacionado con el progreso”, dijo cuando nos reunimos de nuevo en septiembre. “Y creo que la gente lo ve como parte de una historia que nos contamos a nosotros mismos sobre el avance de la civilización… este proyecto, para mí, de cualquier forma, es un rechazo de eso, pensando en el hecho de que así como el destino manifiesto fue motivado por la guerra y el saqueo, también lo fue el viaje espacial”.
Paglen, quien se describe a sí mismo como “muy irritante con respecto al espacio”, sostiene que la mayoría de la gente es demasiado sentimental tratándose del envío de los frágiles seres humanos y sus costosos sistemas de apoyo fuera de la Tierra: “Si digo que no creo que debiera haber vuelos tripulados, la gente se ofende”.
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Por algunas de las mismas razones que hacen que sea difícil que los seres humanos llegan a los rincones más alejados de nuestro sistema solar —costo, tiempo, dificultad extrema—, no prevé que haya un futuro del “arte espacial”. Los creadores no estarán clamando por llenar el cielo con esculturas en el corto plazo. “Existe este deseo de hacer que el [Orbital Reflecter] sea una especie de ‘nueva frontera’”.
“Para mí, la relación con el satélite es mucho más complicada que eso… Ésta es la forma más interesante de pensar en el espacio, en términos de límites: ¿cuáles son los límites de nuestra capacidad de concebir algo más?”, agregó, refiriéndose al hecho de que en gran medida pensamos en el espacio como algo que sólo pueden explotar las empresas militares y comerciales.
Este proyecto desafía el sentimentalismo y la conquista del espacio, pero no carece de romanticismo. Es una excusa para mirar hacia arriba y ver un poco de nosotros mismos reflejado en el cielo nocturno. “Tan sólo mirar al cielo, algo que los humanos han hecho desde siempre — dijo Paglen—, es una manera de tratar de pensar en nuestra relación con la Tierra”.