Para entender lo que pasa en Gaza, hay que empezar por la comida

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Artículo publicado originalmente por MUNCHIES Estados Unidos.

Las dos hermanas palestinas de Gaza rogaron para pasar la bandeja de postres por el retén israelí. “Por favor”, rogaron, “nuestra hermana está embarazada y lo único que quiere es olerlos”.

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El hombre en el primer tramo del puesto de control de seguridad, un palestino también, se negó. Las leyes de Israel sobre lo que se permite entrar desde Gaza en ocasiones parecen arbitrarias: ese día en noviembre, después de una nueva normativa, su bandeja de comida era prohibida. Poco después, el tipo agitó su mano a las mujeres para que pasaran al siguiente tramo en el paso fronterizo de Erez —el único punto de entrada y salida para personas entre Israel y la Franja de Gaza— mientras los postres de las mujeres, junto con otros objetos prohibidos encontrados en sus bolsos, como regalos de maquillaje y ollas de barro para cocinar, fueron devueltos a la asediada Gaza.

Esta escena es solo una degustación de cómo la comida aquí se ha politizado —en algunas formas, incluso se ha vuelto un arma— y se ha convertido en un microcosmos de las fuerzas e intereses que forman la violencia y crisis humanitaria de Gaza. Desde los asaltos israelíes y las restricciones sobre lo que entra y sale, la división política de Gaza y la norma represiva de Hamas, hasta la debilidad de una economía dependiente de ayuda… para entender lo que está sucediendo en Gaza, solo falta preguntarle a alguien qué está comiendo y por qué.


Consideremos el caso de Warda de 31 años, una chef afable y madre divorciada de tres, atascada con su familia abusiva y muy conservadora en la Ciudad de Gaza (MUNCHIES solo usa su primer nombre por razones de privacidad). La comida es una fuente de muchos de sus placeres de vida—así como un síntoma de muchos de sus dolores y presiones.

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Warda mostrando fotos de comida en su teléfono.

Warda nunca ha abandonado Gaza, tan solo un litoral de 365 kilómetros cuadrados enclave de casi dos millones de personas. Los cierres periódicos israelíes han ocurrido a lo largo de toda su vida, restringiendo el movimiento. Pero entonces en 2007, Israel y Egipto impusieron un bloqueo luego de que Hamas, un señalado grupo terrorista con amplias redes de servicio social, se tomó el territorio y desbancó a su rival, la Autoridad Nacional Palestina (ANP) liderada por el Partido Fatah y respaldada por el Occidente. Tres guerras y continuos ataques de ojo-por-ojo de misiles de Hamas y bombardeos israelíes después, Gaza, que es uno de los lugares más densos del planeta, está colapsando con tan solo unas pocas horas de electricidad a diario, aguas llena de residuos, hospitales severamente carentes de servicios, y desempleo generalizado que solo empeora cada día.

“Yo no tengo libertad”, me dijo Warda en junio. Ella es alta y robusta y tiene una personalidad bulliciosa, aunque en ocasiones se refugia en sí misma. “¿Adónde más puedo ir?” preguntó en silencio.

Warda se opone a Hamas, que ha impuesto una forma extremista del Islam y cuyos militantes, dice, ahora buscan cualquier excusa para multar a las personas para financiar al gobierno corrupto y corto de dinero (o solo para financiarse así mismos). Cuando el bloqueo comenzó por primera vez, los gazatís pudieron aliviar el bloqueo importando todo tipo de bienes (incluyendo armas) a lo largo de túneles conectados a la vecina Península del Sinaí de Egipto. Pero la economía del túnel colapsó en 2013 después de que Egipto se volvió represivo, y en los siguientes cinco años, la economía de Gaza básicamente ha colapsado.

Warda ahora dirige una compañía de catering con muchas otras mujeres, pero siente que está caminando constantemente en un campo minado. Ella aceptó el trabajo en enero porque le encanta cocinar y quiere ahorrar dinero suficiente para construir una ampliación de la casa de su familia, para tener un poco más de espacio para sí misma. Pero la compañía de catering, cuyos clientes son gazatís afortunados con muy pocos ingresos disponibles, apenas y sobrevive. Tampoco pueden exportar sus productos a Israel ni a la invadida Cisjordania, donde la Autoridad Nacional Palestina está radicada, por las prohibiciones israelíes. Mientras tanto, la división entre Hamas y Fatah se ha profundizado: el año pasado la ANP le dejó de pagar a Israel por la electricidad en Gaza en una jugada punitiva de expulsar a Hamas.

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Afuera de un distribuidor de armas de la UNRWA. El escrito en la pared dice “prohibidas las armas”.

Como casi todos los residentes de Gaza, Warda depende de la ayuda de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA), la cual brinda canastos de alimentos básicos y gestiona escuelas y clínicas. El presidente Donald Trump suspendió algunas de las ayudas de Estados Unidos a la UNRWA en enero, y luego recortó el resto a finales de agosto, llevando a los gazatís a un modo crisis más extremo de cortes de servicios junto con amenazas constantes de más cortes en el futuro. La ayuda alimenticia de la UNRWA no es la más saludable, pero décadas después de que el sistema comenzara, Gaza no se encuentra pronta a abandonarla. Pero el problema más grande es que es una necesidad porque no existe otra alternativa en el momento, según Warda. Cualquier cantidad de dinero que ahorra va para construir esa habitación propia, y eso la ubica en el grupo de los suertudos: cada comida trae otra ronda de presiones.

Y aún así, Warda decidió recientemente volverse vegetariana (o flexitariana, porque todavía consume conejo): nunca le gustó mucho la carne y se preocupa por las hormonas dentro de ella, así que, como parte de su lucha por independencia, dijo que solo come lo que le gusta. Hay un chiste común entre los obsesionados con la carne de Oriente Medio que dice que ser vegetariano es motivo de asilo, pero incluso el chiste aquí en Gaza tiene un final más oscuro, ya que Warda no tiene salida.


Sin embargo, históricamente Gaza ha tenido una gastronomía muy sabrosa, rica y saludable, como manifiesta Laila El Haddad en su libro de cocina de 2013, The Gaza Kitchen.

“Aunque forma parte del universo más grande de comida del Mediterráneo de las aceitunas, el pescado, los garbanzos y los huertos de hortalizas, también es un puente con los mundos desiertos culinarios de Arabia, el Mar Rojo, y el Valle del Nilo” escribe El Haddad. “Dentro de la región, la gastronomía de la costa urbana—destacada por sus platos sofisticados de comida de mar—es claramente distinguible de ese interior agrícola, rico en vegetales y legumbres”.

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Shatta en el Mercado Zawiya de la Ciudad de Gaza.

La marca estereotípica de un gazatí es el amor por la comida picante: shatta, la salsa picante de elección en Medio Oriente hecha de pimientos rojos triturados, es básica en cualquier hogar de Gaza. Históricamente, Gaza estaba en el punto crucial del comercio de tierra y mar conectando a África y Asia, una centralidad que impregnó su gastronomía con una diversidad de estilos y especias. La popular ensalada daqqa —tomates frescos, pimientos picantes, aceite de oliva y eneldo— engloba la herencia excepcional culinaria de Gaza. Lo que está sobre la mesa también refleja las causas de los tiempos contemporáneos: los refugiados palestinos vertieron después de la creación de Israel en 1948 (el Nakba, o desastre, en la historia palestina), el cual, junto con muchos otros cambios, aumentó tanto la gastronomía como marca de identidad como el paladar complejo del territorio.

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Ensalada Daqqa.

A causa de su división geográfica actual, los platos gazatís son menos conocidos popularmente que otros alimentos básicos palestinos y del Medio Oriente. Por ejemplo, existe un plato famoso, que es probable que uno no encuentre fuera de Gaza: Knafa arabiya, basado en bulgur y nueces, hermano del knafa nablusieh, el pastel de fideos empapado en azúcar y relleno de queso más popular.

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Knafa arabiya en Gaza.

El plato raramente se prepara fuera de Gaza, básicamente ahora no existe forma de pasarlo por las barricadas. E incluso en gaza, los guardianes de la tradición se están agotando de la pelea: “Es difícil crear un sistema consistente”, me dijo en 2017 Mahmoud Saqallah, dueño de Saqallah Sweets, que ha estado en Gaza por más de cien años y sirve unos de los mejores knafa arabiya. “Actualmente es difícil obtener los productos [que se necesitan] y todo es más costoso”.


Las restricciones de Israel en tierra y mar sobre lo que los gazatís pueden importar y exportar han subsumido consecuentemente la comida a la política en cada etapa de la cadena alimenticia, dicen los palestinos y grupos de derechos humanos.

En el cruce fronterizo Kerem Hashalom, el punto de entrada y salida principal para bienes entre Israel y Gaza, “hay realmente una falta de política” en lo que se permite pasar, dijo Miriam Marmur de Gisha, una organización de derechos humanos. Entre 2007 y 2010, Israel impuso restricciones arrolladoras a la salida de todos los bienes y personas de Gaza. Durante esta época, todo era prohibido en cuestiones de seguridad salvo por algunas excepciones—una lista que nunca se puso disponible para el público, dijo Marmur.

En 2012, Gisha publicó algo de esta información después de conseguirla a través de una petición de libertad de información. Los documentos evidenciaron que en 2008, la milicia israelí calculó precisamente la cantidad diaria de calorías que se necesitan para evitar la malnutrición en Gaza (2.279 por persona, de acuerdo con las directrices de la Organización Mundial de la Salud) como estrategia para determinar cuánta comida se deja entrar.

“El pensamiento del gobierno israelí era que no queremos que residentes de Gaza se mueran completamente de hambre, pero definitivamente no queremos que estén muy llenos o felices y satisfechos”, Marmur me dijo en Junio. Lo llamó una forma de “guerra económica” dirigida a “intentar exprimir a la gente para poner presiones en ellos para derrocar a Hamas”.

“Ahora han pasado once años y esa política definitivamente no ha funcionado”, agregó.

La milicia negó que el cálculo pretendiera restringir el flujo de de comida, sino en cambio ayudar a evitar una crisis humanitaria.

La milicia israelí ha eliminado algunas de las restricciones, más notablemente en 2010 cuando comenzó a permitir entrar todos los bienes a excepción de esos prohibidos como “de uso dual”, una categoría amplia que abarca cualquier cosa que podría ser usada potencialmente como o ser parte de un arma.

Pero los palestinos dicen que muchas de las restricciones son represivamente arbitrarias y tratan de preservar la ventaja económica de Israel en lugar de la seguridad. A lo largo de los años, importaciones de chocolate, cilantro molido, y margarina industrial fueron prohibidos, a pesar de que otras hierbas como hisopo y paquetes de margarina para consumir eran permitidas, de acuerdo a los investigadores israelís Aeyal Gross y Tamar Feldman. En 2009, la pasta y las lentejas fueron removidos de la lista de prohibidos después de que el entonces senador John Kerry y otros diputados estadounidenses visitaron la Franja de Gaza y se alarmaron al descubrir que estaban prohibidos, de acuerdo con el Periódico Haaretz de Israel.

“Esto infundió en los gazatís un fuerte sentimiento de incertidumbre y una completa falta de control sobre sus elecciones en comidas”, escribieron Gross y Feldman en un estudio de 2015 en el Berkeley Journal of International Law. “Algunas de las adiciones a la lista fueron hechas incluso para promover los intereses económicos israelís, como para proteger los precios del mercado de agricultores locales israelís con exceso de productos agrícolas”.

Gross y Feldman señalaron que el tahini, o pasta de ajonjolí, producido en Israel, se tomó el mercado de Gaza después de que Israel prohibió la importación de semillas de ajonjolí. El tahini rojo, hecho de especialmente semillas tostadas, es un favorito gazatí que se ha vuelto muy costoso para preparar.

Hoy, a las comidas procesadas en teoría se les permite dejar Gaza para exportarse en el exterior “vía el cruce fronterizo de Kerem Shalom de acuerdo con la aprobación del Ministerio de Salud y siendo objeto de directivos de puntos de seguridad”, me dijo en un email un vocero del Coordinator of the Government Activities in the Territories (COGAT) en agosto. “No hay exportaciones de productos de comida procesada desde la Franja de Gaza a Israel o a la región de Judea y Samaria [el término del gobierno israelí para Cisjordania] debido al rechazo del Ministerio de Salud”, continuó COGAT .

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Al Wadia en su fábrica.

Wa’el Al Wadia, el presidente del fabricante de comida más grande de Gaza, solía exportar el 80 por ciento de sus productos a Cisjordania, me dijo en abril. Pero ahora su operación es solo una fracción de lo que solía ser: no hay ningún lado al que puedan ir sus bolsas de papas. Tuvo que reconstruir su fábrica después de que bombas israelís la destruyeron en las guerras de 2009 y 2014, pérdidas de las que no se ha recuperado.

El bloqueo ha volcado aún más todas las partes de la economía de la comida local. Abu Hasira Street es el sitio en Ciudad de Gaza para ir por el pescado más fresco. Allí, uno encuentra muchas tiendas de pescado de la familia Abu Hasira, y cada uno de los gazatís tiene su preferida. En Muneer Abu Hasira, el pescado viene horneado frescamente y los camarones al ajillo en un pote de barro con una salsa de tomate picante y salada típica gazatí.

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Camarón Gaza en Abu Hasira.

Pero billones de galones de aguas residuales crudas son vertidos a diario en la playa del Mediterráneo de Gaza: Israel destruyó mucho de la infraestructura de aguas residuales durante la guerra de 2014 y no hay energía suficiente para que funcione lo que queda. Eso convierte a mucha de la comida de mar de Gaza, como el querido cangrejo azul, en algo vetado por aquellos que se preocupan por los venenos que han digerido los pescados. Otros simplemente ya no pueden costear el pescado.

Antes de que Hamas asumiera el poder en 2007, Gaza exportaba pescado a Israel y Cisjordania. Ahora, Israel permite a los pescadores ir solo unas pocas millas fuera de los terrenos de seguridad. A veces los soldados israelís asesinan a pescadores que se aventuran a ir demasiado lejos; Israel dice que ellos representan una amenaza como potenciales contrabandistas. La industria pesquera de Gaza es solo una gota en el mar de lo que solía ser.

Los cultivos de Gaza también sienten el bloqueo en infinidad de formas. Muchas de las principales áreas agrícolas de Gaza están a lo largo de la frontera con Israel: bombas israelís cayeron durante las guerras y el pesticida que se roció mientras tanto (lo que según Israel previene que Hamas use las áreas como cubierta para túneles y ataques terroristas) ha diezmado mucho el terreno; el alto costo de importar en Israel fertilizante y semillas limita aún más la producción.

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Zakaria y sus pimientos.

“Estamos atrapados en el medio”, me dijo Hesham Zakaria de 33 años, un agricultor agotado y padre de seis quien trabaja en un cultivo en Beit Hanoun, a lo largo de la zona de contención de Gaza.

Entre los palestinos en Gaza, los rumores son rampantes de que los vegetales que importa Israel están envenenados, aunque no hay investigación que soporte esta afirmación. Sin embargo, solo las especulaciones reflejan un ambiente en el que la comida incluso también se ha convertido en otro tipo de arma.


En los centros de distribución de la UNRWA en la Franja de Gaza, hay bolsas y cajas llenas de arroz blanco, harina y azúcar, lentejas morenas, garbanzos, latas de sardinas, leche en polvo, tahini, y aceite de girasol para cocinar. Cerca de un millón de las 1,9 millones de personas de Gaza van de una a cuatro veces al año para recibir paquetes de comida, me dijo en junio Asem Abu Shawish, jefe del programa de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo de UNRWA en Gaza. Los más necesitados, el 68 por ciento de los beneficiarios, reciben una cantidad más grande.

Afuera de las estructuras cúbicas de cemento, se reúnen multitudes y algunas personas pregonan sobre los contenedores de tahini o las sardinas en busca de dinero para pagar cualquier otra necesidad apremiante.

Mutasem, de 24, gana unos pocos shekels transportando en su burro las cajas de comida hasta las casas de la gente. Es graduado en servicios sociales, y el menor de doce hermanos. “Este es el único trabajo que puedo encontrar”, me dijo en junio.

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Mutasem, de azul, en el centro de distribución de comida.

UNRWA comenzó con las distribuciones de comida en 1950, dos años después de que la fundación de Israel desplazó o expulsó a 700.00 palestinos, los descendientes de quienes todavía hoy siguen siendo clasificados como refugiados. Desde su fundación la UNRWA ha actuado como la representación oficial de los refugiados palestinos y provee comida, educación, y servicios de salud en Gaza, Cisjordania, Jordán, Líbano, y Siria.

“Lo que es todavía más desesperanzador para los refugiados [en Gaza] es que el única salida para ellos es UNRWA”, explica Abu Shawish, un refugiado educado también en escuelas de la UNRWA. Dijo que él es lo suficientemente suertudo de no necesitar de la ayuda. Pero sin los canastos de comida, advirtió, muchos otros estarían muriendo de hambre. Después de que Estados Unidos —históricamente el mayor donante de UNRWA— eliminó el resto de sus ayudas en agosto, UNRWA ha estado luchando por recaudar de fondos y por prevenir cortes en Gaza generalizados, quizás mortales. UNRWA también sigue siendo esencial para los descendentes de refugiados palestinos, ya que al mantener su estatus de refugiados, preservan su derecho legal de regresar a la Israel de hoy en día (a lo que se oponen los líderes estadounidenses e israelís).

A lo largo de los años, la fórmula exacta de la UNRWA sobre quién recibe ayuda alimenticia ha cambiado. De esos en el 68 por ciento en necesidad más severa, la UNRWA le apunta a proveer 80 por ciento de necesidades calóricas (1.675 en un promedio de 2.100 calorías), de acuerdo con Abu Shawish.

Sin embargo, todas las calorías no son producidas igual. A lo largo de las décadas la harina blanca, el arroz, el aceite de canola y la leche en polvo de menor calidad han salido afectados, tanto en términos de cómo las recetas gazatís han tenido que ser adaptadas a menos productos, como también en la salud general de las personas.

“Las agencias internacionales de ayuda en Gaza distribuyen principalmente harina blanca y menos cereales tradicionales, como frika (trigo verde), bulgur, y cebada”, escribieron en su ensayo de 2015 Gross y Feldman. “Debido a la dependencia por comida de la población de Gaza a las agencias de ayuda, estos cereales nutritivos han sido eliminadas casi por completo de sus dietas, debilitando tanto la agricultura cultural local y la nutrición”.

“La ayuda de comida debería ser provista con una clara estrategia de salida y evitar la creación de dependencia”, continuaron.

Ese ciertamente no ha sido el caso en Gaza. Y esto refleja una de las críticas centrales que los palestinos tienen de UNRWA: en décadas, la agencia se ha convertido en una herramienta del status quo—incluyendo la ocupación y el débil liderazgo palestino. Pero mientras que los propios palestinos criticarán cómo se gestiona la UNRWA, cualquiera que viva esta realidad sabe que los recortes de Estados Unidos solo dañarán a la gente y causarán más inestabilidad, no conducirán a reformas productivas.

“Soy muy crítico de la UNRWA”, me dijo en junio Omar Shabaan, un economista político en Gaza, educado en las escuelas de UNRWA y que solía trabajar para la agencia. “Pero crítica que lleva a reformas… Uno no puede detener la ayuda de los Estados Unidos a la UNRWA y pedirle a la UNRWA que continúe funcionando como una herramienta para la estabilidad… Uno mataría a la UNRWA”.

“Debido a que están bajo esta amenaza, a veces se muestran reacios a aceptar estos cambios”, agregó.

En 2016, UNRWA desplegó una canasta de alimentos reformada para ser más saludable y con mayor energía: introdujeron lentejas, garbanzos y leche deshidratada, reemplazaron la carne enlatada con sardinas enlatadas más nutritivas y redujeron la cantidad de azúcar.

“Uno de los criterios es la aceptación de la comunidad”, dijo Abu Shawish. Por esa razón, redujeron pero no eliminaron el azúcar, explicó, porque incluso las familias más pobres necesitan algo dulce de vez en cuando.

“Si uno no tiene algo que comer, uno hace té con azúcar y se lo toma con un pan”, dijo.

Los productos alimenticios en sí mismos son importados de todo el mundo, me dijo en junio Awni Madhoun, de 61 años, un oficial de almacenamiento de UNRWA en Gaza. El arroz, por ejemplo, actualmente proviene de Pakistán, el aceite de Turquía y la leche de Argentina a través de una compañía en Jordania.

Las ofertas van al mejor postor, y ciertos países tienen pequeños monopolios en estas industrias. Este proceso también pone a los productores locales en Gaza en desventaja.

“Los proveedores locales tienen diferentes cálculos, como la electricidad, el costo de los productos básicos de Israel”, dijo Madhoun. “Tienen muchos cálculos que hacen que el precio que recibimos sea más alto que afuera”.

La harina es el principal producto hecho internamente: alrededor del 30 por ciento de la harina proviene de las fábricas de Gaza, y el 70 por ciento del exterior, gran parte de Turquía, dijo Madhoun. La cantidad exacta, sin embargo, difiere en cada ciclo en función de los cálculos monetarios.

Madhoun se negó a responder cualquier pregunta sobre política: eso, dijo, no era parte del mandato de la UNRWA.

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Sabah Abdul Kareem Jarbewa y su hijo.

Sabah Abdul Kareem Jarbewa, de 50 años, vive en una casa de cemento desmoronada sin puertas o techos en un callejón empobrecido de la Ciudad de Gaza. Ella y su esposo, que está discapacitado, están luchando para pagar el alquiler y mantener a sus siete hijos.

“A veces le vendo cosas a UNRWA por dinero para un paquete de zaatar [una mezcla de especias] o tomates”, me dijo. Su comida favorita es maftoul, una especie de cuscús más grande, pero no puede costear la carne que tradicionalmente se cocina con él. Ahora, con el dinero y la ayuda cada vez más ajustados, cada vez necesita más dinero y tiene menos artículos que puede vender por un poco de dinero.

“Quiero pollo, quiero tomates…” dijo ella, con voz apagada.


Sin embargo, hubo un momento en el que se podía obtener casi cualquier cosa a través de la economía del túnel de Gaza, incluso pollo frito de KFC entregado como recién hecho de Egipto (aunque por un precio elevado). Entre 2008 y 2013, hubo alrededor de 1.000 túneles en uso, dijo Shaban, economista de Gaza, que servían como una solución lucrativa para el bloqueo de Israel por tierra y mar.

“Hasta 2013, tal vez el 95 por ciento de la comida estaba llegando a través de los túneles”, dijo Shaban. “Porque era mucho más barato, la gente prefería los túneles”.

La industria del túnel permitió a Hamas seguir importando armas y combatientes. Pero también sirvió como una fuente principal de financiamiento para su gobierno asediado. “El presupuesto exacto del gobierno no está claro”, dijo Shaban, pero él y otros han estimado que Hamas aportaba 500 millones de dólares anuales en impuestos para los túneles.

Durante un tiempo, funcionó en gran medida: Hamas podía luchar contra Israel y contrarrestar a su rival ANP en Cisjordania, mientras mantenía todos los elementos básicos y luego algunos disponibles. Pero luego, en 2013, los militares de Egipto retomaron el control del gobierno y tomaron medidas enérgicas contra los movimientos islamistas. Mientras una insurgencia en el Sinaí de Egipto se enfurecía, los militares inundaron y bombardearon los túneles en un esfuerzo por cortar a Hamas y otros islamistas.

Con cada vez menos dinero, Hamas intauró impuestos a todas las partes de la vida diaria y el comercio. Para Wadia, el fundador del fabricante de comida más grande de Gaza, todo esto significó que tuvo que pagar tres capas de impuestos cuantiosos por todo lo que importó.

“Pagamos impuestos a Israel”, dijo. “Pagamos impuestos a Fatah. Pagamos impuestos a Hamas. Tenemos tres gobiernos. Todos nos disparan… Estamos muy oprimidos”.

La falta de acuerdos entre Hamas e Israel, o entre Hamas y Fatah, “vuelve muy difícil producir”, dijo. Estaba harto, explicó. Pero tenía una fábrica y un sueño para mantener vivos. El hombre robusto pasó con ilusión paquetes de las papas de su compañía, dando alarde de su sabor, su mayor fuente de orgullo.

Hamas es notoriamente hermético y nada transparente, así que es básicamente imposible cuantificar la proporción de corrupción y despilfarro de fondos gubernamentales, dijo Shaban.

La división de 2007 entre Hamas y Fatah polarizó todas las partes de la sociedad palestina, incluyendo el bienestar: los gazatís acusaron a Hamas de proveer servicios solo para sus simpatizantes, no para sus oponentes.

“Es imposible acceder a la transparencia de la distribución [de ayudas], por muchas razones”, dijo Shaban, cuando se le preguntó cómo Hamas había usado o abusado de los alimentos como medio para obtener apoyo público. Eso es en parte, dijo Shaban, es porque “esta es la cultura de los partidos políticos en Palestina… Darán prioridad a sus miembros”. Continuó, “uno podría preguntarse lo mismo acerca de la ANP cuando reciben alimentos. ¿Se lo mandaron a todos? No. Conozco a muchas personas pobres que no están afiliadas y no reciben [ayuda]. No ahora, y no recibieron [antes cuando la ANP estaba en el poder]”.

Israel acusa a Hamas de usar su dinero y sus recursos para construir más túneles para el contrabando de armas y para crear violencia, y no para ayudar a su población afectada por un estado de desarrollo. Dentro de Gaza, muchos palestinos me dijeron que están enojados de que los funcionarios de Hamas están viviendo a lo grande, mientras que las personas luchan por comer y tener un lugar donde dormir. Pero, mientras vivan bajo el asedio, la gente dice que la frustración no tiene ningún lugar productivo a dónde ir. En cambio, los problemas de Gaza siguen alimentándose unos de otros.

“Uno puede mejorar un poco la condición de la prisión, pero sigue siendo la prisión, dijo Shaban.

Los recortes de UNRWA son solo el último golpe en las entrañas de la economía y sociedad ya hambrienta de Gaza. Después de todo, para entender la insensatez de armar las políticas alimenticias, solo falta preguntarle a alguien en Gaza qué está comiendo y por qué.

Ghazi M. Mushtaha, de 45 años, es el dueño de una de las compañías de helado más populares de Gaza, Eskimo el Arousa. A excepción de los últimos dos veranos, me dice que ha tenido prácticamente que detener la producción: los generadores que mantienen la fábrica en funcionamiento cuestan demasiado, mientras las personas no pueden costear la electricidad para mantener el helado fresco. Antes de Hamas y el asedio, vendía ocasionalmente en Cisjordania y visitaba negocios contacto en Israel. En su oficina todavía tiene una fotografía de sí mismo hace 25 años, entonces luciendo un bigote negro, sonriendo en Tel Aviv.

“Hemos enfrentado problemas como estos antes durante las últimas tres guerras, pero esta vez es más duro y más difícil”, dijo. “Ahora cuando estoy sediento y alguien me alcanza un pequeño vaso de agua, pienso que es demasiado”.