La compleja aventura amorosa de los mexicanos con las alitas

A primera vista, Wings Army parece un chiste.

Nuestra mesera nos lleva por un comedor subterráneo plagado de objetos con patrones de camuflaje, uniformes de combate, estrellas plateadas bien pulidas, y propaganda vintage manipuladora antinazi. En el vestíbulo, hago contacto visual con un soldado gigante de plástico. Está equipado con una M1 Garand y una mueca de macho empedernido listo para arrasar Normandía o Breslavia, y recibir como recompensa una salsa de habanero al mango.

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Wings Army cuenta con 10 sucursales en la Ciudad de México. En esta ocasión, nos encontramos al sur de la metrópolis sobre Avenida Insurgentes, una de las arterias de la ciudad. Mi amigo Ricardo y yo estamos aquí para ver un partido de futbol americano de Monday Night y devorar montañas de alitas, papas fritas, y litros de cerveza.

Conocí a Ricardo cuando me fue asignado aleatoriamente como compañero de cuarto en mi primer año en la Universidad de Texas. Soy de San Diego y él creció en los suburbios de la Ciudad de México, pero nos conocimos a fondo gracias a la hermandad que habita en los bares de alitas de estilo sureño.

Dichos lugares nos resultaban ajenos a ambos: los montones de pollo empapados en aceite que dejaban una sensación picante en las paredes de tu boca durante horas; los recipientes de cerveza del tamaño de bazucas; el número infinito de televisiones que transmiten una gama interminable de deportes. Uno de mis lugares favoritos es Plucker’s en Austin, donde tienen 23 tipos de salsa y papas fritas con forma de waffle ahogadas en queso. Si te comes 25 alistas con la salsa más picante, te toman una foto con una Polaroid y la cuelgan en la pared.

Foto vía Wings Army’s Facebook page

Vi a Ricardo enamorarse con un número de abominaciones estadounidenses durante el tiempo que vivió en Texas —tazones de chipotle, tailgates, LCD Soundsystem— pero nada capturó su imaginación como Plucker’s. De adultos desarrollamos una insaciabilidad extraordinaria cuando nos enteramos que en algunas partes de Estados Unidos servían porciones de alitas del tamaño de una cena. La Ciudad de México es uno de los mejores lugares para comer del mundo, pero tradicionalmente nunca ha sido hogar de los bares de alitas. Ricardo comía como si no hubiera mañana.

Milagrosamente, cuando Ricardo regresó a casa, Wings Army estuvo ahí para salvarlo. Si bien no es el primer restaurante de alitas propiedad de un mexicano, sí es el más exitoso. William Osuna, el manager de marketing de Wings Army, tiene registrados 155 restaurantes en México, con arrendatarios en Ciudad de Panamá y Texas. El dueño, Martin Santaella, se integró al negocio hace 12 años después de un viaje profético que realizó con su familia a los Estados Unidos.

“Se detuvieron en un restaurante para comer algo cuando de repente se encontró a un viejo amigo. Mientras hablaban, Martin volteó hacia atrás y vio que su hijo de dos años se había acabado ocho alitas y su cara estaba cubierta de salsa BBQ”, dice Osuna. “En aquel momento, se dio cuenta que tenía que hacer algo al respecto”.

Foto de Ricardo Capuano

El pastiche militar hace de Wings Army casi una parodia estadounidense, la cual encaja sin problema con el menú plagado de salsa cajun picante, glaseado hawaiano, y salsa de mostaza dulce. Todo tiene sentido. La NFL y México pasan por un buen momento. Las ligas juveniles de futbol americano han brotado por todo el país, y en noviembre pasado los Patriots y Raiders tomaron el campo del Estadio Azteca por segunda vez consecutiva en más de una década. Este deporte está destinado a disfrutarse con diferentes tipos salsas y la industria familiar restaurantera lo hace todo más fácil.

El año pasado, Buffalo Wild Wings inauguró una lujosa sucursal en el corazón de la Ciudad de México, conmemorado por este video con exceso de producción. Por otro lado, Wings Army es un lugar menos lujoso y mucho más saludable que un sports bar común y corriente (su dueño es 100 por ciento mexicano, y Osuna comenta orgullosamente que en septiembre el restaurante representó a su país en el National Buffalo Wing Fest). Sin embargo, Ricardo aun tiene sentimientos encontrados.

“Los mexicanos tienen una visión agridulce de los Estados Unidos. Hasta cierto punto, sentimos resentimiento pero también admiramos lo que crean. La idea del progreso, del poder socioeconómico viene de Estados Unidos”, dice. “Lo vemos todos los días con las compañías estadounidenses. Starbucks en México es una marca aspiracional. No se trata de comprar café, se trata de comprar en Starbucks. Lo mismo pasa con Buffalo Wild Wings aquí”.

En palabras de Ricardo, la ola cosmopolita de restaurantes de alitas en México simboliza una vieja fascinación con la riqueza estadounidense. La cultura del futbol se respira por todas partes, pero la NFL es vista como algo exclusivo.

Foto de Ricardo Capuano

“Visitar los Estados Unidos es un acto que te da estatus. La gente ahorra dinero para llevar a su familia a Disneyworld, incluso aquellos que no tienen la posibilidad. Significa mucho para ellos”, comenta. “La idea de la NFL encaja en la misma noción. La gente que ve la NFL habla inglés. Es raro. No crecimos viendo este deportes, es ajeno a nosotros, y sin embargo lo recibimos con los brazos abiertos”.

Me resulta difícil imaginar cómo las alitas y el futbol americano pudieron endulzar la vista y el paladar de la gente al sur de la frontera. Quizás algún día esto cambie. Las alitas son deliciosas y le pertenecen al mundo, pero no los Estados Unidos, ni Tom Brady.

“Todos los elementos de las alitas —picante, pollo frito— es muy mexicano. A los mexicanos les encanta la comida picante y frita”, concluye Ricardo. “Estaría orgulloso si alguien casara la cultura mexicana con las alitas al estilo búfalo”.