Musa Besaile: no humanicemos al monstruo

La verdad sea dicha: los colombianos no podíamos hacernos una idea clara de qué tan bajo podría caer la moral de este país y su institucionalidad toda. Mucho menos si desde hace quince años teníamos (y no vimos) a bordo del Congreso de la República al senador Musa Besaile. Hoy sí lo sabemos y lo vemos: él nos hizo el favor de mostrarnos el propio fondo la semana pasada.

Primero: Musa Besaile. Un hombre que, como cuenta este artículo de El País de Cali, no dudó a sus veinte años en ingresar al Ejército Nacional para cumplir la meta exclusiva de pasearse por Córdoba en las camionetas de la Fuerza Pública. Cuentan sus amigos de infancia que nunca se puso el uniforme, ni tampoco comió con el resto de soldados. Nada de esfuerzo, dicen. El poder con la única finalidad de tener un privilegio, les agrego yo. Ese Musita chiquito paseándose a sus anchas por Córdoba era el germen de lo que se nos venía a los colombianos. Y la bestia, les cuento, nos atropelló fuerte, enfurecida, sin miramientos de clase u origen geográfico.

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En 2006, Musa obtuvo 87 por ciento de los votos depositados en las urnas de Córdoba que lo convirtieron en representante a la Cámara. En 2014, cuando ya su carrera política dejó de ser regional y se volvió la cara de lo que los opositores del Gobierno de Juan Manuel Santos llamaron Mermelada (sí, con M mayúscula), alcanzó 145.402 sufragios para el Senado de la República, la segunda votación más alta del país y la primera del Partido de la U. Increíble. Nuestro representante ahí: dictando las leyes que nos rigen a los ciudadanos.


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Musa siguió hacia arriba, como un volador disparado directo al cielo de la política colombiana. Un bastión electoral asentado en el Caribe que, entre otras cosas, aseguró que un indeciso pueblo colombiano reeligiera a Juan Manuel Santos, tal y como lo cuenta la periodista Laura Ardila en esta nota de La Silla Caribe. Musa Besaile creció y se convirtió en un agazapado monstruo electoral que definía las cosas por nosotros: por eso no tuvo ningún empacho en entregar —como ya lo aceptó, aunque diga que fue extorsionado— 2.000 millones de pesos a la Corte Suprema de Justicia para inclinar a su favor una investigación que le hacían por parapolítica. Dilató el proceso durante once días, periodo en que lo consideraron prófugo de la justicia por no aparecer por ningún lado.

Hasta ahí, me parece, no veíamos el fondo. Era esperable, de hecho, que ese tipo de políticos, calificados como la “tragedia nacional” por la senadora Claudia López, terminaran de esta forma su carrera.

Pero lo que rayó en la ficción telenovelesca folclórica más aberrante fue este video que comparto con ustedes: la forma en que le pareció digno a Musita entregarse a la Justicia que intentó comprar previamente.

Ahí lo tienen: todo de negro, con una gorra del mismo color que a medias le tapa el rostro, en sepulcral silencio, haciendo la mímica de un acto resignado (o de un niño regañado) para entregarse a la Justicia colombiana. Vemos que abraza a su esposa y sus tres hijos, ellos sí, emitiendo distintos ruidos por la boca. Desesperados, dos de ellos lloran, mostrándonos la tragedia de este padre de familia, de este hombre ‘víctima’ de una conspiración, del ser humano que hay detrás del senador.

No tienes vergüenza alguna, Musa Besaile. No tienes corazón.

Y su esposa: dele que dele, llena de dolor trata de humanizar al monstruo. Su otro hijo —la Virgen María estampada en la camiseta— solo tose. Tose de dolor.

No hay derecho a que a los colombianos nos manipulen de esta forma. Y si Musa fue el segundo senador más votado de la pasada legislatura, si tenía la astucia política y la malicia para hacerse elegir de esa manera, no duden de que este método funciona: a muchos debió conmover esta forma mezquina de usar a unos menores de edad, denunciada, por demás, por el ICFB. (La estrategia no es nueva: ya la imagen de Andrés Felipe Arias y su esposa llorando a su lado es la única que recordamos del desfalco millonario de Agro Ingreso Seguro).

Pero Musa ha sabido llevar la ruindad a otro nivel. A nuestro verdadero fondo como colombianos: al reducto que tenemos como espejo para vernos. Eres todo Musa: unas votaciones a la Presidencia, la política local, la política nacional desde el Congreso, la Justicia comprada en su esfera más alta: toda la democracia occidental en una moñona, y ahora esto, una familia usada como carnada para conmover al país.

“Un ser ejemplar”, dice la esposa.

Pues sí, no hay duda.


Esta es una columna de opinión. No representa la visión de Vice Media Inc.