Música

“Con la música puedes trascender el tiempo y el espacio”: Jonathan Wilson

Jonathan Wilson

En un mundo de caos donde lo preproducido coge cada vez más fuerza. Un mundo en el que a veces parece que la música cayó en un loop de homogeneidad y banalidad, y en el que las canciones hechas con guitarras –que dominaron el mercado durante casi todo el siglo pasado– ya no son tan “rentables”, escuchar a un músico como Jonathan Wilson le da a uno un fresquito en el alma.

Este artista californiano es la definición andante de un músico integral. Ha trabajado como productor de artistas tipo John Father Misty, Roy Harper, Mia Doi Todd, entre muchos otros; ha tocado junto a Erykah Badu, Elvis Costello, Amy Cook y una decena más de nombres respetados en la industria. Actualmente está recorriendo el mundo junto a Roger Waters, el eterno genio detrás de Pink Floyd, y en marzo de 2018 lanzó su más reciente disco como solista llamado Rare Birds.

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Jonathan Wilson es un tipo que no se queda quieto.

También fabrica sus propias guitarras y mantiene vivo el sonido psicodélico de la vieja escuela californiana. Pero Wilson no es un músico que vale la pena destacar por estar atado a esa fofa nostalgia y esa aburrida noción de que todo tiempo pasado fue mejor. Su virtuosismo, más bien, encaja perfectamente en esta época, porque si bien mantiene mucho del sonido guitarrero californiano de los setenta, también tiene una sensibilidad muy ligada a nuestro tiempo, a la música que ha resonado en las escenas alternativas durante las últimas dos décadas y forjó buena parte del cancionero millennial.

En 2017 Wilson fue reclutado por Roger Waters para su impresionante gira Us + Them, que desde octubre ha convocado a miles de fanáticos latinos que han llegado a estadios de Brasil, Argentina y Chile para vibrar con los temas clásicos de Pink Floyd. Las próximas paradas de este tour serán Perú, Colombia, Costa Rica y México.

Antes de su llegada a Bogotá, donde también dará un concierto como solista el 20 de noviembre en Armando Records, nos sentamos a hablar con este músico sobre espiritualidad, psicodelia y su experiencia tocando con Waters.

He leído que has definido a Rare Birds como un álbum sanador. ¿Es sanador solo para ti o también puede ser para quien lo escuche?
En parte es algo personal. Es sanar algunas cicatrices o algún dolor. Es buscar exorcizar algunos demonios a través de una canción. De alguna forma puedes repararte a ti mismo a través de una especie de terapia musical. Para mí, estas canciones también buscan ayudarme a mantener cerca a alguien especial. Sabes, alguien que está en mi mente mientras estoy de gira.

Rare Birds tardó cinco años en estar listo y se creó a la par de que trabajabas como productor y músico de otros proyectos. Háblame un poco sobre el proceso de crear este álbum.
Sí, fue un proceso extenso. Bueno y malo a la vez. Por un lado es bueno poder tomarte tu tiempo y hacer tu proyecto perfecto, pero por el otro lado, creo que cuando te alejas de tu trabajo por estar haciendo otras cosas, cada vez que vuelves es como empezar de cero. Así que sufrí un poco mientras hacía otras cosas y daba conciertos pequeños. Pero definitivamente fue el proceso correcto, simplemente esperar hasta tener el más fuerte de todos mis álbumes.

¿Existe alguna diferencia entre el Jonathan que es compositor e instrumentista y el Jonathan que produce?
Creo que todo es parte de algo más grande. He estado haciendo las cosas de esta manera por tanto tiempo, que es lo único que sé. Es simplemente apagar la consola para ser el baterista, o ser el guitarrista, o ser el cantante sentado en el piano escribiendo una canción; no hay diferencia para mí. Lo mismo pasa al formar parte de una sesión con una banda en la que se puede decir que soy el quinto miembro. En el caso de Father John Misty es más como una asociación. Por ejemplo, prontamente seré el guitarrista que toca canciones que fueron compuestas por alguien más. Me siento cómodo al poder intercalar funciones, en verdad me gusta mucho la variación.

Desde su portada, Rare Birds es un álbum muy psicodélico, tanto en su concepto como en la música. ¿Cuál es tu relación con la psicodelia?
He experimentado con la psicodelia, no todo el tiempo pero sí bastante, y he escrito algunas canciones bajo la influencia de sustancias psicodélicas. También hicimos el álbum de esta forma. Pero para mí más que una sustancia, es un estado mental, el cual es difícil de hallar sin esos experimentos. Pero no creo que debas estar experimentando de forma constante con drogas, hay un punto en el que lo sientes.

Al hablar de estos experimentos es casi obligatorio mencionar la parte espiritual de estas sustancias. Esto me hace pensar en tu abuelo que era reverendo, lo cual obviamente lo convierte en una persona espiritual. ¿Tuvo esta espiritualidad una influencia en tu vida y obra?
Claro que sí. Tuvo un gran impacto en la música porque siempre, desde muy pequeño, estuve escuchando y viendo música en una iglesia. Esas primeras experiencias fueron algo que de alguna forma me involucraron con Dios, eso me moldeó de forma subconsciente. La música y las canciones son este espacio secreto en el que puedes tocar algo más grande, en el que puedes estar con gente del pasado y puedes discutir cosas con ellos. Con la música puedes trascender el tiempo y el espacio.

Siguiendo con este tema de la espiritualidad, ¿siente algún tipo de conexión espiritual con la guitarra?
¡Definitivamente! Hay un libro zen basado en el arte de darle mantenimiento a las motocicletas, en el que el viaje espiritual del personaje es reparar su moto, y ese es un sentimiento similar que tengo con las guitarras. No necesito llevar mi guitarra al gurú espiritual para que la arregle, más bien aprendo yo cómo hacerlo. Sin duda entender todo el proceso de ese instrumento que tocas es algo espiritual.

Últimamente se dice que las guitarras y el rock están muriendo. ¿Qué opinas de eso?
Desafortunadamente, creo que probablemente sea verdad.

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Jonathan Wilson y Roger Waters. Foto por Kate Izor.

Y en ese orden de ideas, ¿por qué es importante mantener viva la música hecha con guitarras?
Es como los dinosaurios (risas), debes mantener vivo el sueño. Pero hablando en serio, de mi parte es lo que siempre he hecho y es lo que siempre me ha apasionado desde niño. Nunca esperé que el negocio de la música colapsará hasta el punto en el que prácticamente no hay un valor monetario relacionado con estas cosas. Todo es muy distinto a cuando el rock inició, pero al mismo tiempo, no creo que esté muerto, sino que se está convierto un negocio cada vez más pequeño. Es un buen tiempo para estar en esto, al mismo tiempo que es una mierda.

¿Qué es lo mejor y lo más complicado de tocar con un artista como Roger Waters?
Lo mejor es el caviar en el jet privado. Lo más complicado es salir noche tras noche, enfrentar miles de personas y tocar un show perfecto sin hacer cagadas.

¿Recuerdas la primera vez que escuchaste Pink Floyd?
No recuerdo exactamente la primera vez que los escuché, pero sí recuerdo ser muy fan de Roger. En casa teníamos The Wall y The Final Cut, que es un disco difícil porque no necesariamente contiene los temas clásicos de la banda. Ese era el álbum con el que estaba obsesionado, sobre todo con una canción llamada “The Gunner’s Dream”, que no es tan conocida pero es una canción hermosa, en donde Roger hace esta cosa genial cuando convierte su grito en un saxofón y no puedes notar la transición. Entonces cuando lo conocí le dije que amaba esa canción y él empezó a tocarla. Al otro día nos dijo que el tema iba a formar parte del tour, fue genial.

¿Cuál ha sido el mayor aprendizaje de toda esta experiencia?
He aprendido que nunca vamos a poder volver a tocar en estos gigantescos venues, me refiero a los músicos más jóvenes. Existe una conciencia global relacionada con Pink Floyd, la cual es similar a la de los Beatles y a la de los Rolling Stones, pero lo genial de Floyd es que tienen ese lado psicodélico y experimental que es una inspiración constante. Aprendes lo que se necesita para hacer el concierto más excitante del planeta, nada se acerca. Los Stones, U2, Lady Gaga, Beyoncé o lo que sea, nada se acerca a este espectáculo.

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