Artículo publicado por VICE México.
Es difícil saber dónde terminan los efectos del temazcal y comienzan los de la marihuana. En una oscuridad casi absoluta, el agua se convierte en vapor en cuanto toca las piedras volcánicas, coloradas por el fuego necesario para elevar la temperatura hasta unos 45 grados. El calor y la humedad hacen que mis poros se abran para que los tópicos cannábicos que embarré sobre mi piel hace unos minutos penetren mis órganos y los efectos de la marihuana se hagan presentes.
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De pronto llega un sabor ácido a mi boca, mientras desde el interior de mi cuerpo surge una ola de frío que termina por llegar a mi piel y hacerme temblar por escalofríos. Siento mi cuerpo sudar por cada centímetro de mi piel, pero de alguna manera el sudor se siente espeso, como si se tratara de un gel abriéndose paso por cada poro de mi epidermis. Faltan alrededor de 40 minutos y 12 abuelas calientes para concluir la ceremonia; los cantos ancestrales de los hermanos que me acompañan en este viaje no cesan y terminan por empujarme a un trance aún más pesado.
Los temazcales tradicionales —aquellos hechos de acuerdo a las tradiciones ancestrales transmitidas de generación en generación— están divididos en cuatro puertas, cada una con cuatro cantos. Durante cada puerta son introducidas más piedras volcánicas (calentadas previamente en una fogata que se enciende con una ceremonia) de manera que en la cuarta puerta todas las piedras se encuentran dentro del temazcal. Además, durante las diferentes puertas se realizan cantos: en la primera, se invoca a los espíritus para acudir a la ceremonia; en la segunda, se presentan los asistentes al temazcal así como sus intenciones; en la tercera, se dialoga con los espíritus y se hacen los rezos y peticiones; en la cuarta, se agradece y se cierra el temazcal. Pero, a diferencia de los temazcales tradicionales, durante la tercera puerta del Temazcal Cannábico los presentes en la ceremonia nos embarramos ungüentos y aceites concentrados de cannabis para incorporar los poderes sanadores de la planta en este ritual.
Ocoyoacac es un municipio en el Estado de México que está a 15 minutos de Lerma. En un huerto urbano ubicado a unas cuadras del centro me recibió Nayret, médico tradicional, danzante del sol y creadora del Temazcal Cannábico. Después de conocer a las personas que participaríamos en la ceremonia de esa noche, comenzamos la jornada haciendo una ofrenda al lugar. Mientras colocábamos pétalos de flores, frutas y hojas alrededor de una planta de marihuana, Nayret me contó su trayectoria como médico tradicional y cómo llegó a la idea de crear un Temazcal Cannábico.
“Yo era consumidora de cannabis desde los 17 años. Pero después conocí al abuelo Manuel Sánchez, quién me enseñó el camino de la búsqueda de la visión para compartir la medicina. Después hice un viaje a la montaña en busca de la visión, en una ceremonia de cuatro días en las que no comes ni tomas agua. No sé qué fue lo que vieron en mí, pero después de la ceremonia me dediqué cuatro años a aprender de esos abuelos. Sin embargo, él es muy estricto en cuanto al uso del cannabis en las ceremonias y me lo prohibió por completo”, recuerda Nayret, quien lleva diez años practicando la medicina tradicional y cuatro luchando por la dignificación de la marihuana como una planta de poder.
Posteriormente Nayret se clavó de lleno en la medicina tradicional. Vivió cuatro años con el Clan del oso, de la tribu oholonie, cuyo altar está en Ixtlán del río y pertenece a la alianza de California-México. Además, es danzante del sol, imparte diplomados de temazcal en la Universidad de Chapingo y desde 2016 dirige el Temazcal Cannábico, un proyecto que recorre el país realizando la ceremonia del temazcal, incorporando la planta del cannabis para transmitir el conocimiento ancestral que ha recabado en la última década.
“En alguna ceremonia escuché al abuelo Crow Dog —un abuelo superior al abuelo que me entregó la medicina— contar su experiencia con la lucha para dignificar el peyote y que fuera aceptado en las ceremonias tradicionales. Él habló de una gran lucha, y eso es lo que yo estoy haciendo, porque en realidad creo en los poderes de la planta”, me explicó Nayret, quien además presume que ahora el proyecto cuenta con alrededor de diez integrantes y que aunque tienen su sede en León, Guanajuato, en realidad se consideran un proyecto itinerante que busca plantar una semilla en diferentes espacios de la república.
Después de preparar el altar, se realizó una ceremonia para prender el fuego del temazcal, en el que se calientan las piedras volcánicas que serán introducidas posteriormente; Nayret me explicó que se trata de los espíritus de las abuelitas, presentes en la tierra incluso antes que los árboles. En la ceremonia se hacen cantos con un tambor para purificar el temazcal y posteriormente se hacen ofrendas de los diferentes elementos para los cuatro puntos cardinales alrededor de la fogata. Una vez encendido el fuego, toca esperar a que las piedras se tornen rojas, indicando que están suficientemente calientes para empezar con la ceremonia.
El temazcal cannábico es la actividad central del evento, pero durante el resto del fin de semana y en las horas que tardan en calentar las abuelas, el equipo de Temazcal Cannábico imparte una serie de talleres, desde la creación de macetas a partir de latas y bioconstrucción —a partir de tierra, paja, baba de nopal y caca de caballo—, hasta cómo alinear chacras con cuarzos y una introducción a la medicina tradicional mexicana, impartido por Nayret, en donde se cubre la cura de mal de ojo, desempache, e incluso la limpia con fuego. Por otro lado, los colectivos de Ocoyoacac Hachetezetta y Nahui Cempoalli —que ofrendaron el cannabis para la ceremonia y los talleres complementarios— mostraban sus productos y compartían las técnicas orgánicas para lograr sus flores, que rolaban entre cada actividad. Además del evidente conocimiento que se transmitía en estos talleres, el espacio y el tiempo de convivencia hizo que se creara una comunidad entre los hermanos que entraríamos al Temazcal.
Cuando las abuelas se pusieron rojas y llegó la hora del entrar, los hombres quedaron en calzones y las mujeres en falda larga, como marca la tradición del temazcal entregado a Nayret por sus abuelos. Dentro del grupo de personas que formaríamos parte de la ceremonia se encontraba el equipo de Temazcal Cannábico y nuestros anfitriones de Ocoyoacac, pero también ancianos locales que horas antes se acercaron interesados por participar en la ceremonia, así como una mujer que sufría de artritis y buscaba un tratamiento a través de la medicina tradicional y el cannabis. Uno a uno fuimos entrando, arrodillándonos y pidiendo permiso para entrar, por nosotros y cada una de nuestras relaciones.
Se trata de un inipi, un temazcal hecho con 16 baras y cubierto con lonas que se montan sobre las baras cada vez que se realiza una ceremonia y se retiran una vez que termina. Una vez que todos los participantes estábamos adentro, llegaron las primeras doce abuelas. Nayret presentó la ceremonia y comenzó a echar agua sobre las piedras calientes. Inmediatamente el temazcal se llenó de vapor caliente y la temperatura aumentó de súbito. Los primeros segundos me dolía respirar. El aire hirviendo penetrando mis fosas nasales me obligaba a respirar más lento, tratando de no meter ese aire a mi cuerpo.
Poco a poco me acostumbré a respirar el aire y me di cuenta que mi cuerpo estaba completamente cubierto en sudor. Entonces comenzó el primer canto, de 16, al ritmo de un tambor y la voz de Nayret, acompañado por un coro de hermanos que imitaban sus cantos mientras tocaban diferentes instrumentos para invocar a los espíritus en esta primera puerta del temazcal.
Al terminar el cuarto canto se abrió la puerta del temazcal para que entraran las siguientes 12 abuelas. En esta puerta todos los participantes nos presentamos, explicando nuestras intenciones en la ceremonia. Ahí escuché que algunos de mis hermanos de temazcal llegaron buscando claridad, otros sanación y unos más iban a pedir por el bienestar de algún conocido. Nayret me explicó que parte del poder del temazcal viene de toda la fuerza reunida en un espacio de diálogo entre energías, y es por eso que se deben tomar con seriedad este tipo de rituales. Al terminar las presentaciones, Nayret vuelve a echar agua sobre las abuelas para iniciar los cantos de la segunda puerta.
La tercera puerta es la más pesada, porque es aquí donde se dialoga con los espíritus y se hacen todos los rezos y peticiones. Mientras entra el tercer grupo de abuelas, Nayret saca un par de envases con ungüentos cannábicos fabricados por ella. Se trata de una pomada y un aceite que realiza de manera artesanal desde hace años bajo el nombre de Tutu Manik. Estos tópicos contienen THC y CBD, que se consumen por medio de la piel y cuya absorción es potenciada por el calor y la humedad del temazcal. Una vez que todos nos embarramos los ungüentos se cierra la puerta del temazcal para comenzar el diálogo con los espíritus.
Mientras Edith, una de los miembros del Temazcal Cannábico, entona un canto ceremonial, Nayret pide a los asistentes que hagan sus rezos en voz alta, todos al mismo tiempo, sin poner atención al resto de las personas presentes. Así, bajo el ritmo febril de los tambores y los cánticos ancestrales de Edith, los miedos y los deseos de todas las personas presentes flotan en el aire durante una confrontación personal en medio de un trance colectivo.
Comenzando con susurros, terminé gritando aquellas cosas de las cuales busco desprenderme y aquellas que busco alcanzar. Desde miedos personales hasta mis aspiraciones más abstractas, todos mis deseos se fusionan con los cuatro cantos de la tercera puerta mientras mi cuerpo siente el cannabis penetrando mi piel al tiempo que el temazcal llega a su temperatura máxima.
Termina el cuatro canto disminuyendo su volumen de manera paulatina. Se abre la puerta del temazcal y entra un rayo de luz acompañado de unas bocanadas de aire fresco. Veo a varios de mis hermanos tirados en el piso, porque es la parte más fresca del inipi. Faltan 12 abuelas pero de alguna manera se siente liberador, como si la parte más difícil ya hubiese concluído. La puerta se cierra y nos cubrimos de oscuridad para la puerta de agradecimiento.
Aquí la voz de Nayret es más suave, menos pasional. Nos agradece por formar parte de la ceremonia y compartir energías en este ritual. Los cantos son más alegres pero el calor sigue aumentando. Es la celebración del temazcal, el momento donde lo más pesado quedó atrás y solo queda disfrutar el calorcito y agradecer a los espíritus por compartir su conocimiento. Al terminar el último canto, uno a uno gateamos hacia el exterior pidiendo permiso para salir, por nosotros y cada una de nuestras relaciones.
Afuera, la luz de la noche y el calor de la fogata reúnen a los participantes de la ceremonia para compartir algo de comer y un poco más de yerba. Algunos hablan de la temperatura y otros más de la energía que sintieron. Otros más comparten conocimientos sobre marihuana mientras la mujer que llegó para tratar su artritis mira los productos de los diferentes colectivos mientras presume que los ungüentos cannábicos lograron calmar su dolor como no lo habían podido hacer otros temazcales.
“Casi siempre llega gente así, que no es consumidora ni tiene que ver con el movimiento”, me cuenta Nayret. “Y nosotros lo hacemos por esta gente. Por enseñarle los poderes de la marihuana a través de un acercamiento espiritual. Pero también ha sido una lucha que los abuelos de tradiciones temazcaleros acepten el cannabis como parte del ritual. Finalmente se trata de las personas que queremos un cambio, y lo que yo hago es luchar por la dignificación de la marihuana como una planta de poder”.
A pesar de estar encerrado con varios desconocidos en un diminuto espacio a temperaturas altísimas, la experiencia del Temazcal Cannábico se vuelve introspectiva y personal, ligada con la energía del lugar y de todas la personas presentes. Mi intención en esta ceremonia era vivir esta experiencia y adquirir un poco de este conocimiento ancestral, pero terminé recibiendo y dando mucho más, confrontando deseos y miedos mucho más grandes de los que en un principio esperaba. Se siente muy bien salir renovado, con la mente clara. Al terminar la ceremonia llega la hora de despedirse; agradezco a los espíritus por el conocimiento, a Nayret por invitarme a compartir la ceremonia, y a mis hermanos de Ocoyoacac por unas colas de medicina que me ofrendaron para continuar curándome en casa.