Cosas lamentables que ha llegado a hacer la gente por amor
Regalé un billete de avión de 1.000 € y acabé así. Ilustración por Inés Maestre.

FYI.

This story is over 5 years old.

Relaciones

Cosas lamentables que ha llegado a hacer la gente por amor

Fingir ser fan de Mago de Oz o pasarse, de repente, al hip hop.

El amor es como un cuchillo cuyo mango está compuesto por otro cuchillo aún más afilado: si quieres nadar en sus aguas, si quieres experimentarlo, tendrás que sufrir fuertemente. Abrazar el amor es, a su misma vez, abrazar el horror, el patetismo y la perdición.

Todos nosotros hemos llegado a hacer cosas extremadamente lamentables con la intención de ensalzar nuestras ansias de querer y ser queridos, convirtiéndonos en personajes y seres que nunca reconoceríamos ante un espejo. Recuerda cuando compusiste esa canción llamada “Quiero subir a un barco llamado Sonia” o cuando casi te conviertes en una criminal al seguir a Miguel a lo largo de su viaje de empresa a Marruecos sin que se diera cuenta.

Publicidad

LEE: Varias personas nos resumen su peor cita en seis palabras


Abre tu corazón y acepta lo lamentable, no pasa nada, todos lo hemos hecho. Aquí van una historias para que te sientas menos mal.

Y, DE REPENTE, TE GUSTA EL RAP

YARIK, 25 AÑOS

Esto pasó hace ya unos años, por suerte maduré y aumenté la seguridad en mi misma. El tema es que el chico que me gustaba era uno de los más guapos del instituto, el más original y el más enrollado y, bueno, el tío pasaba de mí. Yo estaba locamente pillada por él y no conseguía llamar su atención de ninguna manera. Me pasaba horas delante de la pantalla del ordenador, esperando a que se conectara al Messenger para saludarle.

Por aquel entonces él era rapero y yo, como último recurso, tuve la idea de hacerme rapera, como para entrar en su "clan" y poder ser la chica con la que siempre soñó. De un día para otro, Yarik, la niña normal, vestida casi por su madre, se convirtió en la más hip hopera sin tener ni puta idea de nada. Le copiaba absolutamente en todo.


LEE: Le he puesto los cuernos a todas y cada una de mis parejas


Empecé a hacer snow (solo fui una vez, pero la foto con la tabla estuvo muchos días como imagen de perfil de mi Messenger), empecé a hacer grafitis (penosos), compraba ropa de tío muy ancha, zapatillas muy tochas (como las de él, por supuesto) y acabé haciéndome unas cuantas rastas porque él las llevaba y, claro, yo tenía que ser su alma gemela.

Publicidad

Evidentemente esto cantaba mucho, y llamé demasiado la atención. Recuerdo que llegó a mostrar algo de interés pero nada más. El tema es que hace un par de años me enteré de que el tío había salido del armario. Fue un sentimiento raro y halagador a la vez.

DRAMA QUEEN

CLARA, 24 AÑOS

Con mis tiernos 18 añitos fui al Apolo por primera vez y básicamente me emborraché como una cuba porque tenía que seguir el ritmo del chico más mayor con el que estaba saliendo. La cosa es que, con lo borracha que iba, no me dejaron entrar en el Apolo porque iba del revés y se me veía en los ojos.

Me puse muy triste porque no pudimos entrar y encima apareció de repente su ex, que quería dejarme ahí fuera tirada y entrar con mi novio a la discoteca; en fin, que me lo intentaba robar (o eso creía yo) y monté un drama. Nos discutimos y terminé amenazándole con que si me dejaba me tumbaba en medio de la avenida Paralelo y él se rio y yo me tumbé gritando, “¡Pues me mato!”, muy dramática. Los coches tuvieron que frenar y me empezaron a pitar y mi novio tuvo que arrastrarme por el paso de peatones.


LEE:


Al final, viendo mi ataque de histeria adolescente, llamó a la policía y a la ambulancia. Cuando llegaron, un policía me retuvo contra la pared y me dijo que me calmara y que lo tratara con respeto (no sé qué le estaría diciendo) y entonces ahí le solté mi frase estelar de “¡Si quieres respeto, haber estudiado!”. El poli me tiró dentro de la ambulancia como si fuera un saco y me llevaron a urgencias.

Publicidad

Mi pobre novio vino corriendo detrás de la ambulancia hasta el CAP (Centro de Atención Primaria) y así terminó la noche. Al final no me abandonó pero un año después lo dejé porque el tío era un muermo de esos que viajan con una guía y una mochila del Coronel Tapioca y yo soy más de tumbarme en medio del Paralelo llorando.

EL DISFRAZ DE STAR WARS

BERNI, 26

Yo y mi ex llevábamos unas semanas viviendo juntos. Yo había vuelto a mi país por vacaciones, y un día antes de regresar, ella me dijo que me iría a recibir al aeropuerto con una sorpresa.

Hasta aquí, bien.

Bueno, pues el caso es que, por algún comentario que le hice, ella se había hecho la idea de que yo era un superfan de Star Wars. Que a ver, las he visto y me gustan, pero no tanto como para que, si me llega un WhatsApp diciendo “la princesa te espera, Obi-Wan” al aterrizar el avión, yo salga corriendo ni nada (¿Obi-Wan soy yo? ¿Por qué?). Y definitivamente no tanto como para que me exalte ver a mi pareja esperándome en Llegadas vestida con una bata blanca de sanatorio y el pelo en forma de kronuts. Empiezo a malabarear entre la emoción de verla de nuevo, la ternura de su intención y el horror de estar abrazando a una persona que, a la vista del resto del aeropuerto, parecía que acababa de escapar de un manicomio. Cabe precisar que mi ex era diseñadora de teatro y proclive a disfrazarse a la mínima excusa, así que, con la perspectiva que solo puede brindar el tiempo, supongo que le agradezco no haberme recibido con un bikini chapado en oro y encadenada.

Publicidad

LEE: Gente con pareja nos cuenta sus fantasías de solteros


Después de aclimatarme y de reír nerviosamente como autodefensa psicológica, la saludé normal y le di unas gracias por la sorpresa que no sé cómo se creyó. Ahí me informó de que en el piso había más sorpresas. Me da un lightsaber azul de plástico, diciéndome que lo necesitaré. Y una capa para ponerme. Ay, qué bien…

Al llegar a casa y salir del ascensor me encuentro con un amigo suyo, que era nuestro vecino y que conocía poco, con una máscara de Darth Vader y un lightsaber rojo desenvainado. En ese momento ella suelta un melodramático “protégeme” y yo finjo un abúlico duelo de espadas que se asemejaba más a los primeros tanteos homoeróticos de dos adolescentes en la ducha.

Dentro del piso todo estaba decorado estilo Star Wars, pero por alguien que nunca había visto realmente Star Wars. Guiándose por el título y, supongo, los resultados de Google Images, había cubierto todas las paredes de papel de aluminio, bolas peludas marrones y espuma verde fosforescente. Era un esfuerzo monumental, nacido de un cariño tan honesto y sincero, que no pudo más que hacerme sonreír de oreja a oreja y decirle que la quería. Era verdad.

REGALAR UN BILLETE DE AVIÓN DE 1.000 EUROS

JOSE, 23 AÑOS

Este verano empecé a hablar con una chica de Venezuela que conocí en un foro otaku. Poco a poco me fui enamorando de ella, llegando al nivel de estar de fiesta con mis colegas durante el fin de semana y largarme a casa a las once de la noche porque había quedado con ella para hablar por Skype.

Publicidad

Estaba tan enamorado que ese mismo verano me puse a currar en Correos para pagarle un vuelo de 1.000 euros para que viniese a España a vivir conmigo. Tuve que comprar ida y vuelta porque si no, no la dejaban entrar. La idea era que viniese a vivir a casa de mis padres y siguiera estudiando medicina aquí en España.

Había algo raro porque le dejaba mensajes por Facebook pero ella nunca me comentaba nada, solo comentaba los mensajes de su exnovio de Venezuela, con emojis y corazones y todo eso.


LEE: Por qué no puedo parar de pensar en alguien con quien apenas salí


Un día la chica cogió y me dijo que si podía ir a Madrid porque su hermana vive allí y estaba a punto de dar a luz y si podía acompañarla porque estaba completamente sola. Cogí un AVE y me fui a Madrid a conocer a su hermana y acompañarla en el parto. Tengo incluso una foto con el bebé en brazos. Eso fue este noviembre.

En diciembre, me mandó un mensaje diciéndome que se había quedado a dormir en casa de su novio pero que no había pasado nada y que “lo sentía muchísimo”. Me lo creí y confié totalmente en ella. Pero entonces, a principios de enero, cuando ya le había comprado el vuelo de los 1.000 euros con el esfuerzo de cuatro meses currando en Correos, la tía va y me dice que quiere que seamos solo amigos, que no quiere una relación. Entonces me derrumbé y desde entonces me paso los días jugando al PC, comiendo chicken Nuggets y vapeando.

Publicidad

FINGIR SER FAN DE MÄGO DE OZ

ROBERTO, 24 AÑOS

Hace unos años tenía un colega que le flipaba Green Day y que se metió en un grupo abierto llamado GENERACIÓN DEL 93, que pese a llamarse así, estaba bastante claro que era de ligues. La cosa es que este colega se ligó a una con el siguiente modus operandi: simplemente dándole a “Me Gusta” a una foto en la que ella aparecía con una camiseta de Green Day. El tipo se ligó a esa tía y me convenció para que me metiera en ese grupo a ver si pescaba algo.

Yo ya tenía cuenta pero me hice una cuenta diferente donde solo metí fotos mías en ángulos que me favorecían, rollo para aparentar quien no era (como Facebook ahora) pero súper decadente. Ahí metí fotos mías en el Aquapark, las cuales solo comentaba mi colega —el de Green Day— para parecer que era un "perfil real y natural".

Mi principal estrategia fue soltar chistes, pero no fraguó la cosa. Ya sabes, en esos sitios solo hay comentarios tipo “HOLA SOY DE MÁLAGA TENGO 24 AÑOS Y ME GUSTAN LAS MOTOS. SOLO CHICAS GUAPAS”. Aquello era tristísimo hasta que conocí a una chica que hacía cosplays ligeros y me dije, ¿por qué no?


LEE: Hace falta un año para acostumbrarse a estar soltero


Me sorprendió que agregara a alguien desconocido de la misma ciudad, especialmente con fotos donde marcaba escasos pectorales en Aquapark. Intenté conocerla y ella no paraba de sacar el tema de Mago de Oz, poniendo frases y pasándome canciones. Yo le mentía como un bellaco y le decía que también me flipaban. Tenía que pedirle a mi colega —el Green Day— que me pasara canciones, que yo no tenía ni idea de Mago de Oz.

Publicidad

Así que siempre soltaba frases de la misma canción, del tema ese clásico suyo, el de las marionetas en un bar. La fiesta pagana, se llamaba. Detesto esa música, os lo juro. Fue realmente patético, con ese jodido violín, todo por conocer a una tía. Pero no solo esto, también le decía que me disfrazaba y que me gustaban los salones del manga y no tenía ni idea de nada de eso.

El caso es que sabía que al mismo tiempo que hablaba conmigo estaba hablando con otro tío y supongo que cuando descubrió que realmente no tenía ni idea ni de Mago de Oz ni de manga, dejó de hablarme y me borró. Ahí reconocí mi derrota y fue como despertar de un sueño: fui consciente de todo aquello y me sentí súper patético. Entonces decidí no volver a meterme en grupos de ligoteo de niñatos.


LEE: Por qué las parejas discuten más cuando practican menos sexo


LAS BOLSAS DE BASURA

ANA, 26

Durante mi adolescencia tuve una relación bastante turbulenta con un un chico, al que aboqué al poliamor —en fin, que me liaba con otros y se lo justificaba con citas de El mundo de Sofía y de lo que aprendía en ética en bachiller, vaya—.

La turbulencia se fue alargando en el tiempo, de tal manera que en la edad adulta, cada vez que no estábamos juntos nos liábamos. Una de esas veces, me volvió a pedir salir. El caso es que le dije que sí y volví a abocarle al poliamor y acabé dejándole. Mientras le daba un abrazo de despedida, en el umbral de la puerta de mi casa, me di cuenta —porque ni siquiera le abracé con los ojos cerrados— de que tenía la basura preparada para bajar. Mis últimas palabras de despedida fueron "¿Te bajas la basura?

Publicidad

Y la bajó.

FIN DE SEMANA IDÍLICO EN LLORET DE MAR

JORDI, 25 AÑOS

“He visto cosas que vosotros no creeríais. Naves de guerra ardiendo más allá de Orión. He visto rayos-c resplandecer en la oscuridad, cerca de la puerta de Tanhauser”. No soy ningún Nexus-6, así que mi gran hazaña, por más patética que sea, no se perderá “como lágrimas en la lluvia”.

Cursaba segundo de bachillerato y las hormonas estaban a flor de piel. Así era ella: imperfecta y radiante. Comenzamos a hablar una inocente tarde de septiembre hasta que un querubín nos embaucó con sus artimañas y nos transportó hasta un jardín de las delicias lleno de caricias, susurros y rincones clandestinos de amor.


LEE:


UNA MIERDA PARA MÍ. Ese paraíso era una farsa putrefacta sobre los cimientos nauseabundos de una infidelidad. Desde el principio ella tenía novio y yo, un pánfilo enamorado de 17 años, acepté la situación mientras la observaba cómo estudiaba en las tardes de biblioteca mientras me hacía las chuletas de historia.

Tras meses follando como animales y tener que tomar la píldora del día después a escondidas de sus padres y su novio, la animé a que se fuera de fin de semana con su pareja para no levantar sospechas y que no sufriera. Cuando regresó de ese finde en Lloret, me dio la patada al darse cuenta que no me quería lo suficiente. ¿En serio? ¿Un fin de semana idílico en Lloret de Mar? Mi corazón desquebrajado nunca lo entendió.