Entre las celebridades parece haber un movimiento que los lleva a revelar con orgullo lo poco que se bañan. La frecuencia con la que uno debe bañarse es claramente una decisión personal, basada en los niveles de actividad, las condiciones de la piel, el acceso al agua potable y la comprensión del concepto de ‘limpieza’ para cada individuo. Que hubiera un consenso mundial sobre exactamente el mismo régimen de baño sería como esperar que a todos en la Tierra nos guste el mismo sabor de helado. No es muy probable, ¿o sí?
A pesar de lo poco que hay en juego en este tema en particular, o quizás debido a ello, describir sus hábitos de baño se ha convertido en una fórmula segura para que las celebridades se vuelvan noticia. La semana pasada, una entrevista con Jake Gyllenhaal para Vanity Fair mostró claramente cómo funciona esta fórmula.
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Gyllenhaal le dijo a Vanity Fair que considera que bañarse es “cada vez menos necesario”, y señaló que “hay todo un mundo relativo a no bañarse, que resulta realmente útil para el mantenimiento de la piel. Además, nos limpiamos de forma natural”.
Este fragmento de la entrevista fue compartido ampliamente en Twitter, y “Jake Gyllenhaal” se convirtió en tema en tendencia, ya que Cosmopolitan, Huffington Post y otras publicaciones retomaron esta pequeña joya.
Antes de Gyllenhaal, los actores y pareja Mila Kunis y Ashton Kutcher tuvieron una gran cobertura mediática al revelar sus hábitos de higiene personal en el podcast Armchair Expert, conducido por Dax Shephard y Monica Padman. En el episodio de julio del podcast, Kutcher dijo que no bañaba a sus hijos a menos que estuvieran visiblemente sucios, y tanto Kunis como Kutcher dijeron que no se bañan a diario. Y eso está bien, según los expertos. Aun así, sus comentarios dieron como resultado una cobertura mediática que incluyó un artículo en E!, CNN y una publicación de pago por acceso en USA Today. (Entonces, lo que se suponía que era humo por fumar marihuana en That 70’s Show en realidad pudo haber sido una nube visible de olores corporales).
James Hamblin, un médico y periodista que ha pasado años sin ducharse, escribió sobre su decisión de dejar de bañarse en The Atlantic en 2016. Su razonamiento cubrió varios frentes, incluido el ahorro de tiempo y agua, la preservación del microbioma del cuerpo y el exceso de productos de higiene personal caros e ineficaces.
En una conversación con NPR el año pasado, Hamblin reconoció que su identidad como hombre blanco estadounidense le permitió ir en contra de las normas culturales que los hombres blancos han establecido, sin experimentar “consecuencias más discriminatorias”.
La periodista Jemele Hill también señaló el marcado contraste entre esas figuras públicas que anuncian sus hábitos de baño minimalistas y cómo las personas negras por lo regular han sido “criadas para ser obsesivamente limpias porque siempre tenemos que ‘estar presentables’ para los blancos”.
Las celebridades no han incluido este tipo de reconocimiento de su privilegio en su discurso, además de que los blancos ricos que presumen sus limitados hábitos higiénicos no llevan el estigma del hedor que pesaría sobre una persona normal sin fama y una gran cuenta bancaria que anunciara lo mismo. Por alguna razón, la gente no puede parar de leer sobre las celebridades y cuánto se bañan, y las celebridades están felices de alimentar esa mórbida curiosidad.
La fascinación por la higiene de las celebridades ha llegado al punto en que incluso hábitos de ducha más tradicionales se consideran dignos de encabezados. Dwayne “La Roca” Johnson se volvió parte de esta tendencia al tuitear acerca de su (tal vez excesiva) rutina de tres baños al día, lo que le ganó algo de cobertura mediática. Ahora puedes leer varios artículos sobre cómo la estrella de Aquaman, Jason Momoa, dijo: “Me baño, créeme, soy Aquaman. Estoy en la maldita agua siempre, confía en mí”.