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“Dos Romero Bravo en la salida vial a La Lima, Boulevard del Este”, “Dos Romero Bravo“, suena en el walkie-talkie. Orlin Castro revisa su Blackberry, empieza a hacer llamadas y manejar a toda velocidad por las calles de San Pedro Sula, Honduras, hacia la primera escena de crimen del día.
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Son las 4:20 de la tarde y su turno como reportero del Canal 6 apenas va comenzando. “Acribillaron a una pareja, saliendo de un establecimiento de ropa, y vamos a ir a ver”, dice Orlin mientras pisa el acelerador. “En el radio, un muerto es un Romeo Bravo, o un pingüino. De esta hora en adelante es cuando se dan más muertos, de las cuatro de la tarde a las diez de la noche”.
Estacionamos el auto frente a un Pizza Hut en una de las avenidas más grandes de la ciudad. En medio de la calle, una pick up Toyota plateada es revisada por elementos de la policía. La camioneta parece una coladera, con decenas de impactos de bala por todos lados.
En el interior, según nos dice un policía, se encontraban un hombre y una menor de edad, posiblemente estudiante de secundaria. Orlin rápidamente recabó información que apuntaba a que el hombre asesinado tenía antecedentes penales y que la chica era su amante. “Por droga y por sicariato. Por eso matan”, dijo Orlin.
Las víctimas habían sido emboscadas, atacadas con armas de alto calibre por dos pistoleros, uno de cada lado. Era claramente una ejecución. Según los forenses, habían encontrado 84 casquillos de bala, lo cual fue evidente una vez que bajaron los cuerpos de la camioneta.
El cuerpo del conductor estaba completamente destrozado. Alrededor de la escena del crimen había por lo menos trescientas personas mirando; niños y adolescentes sacaban sus teléfonos para tomar fotos de la escena mientras los forenses y la policía movían sus camionetas para tratar de obstruir la vista a los mirones. “¿Es normal que pase esto en una avenida tan transitada, a esta hora?”, le pregunto, “Sí, es normal”, contesta mientras toma su micrófono y empieza a grabar su reporte.
“Tengo 26 años, pero desde la edad de 13, con el permiso del Ministerio de Trabajo, estudiaba medio día y medio tiempo trabajaba de camarógrafo”, nos contó Orlin mientras comíamos baleadas (una especie de taco, el platillo típico de Honduras), en el restaurante de una gasolinera. “El estudio me llevó a los 18 años a convertirme en uno de los reporteros policiales”.
Orlin ahora trabaja frente a la cámara, cubriendo el turno nocturno, desde las cuatro de la tarde, hasta las ocho de la mañana. La cámara la lleva Javier, quien es aún mas joven que Orlin. Las noticias que cubren, se presentan en los diferentes noticieros del canal durante todo el día.
Las noches en San Pedro Sula, Honduras. Ver aquí.
San Pedro Sula, la segunda ciudad más grande en Honduras, es por tercer año consecutivo la más violenta del mundo [fuera de una zona de guerra], con una tasa de 187 homicidios por cada cien mil habitantes durante 2013, según el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal, una organización no gubernamental mexicana.
En segundo lugar está Caracas, Venezuela, y en tercero, Acapulco, México, con tasas de 134 y 113 homicidios por cada cien mil habitantes, respectivamente.
En 2013, se registraron 1,411 homicidios, en esta ciudad de ochocientos mil habitantes. “Un muerto por hora en San Pedro Sula, es lo que nosotros esperamos. Eso es lo que siempre sucede”, nos dijo Orlin mientras nos dirigíamos a cubrir otro crimen. “Lo mínimo que me toca durante mi turno son de cuatro a cinco. Cuando muy bajo, son tres homicidios en el horario de la noche. Lo que más se incrementa es durante los fines de semana”.
La violencia en San Pedro Sula y en general en todo el país es, en principio, consecuencia de los mismos problemas que se viven en buena parte de Latinoamérica: pobreza, impunidad y corrupción, tanto en el gobierno como en las fuerzas policiales. En Honduras, el 67,8 por ciento de la población vive bajo el i?ndice de pobreza mientras una pequen?a minori?a acumula la riqueza.
Se estima que menos del veinte por ciento de los crímenes se investigan en el país, lo cual prácticamente permite que los criminales puedan matar sin miedo a ir a prisión. Aunado a lo anterior, en 2009 la violencia se intensifico? cuando las clases altas y el ejército se unieron para orquestar un golpe militar contra el entonces presidente Manuel Zelaya; meses de protestas siguieron y los homicidios aumentaron hasta llegar a un máximo histórico en 2011.
Buena parte de los asesinatos en el país son perpetrados por las pandillas Mara Salvatrucha y sus eternos rivales: Barrio 18. Las maras se formaron en Los Ángeles, California en la década de 1980 por salvadoreños que habían migrado a Estados Unidos durante la guerra civil que se vivió en ese país.
Hondureños y guatemaltecos se sumaron a las pandillas, formando clicas o unidades semiautónomas, pero relacionadas entre sí. Muchos de sus miembros fueron capturados y encarcelados, y más tarde deportados a sus países de origen, básicamente exportando las pandillas hacia Centroamérica. Este ciclo de migración, encarcelación y deportación continúa hasta ahora. En Honduras, Guatemala y El Salvador, las pandillas tienen mucho poder, con la mayoría de sus líderes operando desde las cárceles.
“Por lo que más se dan muertes violentas es por el conflicto entre la 18 con la MS y gente que se dedica al narcomenudeo”, nos dijo Orlin. “El segundo lugar serían los asaltos a las unidades de bus, de eso hay mucho. Matan al conductor y al ayudante, o por el impuesto de guerra”.
En octubre de 2012, la Mara Salvatrucha fue la primera pandilla en ser declarada una Organización Criminal Transnacional por el Departamento del Tesoro en Estados Unidos, por estar involucrada en tráfico de drogas, prostitución y trata de personas. Pero a nivel de calle, lo que más afecta a la población promedio en Honduras es la extorsión o “impuesto de guerra”.
“El impuesto de guerra es que si usted tiene un negocio, es empresario, les paga un porcentaje a las maras por no hacerle danño. Y si usted no paga, le matan a un trabajador o lo van a matar a su negocio”, nos dijo Orlin.
En imágenes: Acapulco, creada para la diversión pero tomada por el crimen y la violencia. Ver aquí.
Paramos a cenar en un Denny’s. Cuando nos sentamos, Orlin bajó el volumen de su radio, el cual transmitía intermitentemente la frecuencia de la policía. ¿Es legal tener un radio como ese? Le pregunte?. “Ah, este radio es la frecuencia de la policía. Todos los periodistas que la sacamos es con un permiso especial. Yo lo obtuve hace nueve años. Nosotros lo utilizamos para trabajar, hay personas — delincuentes comunes — que se infiltran en la policía que lo usan para delinquir”.
¿Qué otras claves usan? “Por ejemplo, los rangos de los oficiales. Un jefe policial es un Sierra Azteca; el que le sigue, que es un comisario, es un Bravo Primero; un Whiskey Yankee es un policía normal que no tiene rango”. ¿Y las pandillas? “Un octavo es la 18. Y un Metro Sierra es un MS. A veces las pandillas también utilizan radios y también utilizan claves. Por ejemplo, a los militares les dicen ranitas y a los policías que vienen en las camionetas Hailux les dicen pokemones“.
Mientras terminábamos nuestras hamburguesas, pasadas las diez de la noche, en el radio escuchamos de otro crimen, esta vez en un barrio llamado Rivera Hernández, uno de los más peligrosos y conflictivos en la ciudad.
Pagamos y salimos inmediatamente. Según nos explicó Orlin, el barrio es peligroso porque ahí operan no sólo la Mara Salvatrucha y Barrio 18, sino seis bandas más, todas con conflictos entre ellas.
Acababa de llover, había poco alumbrado y la mayoría de las calles de tierra estaban encharcadas. Apagamos la luz del auto, y de pronto Orlin sacó una escuadra que traía bajo el asiento y le puso el cargador. “¿La has tenido que utilizar alguna vez?”, le pregunté. “Sí que sí, pero no tengo valor de matar a otro. Ni quiera Dios”. ¿Entonces para qué la traes? “Por prevención. Pero tampoco la exhibimos porque somos comunicadores sociales. Cuando me bajo, no la bajo conmigo. Una vez me siguieron y me empezaron a disparar, choqué el carro. Me tocó correr por una noticia de una banda, por eso me querían matar. No estaba armado, pero si hubiera tenido un pistola, por lo menos, le pego un tiro por ahí para que se me aleje un poquito”.
Estacionamos el coche, nos bajamos y empezamos a caminar por un callejón de tierra, hasta que encontramos a dos policías en la oscuridad total. Aquí no había más prensa, ni mirones. Según nos dijeron los mismos policías, los vecinos temen salir, porque las pandillas pueden tomar represalias contra ellos.
Nadie se acerca para que nadie les pregunte nada. Tampoco había más periodistas, como en otras escenas de crimen a las que fuimos. “Aquí la prensa a distintos sectores no entra”, nos dijo Orlin. “Varios medios de comunicación han tomado la decisión de que periodistas no trabajen en horas de la noche y madrugada por el riesgo que se sufre”. En Honduras, el periodismo se ha convertido en una de las profesiones más peligrosas; desde 2003 han sido asesinados 37 periodistas en el país.
Javier, el camaroágrafo que acompanña a Orlin, enciende su lámpara y vemos el cuerpo de un joven tirado boca abajo, en el lodo, con las manos y los pies amarrados. Según los policías, era probable que los culpables fueran los Tercerenos, una de las ocho bandas que operan en ese barrio.
Al día siguiente visitamos al doctor Héctor Hernández, director de la morgue en San Pedro Sula. Sobre la escena que vimos en la Rivera Hernández, nos dijo: “Frecuentemente encontramos personas en bolsas plásticas, generalmente con un lazo alrededor del cuello, las manos y los pies atados hacia atrás. Es el famoso garrobo”.
El doctor nos explicó que justo como el cuerpo que vimos, muchas veces se quedan tirados en las escenas del crimen por horas, custodiados por la policía, porque de las tres camionetas que tienen para levantar a los muertos, sólo una funciona: “Hay cuerpos que tienen que esperar más de seis horas para ser recogidos. La camioneta no es refrigerada y San Pedro Sula es una ciudad muy caliente. Si andamos mucho tiempo con el cuerpo en la camioneta éste se descompone”.
¿Cómo es el cadaver violento común? ¿Qué nivel de crueldad se ve? “Generalmente cuando es un homicidio que llamamos dedicado, o en el que participa el sicariato o que esta persona andaba en algún tipo de delito, generalmente tiene más de cinco disparos, cinco orificios de entrada, cinco de salida, pero hemos llegado a contar hasta 74 heridas por arma de fuego en un solo cuerpo”.
Los retos de los médicos forenses en San Pedro Sula parecen ser enormes, no sólo en cuanto a equipo, sino por el personal con el cuentan. Según nos explicó, las normas internacionales establecen que un médico puede realizar dos autopsias en 24 horas. En San Pedro Sula, llegan a hacer hasta cuatro, por médico, en seis horas.
Algo similar sucede con los heridos. El Hospital Mario Catarino Rivas, es el único hospital público en la ciudad, y cada noche, los médicos y los jóvenes practicantes se ven rebasados para poder atender a las decenas de heridos, tanto por accidentes, como por crímenes que llegan todas las noches. Los pacientes o sus familiares tienen que comprar su propia anestesia y a veces hasta el hilo para suturar las heridas. A pesar de los enormes esfuerzos de los doctores y practicantes, muchos heridos no llegan a salir vivos.
Al día siguiente, nos volvimos a encontrar con Orlin en la plaza central de San Pedro. Antes de subirnos a su auto, se dio cuenta de que yo traia puestos unos tenis Nike Cortez y sugirió que me los quitara. Según nos explicó, ese modelo de zapatos lo usan exclusivamente los miembros de la pandilla 18.
Ya con tenis diferentes, empezamos a manejar y no pasó mucho tiempo antes de que a través del radio nos enteráramos de un asesinato más. Cerca de las nueve de la noche llegamos a la Colonia Universidad, un barrio de clase media-alta, en donde una camioneta de lujo, Toyota FJ Cruiser gris, estaba estrellada contra un poste en una esquina.
El conductor había sido acribillado, por lo menos con veinte tiros de arma larga mientras manejaba, según la policía, interceptado por un auto Mazda, también de lujo. Una van de Canal 6 llegó a la escena para transmitir el reporte de Orlin en vivo. Tomó el micrófono y empezó a hablar hacia la cámara.
Cuando terminó nos dijo: “La mayoría de los conflictos se dan por peleas entre las pandillas, porque aquí ya operan con el tráfico de drogas. Entonces ya hay un pleito por el territorio, pero más la 13 con los narcotraficantes como los de Sinaloa y Michoacán aquí en San Pedro Sula”.
El crimen que acababa de suceder no era una ejecución típica entre pandilleros, las cuales suceden normalmente en los barrios más populares de la ciudad como otras que habíamos visto en días pasados. Las características de este asesinato apuntaban al crimen organizado, a un ajuste de cuentas entre narcotraficantes, posiblemente hondureños trabajando para alguno de los cárteles mexicanos. Según Orlin, este tipo de crímenes han aumentado en la ciudad en meses recientes y él estaba particularmente intrigado por el personaje de Servando Gómez La Tuta, líder de los Caballeros Templarios en Michoacán, por quien me preguntó más de una vez.
Honduras está ubicado en una posición estratégica en la ruta del narcotráfico de la cocaína hacia Estados Unidos, a medio camino entre Colombia y México, y los cárteles mexicanos parecen empezar a disputarse la plaza, con consecuencias similares a las que ya hemos visto en ciudades como Juárez, Chihuahua.
“Hay gente que ya se acostumbró pero también muchas que viven con un trauma”, me dice Orlin cuando le pregunto cómo se siente al ver todos los días una espiral de violencia que no parece tener fin. “Imagínese que en cada hecho violento, por lo general, hay niños viendo la escena. A veces 11 de la noche, un cadaver tirado pazconeado a balazos o tiroteado. Ya cuando llega a 13 años ya no le hace y entonces les parece fácil hacerlo también. ¿Por que a veces los niños andan en la calle? Porque no tienen un padre porque se lo mataron, porque se fue para Estados Unidos. Y no puede ir a la escuela o no puede ir a un colegio en la áreas más vulnerables”.
Ésta es precisamente la situación que ha generando el aumento de menores buscando migrar hacia Estados Unidos. La migración ilegal de hondureños ha crecido quinientos por ciento desde 2010 y San Pedro Sula y sus alrededores es la que más expulsa migrantes.
Para explicar la situación a la que se enfrentan estos niños, Orlin me contó sobre un escalofriante caso que le tocó cubrir en mayo, cuando en una sola colonia murieron ocho niños en seis días. “Unos niños emigraron de un sector que era controlado por la MS a un territorio 18. Se convirtieron en paisitas de un niño de nueve años y lo metieron a la mara, pero cuando se dio cuenta de cómo se manejaba la situación, decidió salirse. Un día, el paisita andaba con dos más, los agarraron, los metieron a una pick up y los fueron a meter a una cañera. Ahií son tres muertes de niños. Al siguiente día, el hermanito del muerto fue a buscarlo junto con otro niño. Los de la 18 los agarraron y los metieron a un cuarto. Los mataron, los envolvieron en una sábana y los fueron a tirar casi al mismo lugar. Son cinco niños. Otros dos niños que vieron el hecho, amanecieron ultimados a los tres días, casi en la misma colonia. Ahí son siete niños. La pandilla 18, por querer justificar que ellos no habían matado niños, agarraron a otro más, lo ultimaron y le pusieron un rótulo diciendo que ese niño había matado a los otros siete”. En este caso en particular sí se hizo justicia, y la investigación arrojó que los de la pandilla 18 habían sido los responsables de la muerte de estos ocho menores.
“Por ese tipo de situación, porque ahora se dedican a reclutar ninños para meterlos a cualquier banda organizada, los padres deciden —si tienen un familiar— mandarlo con un coyote o con un pollero para Estados Unidos”, continuó Orlin. “Porque aquí no hay un futuro aceptable, y esto es lo que a veces el gobierno de Honduras quiere ocultar”.
Empieza a amanecer y regresamos hacia nuestro hotel en la plaza central de San Pedro Sula. Antes de despedirnos de Orlin, le pregunto si cree que la violencia en su país tiene solución. “Aquí solamente Dios. Dios será el único que pondrá la mano” contesta. “Primeramente Dios y después el trabajo y el esfuerzo que hacen las personas encargadas de la seguridad”.
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