Los ocupas punks de Nueva York en los 90

No fue hace mucho que el Lower East Side de Manhattan, ahora ocupado por heladerías y apartamentos “de lujo” del tamaño de un clóset, estuvo repleto de edificios abandonados y decadentes. En 1992, la estudiante de fotografía Ash Thayerse quedó sin hogar y en la quiebra cuando su casero la echó de su apartamento y se quedó con su depósito de seguridad. Pero Ash recibió ayuda de otros miembros de la escena punk que la invitaron a vivir en See Skwaty y a unirse a la comunidad de ocupas que habían pasado décadas rehabilitando la región. Durante los siguientes ocho años, Ash documentó las vidas, los hogares y la lucha contra la gentrificación de su familia ocupa, y finalmente compiló las imágenes en un libro titulado Kill City: Lower East Side Squatters 1992-2000, que fue lanzado a principios de año. Justo después de la charla sobre su libro en la Biblioteca Pública de Nueva York, nos reunimos con Ash para ver cómo la juventud puede cambiar el mundo con activismo político, mentalidad punk y positivismo.

¿Cómo empezaste con la fotografía?

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Tuve un profesor en el colegio en Memphis, Tennessee, que ayudó a impulsar las carreras artísticas de muchos de sus estudiantes. Nos mostró qué estaba ocurriendo en el mundo, cómo aplicar a las universidades y nos ayudó a recibir becas de prestigiosas escuelas de arte. Muchos éramos jóvenes en situaciones de riesgo, incluyéndome. Yo era una marginada que se había vuelto metalera, y después encontré el punk rock que me dio una perspectiva más positiva. Me mudé de la casa de mis papás antes de graduarme y este profesor me animó a coger una cámara. Empecé a fotografiar a mis amigos de la escena punk y mis primeros rollos ganaron un Scholastic Award. Después obtuve una beca en la School of Visual Arts.

¿Cómo llegaste a ser ocupa?

Me mudé a Nueva York para estudiar y continué fotografiando la escena punk que me rodeaba, todos los grandes shows en The Continental y en CBGB’s. Pero estaba quebrada. Estaba viviendo de las sobras de mi préstamo de estudiante y estaba luchándola en trabajos de medio tiempo para mantener el equilibrio entre el estudio y el trabajo. Me echaron de un lugar y se quedaron con mi depósito de seguridad, así que no tenía nada de dinero. Las opciones eran abandonar los estudios y volver a Memphis o inventarse algo. Conocí a otros chicos punks que eran ocupas y me acogieron como invitada en See Skwat. En la escena punk todos se cuidan entre sí, nuestra amistad era lo único que teníamos.

El edificio estaba destruido en ese entonces. Habían empezado a arreglarlo pero parecía un set de Dexter,un bombillo titilante en el pasillo con unas escaleras cayéndose a pedazos. Teníamos que cubrir las ventanas por la noche para que nadie viera que teníamos electricidad. Tenías que ganarte el respeto y la confianza de la gente. Eran un montón de jóvenes punks irascibles, muchos con problemas de drogas y alcohol, pero eran muy serios con el tema de ser ocupas y con la política.

¿Qué paso cuando la ciudad empezó a atacarlos? Giuliani gastó millones tratando de sacar a los ocupas.

Estábamos muy involucrados en las juntas de la comunidad donde se tomaban y votaban las decisiones acerca de los desarrollos residenciales. Hacíamos marchas y protestas para concientizar al barrio, pero también hacíamos fiestas e invitábamos a todos los vecinos. Mucho de lo que hacíamos era para ser parte de la comunidad, acercar a la gente e integrarla. Como en ese entonces el Lower East Side estaba repleto de edificios abandonados, muchos ocupas estábamos en áreas muy condensadas y esto nos permitía apoyarnos mutuamente. Si había algún problema, ahí estábamos para rescatar al otro. Era una comunidad muy unida que estaba lista para pelear por los edificios, y eso fue lo que hicimos.

Cuando empezaste a tomar fotos, ¿lo hacías con la intención de documentar tu vida cotidiana o la cultura?

No tenía una agenda, más que todo estaba fotografiando gente en mi vida. Había muchas más familias y más diversidad étnica en la comunidad, pero yo andaba con los punks en la escena musical porque me identificaba con ellos y era lo que me gustaba. No todos tenían cámaras en ese entonces, y los ocupas necesitaban documentación del progreso que habían logrado en sus edificios y en sus apartamentos individuales. Sabíamos que llegaría el día, probablemente en la corte, en el que necesitaríamos demostrar todo el trabajo que habíamos hecho con evidencia oficial.

Las mujeres se ven muy empoderadas en tus fotos. ¿Cómo era la dinámica de género en la comunidad?

Era más que todo una comunidad dominada por hombres debido a la rudeza de todo, pero las dinámicas de género dependían del edificio en el que vivías. Muchos tenían proporciones más equilibradas de género por la gente que había comenzado el edificio y el progreso que habían adelantado. Otros edificios eran más aptos para niños, entonces tenían más familias. Todos usábamos ropa de trabajo así que nadie te veía como un objeto sexual.

¿Reflexionando sobre ese periodo de tiempo qué aprendiste? No sólo como fotógrafa, sino como persona…

Como fotógrafa me volví muy consciente de cómo retratar subculturas y comunidades. Aprendí a respetar los deseos de las personas y a pedir permiso siempre. La experiencia también me enseñó acerca del valor de la comunidad y de cómo la gente puede lograr cosas actuando. Hay mucha apatía hacia el gobierno, es fácil sentirse impotente, pero aprendí que es importante estar involucrado y preocuparse por problemas locales. Con perseverancia, teniendo un grupo unido y haciendo que nuestras voces fueran escuchadas nos ganamos once edificios.

Creo que es una enseñanza para la próxima generación: no tienes que ser un punk o un ocupa o involucrarte en actividades ilegales (OK, a veces sí), pero sí puedes cambiar las cosas. Este libro demuestra cómo la gente joven puede marcar una diferencia, incluso los marginados o los que no tienen dinero.

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