Éste es uno de 29 testimonios que he recogido entre gente metida en la Guerra contra el Narco. Los nombres y locaciones específicas han sido omitidas por seguridad. Lo he acompañado de un dibujo y mi definición sobre alguna de las 29 palabras que he escuchado mentar a esta gente. Aquí les dejo la palabra de esta semana: Operativo.
I. “Seguido se me aparece el bato que entrevisté para la nota de las narcofosas. El bato participó en las dos matanzas a la fuerza, poquito después de que lo levantaron mientras viajaba en autobús. El ejército lo encontró en un rancho; estaba solo, amarrado y sin comida. Llevaba días así y en cuanto vio a los güachos se puso a llorar. Lo hicieron testigo colaborador de la Procuraduría. Así lo conocí. Al bato lo mataron dos semanas después de la publicación. Desde entonces el bato me visita durante la noche, siempre en el mismo sueño: estoy de morrito y voy en el carro con mis jefes, quieren llegar a la casa antes de que se haga noche. Por la ventana miro que está lloviendo muy cabrón y se ha formado una corriente que jala un chingo de cadáveres. Unos cadáveres se atoran en los postes de luz y forman una pila: los que están hasta abajo son grises y los que están hasta arriba son amarillos, pero todos tienen agujeros de diferentes tamaños por todo el cuerpo. Les sale agua de los agujeros. No todos los cadáveres están completos: algunos son pedazos de pierna, el puro torso o nomás la cabeza. Al llegar a la casa mi papá se sube a su cuarto y se encierra, ya no lo vuelvo a ver. Mi mamá me pide que no encienda la luz. Cierra la puerta de enfrente y me pide que baje las cortinas de toda la casa. No ha parado de llover. Al revisar la ventana de la sala miro al bato que entrevisté encuerado, corriendo en chinga. Lo viene siguiendo un grupo de albañiles vestidos con rompevientos. Cargan piedras, machetes y lanzas hechizas. Lo más pinche cabrón es que los albañiles parecen muertos en vida: unos están pálidos y otros amarillos, así que pueden haber salido de algunas de las pilas enormes de cadáveres. El bato que entrevisté se esconde como replegándose a una de las bardas del cantón. Azota la reja de afuera, grita pidiendo auxilio. Miro al güey cagarse de miedo desde la ventana: está jaloneando la reja y grita y la patea. Los albañiles están acercándose. El bato comienza a treparse por la reja. El bato se brinca y cae a la cochera. Así todo madreado me voltea a ver. Está llorando. Me da un chingo de miedo verlo así y subo corriendo. Desde la ventana de mi cuarto veo que los albañiles han llegado a los lotes baldíos de alrededor del cantón. Le toco a la puerta a mi jefe y no me abre. No sé si también mi jefa se encerró. Puta Qué Hago, me digo. El bato que entrevisté está golpeando la puerta. Bajo. Le abro y en chinga se mete. Se sube corriendo y se mete, no sé cómo, al cuarto de mis papás. Ahí me despierto.”
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II. Operativo denomina el plan de inteligencia que una organización sigue para el cumplimiento de objetivos específicos a corto plazo. En la jerga militar y policiaca se refiere a la movilización de unidades para la aplicación de una estrategia que precisa casi siempre del uso de la fuerza. Con el paso de los años, la palabra ha terminado por aludir a tácticas de exterminio. Entre militares, como entre paramilitares mexicanos y miembros del crimen organizado, la palabra “operativo” sugiere casi siempre a la aniquilación sistemática de personas. Estas ejecuciones metódicas han vuelto norma lo que en otros tiempos se denominaba “estado de excepción”: pensemos en la frecuencia con la que aparecen narcofosas desde 2010, cuando se hallaron 236 cadáveres en ocho tumbas clandestinas en San Fernando, Tamaulipas. La militarización, así como la paramilitarización de muchas de las células del crimen organizado no sólo en Tamaulipas, sino también en estados como Veracruz y recientemente en Michoacán, han convertido al país en un campo de exterminio. La desaparición de segmentos enteros de población es ya en una realidad frecuente en México, como en otros países del mundo que simultáneamente están en vías de desarrollo e integrándose de manera vertiginosa a modelos económicos capitalistas cada vez más agresivos. Las formas actuales de tráfico legal e ilegal precisan de modelos de ejercicio de poder que resultan en el despojo de las condiciones humanas más básicas. Lo que Edward Luttwak y otros economistas contemporáneos han denominado “turbo-capitalismo” refiriéndose a los modelos incontrolados de economía actual, ha derivado en lo que Achille Mbembe define como “necropolítica”: un ejercicio de soberanía tal que son agentes internacionales los que deciden quién debe vivir y quién debe morir en un momento dado, atendiendo a criterios estrictamente económicos. El periodista Diego Osorno ha utilizado el término para describir las políticas de Estado mexicanas a partir del gobierno de Felipe Calderón; en sus investigaciones sobre el modo de operar de los Zetas, deja en claro la forma en que la “necropolítica” opera en México beneficiando a empresarios a través del combate al narcotráfico. La “Guerra contra el Narco”, tanto la calderonista como la que sigue emprendiendo Enrique Peña Nieto y la enorme mayoría de células del crimen organizado podría definirse como un compendio terrible de actos bélicos nomádicos que buscan afianzar recursos y territorios estratégicos para el tráfico de droga, personas, piratería, órganos, influencias, entre otros capitales, en función exclusiva del interés privado. Estos operativos han conseguido hacer de la población una mercancía desechable ante estos mercados. Se trata ya no de un entender biopolítico, en el que el ser humano encarna las formas del ejercicio de poder del Estado, sino de un entender necropolítico, en el que la vida se vuelve una baja colateral ante la inutilidad de cualquier resistencia, la inevitabilidad de todo sacrificio y la preponderancia absoluta del terror.
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¿Quieres más? Ve a nuestra columna semanal El Alfabeto (Ilustrado) del Narco Mexicano.