Pablote: el guardián del Café Iguana

El Barrio Antiguo es un periódico semanal que se fundó en mayo de 2013 para servir al Barrio Antiguo y sus alrededores en Monterrey, Nuevo Leon. Fundado por el periodista y colaborador de VICE México, Diego Enrique Osorno, El Barrio Antiguo se une como una publicación colaboradora de esta página. Cada martes compartimos con nuestros lectores una nota publicada originalmente en El Barrio Antiguo.

Saludo inicial. La pierna derecha atrás, la izquierda adelante, la cadera aventada hacia atrás; posición de caballo sentado. Brazos alzados sobre la cabeza, las manos con palma abierta, en grulla, muñecas mirando al cielo. El Rey Cobra visualiza a sus dos presas. Los contrincantes se acercan por ambos lados, dan un rodeo y atacan. Dos golpes casi simultáneos son lanzados hacia los costados de Pablo César Martínez Flores. El Rey Cobra gira hacia la derecha, bloquea un golpe con su brazo izquierdo y con el derecho desvía el otro hacia arriba. Los rivales vuelven a rodear a Pablo, sus miradas fijas en sus pies, pues saben que en cualquier instante puede transformarlos en un torbellino mortal. Uno de ellos se acerca más de lo debido y proyecta una patada lateral sobre la cabeza de Pablo. El otro, al ver la atención desviada, se dirige pronto al ataque con un medio golpe a los riñones. El Rey Cobra tiene a sus contrincantes en la mira. Uno, desprevenido, intenta lanzar una patada hacia su cabeza. Pero la serpiente es ágil y sale del camino del impacto. Mientras ve al otro detrás de él, logra sentir un golpe contra su espalda. Con celeridad, arroja una patada de gancho hacia atrás, alcanzando a su oponente en el estómago. Con su patada fuera de lugar, el contrincante se aleja para no sufrir daño mientras ve cómo su compañero es alcanzado por la poderosa pierna de Pablo. El oportunista sólo alcanza vislumbrar cómo, antes de que su golpe conecte, una poderosa fuerza lo hace perder el equilibrio y lo arroja hacia atrás, haciéndolo caer sobre su espalda.

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El Rey Cobra se voltea al ver a su enemigo en el suelo. Su cuerpo se relaja, calma las manos, sus piernas corren a socorrer a su compañero. Delicadamente sostiene su cabeza, y al comprobar que se encuentra bien, lo levanta.

El punto se da por terminado. Éste lo gana Pablo César Martínez, sus compañeros aplauden semejante demostración de poder. Pablo se prepara para otra contienda. Se encuentra en el Gimnasio Victoria, en la Zona Centro de Monterrey, donde se realizan todos los torneos importantes. Compite en el torneo nivel plata; sus dos contrincantes son nivel bronce. El Rey Cobra se mentaliza para luchar y vencer. Es el 22 de enero del 2011, y Pablo goza de una vida tranquila. No sabe que en pocos meses y a unas cuantas cuadras, su vida terminará en las afueras del Café Iguana.

***

22 de mayo del 2011. Una mañana.

El Café Iguana abre con el sol de mediodía. Betty, la secretaria, llegaría a eso de las 10:00AM a abrir la “oficina”; Rodrigo Ríos —o “Fony”, como lo conocen informalmente—, dueño y fundador del famoso café, por ahí de la una. Pablo y Fermín Gerardo Sánchez, mejor conocido como “El Enano”, tardaron un poco más. El día comenzó como cualquier otro, sin novedades. Se barrió el local, se pusieron las cervezas en el frigorífico, se abrieron las rejas y se dejó entrar el aire del centro de la ciudad de Monterrey a la bodega.

Poco después llegaron los demás trabajadores del establecimiento. Camareros, baristas, cajeros, personal de seguridad. Todo el mundo conocía sus actividades, todos se pusieron a trabajar. Pablo y El Enano bromeaban con sus compañeros como de costumbre. El aire se llenó de risas, y por unos momentos los empleados olvidaron que a las nueve llegaría el “dejarle”, que a eso de las 9:45PM iría apareciendo la clientela habitual, y junto con ellos los pocos adictos a la cocaína y a la mariguana. Por unos momentos olvidaron que vivían en una zona de guerra. Por un momento olvidaron todo eso.

El Rey Cobra jugueteaba con una tapa de cerveza que se encontró tirada. Recargado sobre una barra, miraba a sus compañeros trabajar. Su mente siempre inquieta repasaba lecciones aprendidas: golpes, patadas, técnicas, filosofía. Revivía antiguas peleas, veía claramente a sus enemigos acercarse a él; bloquea golpes, da patadas, salta hacia atrás haciendo una voltereta para caer de pie y lanzar un golpe. El Enano pronuncia su nombre, que saca a Pablo de sus memorias.

A las 8:00PM llegó la última banda que tocaría en el café. Viento Roots se subió al escenario y comenzó a afinar sus instrumentos. Azael Alvidrez tomó el micrófono e hizo los últimos ajustes de audio. Puntual como reloj alemán, un hombre sombrío se acercó a la puerta del bar. Entró sin hacer escándalo, sin hacer notar su presencia. Pero todos sabían lo que traía en su mochila. La droga que ese día se vendería dentro del local estaba almacenada en diferentes compartimientos, diferentes bolsitas para cada cosa. El ambiente se volvió pesado, los asistentes lo sentían, los empleados lo sentían. Pablo lo sintió. Pablo volteó hacia el baño y se encaminó como lo había hecho antes.

***

Pablo —dice la voz de Fony—, hoy te voy a llevar a un lugar muy especial.

Pablo no sabe qué decir. Desde que tenía 16 años y había entrado a trabajar con Fony, a éste lo había respetado como a nadie más. Rodrigo Ríos lo condujo hasta un lugar al que él denominó como “el Templo”. Al entrar, Pablo, un alma salvaje y peleonera, comprendió que se encontraba en otro lugar muy distinto de donde había estado antes. El Maestro se le acercó y le tendió la mano. Pablo no pudo oír muy bien lo que le dijo, hablaba con una voz grave y profunda. El Maestro le indicó que se pusiera en la línea con los demás practicantes.

Primero comenzó el calentamiento motriz, ejercicios básicos que todo el mundo sabe hacer. Después vinieron las abdominales, las sentadillas, las volteretas, los desplantes, las vueltas de carro, las carretillas. Un entrenamiento físico como el que Pablo no había tenido nunca.

Acabando la casi tortura física, llegó el momento que Fony había querido mostrarle a su empleado. El Maestro comenzó a realizar movimientos al aire, como si peleara contra un enemigo imaginario. Golpeaba y pateaba el vacío, ejecutando llaves y movimientos extraños que capturaron la atención de Pablo. Mientras El Maestro se movía, recitaba frases del libro del Tao. Explicando la función de cada movimiento y su pertenencia dentro del orden cósmico de la vida, continuó mostrando las técnicas que ese día estudiarían.

Por ser el primer día de Pablo, le encargaron a otro alumno que le enseñara lo que denominaron “las técnicas básicas”. Eran 10, la base de todo el kung fu. Comenzó a adentrarse en este mundo en el que todo tenía un lugar, todo tenía un propósito. Cada respiración, cada contracción de músculo tenía un motivo de ser. Dentro del orden de las cosas, como le fue explicado, te encuentras tú; tú eres el centro de tu propio mundo, un mundo que choca con otros en todo momento, cosmos infinitos que se multiplican exponencialmente mientras más existen.

—Primero bloqueas el golpe que viene hacia ti con la mano contraria a la del golpe. Después, con tu otra mano, haces una defensa hacia abajo, en caso de que te lancen un segundo golpe. Por último, lanzas un golpe a la cabeza con la parte posterior de tu mano cerrada, como si fuera una resortera. Tu mano debe salir disparada de tu hombro para hacer contacto con la cabeza del otro —dice el practicante.

Pablo lo intenta una y otra vez, repitiendo el mismo movimiento, parecido al de doblar una sábana, hasta que cree haberlo dominado. El Maestro se le acerca y le pide que lo haga enfrente de él. Pablo hace el movimiento. Primero la defensa hacia afuera, la segunda defensa hacia adentro, el último golpe a la cabeza.

—Mal —dice la voz del maestro—. Otra vez.

Pablo repite el movimiento hasta que El Maestro lo acepta como “pasable”.

***

“Pablo”, se escucha la voz de Fony al fondo. Pablo está acostumbrado a esto, es la forma en la que su jefe lo llama. Sin ningún otro aclamo, Pablo se acerca a él. “Ven conmigo”. La voz de Fony se escucha feliz, emocionada. “Te tengo una buena noticia”, le dice Fony. Pablo se le queda viendo sin decir una palabra. No es normal que su jefe lo llame para darle buenas noticias a él primero.

—¿Cuánto tiempo llevas trabajando para mí?

—Unos cuantos años.

—Creo que es hora de que haga algo que debí de hacer hace mucho tiempo —dice por fin Fony—. Pablo, desde hoy eres el nuevo jefe de seguridad. ¿Aceptas?

Son las noticas que Pablo había estado esperando: la oportunidad de por fin darse a lucir. La seguridad del Iguanas era el tema que más le preocupaba a Pablo. Que los cadeneros fueran respetuosos con los asistentes, que no hubiera pleitos dentro del establecimiento, que todos pudieran pasar un buen rato.

Pablo comenzó a reflexionar sobre su nuevo puesto. El kung fu le había dado estabilidad moral, una base fuerte para su crecimiento personal y una nueva forma de ver las cosas. La razón de hacer lo que él hacía, la forma de hacerlo, era más importante que el resultado. Las cosas vienen porque así nosotros las queremos; si trabajamos por algo, lo conseguiremos.

***

El nuevo Rey Cobra se acercó a la arena. Su contrincante, Caballo Negro, venía desde el extremo opuesto. El Rey Cobra lo miró con recelo: un hombre mediano, de estatura promedio, pero invicto hasta el momento.

Saludo inicial. El Caballo Negro se puso en posición caballo sentado, con los brazos extendidos hacia adelante, ligeramente doblados, y los puños cerrados. El Rey Cobra comenzó a circular a al Caballo Negro, y sin detenerse a pensar en su contrincante, se lanzó al ataque.

Un golpe a la cabeza, seguido de una patada hacia el frente, como si empujara a su rival. Ataques rápidos y difíciles de bloquear. El Rey Cobra lo consiguió. Su técnica funciona, es infalible, pero el Caballo Negro se recupera. Bloqueó la patada en el último segundo y contrarrestó con un golpe al pecho. Punto para el Caballo.

Segundo punto. Pablo se lanza al ataque de nuevo. Falla con una patada baja hacia las piernas, pero logra que Caballo Negro se tambalee. Patada de gancho a la cabeza y punto para el Rey Cobra. Está en su elemento.

Tercer Punto. El Caballo Negro ataca rápidamente ahora. Lanzando un golpe contra el esternón, baja la vista hacia las manos del Rey Cobra, olvidando mirar sus piernas. El Rey Cobra se adelanta y ejecuta la primera técnica básica. Bloquea el golpe al esternón y arma la segunda defensa media hacia adentro, pero el Caballo Negro se retira rápidamente. El Rey Cobra lo sigue con celeridad. Haciendo una media patada hacia arriba, confunde a su oponente y lo hace retroceder hasta el borde de la arena. El Caballo Negro no ve la patada que viene hacia él y la recibe de lleno en el estómago. Entonces el Rey Cobra hace lo que nadie pensó. Toma el brazo del Caballo Negro y lo enrosca en el propio. Su mano se traspasa hacia atrás de la cabeza de su contrincante y su rodilla sube hasta el pecho. La técnica 3 del estilo Rey Cobra ha sido realizada. Con la movida que le vale dos puntos, el Rey Cobra se lleva la contienda.

Pablo gana el torneo. Los organizadores se juntan para hablar entre ellos. El Maestro se queda apartado por un lado y le guiña un ojo a Pablo. Al nombrar a Pablo como ganador del torneo, hacen el anuncio que todos esperan: “Pablo, estás invitado a participar en el torneo nivel plata que se realizará la próxima semana”.

Pablo sólo tiene que asistir a este torneo para coronarse como el cuarto practicante de nivel plata de la escuela de kung fu estilo Zhang Lung de Monterrey.

***

Son las 11:00PM. La banda Viento Roots lleva tocando una hora. La cerveza escasea y en el ambiente se siente una atmosfera turbia. Es una noche especial, sienten algunos. Otros dicen que no pasará nada, que así se siente siempre por aquí.

Pablo ha pasado unas dos veces por el baño. “Para checar que todo esté bien”, dice.

Da medianoche. Fony, notando que la cerveza se está acabando, manda a pedir una nueva orden. “Llega a las 12:30”, le dice el surtidor. Pablo Cesar Martínez, Gerardo Fermín Sánchez Lomelí y otro empleado del Iguanas esperan el cargamento en la bodega. A las 12:18AM salen de la bodega y se paran en la calle, por calor o por frio, la verdad nadie sabe. Un minuto después pasan dos camionetas negras. Unos rifles de alto calibre asoman por las ventanas y comienzan a disparar sobre los desprotegidos. Pablo y El Enano caen inmediatamente junto con otros dos empleados del café; un transeúnte resulta herido.

Así, el poderoso Rey Cobra termina su viaje: tirado en la calle, con cuatro impactos de bala en el cuerpo.

Paramédicos llegan, pero es muy tarde. Los vivos ya no están. Sólo quedan cadáveres y sueños rotos.

***

Los hechos oficiales de ese fatídico 22 de Mayo hablan de una historia terrible. A las 12:18AM, mientras Pablo, Gerardo y otros dos empleados del Iguanas esperan el cargamento, llegan tres camionetas negras con los vidrios polarizados, liberan una ráfaga sobre los desprotegidos empleados y se retiran con celeridad. Los transeúntes y los clientes del café se esconden donde pueden. Hasta que un joven sube a la terraza y con la voz quebrada proyecta lo que acaba de ver: “Acaban de matar al Pablote”. Los asistentes llaman a la Cruz Roja y ésta llega en cuestión de minutos. Los paramédicos comienzan a atender a los heridos, pero ya es tarde; los declaran fallecidos en el lugar. Sin embargo, una manta se mueve. Es Fermín Gerardo, que sigue aferrándose a la vida. Al comenzar a tratarlo, los paramédicos oyen que se acercan otros vehículos. Ellos esperan que sea el ejército o la policía que vienen a resguardarlos de una posible secuela, pero no. Dos camionetas vienen hacia donde se encuentran los paramédicos. El entrenamiento urbano dicta que la vida de un oficial paramédico viene antes que la de aquellos a los que sirven, por lo que los médicos corren. De las camionetas bajan unos cuantos hombres que suben el cuerpo de Pablo y los de ambos empleados a sus camionetas. Parece como si a Gerardo lo fueran a olvidar, pero en el último minuto también se lo llevan. Las camionetas arrancan y desaparecen por una calle aledaña. No se han encontrado los restos.

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El caso de Pablo y los otros tres empleados del café es muy complicado. Puesto que no se tienen los cuerpos, no se puede extender un acta de defunción, aunque los registros de la Cruz Roja los declaran fallecidos. Aun así, sin la evidencia no se puede extender el cierre a las familias.

Este es el caso de miles de desaparecidos en Nuevo León durante los años pasados debido a la “guerra contra el narco” impuesta por el presidente Felipe Calderón Hinojosa, en la que el ejército volvió a las calles después de años de no estar en servicio. La razón más común que dan las autoridades es que el pueblo mexicano perdió su fe en las fuerzas armadas después de los hechos del 2 de octubre del 68 y la circunstancia resultó perfecta para que los militares volvieran a las calles.

Sólo en los primeros seis meses del 2011 se tienen registrados ante el Ministerio Público 900 desaparecidos, sin hablar de las privaciones de libertad, ni las desapariciones forzosas. La hermana Consuelo Morales, de la organización Ciudadanos en Apoyo a los Derechos Humanos, A.C. (CADHAC), ha ayudado a muchas familias a intentar mantenerse fuertes ante la tragedia, pero no es fácil, pues las autoridades muchas veces no facilitan la investigación de los familiares.

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En este escenario vemos al Café Iguana, uno de los establecimientos de música más famosos de la ciudad de Monterrey. Establecido en 1991, la idea original era vender cafés y bebidas, creando así un lugar de reunión para músicos de la ciudad. Sin embargo, como las máquinas para hacer café eran muy caras, Fony decidió simplemente quedarse con el nombre. A lo largo de los años, el Iguanas fue ganando popularidad y prestigio como uno de los escenarios más importantes de la ciudad. Músicos de todos los estratos locales y regionales querían venir a probar suerte al café.

El Café Iguana comenzó a significar prestigio; si tocabas ahí, ibas por buen camino. Sin embargo, a raíz de la violencia registrada en el Barrio Antiguo, lugar de residencia del Iguanas, y sobre todo del ataque que dejó cuatro muertos, el café se mudó a una plaza en San Pedro, pero no tuvo tanto éxito, y por eso en 2013 tuvo lugar la reapertura del famoso café.

Hoy día el café prospera. Se ven por las calles a aquellos viejos miembros que vuelven después de un largo tiempo, además de rostros nuevos que acuden al establecimiento. Las calles están repletas de gente: vecinos que van al Oxxo cercano a comprar un litro de leche, hombres vestidos de traje que se toman una cerveza al lado de las ventanas, personas que llegan y se pasean por el establecimiento como si fuera un hogar al que regresan tras un muy largo viaje, con añoranza y esperanza en sus ojos, grupos de dos o tres mujeres que caminan solas por las calles, y claro, no podían faltar aquellos roqueros de años que jamás se fueron. Patrullas y granaderas pasan aproximadamente cada 25 minutos por la calle. Se respira un aire de tranquilidad, muy diferente al de aquel 22 de mayo del 2011.

Sin embargo, el recordatorio de la tragedia sigue presente en el Café Iguana. Los 22 hoyos de bala permanecen en la fachada. “Le dieron en el hoyo, la cicatriz que tiene el Iguanas la tenemos nosotros en nuestro corazón”, dice Susy Robles, periodista local. “El Barrio tiene que reactivarse, revivir, para que vuelvan los días”.

Y aun así, a pesar de los hoyos, de ese recordatorio constante de la tragedia, los transeúntes siguen caminando por ahí como si nada. La pizzaguana vende igual que siempre, y no falta el hambreado que pasa sólo para probar una deliciosa rebanada. Aromática y sabrosa, el olor de la pizzaguana inunda la calle Diego de Montemayor, junto con el sonido del rock y del metal que salen del bar. A una cuadra de distancia se comienza a escuchar el sonido de las guitarras y los distorsionadores, los gritos y la batería se fusionan para crear el ambiente del barrio que antaño se vivió.

Aun con la nueva seguridad, tres guardias hombres y dos mujeres, la gente recuerda a Pablo con cariño, tanto aquellos que llegan y se sienten en casa como los que vienen al bar; todos se acuerdan, o al menos han oído, del famoso Pablo. Su recuerdo vivirá por siempre en la memoria colectiva del Bar. Los que no lo conocieron en persona saben quién es. Han oído hablar de él, de su vida, de su muerte.

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