“Tu misión es llevar Los Himalayas y el Sahara a Los Andes”, le dijo uno de sus maestros en la India y la dejó con la premisa que cambiaría su vida. Y la de más de cinco mil mujeres.
Cuando tenía 20 años, y todas sus contemporáneas le apuntaban a Europa, Antonina Canal se fue a la India buscando su razón de ser en el mundo. Antes de emprender el viaje, en los 90, y después de graduarse del colegio Marymount en Bogotá, estudió economía en la Universidad de los Andes, pero por ahí no fue la cosa. Luego intentó con artes plásticas en el School of Visual Arts de Nueva York y por ahí tampoco. Entendió que no quería vivir dependiendo de que la gente del ghetto decidiera colgar sus piezas en la pared, y se fue a probar suerte en el Medio Oriente. Y la encontró: supo que su misión era llevar a su lado del mundo el baile como herramienta de sanación, desbloqueo, liberación de estrés y representación de la mujer.
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Dicen que aquellos que logran sentirse cómodos en la India es porque ya la visitaron en vidas pasadas. Así le sucedió a Antonina durante los dos años de estadía en el país de las especias y las castas, en los que practicó Ashanti yoga, hizo ayunos y retiros, estudió medicina ayurveda, caminó Los Himalayas y conoció el mundo de Bollywood…
Se enamoró de la danza hindú, del odissi (uno de los ocho bailes clásicos) y del kathakali (danza de teatro) porque reunían la celebración de la vida.
De ahí partió para Egipto, persiguiendo la música, la sensualidad y la magia de las antiguas sacerdotisas de los templos, quienes danzaban con el propósito de librarse del ego y alinear los chakras (los siete puntos energéticos del ser) para estar en conexión con la esencia y el alma. Luego recorrió Marruecos, Turquía y Jordania. En Brasil aprendió danza terapéutica y aura-soma a partir de los colores.
Volvió a Colombia como una ciudadana del universo. De todos modos, Antonina siempre se sintió algo extraterrestre. “Desde joven supe que no quería estar sumergida en una rutina en la que mi vida consistiera en ir de la casa al trabajo para pagar cuentas. Le pedí mucho a Dios, a mis guías y a mis maestros que me mostraran el camino y el universo me respondió. Así, volví en 1999 para fundar la Academia de Prem Shakti”, dice Antonina, y sus ojos azules se iluminan y combinan con su velo aguamarina.
Entonces, se lanzó al vacío para empezar a construir su misión en un país occidental como Colombia, que para ese entonces poco o nada conocía de las artes orientales, y montó la Academia de Prem Shakti, en la que se fusiona la danza árabe con la hindú, para que esta funcione con fines terapéuticos, espirituales y de consciencia. Arrancó con ocho personas en su primera clase, pasó a cien y ahora tiene cinco mil alumnas.
Con 16 años de experiencia, de acuerdo con Antonina, su academia ha logrado salvar a mujeres con cáncer de útero, ovarios y mama, así como de enfermedades como la anorexia, la bulimia, la depresión y distintas adicciones.
Para algunos defensores de la medicina tradicional, como el doctor gineco-obstétra, Guillermo Sánchez, “existe algo que se llama ‘el efecto placebo’. Eso traduce que, por ejemplo, si yo le digo a una señora que con este masaje se le quita el dolor de cabeza, hay un 30% de posibilidades de que así sea. Eso quiere decir que es la mente funcionando para curar el cuerpo. Aunque no existe ninguna evidencia científica que diga que el cáncer de útero o de mama se cura con terapias alternativas, sí es cierto que para los temas de componentes psicológicos, como la depresión y las adicciones, las terapias alternativas sí funcionan”.
Sin embargo, hay casos en la Academia, como el de Luz Elsy, que testifican lo contrario: “Fui diagnosticada con cáncer de seno hace cuatro años. Entré en una depresión tremenda y aunque arranqué con el tratamiento siempre tenía la idea de que me iba a morir. En ese entonces, la EPS Humana Vivir me recomendó tomar clases con Antonina Canal. Yo llegué igual de incrédula pero con el tiempo encontré una forma de elevar mi autoestima y de sentirme bella. Entendí que la enfermedad estaba en mi cabeza y que mi cuerpo quería mandarme avisos para detectar qué era lo que me tenía así de mal. Bailé y me encontré conmigo misma, logré ver las cosas bonitas y empecé a curarme”.
De acuerdo con las culturas ancestrales hindús y árabes, el periodo del 2000 es el de la mujer. Según explica Antonina, el 1 significa el palo, la flecha, la guerra, representante de los hombres. Ahora, el 2 es el cisne, el agua, la fertilidad, la intuición, la sabiduría y la mujer. Y la danza, en este periodo, resulta un estimulante para la feminidad, para que con el movimiento de las caderas se incentive su fertilidad, se llene de autoestima y adquiera la fuerza para transformar su estado en alegría.
Esta herramienta de sanación y de consciencia fue la que, en mayo de 2014, cautivó a Moisés Medrano, director de poblaciones del Ministerio de Cultura, a unirse con Antonina y formar unos talleres de Prem Shakti dedicados a las desmovilizadas que hacen parte del programa de la Agencia Colombiana para la Reintegración.
Así, por primera vez en Colombia se instauró un sistema que combina las danzas orientales para sanar a mujeres que hicieron parte del conflicto armado colombiano.
En junio de 2014, en Cali, Medellín, Santa Marta, Barranquilla y Bogotá se dictó un taller de Prem Shakti a 120 mujeres desmovilizadas.
Convencida de que las charlas con psicólogos, —en las que las desmovilizadas tienen que retomar la historia de cómo llegaron al grupo subversivo, cuáles fueron los traumas, si fueron víctimas o victimarias —, no permiten cerrar el ciclo y abren de nuevo las heridas del pasado, Antonina demostró que con la danza podía generar un estado de alegría en las desmovilizadas, el cual las lleva a un plano de celebración, en el que vuelven a aceptarse, a verse lindas, a fortalecer su cuerpo y espíritu, y a sentirse vivas y valiosas.
“Cuando tu estás feliz, inmediatamente empiezas a reprogramar tu ADN, la energía se va a dónde la necesitas, te adelgazas y fortaleces, te sientes bella, tu autoestima se eleva, vives en el ahora, celebras, y estando en ese plano todo cambia para ti”, dice Antonina, y explica que esta es una herramienta en la que desde la mujer y el arte se puede hacer paz, pues las desmovilizadas son personas que “le están dando una oportunidad a reinsertarse para dejar de entregarle su vida a la guerra y la danza les está colaborando en el proceso de hacerlo”.
Este año, dentro de dos semanas, se dará inicio a los nuevos talleres de Prem Shakti para desmovilizadas. En esta ocasión se realizarán únicamente en Santa Marta, con el fin de que estos sean más intensivos y largos. Junto con las áreas de danza y poblaciones, del Ministerio de Cultura, se espera recibir a 300 mujeres, que asistirán a los talleres una semana al mes, cinco horas diarias, durante ocho meses.
La estructura del proceso consiste en reafirmar el reconocimiento de cada mujer sobre su cuerpo y su espíritu, y está basada en los cinco elementos: la tierra, que es el cuerpo físico; la mente, que es el aire; el fuego, que es el espíritu; el agua, que es el cuerpo emocional y el éter, que es la parte mágica y intuitiva. Así, todos los ejercicios están enfocados en equilibrar los cinco cuerpos porque solo de esta manera la mujer logra estar en armonía.
Los talleres se dividen en tres momentos. Una etapa de afirmaciones positivas, en las que, a través de masajes en los pies para reactivar las energías, las desmovilizadas se repiten frases como: “me amo”, “me reconozco”, ” estoy sana”, “merezco ser feliz” , “estoy en el plano de la alegría”. Luego, empieza el tema del baile, en el que cada movimiento tiene un significado para fortalecer un centro energético (o chakra), con el que se busca hacer catarsis, liberar estrés, desbloquear tensiones físicas y emocionales, y como dice Antonina, “soltar el equipaje del pasado creando una nueva realidad”. La sesión finaliza con una relajación profunda en la que ellas, una vez logran aceptarse a sí mismas, pueden reconocer al otro y perdonarlo.
“La guerra se ocasiona cuando internamente estamos divididos, cuando el ego y la mente forman tanto ruido que no podemos conectar con el corazón y el cuerpo. Para lograr la paz tenemos que estar en armonía, primero, con nosotros mismos, ser una sola pieza de consciencia. Así, ese microcosmos de cada ser se reflejará en el macrocosmos de todos”, comenta Antonina.
Esta mujer es una enamorada de la magia y del baile. Como ella misma lo supo, una extraterrestre que prefirió apuntarle a las terapias alternativas como modo de vida. Hoy, es la mujer más importante de la danza árabe e hindú en Colombia, y con sus cinco mil alumnas ha demostrado que sanando a las mujeres, se puede empezar a sanar a la sociedad.
Por las mismas fechas de los talleres con las desmovilizadas, el 6 y 7 de junio, en el Teatro Colsubsidio de Bogotá, realizará el XVI Festival Internacional de Danza Oriental, en el que se presentarán 300 bailarinas en escena desde los 2 a los 70 años, además de tres invitados internacionales.
“En este festival se presentan mujeres de todos los caminos de la vida. Eso es un ‘statement’ de paz porque la mujer es el centro del hogar, y si ella está bien, centrada y sabia, su hogar también lo estará, y por ende la sociedad”, cuenta Antonina y asegura que su vida cambió desde el Prem Shakti, porque la experiencia con las alumnas es un estado permanente de aprendizaje mágico. Además asegura que su Academia: “trae un cambio muy positivo para Colombia porque crea paz desde el arte, porque la paz no es intelectual y no es un asunto de firmarse o no, sino de cultivarse, de adoptarla como estado y celebrarla. Y eso es lo que hacemos en la Academia Prem Shakti con las bailarinas, desde desmovilizadas hasta mujeres con problemas de todo tipo”.
Si quieres inscribirte a la Academia Prem Shakti comunícate al 6756841 o visita el lugar en la Cra 12a # 78-54.
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Este artículo hace parte de ¡Pacifista! Una plataforma para la generación de paz: un proyecto de VICE enfocado en contenidos sobre la terminación del conflicto armado y la construcción de paz en Colombia.