Por qué deberíamos ir todas a Pamplona en San Fermín

Los Sanfermines son las fiestas más famosas del mundo: la ropa blanca, el pañuelo rojo, el maltrato animal, la juerga ininterrumpida y las tetas al aire en el txupinazo. Y Nagore Laffage. Y la Manada.

Las fiestas de Pamplona son siempre noticia. Y no siempre buena.

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La violación múltiple cometida hace dos años por cinco hombres a una mujer joven sacó a las calles a toda la ciudad cuando se denunció y ha sacado a la calle a todo el país cuando les han aplicado una pena que nadie comparte y —una vez más— cuando les han puesto en libertad.

A pocos días del primer txupinazo del que van a poder disfrutar el asesino de Nagore Laffage y los violadores de la Manada, aparecen muchas iniciativas para demostrar la indignación de las mujeres. Que no vayamos, por ejemplo. O que vayamos de negro.

El despertar de la conciencia feminista que están viviendo muchas mujeres en los últimos meses ha permitido que esa violación, esa sentencia y esa puesta en libertad se hayan convertido en un tema personal para casi todas. Y la llegada de las fiestas en las que se cometió nos ha empujado a intentar hacer algo. Lo que sea.

Pero Pamplona no descubrió la violencia contra las mujeres con la violación de la Manada. Como todas las ciudades, Pamplona es un sitio inseguro para las mujeres. Y, como todas las ciudades cuando celebran sus fiestas, Pamplona se convierte en un espacio donde se naturalizan las agresiones contra las mujeres. Gritarnos, tocarnos, acosarnos creyendo que nos están entrando, o creer que nuestro aspecto, nuestra ropa o nuestro nivel de alcohol son excusas para no respetarnos, son parte habitual del programa de fiestas de cualquier pueblo. También de Pamplona. Pero no solo de Pamplona.

Por eso, las mujeres de Pamplona llevan años trabajando y saliendo a la calle para exigir su derecho a tener las fiestas con las que sueñan, unas fiestas en las que sean libres. De hecho, las mujeres que nos estamos organizando para exigir nuestro derecho a disfrutar en nuestros pueblos de las fiestas con las que soñamos, unas fiestas en las que seamos libres, tenemos mucho que aprender de las mujeres de Pamplona.

Las mujeres de Pamplona llevan años trabajando y saliendo a la calle para exigir su derecho a tener las fiestas con las que sueñan, unas fiestas en las que sean libres

Hace años, crearon la Plataforma Contra las Agresiones Sexistas y activaron protocolos contra las agresiones, pero también campañas de sensibilización para prevenirlas, y exigieron a las instituciones que tuvieran una respuesta a la altura. Desde 2014, un grupo llamado Las Farrukas convoca la noche del 4 de julio una mani nocturna en la que salen vestidas de negro, encapuchadas y con antorchas al grito de “el miedo va a cambiar de bando”, por las mismas calles que recorrerán los siguientes días los que vienen buscando tetas y toros. La mañana previa a la violación de La Manada, se colaron en el txupinazo, y recibieron golpes y empujones por extender una pancarta que reivindicaba la lucha feminista. Vete a saber, igual el Prenda y sus colegas andaban por ahí.

Y ahora, desde diferentes sitios, no siempre aclarando en nombre de quién y con la velocidad que imponen las redes sociales, se proponen iniciativas más o menos acertadas, y las mujeres de Pamplona y las que se van a sentir como si lo fueran durante sus fiestas, no saben si blanco o negro.

Personalmente, la propuesta de no ir a las fiestas, no me gusta nada. Me suena como esos consejos de la Guardia Civil (ese cuerpo que fichó a uno de los de La Manada) que nos venían a decir a las mujeres que la forma de evitar que nos violen es quedarnos en casa. Y yo no creo que las mujeres de Pamplona tengan que quedarse en casa. Creo que deberían vestirse de negro el 4 y salir a la noche a gritar y a creerse que el miedo va a cambiar de bando. Creo que deberían vestirse como quieran a partir del 5 y salir, de día y de noche, a hacer real ese grito de que la calle, y la noche y la juerga, también son nuestras.

Porque las mujeres de Pamplona tienen miedo, como todas, pero no lo quieren. Como todas. Y están preparando el traje negro para el 4, pero también el traje blanco, para el 5. Y están preparadas para enfadarse cuando se sepa de la primera agresión que se denuncie en las fiestas. Porque saben que va a haberlas. Y tienen miedo de encontrarse con una Manada y no reconocerla. Y oyen que algunas mujeres proponen no ir a sus fiestas, y ellas no quieren quedarse solas, ni quieren quedarse en casa.

No debemos plantearnos como estrategia quedarnos en casa. Creo que debemos llenar las calles de mujeres disfrutando sin miedo y haciendo lo que nos dé la gana

Porque ellas, como todas, entienden que la violencia contra las mujeres que se vive en todas las fiestas es una violencia ejemplarizante, una violencia disuasoria. Para que nos enteremos de lo que nos puede pasar si nos arriesgamos a hacer lo que no deberíamos hacer: salir, beber, el rollo de siempre.

Ellas, como todas, saben que los mensajes que nos envía cada violación, cada agresión, cada ley injusta, cada agresor impune, es que debemos tener cuidado. Que debemos tomar precauciones para que no nos pasen las cosas malas que les pasan a las chicas que van a todas partes. Que la violencia contra nosotras es una “lacra”, que es como una plaga, un castigo divino que nadie sabe de dónde viene y que no tiene responsables directos ni responsabilidades compartidas. Y no una violencia tolerada y naturalizada, a la que nos hemos acostumbrado, legitimada por un sistema que legisla mal y juzga peor, en el que la paz es que los hombres no se maten entre ellos y la fiesta es que los hombres nos violen y nos agredan a nosotras.

Por eso creo que no debemos plantearnos como estrategia quedarnos en casa. Creo que debemos llenar las calles de mujeres disfrutando sin miedo y haciendo lo que nos dé la gana. Creo que tenemos que hacer todo lo que podamos contra las agresiones machistas, pero creo que es más importante que dejemos claro que no vamos a dejar que nos venza el miedo. Y que no vamos a dejar de hacer cosas para que no nos pase nada, sino que vamos a hacer todo lo que esté en nuestras manos para que no le pase nada a ninguna, y que no vamos a dejar ninguna agresión sin respuesta. Y esa respuesta no va a ser el silencio ni el encierro.

Me consta que los colectivos feministas y las mujeres de Pamplona quieren que se les escuche, porque es su ciudad la que pretende ser invadida por el miedo y porque es su lucha la que quiere echarlo de nuestro bando. Me consta que las mujeres de Pamplona van a salir a la calle, de blanco y de negro, con pañuelo rojo y con pañuelo morado, a bailar, a disfrutar, a beber, a protegerse entre ellas y a parar la cuidad cuando toquen a una. Porque cuando tocan a una, lo hacen para asustarnos a todas.

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