La vulgar naturaleza tangible y caduca del propio cuerpo humano nos incapacita a los humanos para poder experimentar lo divino en todo su esplendor. Aun así, a veces, nos suceden cosas maravillosas, cosas como los perfects. Los perfects son como una especie de fallo en el algoritmo humano que nos convierten en seres puros y etéreos; suceden cuando, al cagar, nos limpiamos y descubrimos, con extrema satisfacción y júbilo, una ausencia absoluta de pigmento en el papel, cuando somos testigos de ese lienzo en blanco que nos demuestra que no hemos manchado al cagar. Este es, muy probablemente, el único momento en el que nuestra limitada existencia corpórea nos permitirá flirtear con el placer de los dioses.
El perfect heredó su nombre de ese acontecimiento que a veces sucede en los videojuegos de lucha en el que se derrota a un contrincante sin haber perdido ni un solo punto de vida. Parece lógico, pues, que la acepción escatológica del término se refiera a cagar sin tener la necesidad de limpiarse.
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Es menester decir que una de las grandes virtudes de los perfects es que, cuando suceden, nos embriaga una extrema sensación de felicidad, casi un éxtasis religioso. Es casi tan irreal e inconcebible que cuando vivimos un perfect tenemos la obligación de volver a limpiarnos para estar completamente seguros de que ha ocurrido, no nos podemos creer que nuestro cuerpo caduco haya generado tal milagro.
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Luego está el double perfect, que es cuando alcanzamos un nivel más de perfección. No solo podremos prescindir del papel de váter, sino que también evitaremos tirar de la cadena. Sin duda este es el método más ecológico para defecar, incluso se comenta que los habitantes de las sociedades que alcanzan el nivel máximo de progreso aprenden a utilizar este método a una edad muy temprana. El double perfect —también conocido como superperfect— acontece cuando nuestro zurullo, aparte de no ensuciar, sale despedido de tal forma que, por un complejo juego de fuerzas, se cuela directo por el desagüe del váter, desapareciendo así de nuestras vidas para siempre sin haberlo podido ni tan siquiera atisbar, como el rapto de un recién nacido por parte de unas monjas chifladas. En estos casos es como si nadie hubiera cagado, como si no hubiera pasado absolutamente nada. Sería objeto de estudio analizar por qué la perfección en la defecación se encuentra, precisamente, en su ausencia. Aquí lo dejo.
A todos nos gusta hacer un perfect y desearíamos poder replicarlo a nuestro antojo —aunque parte de la grandeza de los perfects es su aparición puntual y casi azarosa—. Es por esto que me he propuesto entender, analizar y justificar la naturaleza de los perfects desde un punto de vista científico. Me junté con Daniel Vega, graduado en Física Fundamental, para que me contara cómo funciona un perfect y qué fuerzas, dinámicas y materiales deberían darse para que se produjera, porque solo comprendiendo el fenómeno podremos replicarlo y ser siempre felices.
Según Daniel, cuando hablamos de cagar (así en general, sin perfects), hay que tener en cuenta la fuerza de la gravedad (proporcional a la masa de la hez) —en el caso de que estemos cagando en vertical, ya que cualquier otra posición no contribuiría en absoluto— y la diferencia de presión entre el interior de nuestro intestino y la presión atmosférica del exterior. “Aun así, el factor que considero que tiene un rol clave para conseguir —o no conseguir— un perfect es la composición de la mierda. El espécimen debería tener diferentes características físicas de las cuales vamos a centrarnos en tres: la viscosidad, la compresibilidad y la deformación”.
“Para empezar, cuanto más viscosa sea la mierda, o al menos la capa exterior de esta, junto con la habitual mucosa rectal que se halla en un ano sano, menos violenta será la salida del zurullo y más placentera será a nuestro tacto. Podríamos también decir que la viscosidad influye en la velocidad de salida: cuanto más seca, más rasga y más le costará salir, pero creo que lo que determinará realmente si será o no un perfect son las otras dos características: la compresibilidad y la deformación”.
Daniel considera que el coeficiente de compresibilidad nos dará una idea de cuánta presión hay que aplicarle a un material para reducir su volumen y el coeficiente de deformación, denominado coeficiente de Poisson, dará una proporción sobre cómo variará la dimensión longitudinal de un objeto cuando se le aplica una compresión. Es decir, a mayor coeficiente de Poisson, mayor será la posibilidad de esperar la variación de la longitud del cagarro cuando se lo espachurre.
“Entiendo que los perfects se dan cuando liberamos una mierda lo suficientemente incompresible y poco deformable como para superar la compresión que le aplica el esfínter al atravesarlo, de manera que el producto final acabe saliendo en uno o pocos módulos con una dirección bien definida, sin bordear las periferias exteriores del ano y sin dejar rastro alguno. Esa es básicamente la física dominante que actúa”.
Para lograr un perfect no dependeremos de la velocidad de la cagada, sino más bien de su composición, aunque el peso —que está relacionado con la fuerza de la gravedad— puede ayudar. Es decir, “la clave está en cómo de currada ha estado esa mierda en tu intestino,
cuanto más homogénea, compactada y bien construida esté, más probabilidades habrá de ahorrar papel”, me comenta.
En cuanto a la forma de la hez, funcionan mejores los modelos con forma de supositorio, que es la máxima aerodinámica; sin embargo, también puede funcionar si, por ejemplo, defecamos tres piezas poco aerodinámicas, con lo cual la forma no es tan relevante como su composición. De todas formas, las heces con forma de supositorio son especialmente imprescindibles a la hora de lograr un double perfect.
Daniel vega me lo explica: “El double perfect solo sucederá si tenemos una sola pieza con extremos cónicos y la suficiente entereza como para no desmontarse a causa de la gravedad cuando el cagarro empiece a salir parcialmente. Este será el bólido más aerodinámico que podría salir de ahí para penetrar en el agua a gran profundidad y no detenerse a medio camino debido a las fuerzas de fricción. Una vez abandone el cuerpo, estaremos ante una caída libre que, posteriormente, penetrará en otro medio más denso que el aire, en este caso el agua. Para atravesar un fluido, ya sea aire o agua, el objeto con mayor aerodinámica logrará la mejor performance. Simplemente el coeficiente aerodinámico será mayor en el agua que en el aire, pero la fuerza es la misma ya que ambos son fluidos (el aire es un fluido poco denso). La fuerza que actúa en este caso es la fuerza de fricción del aire en la caída libre, y esta es proporcional a la velocidad de la caída y a un coeficiente que depende de la aerodinámica del objeto. Cuanta mayor sea la superficie de contacto con el aire del objeto, mayor será este coeficiente, ergo, menos aerodinámico será, de ahí el diseño ideal de puntas cónicas ultrapenetrantes en el medio”.
Pero en el double perfect no solo es importante la forma del proyectil, es muy importante el tipo de váter que se esté utilizando. “Creo que los váteres españoles tienen el mejor diseño para lograr este ejercicio. Los americanos, por ejemplo, tienen mucha agua y en los alemanes cae en seco y posteriormente la cisterna arrastra la hez. Lo ideal sería que cayera con un ligero ángulo de penetración enfocando hacia la dirección de la curvatura del fondo, de esta manera el suelo dirigiría suavemente el zurullo hacia la casilla de salida. Si cayera perfectamente en vertical o apuntando en dirección opuesta a la curvatura, lo más probable es que se clavase en el fondo, cual estalagmita. Aquí hay que tener en cuenta también las dimensiones del espécimen, habría que medir un ejemplar de double perfect exitoso para establecer unos estándares. Por decir algo diría que la mejor pieza se encuentra entre los 10 y los 15 centímetros, ya que si fuera mayor se quedaría atascada y si fuera menor, probablemente la fuerza de la gravedad no sería suficiente como para vencer la fuerza de fricción del agua a lo largo del recorrido y no conseguiría colarse hasta el final”, concluye Vega.
Sin duda hemos conseguido aclarar algunos de los misterios que rodean la concepción de los perfects y sus hermanos, los double perfects, pero vivimos en un mundo extraño y por mucho que lo intentemos, por mucho que nos esforcemos en generar heces perfectas y dirigirlas con maestría, estos maravillosos momentos solamente nos serán brindados por el azar. Y esta es precisamente su gran belleza.
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