Estilismo Culinario De Olivia Bergstroanm
Bichos descongelados a punto de convertirse en mi cena. De izquierda a derecha: gusanos de cera, gusanos de la harina, grillos de tres semanas, langostas y una tarántula rosa chilena.
La Comisión de Población y Desarrollo de la ONU estima que en 2050 habrán más de nueve mil millones de personas deambulando por este sobrepoblado planeta. Millones se mueren ya de hambre, y con el cambio climático arruinando terreno cultivable y la población en progresivo aumento, el número de hambrientos sólo puede ir a más. Así las cosas, no sería mala idea empezar a acostumbrarse a métodos alternativos de ingerir proteínas, en especial a la entomofagia.
Existen más de 1.500 variedades de insecto comestible, generalmente más ricos en proteínas, vitaminas y ácidos grasos esenciales que la mayor parte de tipos de carne. Y, aún más importante: criarlos como alimento requiere una mínima fracción de los recursos naturales necesarios para producir ganado o cultivos.
Decidí invitar a unos cuantos amigos a un banquete a base de bichos para chuparse los dedos. No dejaba de decirme a mí misma “No es para tanto, esas criaturitas son consumidas en la mayor parte del mundo; ¡hasta los franceses llevan siglos engullendo con alegría caracoles y hormigas au chocolat!”. Pero no podía evitar que fuese mi estómago el que caracolease.
Sin tener ni dea de si debía comprar bichos vivos o muertos o cómo cocinarlos, le pedí consejo al famoso chef de insectos y autor de The Eat-a-Bug Cookbook, David George Gordon. David se ha pasado los últimos 15 años viajando por EE.UU., dando clases de cocina con insectos en las que lleva un gorro de chef con antenas y sirve los platos con un jovial “Bug appétit!”
La autora cortándoles las antenas a los grillos. Si son más largas de medio centímetro, notas como si te hubieras tragado un pelo.
David me explicó que la razón de que la mayoría de occidentales encuentren atroz comer bichos es que no han crecido con ello. “Si alguien me ofreciera un huevo y nunca hubiera comido uno antes, lo encontraría extraño”, dijo. Teniendo en cuenta que los huevos son los fluidos menstruales de las gallinas, no deja de tener razón. Tras darme meticulosas instrucciones sobre cómo cocinar insectos, nuestra conversación desembocó en cómo cree él que nos adaptaremos todos a la cocina con gusanos, langostas y arañas. “Lo más probable es que consumamos productos basados en las proteínas de los insectos, algo parecido a los productos de soja de hoy”, me dijo. “Las vacas, pollos y cerdos que comemos son producto de cientos de años de cría selectiva. Podríamos, de forma parecida, producir insectos súper-grandes, con más carne y menos armadura corporal”. Imaginad comprar una bolsa de cucarachas gigantes como si fueran patatas fritas con sal y vinagre. Ahora puede que os parezca repugnante, pero, en un futuro cercano, puede que los humanos insectívoros salten de contentos ante semejante golosina. No pasará mucho antes de que la escena de la cena de Indiana Jones y el templo maldito le haga la boca agua a los espectadores.
1 taza de gusans de la harina descongelados
2 lonchas de queso cheddar
½ cucharadita de chile en polvo
3 cucharadas de pesto fresco
Rebozar los gusanos con los aderezos y calentar en el horno a 200º durante 10 minutos.
David me dijo que lo mejor para conseguir bichos, que por lo general deben estar vivos, es una tienda de mascotas donde vendan comida viva para reptiles y otros animales exóticos. La forma más humana de sacrificar a estas criaturas de sangre fría es meterlas en el congelador durante más de 48 horas.
De camino a la tienda de animales intenté dar con alguans excusas válidas para necesitar tantos insectos diferentes y la tarántula más grande que tuvieran. Sin embargo, ya allí, la mujer detrás del mostrador actuó como si me pedido fuera la cosa más normal del mundo y me dirigió a una alacena en la parte trasera del local. Para llegar allí tuve que pasar al lado de los reptiles. Vi con horror cómo una salamandra grande y fea se zampaba un saltamontes entero en menos de un segundo, para después quedárseme mirando con su extraña jeta mortecina aplastada contra el cristal.
Videos by VICE
LANGOSTAS CON TRES SALSAS
Y TEMPURA DE TARÁNTULA
1 huevo
1 taza de agua fría
1 taza de harina
10-15 langostas descongeladas
1 tarántula descongelada
3 tazas de aceite
Salsas recomendadas: tomate, mango y alioli
Batir el huevo en un cuenco con agua muy fría y añadir harina. Rebozar las langostas y la tarántula en la masa y freír durante dos minutos sin dejar de remover. Servir con las salsas.
Me planté ante las cajas de plástico transparente conteniendo cebo vivo almacenadas en unas estanterías próximas. Estaban llenas de gusanos de la harina, gusanos de cera, grillos y langostas reptando en círculos sobre una capa de arena. Intenté conservar la calma y centrarme en escoger las cajas con los bichos de aspecto más sano, como cuando compro fruta o verduras, pero me parecía repulsivo. Finalmente cogí una caja de cada y fui al mostrador. “Me llevaré esto y esa tarántula de la derecha”, le dije a la dependienta. Ella me tendió su tarjeta y dijo que la llamara si necesitaba instrucciones para el cuidado. Esto me hizo sentir culpable. En el autobús, de camino a casa, me senté con la bolsa de plástico conteniendo las cajas entre mis pies, luchando contra el irracional pensamiento de que los insectos me estaban trepando piernas arriba. Dios, qué picores.
Para cuando llegué a casa casi estaba llorando. “Antes de nada vamos a echarles un vistazo”, dijo mi novio cuando estaba a punto de meter la bolsa en el congelador. Puse las cajas en la mesa de la cocina. La tarántula, quizá sospechando su fatal destino, había ocultado la cara detrás de sus patas peludas, y tenía aspecto cuco y delicado. La bautizamos como Jeff y, por un segundo, consideramos quedárnosla como mascota.
20 gusanos de cera descongelados
½ barra de chocolate de cocción
1 taza de fresas troceadas
½ vaso de champán
1 cucharadita de menta troceada
Rustir los gusanos de cera en el horno precalentado a 350º durante 10 minutos. Derretir el chocolate en un cuenco con agua hirviendo. Mojar los gusanos en el chocolate fundido y refrigerar durante al menos media hora. Dejar las fresas y la menta en remojo en el champán y servir todo junto.
1 taza de orzo
3 tazas de caldo de verduras
½ taza de zanahoria rallada
½ taza de pimienta roja y amarilla en dados
1 cucharada de mantequilla
1 diente de ajo triturado
½ taza de cebolla picada
1 taza de grillos jóvenes, descongelados
2 cucharaditas de perejil picado
Poner el caldo en una cazuela, añadir el orzo y remover durante 10 minutos. Escurrir el líquido sobrante y añadir la zanahoria y las pimientas. En otra sartén, derretir la mantequilla y añadir ajo, cebolla y grillos. Saltear hasta que la cebolla esté limpia. Mezclarlo todo, incluido cualquier líquido, decorar con perejil y servir.
Dos días después llegó el momento de preparar el banquete. Los pequeños bichos estaban cubiertos de escarcha. Sin embargo, una vez deshelados, aunque sin movimiento parecían vivos. Un par de amigos a los que les había picado la curiosidad se presentaron para ayudar y me ofrecieron ayuda emocional en forma de una botella de sauvignon blanco. Tras los “¡YEEEGH!” iniciales y de hiperventilar en el suelo, nos mentalizamos para empezar a coger los bichos descongelados de su ataúd con suelo de serrín y lavarlos en el fregadero. Tocarlos me produjo una extraña sensación en la garganta, un cosquilleo de desagrado. Varias de las langostas estaban parcialmente devoradas; antes de caer en un sueño permanente debían haber representado aquella escena de ¡Viven! No dejábamos de decirnos a nosotros mismos “Las langostas son sólo langostinos de tierra, pero menos asquerosos porque no comen mierda”. No servía de nada.
Es necesario quemar el pelo de la tarántula antes de comértela, de lo contrario te provocará unas desagradables cosquillas en la garganta. Las tarántulas tienen un sabor fuerte, parecido al del tiburón, y su caparazón está lleno de carne suave y sabrosa. Las patas, por el contrario, son un poco correosas y contienen una especie de espeso fluido blanco.
El menú de la noche consistió en gusanos de la harina al horno con tempura de langosta, orzo de ortóptero de segundo y, de postre, gusanos de cera cubiertos de chocolate.
Como cualquier otra carne, los insectos tienen que cocinarse para evitar contraer parásitos. Empezamos rebozando los gusanos de la harina con pesto, queso cheddar y chile en polvo. Una vez en el horno desprendieron un suculento y tranquilizador aroma, pero cuando los saqué, los gusanos estaban todavía serpenteando por el calor y casi dejé caer la bandeja. Mi amigo Tobías cogió uno y su expresión de satisfacción nos convenció a los demás de hacer lo mismo. Y, a decir verdad, esos crujientes gusanos de escamante aspecto tenían un curioso sabor a almendra y patata.
Animados por los sabrosos entrantes de gusano, hincamos el diente a la tempura de langosta: fue como comer langostinos rebozados, pero con caparazones comestibles. El siguiente plato consistió en orzo, verdura y grillos. Por desgracia no resultó tan apetitoso, sobre todo porque nos recordó la comida que has dejado olvidada durante un tiempo y se ha cubierto de insectos. Se hacía difícil distinguir el sabor de los grillos, así que degusté uno solo; el sabor era como el del pollo, solo que más suave y pastoso. Aviso: ¡las patas se quedan enganchadas en los dientes!
Antes de mojar el postre en chocolate, probamos al natural uno de los gusanos de cera tostados. Si puedes pasar por alto su poco atractivo parecido a las larvas, es como comer suaves y dulces nueces de pistacho.
En fin, no acabamos relamiendo el plato, pero al menos ya sabemos qué esperar cuando comer bichos sea una necesidad.
Recetas adaptadas de The Eat-a-Bug Cookbook, de David George Gordon, publicado por Ten Speed Press.