‘La pesadilla inmobiliaria del mes‘ es una sección en la que denunciamos los abusos más flagrantes y los pisos más sorprendentes del mercado inmobiliario en España. Si te has topado con algún palacio similar, escríbenos a esredaccion@vice.com.
¿Qué es?: Se trata de un apartamento muy pequeño dentro de un complejo con otros apartamentos pequeños, una especie de Melrose Place paupérrimo.
¿Dónde está?: Se encuentra al norte del distrito de Barcelona que está más al norte de la ciudad, Sarrià-Sant Gervasi. Está tan arriba que tienes que cruzar la Ronda de Dalt para llegar a tu casa. Joder, está tan arriba que ni el coche de Google se ha atrevido a ir porque no existen fotos en Google Maps de esa calle. Ni siquiera internet llega ahí, maldita sea.
¿Qué se puede hacer por ahí?: Estrictamente es un barrio de gente adinerada repleto de escuelas e institutos en los que se educa a la élite de Barcelona, a toda esa peña que en unos años terminará llevando las riendas de este país y que destruirá aún más la sociedad del bienestar. Aparte del centro de Sarrià, donde aún hay un poco de vida y donde se encuentra ese bar que supuestamente hace las mejores patatas bravas de Barcelona (terrible exageración), es un barrio aburrido, silencioso y lleno de grandes palacetes donde viven esos seres a los que llamamos ricos. Es ahí donde planean la destrucción de la lucha de clases mientras observan a la criada cocinar y se toman una copa de whisky más cara que la vida de un italiano. Como el apartamento está tan apartado de la civilización, lo único que podrás hacer ahí será hablar solo y coleccionar piedras que encuentres por Collserola (la sierra que separa Barcelona del mundo), incluso ponerles nombres como Harry, Petanca o Suicidio.
¿Cuánto cuesta?: Si no fuera tan pequeño no sería un mal negocio, ya que ese barrio es históricamente muy caro. Son solo 500 euros al mes más 100 euros de agua y luz. O sea, 600 euros por vivir en un barrio de ricos como un pobre.
Videos by VICE
Estás feliz, lo has conseguido. Llevabas años viviendo en los barrios limítrofes de Barcelona. La Pau, Verneda, Badal y todas esas mierdas, barrios con los que no te sentías identificado porque tú eres de clase media y no te molaba vivir entre inmigrantes y gente pobre, “los otros”. De pequeño viviste en Les Corts o el Eixample y tus juguetes no habían sido robados de Carrefours, por eso te sentías extraño, descolocado, cuando tuviste que aceptar que tu sueldo solo te permitía vivir en las fronteras de la Ciudad Condal.
Pero hoy todo eso ha terminado. Has encontrado un piso en el exquisito barrio de Sarrià, con la gente buena, con los ciudadanos ejemplares, esos que van en coche a comprar el pan y que no quieren que los buses que pasan por los barrios depauperados lleguen hasta su casa. De hecho has logrado subir un peldaño social, ahora estás con la clase alta, incluso el Eixample del centro de la ciudad te parece mediocre y “poco higiénico”. Desde la ventana de tu nuevo hogar miras el skyline barcelonés y piensas, Joder, ¿cómo he podido vivir tanto tiempo con la clase obrera?
Las coordenadas de tu nuevo hogar te ofuscan y no te dejan ver la realidad de tu nueva situación. Sí, vives en Sarrià pero estás habitando un piso mucho peor que el que tenías en Verneda o Badal, ahí al menos tenías un baño para ti solo, ahora lo tienes que compartir con otras personas.
Porque el caso es que vives en una especie de Guantánamo, encerrado en un campo de concentración junto a otros inquilinos/presos. Es una especie de oasis infrahumano y mediocre en medio del barrio más decente de Barcelona.
La cosa funciona así. Alguien tenía una propiedad con una especie de jardín enorme en el que había varias edificaciones pequeñas —como trasteros o habitaciones donde, en el siglo XIX, debían vivir los criados y el jardinero o donde el señor de la casa iba a “pensar” y a “escribir su novela”, donde “pensar” significaba “beber hasta caerse muerto” y “escribir su novela” significaba masturbarse pensando en la criada— y decidió acondicionar mínimamente cada casita para alquilarlas por separado, creando un minicomplejo de apartamentos dentro de un mismo latifundio. Tu nuevo hogar parece, de hecho, una especie de experimento sociológico macabro.
En esta especie de camping existen unas zonas comunes, como el baño y la lavadora, que por lo que parece están fuera de las viviendas individuales. Tu dúplex tiene una habitación sin amueblar en la parte inferior. Supongo que ahí es donde tendrás que meter la cama, porque, básicamente, no hay otro sitio donde la puedas meter. En la parte de arriba está el comedor (un sofá delante de un televisor) y una cocina de gas. Y ya está, eso es todo. Este es tu pisito de pijo.
Aun así, lo más inquietante no es el pequeño tamaño de la vivienda, sino la propuesta de tener que convivir con otros inquilinos de una forma muy intensa y cercana, compartiendo espacios comunes para sobrevivir en la miseria. Porque todos los ahí presentes sabréis que estáis viviendo en habitáculos mediocres por 600 euros al mes, amontonados en las esquinas de una enorme terraza coronada por un palacete desde el que el propietario vigilará todos y cada uno de vuestros movimientos, de esos extranjeros que vienen de otras clases sociales a alterar la vida en el barrio de Sarrià. Pero ahí estaréis, separados y controlados, como en una especie de zoo para que los niños del barrio sepan lo que es una persona pobre.
Con el tiempo te darás cuenta de que la vida aquí no es tan maravillosa. Te hartarás de hacer cola en el baño y de tener que gestionar con otras personas los días en los que puedes poner la lavadora. Te cansarás de vivir TAN lejos de Barcelona y tener que coger taxis para volver a casa los viernes cuando salgas de fiesta. Taxis que desestabilizarán tu economía por completo. También tendrás la sensación de estar viviendo en un internado, con todas esas personas en distintas habitaciones. Eso sí, algunas noches os sentaréis todos en la terraza a tomar unas birras, a compartir vuestros problemas y comentar lo bien que se viaja en los FGC (¡por el mismo precio!), con esos asientos acolchados, el aire acondicionado y los enchufes para cargar el móvil. Puede que incluso lleguéis a intimar y surja algún romance en este extraño gueto de Sarrià. Será como el Melrose Place de los pobres.
Suscríbete a nuestra newsletter para recibir nuestro contenido más destacado.