Pesadillas de todo el mundo

Siempre es de noche en alguna parte y una tercera parte del mundo siempre está dormida, sumergida en un sueño. En los últimos 15 meses exploré el reino subconsciente en 18 países para mi proyecto World Dream Atlas. Voy por la calles, me acerco a personas desconocidas y les pregunto qué sueñan, aunque muchas de las veces me cuentan sus pesadillas. Algunos temas de terror se repiten una y otra vez en todo el mundo, como el páramo apocalíptico, el acosador sin cara, los dientes rotos, el banquete caníbal y la muerte trágica.

La cultura humana se basa en los conflictos. Todos nuestros libros y películas son sobre una lucha. En estos medios creamos escenas de felicidad infinita donde nunca ocurre nada malo. Pero claro, nunca lo cumplimos. Las bendiciones son aburridas si duran mucho. Hasta nuestras narrativas más optimistas necesitan superar un reto antes de obtener la felicidad. En los sueños, el resultado es similar. Cuando la mente carece de estímulos durante el sueño, revela su naturaleza en lo que genera. Poblamos la oscuridad con aspectos de nosotros mismos y los llamamos monstruos.

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A continuación les presento una selección de pesadillas de todo el mundo. En la vida lúcida, dedicamos un día a la celebración de lo macabro. Sin embargo, en nuestros sueños, todas las noches son Halloween.

Sigue el proyecto de Roc sobre recopilación de sueños en World Dream Atlas.

“No duermo bien porque tengo 103 años. Pero cuando logro dormir, veo muertos. Cadáveres de conocidos y desconocidos”.—Rajouri, India.

“Como había demasiada gente, el gobierno envenenó el aire. Había muertos por todos lados”. —Tokio.

“Cuando se pasa el efecto de la heroína, los sueños son demasiado vívidos. En uno de esos sueños, estaba flotando en el universo, entre las estrellas y los planetas. Podía ver la Tierra a lo lejos. No sé por qué pero tenía que transferir todos mis órganos internos a otro lugar para salvar al mundo. Había un conteo regresivo y si no lo hacía a tiempo, la Tierra explotaría. Cuando desperté, volteé a un lado y vi todos mis órganos al lado de la cama. Me saqué de onda. Lo que pensé fue: La única forma de volver a meter mis órganos es inyectarme . Y lo hice. Después me sentí mucho mejor”. —Tijuana, México.

“Una de las minas explotó bajo a un auto donde viajaba una familia. La madre y el padre murieron y la hija quedó desfigurada. Cada que cierro los ojos, veo a la niña sin rostro”. — Horlivka, Ucrania/República Popular de Donetsk.

“Como voluntario en el Hospital Charity al principio de la epidemia de SIDA, una de las cosas que aprendí, por desgracia, es que sé reconocer la muerte. Sé cuando se aproxima. No creo que sea una bendición. Más bien creo que es una maldición. En un sueño, me paro frente al espejo y veo a la muerte en mi propio rostro. Conozco esa mirada. Se nota en los ojos. Como un vacío. Voy a morir de lo mismo que vi morir a tanta gente”. —Nueva Orleans, EU.

“Soñé que mi esposo estaba cargando un tanque de gas y que de pronto el tanque explotaba. Yo corría como loca alrededor y recogía todas las partes de su cuerpo mientras lloraba”. —Devpur, India.

“En primaria, soñé que iba caminando por la colonia con mis amigos. De pronto, se acercó una motocicleta. El conductor traía un cuchillo y mató a todos mis amigos a puñaladas. Solo yo sobreviví. Ni siquiera me tocó”. —Tokio.

“En Afganistán, un chico mató a su mejor amigo, que también era mi amigo. Fue un disparo accidental. Meses después, ya en EU, soñé que tocaron el timbre. Abrí y era mi amigo, vivo y feliz, con un sleeping bag. Le dieron un pase de 48 horas para salir del cielo. Pasamos juntos todo el fin de semana. Recorrimos varios bares, platicamos de todo y sacamos a mi perra, Roxy, a pasear al parque. Ahí nos encontramos a su mejor amigo. Lo abrazó y le dijo ‘Siempre vas a ser mi hermano. No quiero que te sientas culpable por lo que pasó’. Después vi a mi amigo agarrándose el cuello de donde brotaba sangre. Después apareció en su ataúd vestido con su uniforme. Muerto. Estaba sudando y tenía lagrimas en los ojos. Desperté porque Roxy me estaba lamiendo el rostro”. —Columbus, Georgia, EU.

“En el sueño, siempre voy corriendo con una amiga y vamos agarradas de la mano. Nos persigue un hombre. Siempre es el mismo. Nunca veo su rostro. Cuando se divide el camino, nos separamos porque creemos que el hombre solo puede perseguir a una de nosotras. En ese momento, aparece otro desconocido sin rostro”. —Tokio.

“Maté a alguien y lo estoy cocinando. Es uno de mis compañeros de clase. No lo odio pero tampoco me cae bien. Lo corto y trato de freírlo en un sartén. Me lo voy a comer, probablemente para deshacerme de la evidencia”. —Ahmedabad, India.

“Había una fiesta en una bodega gigante. Quería cometer un acto terrorista. Lo que hice fue construir un soporte neumático bajo la bodega. El soporte levantó la bodega y la volteó con toda la gente dentro. En ese momento, pensé ¿Por qué estoy haciendo esto? No tiene sentido. Pero igual lo hice. Fue tan real que cuando desperté, creí que iba a ir a la cárcel”. —Detroit, EU.

“Como no soltaba su ataúd, tuvieron que arrastrarme. Al día siguiente busqué en Google cómo suicidarme de la forma más eficiente. Me sentía culpable por su muerte. Si hubiera estado más despierta esa mañana, podría haberle dicho que tuviera más cuidado porque estaba lloviendo. El doctor dijo que chocó con un camión. Se rompió el cuello. OK. Al menos no quedó destrozado. Aún veo el rostro de mi esposo en mis sueños. Siempre trae puesto su uniforme. Regresa de no sé donde. Siento un alivio inmenso. Es como una mañana normal otra vez. Trato de decir algo pero no puedo. Me siento débil y sé que estoy muriendo. Muero yo en vez de él. Me siento muy feliz porque lo último que vi es su rostro”. —Tokio.

“Mi hermana fue asesinada. De todas formas, antes de que pasara eso, muchas veces soñaba que me disparaban. Siempre era el mismo sueño. Estoy en el asiento trasero de un auto estacionado en Los Ángeles. Estoy platicando y bebiendo. De pronto, un tipo se aproxima y pregunta por mí. En cuanto digo ‘Omar’, saca un arma y ¡Pum, pum, pum! Siento las balas en mi cuerpo”. —Tijuana.

“Nunca conocí a mi madre. Me abandonó al nacer. Nunca la he visto, ni en foto. Tengo un sueño recurrente en el que estoy ebrio en una cama. La puerta está medio abierta. Alguien toca y se va. Salto de la cama y la sigo por las escaleras. La llamo pero no regresa. Quiero ver su rostro, me acerco y sujeto su cabello para voltear su cabeza. No tiene rostro. Solo veo negro”. —Mumbai, India.

“Estaba en una fila con mi mamá. Esperábamos nuestro turno para ser torturadas en una máquina que funcionaba con lágrimas. Exprimía todas las lágrimas de una persona. Había un abrevadero pintado de rojo que atravesaba la habitación y en su interior corría el río de lágrimas. Mi mamá entró antes que yo. Cuando salió, seguía viva pero tenía fracturados todos los huesos del cuerpo”. —Brooklyn, Nueva York.

“Iba en un tren y estábamos por llegar a una estación. La estación se llamaba ‘Felicidad’. Pero en vez de frenar, el tren dio vuelta y nos llevó a un cementerio”. —Tokio, Japón.