‘La pesadilla inmobiliaria del mes‘ es una sección en la que denunciamos los abusos más flagrantes y los pisos más sorprendentes del mercado inmobiliario en España. Si te has topado con algún palacio similar, escríbenos a esredaccion@vice.com.
¿Qué es?: Una celda carcelaria de 10 metros cuadrados, muy mona y bien amueblada. Su nomenclatura puede ir desde la de “ático cool en el centro” hasta la de “trastero reformado”, tú eliges la que más te gusta, aquí nos decantamos más por lo segundo.
¿Dónde está?: Se encuentra en la Calle Juanelo de Madrid. Esta es una calle que une Antón Martín con La Latina pasando justo por debajo de Tirso de Molina. Es la típica callejuela estrecha del centro de la ciudad, desemboca en la mítica plaza de Cascorro.
¿Qué se puede hacer por ahí?: Habiendo leído lo anterior, queda claro que es una zona de bastante tránsito y jaleo comercial y de ocio. Vivirías al ladito del comienzo del Rastro, que es una gran actividad para los domingos (si es que te gusta el bullicio). También tendrías una ruta de unos tres millones de bares molones (y algo caros) en La Latina, un ejemplo de ellos es el Sala Equis, una antigua sala de cine erótico que ha sido reformada y está muy de moda.
¿Cuánto cuesta?: Su precio es de 500 euros al mes, números redondos. Tan redondos que sale a 50 euros el metro cuadrado, que no está nada mal. Hay otro regalo más para el inquilino, se piden dos meses de fianza y la exigencia de un contrato de mínimo un año.
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Cuando has revisado y analizado las penurias de decenas anuncios como hemos hecho ya en VICE, parece que llega un momento en el que casi nada de lo que ves te sorprende. Piensas “tampoco es para tanto, seguro que encuentro algo peor”, esta vez quizás sea aplicable, pero nunca para la frase “seguro que encuentro algo más pequeño”. Eso es imposible, algo de menos de diez metros no lo vamos a encontrar por mucho que busquemos. Bienvenidos al mayor zulo de la capital, mejor dicho, el menor zulo de la capital.
“Mi casa es como una caja de zapatos”. La de veces que habremos escuchado esa frase en jóvenes mileuristas que no están contentos con sus viviendas. Obviamente siempre se exagera, porque esa expresión solo se corresponde con este inmueble. Hablamos de una estancia cuadrada, de algo menos de tres metros de ancho y cuatro de largo, todo limpito, recién pintado de blanco y tremendamente ordenado. Esa es la primera impresión, ahora vamos a ir desmenuzando algunas de sus interioridades.
Lo primero que hay en la casa es el armario, de hecho el único sitio que hay en esa pared lo ocupa la puerta de la entrada, eso da una primera pista de lo habilidosamente encajado que está todo en este piso. La puerta del inmueble solo tiene una apertura posible para acceder, que es la de intentar dejar la hoja entre 45 y 60 grados, si abres la puerta al completo te darás de bruces con la mesa.
Aunque esa mesa al igual que casi todo lo que tiene este inmueble, tiene truco, unas fotos más abajo descubrimos que esa mesa es un tablón plegable, como si fuera el camarote de un barco. Esto es muy importante porque este lugar es un poco Albert Rivera, por la mañana tiene que ser una cosa y por la noche otra, así que tiene una dosis camaleónica ciertamente importante. Por cierto, las sillas también son plegables y tienen un gancho en la pared para poder colgarlas, como si fueran un albornoz.
Seguimos avanzando (tampoco mucho, avanzamos centímetros, que es lo que nos permite el espacio que hay aquí) y vemos la televisión, que está colgada en una pared, lo que es una medida inteligente para que no ande por por ahí en medio. También encontramos un sillón, el típico de Ikea con una funda así de plástico que tendremos que quitar y poner a diario para intentar dormir.
En la descripción no se tapan y te lo dicen a la cara, “sillón cama”, utilizan esa palabra compuesta para dejarte bien claro que echarás la siesta y dormirás en el mismo lugar. La imagen impacta bastante más cuando ves el formato cama, su despliegue es tan ajustado que no deja un solo centímetro libre entre la pared y el armario, así que no te dejes nada dentro del armario o tendrás que montar un buen jaleo en mitad de la noche para sacarlo.
Es duro decirlo, pero las imágenes de este piso me han recordad bastante al dossier que mandó el gobierno español a la justicia belga para demostrar las bondades de la prisión de Estremera. Aquello incluso parecía menos agobiante, seguramente porque allí no se está por elección propia, y sinceramente, para meterse en este lugar, es casi mejor cometer un delito y terminar en Estremera. Y también sale más barato.
El último tramo de este ‘estudio’ pertenece al ámbito de la cocina, con sorpresas, por supuesto. Este es un lugar mínimo, pero ambicioso, así que con dos huevazos como el caballo de Espartero se han decidido a colocar un murito en forma de biombo para delimitar la zona de estar de la cocina, derrochando un espacio que no se tiene a costa de una independencia que tampoco existe ahí dentro. La cocina es de juguete, está todo tan milimétricamente colocado que parece que el casero nunca ha cocinado y tampoco se ha enterado de la cantidad de cosas que hace falta poner en medio para cocinar. Sobra decir que una paellera de dos o tres raciones no entra, ya no en la cocina, casi no entra en la casa.
La sorpresa de la que hablábamos está en el último rincón de la casa, porque la cocina además de cocina también es baño. En una de las fotos aparece un lavabo pequeño y ahí se descubre el pastel. En un recoveco al fondo a la derecha, como siempre en España, tenemos el retrete y la ducha, así que recuperamos el formato de sanitario total que tanto nos gusta aquí. Y es que ver cómo se cocinan unas buenas lentejas con su chorizo mientras te sientas a cagar un metro más allá, no tiene precio. Bueno sí lo tiene, 500 euros al mes.
¿Pero está este piso registrado en el catastro? El catastro es el censo de inmuebles que tiene el Estado para poder controlar la actividad económica que tienen y generan. En Idealista te permite la opción de chequear cuántos pisos hay en determinado bloque de viviendas y en este caso se da una circunstancia curiosa. En el anuncio dice que este lugar es un cuarto piso, sin embargo el catastro de esta finca solo recoge viviendas hasta el tercero, que también hay algún buen zulo de 15 metros, pero no de diez.
¿Qué importancia tiene que no aparezca en el catastro? Pues mucha, en primer lugar porque es posible que se trate de un lugar sin los permisos legales para ofrecerse como vivienda. En segundo lugar y no menos importante, si no se tiene la referencia catastral es imposible acogerse a las deducciones y bonificaciones para el alquiler que ofrece la Comunidad de Madrid, que para los jóvenes mileuristas siempre suponen un alivio a la hora de hacer la declaración de la renta. Así que no, lo mejor es que no os acerquéis a este lugar, nunca. Huele a trastero que echar para atrás.
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