Música

Alcolirykoz: a la cima solo vuelve el que recuerda el camino

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Hay sol y bulla en Aranjuez, al norte de Medellín, un sábado por la tarde. Por sus laderas empinadas de casas pequeñas, las motos esquivan carros y una madre que toma de la mano a su hijo se detiene para elevar la vista curiosa hacia un balcón. Allí, de espaldas al sol y de frente a los cerros, Gambeta toma soda fría, a falta de cerveza. Está sin camiseta y sin gorra que cubra su cabeza rapada a ras. Despertó hace poco, pero no pierde la concentración para responder preguntas sobre Aranjuez, el nuevo álbum de Alcolirykoz, un trío que se encuentra en lo más alto del rap en español de los últimos años. 

Es el séptimo álbum del grupo compuesto por Gambeta, Kaztro y Fazeta. Sus fundamentos no cambian, se afianzan: las rimas siguen agresivas y reflexivas, llenas de historias de la persistencia del barrio, dardos envenenados dirigidos a los que mancillan el hip hop y meditaciones maduras sobre lo que se ve y se vive ya cerca de los 40. Ellos siguen parados en la raya o, si quieren, radicales. En las instrumentales de El Arkeólogo continúa el proyecto de definir el sonido de Alcolirykoz, maridar su cultura con la esencia del rap: samples que evocan cantinas sucias, fiestas familiares, películas de crimen y noches de reflexión son condimentados con baterías irrefutables y líneas de bajo pícaras. Invitados internacionales como los españoles ToteKing y Titó, el dominicano estadounidense Estee Nack, junto con los locales N. Hardem, L’Xuasma y Junior Zamora, terminan de componer la fiesta.

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Foto de Julián Gaviria

Planeado para el 2020 y pospuesto por la pandemia, este disco encontró su núcleo en una canción que ni siquiera iba a ser parte de él y que le terminó dando hasta el nombre: “Aranjuez”, una canción que le debían a su barrio. Primero iba a ser la banda sonora de su colaboración con Aerosoles Amén para presentar el “Azul Alcolirykoz”, pero rápidamente fue claro que era mucho más grande que ese proyecto. Tanto así que les dio vida e identidad a las demás canciones del álbum, como años antes lo había hecho “Anestesia local” con Efectos secundarios (2014). 

Como punto final del proceso de Aranjuez, Gambeta, Kaztro y Fazeta se fueron a una finca en San Jerónimo, al occidente de Medellín, por una semana con todo su equipo y sus amigos: Askahp, La Guama, Lokilllo, Juan Pablo Builes, Julián Gaviria, Gilmer Mesa, La Bruja. Allá armaron un campamento donde grabaron lo que faltaba y celebraron: porque terminaron el disco, porque estaban juntos y porque ToteKing mandó su parte cuando estaban allá. Entre cervezas, piscina y amistad, lo único que importaba era que todo quedara perfecto. No había distracciones y la buena energía potenció cada momento. Con ese contexto, la motivación estuvo a tope para ultimar detalles y pulir los bordes más ásperos. Fácilmente podría ser el inicio de una tradición para sus siguientes discos. 

La carrera de Alcolirykoz ha sido un camino largo y empinado por el que han pedaleado incansablemente por quince años. Y el camino sigue, pero la pendiente aguda ha dado paso a una llanura de buen clima y frutos dulces. En Aranjuez se registran el esfuerzo, el sudor, los resultados que les permiten celebrar y cierta comodidad (“Todo lo bueno tarda”). Entran pisando fuerte desde el primer track, y rapean desde la cima. Gambeta y Kaztro son veteranos que no tienen que correr más rápido que los principiantes, les basta con la calidad y la experiencia para dominar. Y en un juego usualmente caracterizado como de jóvenes, sus voces curtidas y rapeos añejos son una ventaja que les luce: la sorna con la que Gambeta se burla de contendores tan nuevos que son menores que su whisky y aún conservan la etiqueta y el precio en “Reflujo” es uno de los momentos más contundentes del álbum. 

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Foto de Julián Gaviria

“¿Qué es un hombre rebelde? Un hombre que dice no”, escribió Albert Camus. En Aranjuez, Alcolirykoz le dice “no” a las tendencias y las modas (“Aguanilé”), a la injusticia y la desigualdad (“Caza de Nariño”), a las prácticas anquilosadas de la industria musical (“No está en venta”) —incluyendo su racismo (“Discos Fuentes”)— y a la explotación colonizadora de barrios de Medellín por parte de esta. Incluso le espetan un gran “no” en “Aranjuez” a la idea de que su progreso debería desembocar en abandonar el barrio y buscar pastos más verdes. Y la madurez y la celebración del disco no opacan esa rebeldía de Alcolirykoz; al contrario, la magnifican: se confirman en los principios sobre los que se han parado desde que empezaron: honestidad, integridad, trabajo duro, familia y no olvidar de dónde vienen. 

¿Qué significa para ustedes hacer un álbum llamado Aranjuez? ¿Por qué consideraron que este era el disco y el momento para hacerlo?

Siempre hemos sido Aranjuez y siempre lo seremos, así nos vayamos mañana a vivir a Suecia. Pero este es el mejor momento de Alcolirykoz con el barrio. Hay pelados que me hablan para contarme que viven por acá y nos escuchan. Otros están afuera del país y me dicen Yo soy el hijo de tal, ¿se acuerda de que a mi papá lo mataron por allá? Yo escucho su música todo el tiempo. Es muy chimba y muy duro. Un primo me pidió una camiseta para un amigo de Aranjuez que vive en Brasil. En la marcha había peladas que me decían Hey, yo soy de por allá y yo Sí, yo te he visto. Y así todas las historias que usted quiera. Toda esa gente se encontró.

Este es el momento más Aranjuez de nosotros, por eso tiene todo el sentido del mundo que se llame así. Esto —Alcolirykoz, el disco— somos todos nosotros. Este barrio siempre ha sido una comunidad chimba, a pesar de todo lo malo, pero siento que con lo que uno les está contando los está invitando más. Para mí es como si eso hubiera jalado un montón de nostalgia de la gente que está afuera, y con la gente de acá. Si antes nos tenían aprecio, ya nos abrieron más el corazón. Cuando grabamos el video de “Aranjuez”, todo el barrio estuvo en pro de eso, desde las neas que cuidaban hasta el que vendía almuerzos. Eso no había pasado antes, y si está pasando ahora es porque, de cierta manera, algo lo pedía. Este álbum no tendría tanto sentido si lo hubiéramos hecho antes. 

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Foto de Julián Gaviria

¿Qué significa Aranjuez en la carrera y en la discografía de Alcolirykoz? 

Es el disco más maduro que hemos hecho, y el más certero. También es el más ambicioso. Y en sonido, fue en el que yo más molesté con Juan Pablo, el ingeniero, para que todo fuera perfecto:  no volvemos a hacer nada que no suene como queremos. Aranjuez es un momento de ratificación muy teso para Alcolirykoz hacia afuera. Hay certezas y hechos que respaldan el camello, y respeto que uno ha dado y también recibe: como llamar al Tote y al Titó —unos OG, unos manes que toda la vida vimos lejos por el tiempo en el que empezaron— y que esos locos no lo piensen dos veces pa’ decir que sí. Es una manera de ratificar y de dejar el sello de Alcolirykoz con los años. 

Muchos grupos que uno admira, de acá y de afuera, apenas lograron hacer su segundo álbum y chao, se desintegraban. Se espera que vayan bajando las armas con el tiempo. Pero este es nuestro séptimo disco ya. Y ahora somos más cuchos y tenemos menos tiempo, entonces es ambicioso podernos pulir y seguir evolucionando y mejorando, no siempre se puede. Entonces cuando uno lo logra, como en Aranjuez, es por pura ambición y puro amor al rap. 

Es muy interesante que cada vez trabajan más con fuentes externas para armar las canciones, como el trío de “No está en venta”, el coro góspel de “Pambelé”, Yimalá en “Aguanilé”, y los del coro de “Piñata”. ¿Cómo siguió avanzando y desarrollando el sonido de AZ? Hablemos de eso y de los beats en general.

Eso lo habíamos hecho antes, pero desde “Fruko y sus presos” empezó esa manera de camellar. Hay gente que cree que el coro de “No está en venta” es un sample y pa’ mí eso es un gol, un halago. Nos ha aportado mucho trabajar así, nos hace ser más creativos. Yo soy un enamorado del sample, el loop y las cosas sencillas, pero así las posibilidades se amplían. La meta siempre fue sonar como nos lo imaginábamos, y con este recurso podemos lograrlo. De Servicios Ambulatorioz pa’ acá, se imagina y se hace. Antes era con lo que hubiera. 

Y beats es lo que yo tengo, pero escogí los que fueran perfectos para nosotros. Alcolirykoz tiene una identidad muy clara en su sonido, y eso es lo que cuidamos. Con un beat como el de “Caza de Nariño” dije Eh, no hemos rapeado un beat con este color particular, chimba hacerlo. Lo más importante de cada beat era que yo me emocionara mucho y que la gente que es muy hijueputamente nerda con el rap se pare de la silla cuando se lo muestro. Así fue con el beat de “Discos Fuentes”: se cogían la cabeza y eran como Uy, gonorrea! ¿Y eso qué? Eso es un bolero, güevón. La justicia mía de hacer ese estilo a mi forma. Y cuando tuve el beat de “Reflujo” sentí lo mismo que siento cuando escucho Beatnuts en una farra, ya prendo y digo Ah, qué hijueputa veneno más latino pero rapero a la vez, güevón. No tenía otro que me inspirara eso: ese era el especial. 

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Foto de Julián Gaviria

“Aranjuez” deja claro que les ha tocado pedalear en subida para llegar a donde están. Pero, junto con el reconocimiento de todo su esfuerzo, en el álbum están los frutos del camino largo. ¿Cómo sienten ustedes este momento que vive el grupo?

Para mí es muy importante el proceso que llevamos con la gente que nos escucha. Hay pelados que llegan nuevos al rap y hablan de que están bacaneados, más millones que rap, y que todo el mundo los copia y envidia. ¿Y antes qué? ¿Qué pasaba antes? ¿En qué momento pasó eso tan rápido? AZ es muy estricto con ese proceso. Así como te dije hace tiempo que estaba muy triste por tal mierda, ahora te tengo que decir que estoy feliz por esto, y lo que me costó. En este momento la gente no conoce todo de nosotros, pero sí todo el proceso. Por eso también lo va a celebrar con nosotros. Porque si yo me quedo todo el tiempo solamente en lo malo o empiezo en el 2010 diciendo que estamos bacaneados, ahí no hay una transición de una cosa a otra. 

Para mí cada disco es una continuación del anterior, güevón, por mucho que haya gente que diga que su nuevo disco es muy extraño o extraterrestre y diferente de los otros. Yo soy resultado de lo que me ha tocado vivir: si en un futuro me vuelvo una gonorrea, tiene que ver con lo que viví; igual que si me vuelvo una persona más tranquila. Es igual pa’ lo que uno cuenta en las canciones. Es chimba que eso pase, que la gente entienda que el rap tiene mil maneras de hacerlo y de contarlo. Yo ahora estoy en una mejor situación gracias al rap, se lo debo al rap, lo tengo que decir. Este es el momento en el que Alcolirykoz más puede agradecer. El rap no puede ser solo sentarse a ver qué hay de malo para contar. 

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Foto de Julián Gaviria

En “Síntomas de Popeye” critican al colonialismo que hay detrás de que raperos como Rick Ross y Cam’Ron vengan de Estados Unidos a creerse narcos en la Comuna 13 luego de ver Narcos.  ¿Cómo ven ustedes esa situación?

Eso no pasa solo con los de Estados Unidos, sino también con los de acá que no son de los barrios y vienen a explotar para su beneficio la estética, la gente y todo lo que significa venir de un barrio y guerrear. Y la siguiente escala es la de los manes de afuera que se creyeron la película de Netflix y vienen acá a explotarla. Pero lo grave también es que la gente celebra eso acá. Y ha cambiado un poquito, ya mucha gente que vive en barrios populares no celebra eso como un triunfo sino que dice Espere, ¿por qué? ¿Para qué? ¿Y cuál es el beneficio mío? ¿Y qué se logra? 

Hay gente que puede que no sea nadie allá y viene aquí a tratarte a vos como cualquier cosa, solo por venir de allá. Y porque saben que los colombianos tienen esa mentalidad de colonizados, de Uy, es que es de afuera, es mejor. Pero yo creo que eso se va extinguiendo y depurando entre nosotros más entendamos nuestro valor y quiénes somos. Esos manes pueden ser tratados con respeto, como cualquier persona, si ellos nos tratan como respeto. Y si la gente es irrespetuosa, nos paramos duro: no estamos pa’ limpiarle los zapatos a nadie. Hay mucha gente que viene a la Comuna 13 a tomarse una foto ahí como para sentir que estuvo en un lugar peligroso y salió vivo. Eso sigue siendo muy de conquistador. Hay que hablar de eso para que cambie. 

“Discos Fuentes” homenajea a una escuela importante para Alcolirykoz, entre Fruko y todos los demás que mencionan y referencian en la canción. Y además trae reflexiones muy pertinentes sobre el racismo en la música. ¿Cómo salió la canción?

Fue la última canción que hicimos. Yo ya estaba bloqueado, todas las rimas que me salían eran súper competitivas, y no quería más de eso. Quería otra cosa y esperé y hasta que me empezó a coger un desesperito maluco. Y en diciembre venía en un carro y sonó “Homenaje a los embajadores” y yo quedé como ¡Gonorrea, tema tan chimba!  Hace mucho no escuchaba eso, güevón. Le puse Shazam, porque no me acordaba de quién la cantaba, y no sabía que fuera Wganda Kenya, siempre la mostraban como de Fruko. Parce, llegué a la casa y me metí y empecé a buscar canciones de Wganda Kenya. Qué hijueputa Fruko, yo ya le había aprendido a sus bajos, como los de “La Típica”: él es pura escuela de acá. Y Kaztro también me mostraba cosas, me mandó un recopilatorio de Discos Fuentes. Y nos pusimos juiciosos a pillar quién producía, quién tocaba el bajo, todo. Y uno queda todo orgulloso de esa escuela, muy cercana a nuestras familias y a nuestra crianza. Así debe sentirse 9th Wonder cuando samplea algo de soul de su ciudad.

Y sí o sí tenía que ver con el antirracismo. Toda la música se ha blanqueado. Ya hasta hay raperos que hacen chistes racistas, que no entendieron nada o no estudiaron nada. Racistas hay por todos lados, ¿pero me vas a meter racistas en el rap? Comé mierda. Había que pellizcarse. Hay un libro de Frank Kofsky, sobre el jazz, que se llama Black music, white business. Por eso le dije a Xuasma que chimba que empezara el tema con esa máxima: “Música de negros, negocio de blancos”. Que les arda, así es. Uno ve manes blancos en el reggaetón disfrazados de otra cultura, invisibilizando a los que lo crearon y llevándose todo. Había que hablar de eso. 

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Foto de Julián Gaviria

La situación política en Colombia está una gonorrea, como ustedes muestran en “La caza de Nariño”, que incluso hicieron desde el año pasado. Estuvieron activos durante el paro y dieron un concierto. Y en su último concierto en Bogotá tú hablabas de que ahora sí era claro para todos que era importante pararse duro, que no era por joder lo de que se decía en la música. ¿Cómo se han sentido en estos meses?

Sí, el momento del país está una gonorrea, pero está bien que la gente se pellizque. Me parece brutal que la gente diga que La Muchacha es una chimba. Lo hablaba con ella: la gente busca y encuentra música porque no se puede quedar toda la vida cantando “El baile de los que sobran”, a lo bien. No hay que ser tan cómodo, la música no solo puede hablar de fiesta. Más bien respalde las propuestas independientes que no se han parado duro solo en este paro, desde antes, güevón. El rap siempre ha hablado del mierdero, La Etnnia desde el 95 ha hablado de eso. Que no se olvide luego. 

Hemos tenido conciencia de esto hace años porque hemos vivido en lugares en los que es imposible esquivarlo, hemos salido muy mal librados. Había gente muy cómoda que en esta revuelta que se armó decía que era la guerra que siempre habían vivido en el campo trasladada a la ciudad. ¿Entonces nosotros somos del campo? Del campo de guerra, marica, porque en Aranjuez toda la vida nos tocó un mierdero gonorrea, gonorrea, gonorreísima con los tombos: legalizando a los pelados, llevándoselos, los desaparecían y de todo. Desde hace muchos años era el verdadero Vietnam. Medellín está lleno de desniveles y desequilibrios. La guerra no nos acabó de llegar, la vivimos desde peladitos. 

Kaztro insistió mucho que hiciéramos ese tema, tenía mucho por decir. Y con el concierto en la marcha, había que respaldar el discurso, aunque no podamos estar en todo a lo que nos invitan. Mucha gente empieza a descargar el peso sobre los artistas, y en el concierto yo dije “Dejemos de delegar la responsabilidad y asumámosla. Verán cómo la voz del pueblo no es solo de los artistas, sino de todo el que quiera tomarse la vocería y defender sus cosas, pararse en la raya con hechos”. Es muy fácil decir “Uy, y nosequién no se ha manifestado sobre tal”. ¿Y usted qué hace? Uy, ¿y por qué tal no fue a tal marcha? ¿Y a cuál fue usted? No se puede chutar todo a los otros, es de uno.

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Foto de Julián Gaviria

En Aranjuez brilla su experiencia y el hambre que mantienen. “Ustedes no dejaron de rapear, dejaron de aprender”, esa es una de mis líneas favoritas. Y con el lema de “Todo lo bueno tarda” muestran también su paciencia. Con esa combinación de factores, ¿cómo se acercan a lo que viene? 

Lo chimba de la experiencia al hacer rap es aprender a hacerlo a tu manera con el paso del tiempo. Se pueden romper las reglas: cuando estábamos más pelados creíamos que solo se podía grabar algo melo en un estudio y ahora no hay problema en más bien ir pa’ una finca y adecuarla melo. Tenemos cancha, experiencia y gente pro que no va a dejar que fallemos. Aplica también para los beats: cómo seguir haciendo temas como “Piñata”, lo que nosotros somos de crianza, y que siga siendo rap, como nos gusta. Estamos en el momento en que más apostamos y más experimentamos porque llevamos muchos hijueputas años haciendo esto. Mientras más tiempo pase, más debe sonar a lo que somos y más debe ser como somos. 

Y la de “Dejaron de aprender” es certera, porque mucha gente sigue rapeando pero se nota si dejó de estudiar, de interesarse por lo que sale. Cada uno hace lo que quiera, pero en el rap hay que estudiar: el sonido, los productores y raperos nuevos, por qué lo hacen, qué es chimba y qué no, y por qué no me gusta. Eso es escuela. Si alguien se niega a eso queda limitado. Con los años hemos estudiado el rap, hemos aprendido de él, lo hemos entendido. Y en el nuevo disco se ve eso. No sé ni de dónde salió tanta música, pero sí hay una recompensa al trabajo, a la disciplina. Y si uno se relaja y se acuesta, se nota también. El premio sigue siendo el resultado. Queda un impulso el hijueputa para no bajar la guardia.