Uno de los aspectos negativos de hacerse mayor es que te vuelves cada vez menos divertido. Tu mente empieza a degenerar, tu cuerpo se precipita en una espiral de decrepitud sobre la que, hasta el momento, solo habías leído en las novelas de H. P. Lovecraft y dejas de estar al corriente de todas la mierda que la juventud considera tendencia. Esto último se hace especialmente patente en la música popular, un mundo en que la relevancia es crucial y la edad media de los entendidos ronda los… eh… 12 años.
Una destacada excepción la constituye David Bowie, quien no solo ha logrado la hazaña de perpetuarse generación tras generación, sino que sigue creando música con una calidad inquebrantable que demuestra que el enigmático artista británico de 68 años es a prueba de balas.
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Pero Bowie no siempre irradió esa apariencia monolítica. Pese al éxito de su álbum Hunky Dory (1971), el artista se podía seguir considerando una figura de culto mientras trabajaba en su propia reinvención como estrella del rock andrógina de otro planeta, Ziggy Stardust. Ziggy fue la primera de varias mutaciones estéticas protagonizadas por Bowie, que acompañaba incorporando a su ecléctico repertorio nuevos matices de influencias muy dispares.
En 1972 y 1973, Bowie prácticamente había conquistado el mundo: realizó dos giras, publicó tres álbumes (cuatro, si contamos Transformer, de Lou Reed, producido por él y su guitarrista Mick Ronson) y forjó una alianza con Reed e Iggy Pop.
Mick Rock conoce de primera mano esa transición de “Starman” a estrella auténtica y genuina. El aclamado fotógrafo de estrellas del rock trabajo estrechamente con Bowie durante ese periodo, acompañándolo en sus giras y tomando infinidad de instantáneas del cantante.
“David era un sujeto increíble”, recuerda mientras tomamos un café en la Taschen Gallery de Los Ángeles, que acoge el estreno de su muestra, show Mick Rock: Shooting for Stardust. The Rise of David Bowie & Co. “Era como un regalo. No todo el mundo lo apreciaba, pero cuando por fin lo hicieron, no había forma de deshacerse de los malditos fotógrafos”.
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A sus 60 años, Rock sigue siendo tan cool como antes. Además de su trabajo con Bowie, es autor de las portadas de Raw Power, de Iggy y los Stooges, de Transformer, de Lou Reed, y de Queen II, de Queen. Para resumir, Rock ha fotografiado a casi todos los grandes de la música.
Mientras hojeábamos su libro de fotografías de Bowie, The Rise of David Bowie: 1972–1973, que está vinculado a la muestra, Rock estuvo señalándome una serie de detalles —un plátano sobre la mesa de maquillaje aquí, Bowie sosteniendo una armónica bajo un kimono allí— cuya importancia solo es evidente para los que vivieron aquellas imágenes.
“La mayoría de las fotografías no vieron la luz del día en aquella época”, dice Rock en referencia a la colección. “Nadie se planteó publicarlas. Lo que en su día parecía no tener valor alguno se ha convertido en todo un icono actualmente”.
La primera vez que Bowie encarnó el personaje de Ziggy Stardust, ¿era consciente la gente de que aquello iba a suponer un hito en la historia del rock ‘n’ roll?
Mick Rock: No creo que fuera tan simple. Cuando lo conocí, aún no había salido el álbum Ziggy. Yo era un gran admirador de Hunky Dory, que había empezado a recibir buenas críticas. Su ascenso fue más bien orgánico. Tenía su público, aunque reducido. Unos pocos cientos de personas lo seguían. El día de la escena de la felación a la guitarra había mil personas en el Oxford Town Hall. Fue un día o dos después del estreno de Ziggy Stardust y la mayor concentración de público que había tenido hasta la fecha. En aquella época nadie se peleaba por fotografiarlo.
Por la cara de Mick en la foto, cuando Bowie se arrodillaba frente a él, se adivina lo inesperado que fue aquella actuación.
Que David mordiera la guitarra era deliberado, pero se tuvo que agachar por cómo Mick la estaba moviendo. Cuando vio el efecto que produjo, fue como cuando Jimi Hendrix quemaba su guitarra o Pete Townshend destrozaba la suya, pero con otras connotaciones, por supuesto.
Es casi una referencia a la imagen del rock ‘n roll.
Como quieras interpretarlo, seguro que a David le encantaría [risas]. No quiero fingir saber lo que pretendía Bowie.
Aquello ocurrió solo unos pocos años después de que la homosexualidad se hubiera legalizado en Gran Bretaña.
¡Prácticamente! David tenía los huevos bien puestos para ir por ahí vestido como iba. Aquello no era como hoy. La simple mención de la palabra “gay” provocaba ansias asesinas en más de uno. Ziggy era algo femenino, pero no era drag. Había un aspecto espacial en el personaje y recibía mucha influencia del teatro kabuki japonés, en el que todos los personajes femeninos son interpretados por hombres. Realmente fue en 1973 cuando incorporó el rollo japonés. Sabía algo de mímica y también de teatro kabuki, desde luego.
Creo que durante un periodo de 15 años, Bowie fue uno de los artistas más prolíficos de la historia.
No solo revolucionó la música —con ayuda de Iggy y Lou—, sino también la cultura. The Velvet Underground y los Stooges no tuvieron nada de éxito. Lou tenía un álbum publicado y la discográfica ya estaba pensando en rescindir el contrato. Había vendido unos 30,000 discos. No pintaba bien. Los dos primeros álbumes de los Stooges, incluso Raw Power, fueron un fracaso absoluto. Iggy dice que tres meses después de la publicación ya se encontraba en la caja de ofertas de las tiendas. Era una forma totalmente distinta de abordar la música.
¿Qué tipo de relación creativa existía entre Bowie, Iggy y Lou Reed?
David produjo Transformer con Mick Ronson, lo que también transformó por completo la vida de Lou. Bowie inyectó un elemento positivo en sus trayectorias. Con Iggy le costó unos años más. Iggy estaba en la sección de los abandonados y David llegó para rescatarlo.
No produjo Raw Power —si te fijas en el original, no se menciona a ningún productor—. Se realizó de forma bastante anárquica. Ahora sí dice, “Producido por Iggy Pop”. Pero la producción…
Era dura.
¡Sí!
Tú hiciste la foto de portada.
Y de la de Transformer.
Son fotografías similares.
No solo están tomadas en el escenario, sino que ambas imágenes se captaron en momentos de calma. Tanto Iggy como Lou mira a la distancia y aparecen bastante estáticos. ¿Quién sabe? Yo les hice la foto y se convirtieron en portada de los discos. No olvidemos que en aquella época Bowie no era una gran estrella, ni tampoco yo. Pero Iggy y Lou tampoco le importaban a nadie. David también acudió al rescate de Mott Hoople componiendo “All the Young Dudes” para ellos. Era bueno rescatando gente.
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¿Tenía malas ideas a menudo? Porque en vista de su trayectoria, parece que todas eran geniales.
Podría discutirse que su primer álbum fuera bueno. Pero aquello fue en 1967, y tampoco fue un disco malo, solo que no representaba aquello en lo que acabaría convirtiéndose David.
¿Qué concepto tenía Bowie de sí mismo?
Era un tipo ambicioso y seguro de sí mismo. Y lo verbalizaba. Se estaba empezando a dejar un poco de lado el movimiento hippie, pero sucedían muchas cosas en 1972. La expresión de su ambición no era nada habitual.
Bowie amplió los límites de lo que era capaz de hacer un músico pop.
Y lo hizo a su manera, al igual que Iggy y Lou. No cabe duda de que era distinto en todos los aspectos. Sus referentes eran mucho más amplios, ya fuera el teatro kabuki, el popular mimo Marcel Marceau o la película 2001: Una odisea del espacio. Él absorbía esas influencias y las fusionaba. En su música pueden apreciarse vestigios de todos esos elementos. Con Lou e Iggy, en cambio, no podías encontrar algo anterior a ellos que sonara parecido. David actuaba como un sintetizador magnífico. Y era muy rápido: si le enseñabas algo que le gustaba, se ponía manos a la obra en un santiamén. Tiene un talento innato. En los 20 meses que pasé retratándolo creo que creó 74 disfraces distintos. No era normal. El maquillaje era cada vez más exótico. Había un tipo llamado Pierre Laroche que lo maquillaba de vez en cuando; fue quien le hizo la mancha dorada o la caracterización de “Life on Mars”. También es autor del zigzag de la portada de Aladdin Sane, siguiendo las indicaciones del propio Bowie.
¿Hubo algo de lo que hacía Bowie que te tomara por sorpresa?
Yo era bastante ágil. No trabajaba para nadie; era un radical libre. Pero una mañana, en plena gira por EU, vi que se había afeitado las cejas por completo. Yo le decía, “Noto algo distinto en ti, sí… ¡Se ha convertido en marciano del todo! Se rasuró las cejas”. Lo bueno de David es que es una persona de trato muy agradable. No tiene mal genio. Lou era muy temperamental y David era justo lo opuesto. Para mí siempre han sido como dos caras de la misma moneda. David, brillante y resplandeciente en Londres, y Lou, oscuro y deprimente en Nueva York.
Lou e Iggy me trasmitían cierta energía autodestructiva, pero David era muy positivo, aspecto que contagió a los otros dos. Ambos habían llegado a un punto muerto en sus carreras y llegaron a Londres, donde David los acogió con su encanto.
Pero Bowie también tiene un lado misterioso.
Sigue siendo muy activo. Yo lo veo como la Greta Garbo del rock ‘n’ roll. Pero Greta se retiró y David todavía tiene muchos proyectos en marcha: reediciones de álbumes antiguos, nuevos lanzamientos… Tony Visconti hablaba de un disco que parece estar en camino. Seguro que será fabuloso. Para ser alguien que lleva tanto tiempo en el punto de mira, es capaz de desaparecer. No es que se encierre en su casa, pero hace lo que quiere. Nadie lo ve. Eso es parte de su talento: cuando quiere que lo veas, lo ves. Cuando no, no.
Supongo que ese poder te otorga cierto grado de libertad.
Juega mucho a su favor. Creo que sus agentes de relaciones públicas me dijeron una vez que básicamente les pagan para no desmentir ni confirmar ningún rumor.
¿Crees que hay alguien en el panorama actual que se acerque a la consideración de nuevo Bowie?
No es fácil estar a la altura de esos personajes, en parte por la gran cantidad de información que se mueve. Ya no existe nada parecido al underground. Lo hubo en aquella época, cuando Iggy, Lou y David sacaban discos y se generaba cierto misticismo en torno a ello. Entonces costaba mucho recopilar toda la información que puedes obtener hoy.Lo que no conoces es más atractivo que lo que ya sabes. La gente se imagina todo tipo de cosas. Esas tres figuras influyeron en la cultura tremendamente en aquel verano de 1972.
¿De cuál de estas fotografías estás más orgulloso?
Orgulloso no es la palabra. Es por David. Fue un personaje increíble y un gran sujeto al que fotografiar. Yo no me atribuyo ningún mérito especial. Solo pienso, Qué sujeto tan interesante.
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