Rafael Jaime: el atleta ciego que conquistó un Ironman

Fotografías cortesía de Rafael Jaime Jaramillo.

Con sólo cerrar los ojos por un momento muchos perdemos el equilibrio y sentimos inseguridad para dar el siguiente paso. El miedo de no saber qué es lo que nos rodea nos angustia y de forma inmediata provoca que abramos los párpados.

Pero hay personas que no tienen esa posibilidad y no se detienen. Hay atletas que corren un maratón sin ver nada, sin saber qué tienen de frente o contra quién compiten. Así es Rafael Jaime Jaramillo, quien hace diez años perdió por completo la vista y ahora es el primer atleta ciego que ha completado un Ironman en Latinoamérica, y busca ser el único en el mundo en realizar un Ultraman, una competencia de 520 kilómetros: 10 nadando, 426 en bicicleta y 84 corriendo, que se debe completar en 36 horas.

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“Tengo 28 años. Perdí la vista por el cáncer; lo tuve a los cuatro y a los 18. Ambos fueron en los ojos, pero el último fue determinante para que me quedara ciego”.

Cuando apenas tenía cuatro años, un retinoblastoma bilateral le arrebató el ojo derecho y le dejó alguno apodos. “En mis tiempos se llamaba carrilla, pero hoy se conoce como bullying y yo sufrí de eso. Me llamaron pirata, tuerto, ojo de vidrio y bizco”, sobrenombres que fueron esculpiendo su carácter.

A los 17 decidió dejar su casa porque “mis papás no sabían nada, yo lo conocía todo y era un chingón, así que me fui”. No le duro mucho la rebeldía porque al poco tiempo el cáncer en los ojos regresó, pero ahora su vida estaba en peligro.

“Me detectaron cáncer y fue uno que ponía en riesgo mi vida porque estaba a escasos milímetros del cerebro. Entonces dije ‘Me quiero operar ya, no me importa quedarme ciego; yo quiero seguir viviendo’. Pero tomar esa decisión fue a lo mejor algo precipitado, porque yo no sabía todo lo que iba a venir con eso. Quería vivir, pero cuando ya estuve ciego fue como de Madres, qué decisión tomé“.

Rafael no se quería convertir en una persona que dependiera de nadie. Cuenta que al minuto que le dieron su bastón, caminó aproximadamente 15 cuadras hasta llegar a casa de su primo. “Tenía que romper con esos demonios y paradigmas, debía tomar acciones. No había una directriz que seguir porque yo vivo en la ciudad de Durango, y en ese momento no sabía a quién acercarme o quién me pudiera orientar a cómo hacer las cosas”.

Así fue como poco a poco fue recuperando su vida. Comenzó volviendo a clases y aplicándose en sus estudios. Ahora es licenciado en Derecho aunque no ejerce la profesión. “Me di cuenta que existe la tecnología para ciegos, que me hace estar a la par de cualquier persona. Era importante que yo me adaptara al mundo y no al revés. Conmigo o sin mí éste iba a seguir girando”.

A pesar de que todo se iba acomodando, Rafa Jaime seguía sintiendo un vacío que después se convirtió en pensamientos deprimentes que le impedían llegar a ser la persona que él quería. No podía manejar su moto, mucho menos ir al cine o volver a jugar basquetbol. Tampoco quería depender de sus padres ni de su hermana mayor, porque ellos debían de seguir con su vida. “No quería ser una carga”, agrega.

“Cuando conocí el deporte ya era ciego. Empecé a correr y fue algo que abracé mucho, por lo que decidí que ahora iba a ir de la mano conmigo. Cuando yo no la pasaba nada bien, emocional y físicamente, el deporte se volvió mi mejor sicólogo porque disipaba esos pensamientos negativos, suicidas y depresivos”.

Correr se convirtió en su terapeuta gratuito; “sus cinco minutos” —que a veces eran horas— le ayudaban a sentirse mejor consigo mismo. Pero al poco tiempo dejó de ser exclusivamente un placer: comenzó con una Paralimpiada estatal en Durango, en la que ganó en todo lo que compitió. De ahí se fue a los nacionales en 2007, pero en ese momento decidió que no quería ser tratado como un ciego más.

“La credencial de la gran mayoría, del 99.9 por ciento de las personas que iban ahí, era en vez de decirte ‘Hola. Me llamo Raja Jaime y soy de Durango’ era ‘Hola. Soy ciego, ayúdame por favor. Lo necesito’. Yo no quiero estar en un ámbito paralímpico, no me gusta ese sector”.

Tras esa experiencia, Rafa conoció al que sigue siendo su entrenador, Jesús “El Pichu” Rivera. Él lo invitó a correr con su equipo ‘Los Aquiles’, solo que ellos corrían maratones. “Esa sensación de sentirme parte de un equipo donde yo era el único ciego pero que no había distinción fue algo que me gustó”.

En 2012, luego de tres meses de entrenamiento, Rafael Jaime corrió su primer maratón. Cuando el Pichu lo invitó a un triatlón aceptó, a pesar de no tener idea de qué se trataba. “Cuando me dijo que tenía que nadar, pedalear y correr yo sólo pensé en que diablos me metí“.

“Empecé a nadar en febrero de 2013. Busqué una bicicleta especial que conseguí en España; es una biplaza de ruta especial para la carretera. El 17 de junio de 2013 me convertí en el primer y único ciego triatleta en la historia de México”.

Luego del triatlón vino el Ironman, en el que existe una categoría para ciegos. Sin embargo, Rafael no quiso participar en esta porque no quería ser especial. “Mi reto era motivar a los demás que estuvieran compitiendo y decirles ‘A ver cabrón, se te está poniendo al tiro un ciego. ¡Aplícate!’ Y que no se dieran por vencidos”.

Rafael Jaime tiene claro que no busca sólo romper récords. Su objetivo es hacer historia personal para que el día de mañana que tenga hijos pueda decir que tuvo una vida llena de plenitud, esfuerzo y felicidad. Para lograr este objetivo, tiene una frase que lo acompaña a cada carrera, maratón, Ironman o Ultraman: “Yo no busco ser el atleta más rápido, resistente o fuerte. Busco ser una persona con un espíritu inquebrantable”.

Cuando le pregunto cuánto ha invertido, el atleta explica que el gasto es doble para él porque tiene que pagar los vuelos, inscripciones, hospedajes y comidas de su guía o pacer. “Si yo le digo que tiene que darme su tiempo y además su dinero me va a mandar al carajo”. Para dar una idea de lo caro que es competir en triatlones, y más cuando se es ciego, la bicicleta que Rafa utiliza cuesta 120 mil pesos, y la inscripción para participar en un Ironman vale aproximadamente 12 mil pesos por persona.

Rafael Jaime está patrocinado por dos empresas duranguenses, una pastelería reconocida en la ciudad que se llama Monchys y un corporativo que se dedica a fabricar aparatos ortopédicos. Además da pláticas a empresas e instituciones en las que trata de motivar a la gente y en donde también habla sobre cuestiones de organización laboral.

En cuanto a su futuro Rafa tiene claras metas deportivas: quiere correr cinco ultra maratones y ser el primer ciego en conquistar los cinco continentes con sus pies. No tiene planes que vayan más allá de dos años porque no le gusta hacerlos. “Así como no esperaba tener otro cáncer, creo que la vida me puede sorprender positivamente con cosas interesantes. Mejor me concentro en seguir construyendo el día de hoy”.

Rafa Jaime intentó participar en los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro que se celebran el próximo mes, pero su categoría no se abrió por lo que desistió de alcanzar esa meta. En México está la Federación Mexicana del Deporte para Ciegos y Débiles Visuales, pero no tiene mucha difusión y muchas personas ni si quiera saben de ésta.

Hoy en día existen centros de ayuda para ciegos por toda la República Mexicana así como escuelas para ciegos. Sin embargo, cuando le pregunto a Rafael sobre las condiciones que enfrentan en el país, me responde que éstas no son las óptimas y que en muchos sentidos “estamos en pañales”, pero eso no ha impedido que ellos puedan lograr sus metas.

“Rafa Jaime no es una persona, es un equipo. A lado de él hay muchas personas logrando esto. Lo que yo hago no es nada espectacular. Si los ciegos tuvieran las mismas posibilidades que yo tengo en el sentido de amigos, guías y entrenador, habría cinco, cientos o miles haciendo esto”.

Busca a Rafael en sus redes sociales:

Facebook: Rafa Jaime
Twitter: @rafajaimemx
Página:
www.rafajaime.com.mx