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El fútbol chino está de moda. El gigante asiático ha ocupado las primeras páginas de los rotativos deportivos en los últimos meses gracias a las enormes cantidades de dinero que ha invertido la Chinese Super League (CSL) en fichajes. Algunos han sido de postín; otros… discutibles.
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Este nuevo poder financiero viene impulsado en parte por un nuevo reparto de los derechos televisivos. Firmado en octubre de 2015, el acuerdo tiene un valor aproximado de 1.100 millones de euros a lo largo de cinco años; su magnitud sorprende si tenemos en cuenta que la temporada anterior no llegaba a los 8 millones de euros.
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“Este reparto procede de una empresa importante como China Media Capital —con inversiones, entre otros, en el Manchester City—. Eso indica que los inversores piensan que la industria del fútbol en China está creciendo”, asegura Mark Dreyer, periodista y locutor de radio afincado en Beijing que dirige el medio online China Sports Insider.
“Políticamente hablando, es inteligente meterse en el mundo del fútbol en el momento que vivimos”, prosigue Dreyer. “Es una gran oportunidad de negocio, ya que el gobierno busca que la industria del deporte de China sea el más grande del mundo dentro de una década”.
Dreyer, no obstante, avisa de los riesgos: “Sobre el papel, el fútbol tiene que liderar esta industria… pero es importante tener en cuenta que en China pueden pasar muchas durante año: ¡ya ni te cuento en cinco años!”.
La volatilidad a la que apunta Dreyer puede ser un problema serio para el fútbol chino. El torbellino de fichajes que han llevado a Ramires al Jiangsu Suning y a Jackson Martínez al Guangzhou Evergrande ha sido estruendoso, pero ha tenido un gran ausente: el Dalian Shide FC.
Hace sólo cinco años, el Dalian estaba entre la cúspide del fútbol chino y acumuló infinidad de títulos entre 1994 y 2005… pero en 2013 el club sencillamente dejó de existir.
Tras la retirada del Dalian se esconde un enorme escándalo político, que comenzó con el asesinato de un hombre de negocios británico… y terminó con un alto cargo político del Partido Comunista condenado a cadena perpetua.
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Un reportage del periódico británico The Guardianpublicado en 2004 definía a Xu Ming “como el nuevo Roman Abramovich”. Es fácil entender el porqué de la comparación: Xu era el multimillonario fundador del Grupo Shide, un conglomerado de empresas dedicadas a la industria química con sede en Dalian.
Xu, además, también era el propietario de un enorme complejo futbolístico en la esta ciudad del noreste de China. La historia se remonta al año 2000, cuando Xu compró el Dalian Shide FC: a partir de entonces, el centro de gravedad del fútbol chino se asentó en Dalian. Fue un movimiento perfecto para un joven hombre de negocios dispuesto a elevar su perfil público más allá de la sala de juntas.
“El noreste de China es un semillero de fútbol, especialmente la ciudad de Dalian”, explica Cameron Wilson, editor del medio online Wild East Football.
Esos años de éxito sin precedentes, en un momento durante el cual el fútbol se estaba profesionalizando, tuvieron un efecto muy importante en China. “Aquí la gente es muy voluble y les gusta seguir a la multitud”, asegura Wilson. “Si se abre una tienda de telefonía móvil en una calle vacía y resulta ser un éxito, pronto toda la calle se llenará de otras tiendas de telefonía móvil”.
“El fútbol ha seguido la misma norma”, prosigue el periodista. “El éxito de Dalian probablemente animó a mucha gente a empezar en el mundo del fútbol”.
Antes de la llegada de Xu, el equipo era conocido como Dalian Wanda; el nombre venía de sus dueños anteriores, el Grupo Wanda. Su presidente, Wang Jianlin, es ahora el hombre más rico de China con una fortuna estimada de 30.000 millones de euros. En España se le conoce por tener una participación del 20% en el Atlético de Madrid.
Wang, sin embargo, acusó abiertamente a funcionarios de arreglar partidos; también se dice que se había cansado de la interferencia en el club de Bo Xilai, el alcalde de Dalian y el político más poderoso de la ciudad… que además era un fanático del fútbol.
Durante la década de los 90, Bo ayudó a Xu Ming a cerrar grandes contratos en el mundo de la construcción, así que cuando se presentó la opción de colaborar comprando el Dalian Shide no hubo dudas. Cerrar esta operación con éxito ayudaría a promover los intereses del Shide Group y de paso consolidaría su relación personal.
A diferencia de Bo, sin embargo, Xu no era un aficionado al fútbol. Un artículo en la revista semanal Southern Weekend, que posteriormente fue traducido y apareció en Wild East Football, logró hablar con uno de los amigos de Xu, cuya declaración fue diáfana: “No es sólo que Xu Ming no entienda de fútbol: es que tampoco mira partidos nunca. Solo usa el fútbol como una pieza de ajedrez en sus negocios”.
“En China, la razón principal por la que los tipos ricos compran clubes de fútbol es para forjar mejores vínculos políticos”, explica Dreyer. Parece que no solo en España está de moda invertir en el balompié…
Como su equipo ganaba títulos sin parar —el Dalian encadenó las ligas de 2000, 2001 y 2002—, no pasó mucho tiempo antes de que Xu buscara promoverse a sí mismo hacia puestos más altos. En 2002, el Dalian se unió a una aventura con la Premier League que pretendía crear un nuevo equipo del Newcastle United en Hong Kong y promover el intercambio de jugadores y entrenadores entre ambos clubes.
El año siguiente se supo que Xu mantenía conversaciones para adquirir el Leeds United, que entonces todavía era un club de la Premier League. El proyecto del Newcastle se hundió sin dejar rastro y Xu nunca compró el Leeds… aunque ambas historias generaron mucha publicidad beneficiosa para Xu.
Xu comenzó a reducir su inversión en el Dalian: sus últimos títulos datan de 2005. Su relación con Bo, sin embargo, se mantuvo fuerte: Xu no solo continuóinvirtiendo en los proyectos de Bo, que se había convertido en el jefe del Partido Comunista en Chongqing, sino que también financió el lujoso estilo de vida de la familia del político.
En una ocasión, el hijo de Bo invitó a 40 compañeros de clase de Harvard a una visita a Beijing, Chongqing y Shanghai. Xu les financió los vuelos y el alojamiento. Digamos que ni durmieron en camas con literas ni viajaron en clase turista precisamente.
Mientras tanto, el Dalian pasó rápidamente de ser el campeón de todo a ser un equipo perdedor; en 2008, de hecho, evitó el descenso por los pelos. Xu pasó el año siguiente entero intentado vender el club al Grupo Aerbin, pero no tuvo suerte.
Igual que el club, y como todo en la volátil China de hoy en día, el ascenso aparentemente imparable de Bo y Xu no podía durar. La caída en desgracia de ambos personajes se inició en 2011: todo empezó ni más ni menos que con un asesinato.
NeilHeywood, un hombre de negocios británico que había trabajado para la esposa de Bo, supuestamente intentó extorsionar a la mujer amenazándola con explicar a todo el mundo su red de negocios de dudosa legalidad. Gu se llevó Heywood a cenar y consiguió emborracharlo: posteriormente, se lo llevó de vuelta a su habitación del hotel y le envenenó con cianuro.
Aunque Bo intentó evitar una investigación, su mala relación con el jefe de la Policía de Chongqing impidió que el caso se archivara sin más. Cuando las autoridades comenzaron a investigar los negocios de Bo, Xu se convirtió en una ‘persona de interés’ en todo el país.
Finalmente, Bo fue declarado culpable de cargos de corrupción que incluían recibir sobornos de Xu por una suma de alrededor de 3 millones de euros. Hoy, Bo y su esposa cumplen cadena perpetua.
Tras declarar en el juicio público de Bo, Xu fue juzgado a puerta cerrada y condenado a cuatro años de prisión en 2012. Habría sido puesto en libertad este año, pero murió de un ataque al corazón en una prisión de Hubei en diciembre de 2015 cuando solo tenía 44 años.
La caída del club de fútbol precedió a la de su propietario: tras la detención de Xu en 2012, se puso en marcha una operación que pretendía fusionar el Dalian Aerbin, otro club de la ciudad, con el Dalian Shide. La Asociación de Fútbol de China bloqueó la fusión, así que el Aerbin sencillamente compró i absorbió el Shide. El 31 de enero de 2013, el Dalian Shide dejó oficialmente de existir.
El club más exitoso del país acababa de morir sin gloria alguna.
No es raro que los equipos chinos de repente desaparezcan, pero aún así fue un golpe duro para el fútbol chino. “Si un club ocho veces campeón puede desaparecer, entonces le puede pasar a cualquiera. A pesar de su importancia deportiva, el club ha recibido muy poca consideración por parte de las autoridades debido a la cultura del fútbol de China”, explica Wilson.
Los más fieles seguidores del Dalian Shide, conocidos como los Blue Wave, se negaron a respaldar al Dalian Aerbin por sus conexiones con el gobierno local. En lugar de eso se fundó otro club, llamado Dalian Transcendence, para llenar el vacío de manera efectiva y jugar en el viejo estadio del Shide. Hoy, tanto el Aerbin como el Transcendence juegan en la League One, la segunda división del fútbol chino.
El ascenso y caída de Xu Ming y del Dalian Shide ofrece una idea del funcionamiento de los clubes de fútbol en China. “A diferencia de otros países, en China los clubes pueden caer repentinamente”, explica Dreyer. “Esto se debe en gran parte a los habituales cambios repentinos en la clase política del país”.
Sin embargo, detrás de la corrupción y de los escándalos, el fútbol chino parece encarar un futuro cada vez más brillante.
“La gente de negocios piensa claramente que el deporte —que ellos ven como una inversión— se está purificando, y eso es en parte por el crecimiento de los acuerdos de televisión”, explica Dreyer, que asegura que el problema principal que antes sufrían los clubes era la falta de patrocinadores.
“La competición está mejorando de manera significativa tanto dentro como fuera del campo. El Guangzhou Evergrande se ha proclamado dos veces campeón de la Liga de Campeones de Asia en los últimos años, y el dinero está ahí para que todos lo vean”, apunta Dreyer.
Aun así, Dreyer aún se muestra cauto: “Los aficionados aquí han visto de todo, por así decirlo, por lo que no sería un ‘shock‘ total si estallara otro escándalo de repente. Aún así, las cifras de asistencia a los partidos crecen, lo cual implica que los aficionados confían en los clubes a pesar de los líos”.
En un país tan grande y con tantos misterios por resolver, es normal que el ataque al corazón de Xu se haya convertido en objeto de mucha especulación. El comunicado oficial que las autoridades emitieron aseguraba que el empresario “continuaba teniendo un alto grado de interés por el fútbol”, pero al mismo tiempo había caído en un estado de “desesperación” porque el Dalian Shide registraba resultados pobres.
El mensaje es sorprendente si tenemos en cuenta que el equipo había dejado de existir más de dos años antes de su muerte y que Xu llevaba seis años intentando sacárselo de encima.
“No estoy seguro de que haya una sola versión coherente sobre la muerte de Xu”, concluye Wilson. “El principal sentimiento de los fans es de consternación por la pérdida de su equipo. Los aficionados chinos en general se sienten impotentes, porque no tienen capacidad alguna de influir sobre lo que les imponen desde arriba”.
A medida que se acerca el final del período de fichajes de China —la temporada empieza en marzo—, los aficionados especulan con grandes nombres del fútbol mundial que podrían acabar jugando en la CSL. El pasado, sin embargo, nos recuerda que detrás de los focos de la ahora multimillonaria liga se esconden fantasmas… fantasmas muy oscuros.
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