Este año nos hemos propuesto hablar de qué significa ser joven en 2018. En abril publicamos “El número de la distopía y la utopía”, en el que discutíamos si debíamos sentirnos aterrorizados u optimistas respecto al futuro. En junio fue el “El número de la privacidad y la percepción”, que exploraba la intersección entre sexualidad, intimidad, privacidad y género y sus complejas dinámicas en internet. Ahora presentamos la tercera entrega trimestral del año, “Poder y privilegio”.
Para la creación de este número, nos basamos en la encuesta VICE Voices que llevamos a cabo a principios de año en Reino Unido y Estados Unidos. En ella, preguntábamos a miles de jóvenes qué pensaban sobre el futuro, qué temas les parecían importantes y qué está en juego. Hubo tres hallazgos clave en los que quisimos profundizar: ni los jóvenes de la generación Z ni la de los millennials se sienten preparados para el futuro con la formación que han recibido y temen no ser capaces de encontrar trabajo y estabilidad económica; pese a todo, siguen creyendo que aún es posible actuar para provocar un cambio. Esos sentimientos y puntos de vista son los que han perfilado el contenido, el formato y el diseño de este número.
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En su versión impresa, el número está dividido en tres secciones. La primera de ellas ofrece una mirada a un posible futuro de la educación; discutimos temas como la tecnología de reconocimiento facial en las escuelas, las medidas que las universidades están tomando (o no) para preparar a sus alumnos para la automatización de la fuerza laboral; también ofrecemos los testimonios de personas a las que el estado del sistema educativo actual les ha afectado profundamente. La segunda sección reúne varias perspectivas sobre el mercado laboral, los retos a los que se enfrentan los trabajadores en la actualidad y las posibles soluciones a los fallos de nuestro sistema económico. En la tercera sección, examinamos las tácticas de protesta que usan los jóvenes del siglo XXI y conocemos a personas cuya labor está contribuyendo al cambio.
El diseño y la estética de este número están inspirados en el estrés: el estrés que sienten los jóvenes en su esfuerzo por entender el mundo o ante la abrumadora y a veces inane tarea de rellenar una interminable retahíla de formularios. Así, imitamos estas estructuras formales presentes en exámenes y formularios para transmitir cierto grado de distanciamiento e incertidumbre, y utilizamos formas deconstruidas, casillas de múltiple elección, anotaciones con lápiz, tachones y . También usamos la repetición como representación gráfica y opresiva de la monotonía de las tareas que llevamos a cabo en la vida y buscamos crear una sensación se sobrecarga de datos para evocar la frustración que supone la necesidad de analizar tanta información en busca del verdadero sentido de las cosas.
Para la mayoría de los que hemos nacido a principios de la década de 1980, ser joven en 2018 implica heredar un sistema defectuoso y las consecuencias de los hijos del baby boom. Pero si hay un resquicio de esperanza para el mañana, sobre nosotros recae la responsabilidad de combatir las insidiosas formas en que el poder y el privilegio se manifiestan, también en nuestra generación, y de continuar amplificando las voces de aquellos cuyas experiencias han sido relegadas a la marginalidad a lo largo de la historia. Brindemos por un futuro mejor, según ellos.
Los editores de VICE.
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