Por qué tantos violadores no se dan cuenta de que lo son

Este artículo fue publicado originalmente en Broadly, nuestra plataforma dedicada a las mujeres.

Desde hace unas semanas, la indignación hacia Brock Turner —el antiguo estudiante de la Universidad de Stanford condenado a seis meses de cárcel por agredir sexualmente a una mujer inconsciente tras un contenedor de basura en el campus— ha crecido como la espuma. Gran parte de esta indignación surge a raíz de la declaración que hizo ante el tribunal, en la que afirmaba que él era el “único responsable de lo que sucedió aquella noche” y reconocía haber causado a su víctima “estrés emocional y físico”, pero no utilizó en ningún momento las palabras “agresión sexual” para describir lo que hizo.

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En lugar de ello, culpó de sus acciones a la cultura de “consumo compulsivo de alcohol y promiscuidad sexual”, describiendo lo que tuvo lugar aquella noche como una consecuencia destructiva de su propio consumo excesivo de alcohol en lugar de admitir que cometió una agresión sexual. “Yo no trataba de violar a nadie en absoluto, no quería causar daño a nadie de ninguna de las maneras y desde luego no traté para nada de aprovecharme de nadie”, afirmó.

Según el Dr. Svend Aage Madsen, vicepresidente del Foro Europeo de Salud Masculina y director del Centro de víctimas de agresiones sexuales en el Rigshospitalet de Copenhague —el hospital más especializado de la ciudad—, este tipo de autonegación está demasiado extendido. “Este tipo de reacción es muy común entre los agresores sexuales”, explica el Dr. Madsen. “Si te fijas en los procesos judiciales verás que hay muy pocos ejemplos de agresores sexuales que admitan su delito. En lugar de ello, la frase que se les oye decir constantemente es ‘Yo creía que ella también quería’”.

El Dr. Madsen también clasifica este comportamiento como parte del proceso de los agresores sexuales para tratar de racionalizar su propio comportamiento. “Él quiere ser un chico bueno y cree que lo es, así que se niega a admitir el problema real, que ha cometido una agresión sexual”, explica.

Normalmente es comprensible que la gente trate de racionalizar su comportamiento cuando la caga, pero las agresiones sexuales están muy lejos de ser el típico error común que se suele cometer. A pesar de esto, la autonegación de los agresores sexuales está muy bien documentada: según un estudio llevado a cabo por la Universidad de South Florida, “la presencia de la negación complica de forma rutinaria su tratamiento. Los investigadores más destacados de este campo, como Jon A. Shaw, han explorado específicamente el modo en que los agresores se convencen a sí mismos y tratan de convencer a sus víctimas de que sus acciones eran consensuadas. Por ejemplo, un caso como este ha estallado en Dinamarca hace poco: recientemente tres hombres fueron absueltos de agredir sexualmente a una mujer en una fiesta porque afirman que creyeron que sus acciones eran consentidas.

A la gente le resulta muy difícil cruzar la línea que hay en el interior de sus mentes para admitir sus propias acciones ante ellos mismos, especialmente si la víctima y el agresor no están en contacto”, explica Madsen. Para que los agresores crucen esas barrear mentales, el Centro para Víctimas de Agresiones Sexuales del Rigshospitalet ofrece servicios de mediación. En los casos menos graves de agresión sexual, este Centro organiza un cara a cara entre la víctima y el agresor y les obliga a hablar de lo sucedido. “Resulta fascinante ver que los agresores sólo son conscientes de lo que han hecho cuando eso sucede”, indica Madsen. “Confrontarlos directamente con la víctima y con sus sentimientos es una forma muy poderosa de desarrollar la comprensión del agresor”.

Teniendo en cuenta que aproximadamente el 80 % de los agresores sexuales conoce a sus víctimas, resulta plausible que poner en contacto directo a los agresores con sus víctimas podría provocar que aquellos desarrollen sentimientos de culpa, empatía o compasión que de otro modo no obtendrían. Sin embargo, de acuerdo con la Dra. Marie Bruvik Heinskou, profesora adjunta de sociología en la Universidad de Copenhague, hay otro sentimiento que desempeña un gran papel a la hora de provocar la negación en los agresores sexuales.

“La vergüenza es una fuerza enormemente influyente en los recuerdos y sentimientos de las personas, más influyente de lo que cabría suponer”, explica, indicando a su vez que la culpa asociada a las agresiones sexuales cuenta con múltiples facetas. “En primer lugar, resulta totalmente vergonzoso ser un agresor sexual y en segundo lugar, hay mucha vergüenza asociada a la sexualidad en general”.

Diversos estudios han demostrado que las emociones asociadas a los eventos pueden fortalecer, configurar o alterar nuestros recuerdos, y el Dr. Heinskou opina que la culpa podría ser un elemento catalizador suficientemente fuerte como para dar forma a la narrativa que se crea en la mente de los agresores. “Si piensas en la cantidad de dificultades que crea la culpa para muchas personas —ya sea en forma de agresividad, silencio, depresión o problemas mentales—, resulta obvio que la culpa es una fuerza bastante poderosa”, afirma.

La autonegación de Turner podría ser un ejemplo clásico de un agresor que racionaliza su comportamiento, o bien sencillamente el resultado de unas declaraciones ideadas por un equipo de abogados para conseguir la menor pena de cárcel posible. Independientemente de eso, su incapacidad para reconocer que lo que hizo fue una agresión sexual dista mucho de ser un incidente aislado. Y eso es lo más vergonzoso de todo.