A principios del siglo XVII en Venecia, Italia, se construyó un puente de piedra caliza blanca para conectar el Palacio Ducal con una prisión al otro lado del canal. Lord Byron lo nombró el Puente de los Suspiros porque desde ahí los prisioneros podían ver por última vez la ciudad antes de ser encarcelados y, supuestamente, soltaban suspiros de arrepentimiento o remordimiento.
Sin embargo, existe otra leyenda sobre el Puente de los Suspiros más esperanzadora: dicen que si una pareja navega por debajo del puente y se besa al atardecer, su amor durará para siempre, y el acto provocará un suspiro de amor. (En la película de 1979, A Little Romance, los personajes principales, interpretados por Diane Lane y Thelonious Bernard, se propusieron santificar su relación haciendo precisamente esto).
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A través del folclore del Puente de los Suspiros, se muestra la capacidad de adaptación que tiene el suspiro. Los suspiros se han relacionado durante mucho tiempo en la literatura, la música, el cine y, en este caso, la arquitectura, con la emoción. Los suspiros pueden adaptarse a diferentes sentimientos: suspiramos cuando estamos felices, aliviados, excitados, aburridos, deprimidos o ansiosos. Por ejemplo, seguramente hace poco soltaste un gran suspiro cuando se anunció una vacuna prometedora contra el COVID-19, o cuando se dieron a conocer los resultados de las elecciones presidenciales de Estados Unidos. O tal vez hayas provocado un suspiro en tus familiares y amigos cuando les explicaste por qué no podías viajar a casa estas vacaciones.
A pesar de estas experiencias por las que todos hemos pasado y que relacionan el suspiro con diversas emociones, las investigaciones sobre el acto de suspirar se han centrado principalmente en el propósito respiratorio de los suspiros, y no en cómo estos se entrelazan con nuestros sentimientos.
Sin embargo, los aspectos psicológicos o “fisiopsicológicos” del suspiro finalmente están comenzando a ser explorados. Una teoría reciente plantea que suspirar no solo es un botón de reinicio de los pulmones y la respiración, sino también de nuestras emociones, que nos regresa del éxtasis de las grandes emociones, ya sean positivas o negativas.
Suspirar podría no ser solo un subproducto de las emociones, sino que también podría inducir sentimientos, como el alivio. Curiosamente, también hay algo que se podría considerar como suspirar demasiado. Las personas con trastornos de ansiedad que suspiran más que otras pueden estar desestabilizando su respiración al depender demasiado de los poderes calmantes del suspiro. En última instancia, lo que se está descubriendo es que, a diferencia de lo que afirmaba la canción “As Time Goes By” de Casablanca, un suspiro no es solo un suspiro.
Un suspiro es una respiración muy profunda, definida científicamente como una inhalación que es al menos el doble del volumen de una respiración normal.
Una investigación de la Universidad de Oslo encontró que la mayoría de las personas asociaban los suspiros con emociones negativas como la decepción, la derrota, la frustración, el aburrimiento y el anhelo. Pero la función física principal de un suspiro es beneficiar a los pulmones. Los suspiros evitan que los diminutos sacos de aire de los pulmones, los alvéolos, colapsen, y mantienen el intercambio de oxígeno y dióxido de carbono, dijo Silvia Pagliardini, profesora asociada en el Departamento de Fisiología de la Universidad de Alberta.
Los adultos sanos suspiran una vez cada cinco minutos. Si no suspiras y los alvéolos no se vuelven a abrir, podrías sufrir de hipoxia y morir. Antes, la gente que necesitaba ser auxiliada con pulmones de acero moría porque los diseñadores no tomaron en cuenta los suspiros, como los ventiladores modernos. Cuando los ratones son modificados genéticamente para que no puedan suspirar, eventualmente mueren de problemas pulmonares.
Históricamente, el suspiro se consideraba como un reflejo, dijo Pagliardini. “Los pulmones colapsan, envían información al cerebro y el cerebro suspira”, dijo. En las últimas décadas, hemos aprendido que los suspiros están programados por el cerebro para que ocurran sin importar qué señal provenga de los pulmones.
En 2000, Nino Ramirez, profesor de neurocirugía en el Instituto de Investigación Infantil de Seattle, y sus colegas publicaron en Nature Neuroscience que una red en el tronco encefálico era responsable de múltiples tipos de patrones respiratorios, incluido el suspiro. En un experimento con ratas, cuando los científicos cortaron el tronco encefálico y colocaron las rodajas, de medio milímetro de grosor, en placas de Petri, las piezas cerebrales incorpóreas aún mostraban un ritmo respiratorio, incluidos los suspiros, dijo Ramírez. Los pulmones no eran necesarios.
En 2016, Pagliardini y sus colegas pudieron comprender cómo se generan los suspiros con aún más detalle. En ratas, encontraron un pequeño grupo de neuronas en un área del tronco encefálico llamada complejo pre-Bötzinger que genera la respiración normal, así como suspiros y jadeos. Unas moléculas específicas llamadas neuropéptidos activaban esas células cerebrales y generaban un suspiro. “Si agregas estos péptidos en esta parte específica del cerebro, los suspiros aumentan, y si bloqueas los receptores que detectan estos neuropéptidos, los suspiros disminuyen”, dijo Pagliardini.
“Los suspiros parecen estar regulados por la menor cantidad de neuronas que hemos visto vinculadas a un comportamiento humano fundamental”, dijo el coautor de Pagliardini, Jack Feldman de la Universidad de California en Los Ángeles, en un comunicado de prensa en ese momento.
Sin embargo, aunque ahora conocemos la mecánica, Ramírez dijo que apenas estamos comenzando a comprender cómo los suspiros interactúan con el cerebro en general. Por ejemplo, el complejo pre-Bötzinger controla las neuronas que contienen norepinefrina, una sustancia química que causa excitación. Existe la teoría de que en los bebés que mueren por el síndrome de muerte súbita del lactante (SMSL), este sistema de excitación no funciona. Los bebés no suspiran adecuadamente, o se altera la conexión con las neuronas de la norepinefrina, y los bebés no se despiertan cuando su respiración está alterada, lo que los lleva a la muerte.
“Durante muchos siglos, los fisiólogos solo pensaban en la respiración como un mecanismo para que los pulmones te proporcionaran oxígeno”, dijo Ramírez. “Pasaban por alto el papel de la respiración como un mecanismo para controlar tu estado cerebral”.
Respirar no solo es el intercambio automático de oxígeno y dióxido de carbono, después de todo. La forma en que respiramos está influenciada por nuestras emociones y el entorno, y viceversa. Piensa en la ansiedad, el pánico o el dolor; o placer, enamoramiento, alivio: todas estas emociones pueden influir en nuestra respiración y en nuestros suspiros.
La mayoría de los científicos habían ignorado cómo los suspiros influyen en el comportamiento y las emociones, hasta que apareció Elke Vlemincx, profesora asistente en el Departamento de Ciencias de la Salud de la Universidad Libre de Ámsterdam.
Vlemincx admitió que es una especie de pionera en el campo de los suspiros. Ha estado investigando no solo la fisiología del suspiro, sino también la psicofisiología: cómo interactúan las propiedades fisiológicas con las psicológicas.
La forma en que nuestras sensaciones físicas interactúan con nuestras emociones es un área de investigación en constante evolución, aunque no es nueva. En el siglo XIX, William James, el “padre de la psicología estadounidense”, propuso que nuestras emociones son simplemente los nombres que le hemos dado a las sensaciones de nuestro cuerpo. Siguiendo esta línea de pensamiento, experimentamos una sensación de alivio y luego un suspiro, pero podría ser que la sensación física que obtenemos de la expansión de los pulmones sea lo que llamamos la emoción de alivio.
Las investigaciones sobre qué tanto podemos sentir los latidos de nuestro propio corazón han demostrado que nuestros latidos no solo reaccionan a nuestras emociones, sino que también pueden influir en ellas. De manera similar, Vlemincx piensa que los suspiros tienen un vínculo bidireccional con nuestras emociones: las emociones fuertes pueden desencadenar suspiros, pero suspirar también puede generar emociones.
Ramírez dijo que la importancia emocional de suspirar también está incorporada en el lenguaje. Cuando decimos que estamos “inspirados”, nos referimos a que nuestro cerebro está emocionado. “Nunca dirías: ‘Tengo una gran idea, estoy ‘expirado’”, dijo. “Toda esta idea de que la inspiración impulsa el estado de tu cerebro es extremadamente importante”.
A partir de muchos experimentos de laboratorio sobre los suspiros, Vlemincx y sus colegas han desarrollado una hipótesis: los suspiros son como un botón de reinicio tanto para la respiración como para las emociones.
Nuestra respiración es automática, pero también tiene mucha variación y flexibilidad. Nuestra respiración cambia mucho dependiendo de lo que estemos haciendo (hablar, reír, correr) y de cómo nos sentimos y nuestro entorno. Cuando esta variabilidad respiratoria se vuelve demasiado baja o comienza a volverse errática, Vlemincx ha descubierto que los suspiros intervienen y presionan el “botón de reiniciar”, para devolvernos el “equilibrio entre la variabilidad respiratoria no aleatoria y aleatoria”.
Psicológicamente, los suspiros juegan un papel secundario, “ayudan a restaurar la calma en el contexto de estrés o excitación emocional, induciendo una sensación subjetiva de alivio y, por lo tanto, pueden ser funcionales como mecanismo para enfrentar el estrés y las emociones”, escribió Vlemincx en un artículo sobre suspiros.
En sus primeros estudios, Vlemincx se centró en el vínculo entre los suspiros y el alivio. En un artículo de 2005, unas ratas fueron entrenadas para que aprendieran que cierto estímulo significaba que no estarían expuestas a una descarga eléctrica en la cola; cuando veían esta señal de “seguridad” (un análogo del alivio), suspiraban 20 veces más. Vlemincx ahora ha replicado estos hallazgos en humanos, mostrando que los suspiros aumentan significativamente cuando las personas experimentan una señal de seguridad parecida, y que los suspiros están asociados tanto con el alivio autoinformado como con la liberación de la tensión fisiológica.
Si un suspiro es una especie de reinicio, tanto física como emocionalmente, ayuda a explicar la dualidad de los suspiros y cómo pueden asociarse con emociones negativas, estrés y ansiedad, al mismo tiempo que se combinan con emociones positivas como alivio, alegría o deseo. Esto parece una paradoja, dijo Vlemincx, hasta que uno piensa en los suspiros como un reinicio emocional. Pueden estar presentes durante cualquier estado emocional fuerte, ya sea bueno o malo; por ejemplo, los prisioneros en el Puente de los Suspiros, o los amantes que pasan debajo de él.
Cuando Vlemincx graba a las personas sentadas en silencio, no expuestas a ningún estrés o desencadenantes emocionales, descubre que suspiran a un ritmo promedio de aproximadamente una vez cada cinco minutos. Sin embargo, hay una gran variación en cuánto suspira una persona, dijo, que tiene que ver con su personalidad.
Uno de los hallazgos más consistentes en torno al suspiro es que está fuertemente asociado con la ansiedad. Por ejemplo, las ratas que son modificadas genéticamente para tener una ansiedad alta, suspiran más que las ratas que tienen una ansiedad baja. Las personas con dolor, con pensamientos desagradables y que realizan problemas matemáticos estresantes, suspiran más. Las personas con ansiedad, trastorno de estrés postraumático y trastorno de pánico suspiran con más frecuencia que las que no tienen esas afecciones.
Muchas personas que suspiran constantemente no saben que suspiran demasiado, dijo Vlemincx. “Pero la gente en su entorno lo sabe. Muchas veces, las personas con las que trabajan les dicen, por ejemplo: ‘Vaya, suspiras mucho’. No se dan cuenta hasta que la gente les dice”.
Vlemincx piensa que cuando una persona está ansiosa, es más probable que busque continuamente el alivio que puede proporcionar un suspiro. Pero hay un punto en el que se puede abusar de los suspiros como mecanismo de afrontamiento. En estudios de laboratorio, al observar a personas con trastorno de pánico, se ha demostrado que suspiran excesivamente. Algunos suspiran tanto que su respiración nunca tiene la oportunidad de volver a la normalidad y sufren de hiperventilación crónica.
Cuando esto sucede, la hiperventilación no solo es un efecto secundario del pánico, sino que también contribuye a los sentimientos de ansiedad a través de los niveles crónicamente bajos de dióxido de carbono en el cuerpo. Cuando te hiperventilas expulsas una gran cantidad de dióxido de carbono y esto puede causar síntomas como mareos o entumecimiento. Esto puede hacer que la gente entre en pánico, respire más profundamente y luego se sienta peor.
“Si estás ansioso, suspiras mucho”, dijo. “Y luego esa frecuencia de suspiros excesiva induce a la hiperventilación, que viene con ansiedad, entonces entras en un círculo vicioso de ansiedad”.
Para las personas con trastorno de pánico, que a menudo pueden sentir que les falta el aire, hay un tratamiento llamado entrenamiento respiratorio con capnometría asistida, o (CART, por sus siglas en inglés) que se centra en evitar que respiren profundamente. “Especialmente para las personas con mucha ansiedad, respirar profundamente no es una buena idea”, dijo Vlemincx.
Este consejo contradice muchos mensajes sobre la respiración que pueden recibir las personas con ansiedad, así como ciertas prácticas de respiración en yoga o meditación. Para muchas personas, la respiración profunda provoca alivio y presiona el botón de reinicio, pero presionar el botón demasiadas veces puede convertirse en un ciclo vicioso desagradable, dijo Vlemincx.
Cuanto más negativas son las emociones, más alivio y recompensa obtiene una persona de un suspiro, eso significa que suspira con más frecuencia. Pero el alivio no dura mucho. Entonces, la gente puede suspirar con más frecuencia, en busca de ese alivio nuevamente.
“Es bueno respirar profundo de vez en cuando”, dijo Vlemincx. “Tienes que hacerlo, es saludable para ti. Pero debes asegurarte de que no llegues a un punto en el que desregules el sistema y empieces a hiperventilarte. Pero siempre digo que cuando un instructor de yoga o ejercicio te diga: ‘Respira profundo’, hazlo solo si te hace sentir bien”.
Es posible que esforzarse demasiado para regular los suspiros no ofrezca los mismos beneficios que suspirar por cuenta propia. El trabajo de Vlemincx también ha descubierto que existe una diferencia entre un suspiro espontáneo y un suspiro instruido, o un suspiro ordenado por alguien más, en el que respiras hondo intencionalmente. Cuando Vlemincx y sus colegas le pidieron a unas personas que respiraran hondo intencionalmente y midieron el alivio y la tensión muscular, vieron que los suspiros instruidos no producían tanto alivio como un suspiro espontáneo.
Vlemincx dijo que esto podría deberse a que cuando alguien te pide que suspires sientes que es como una tarea y no funciona de la misma manera. O bien, podría haber sido que la persona ya estaba suspirando de manera espontánea, y agregar un suspiro instruido no sirvió como descanso, sino que la empujó a suspirar excesivamente.
Esto hace que el estudio de los suspiros sea complicado. Hacer que las personas sean conscientes de sus suspiros puede cambiar la cantidad de suspiros o hacer que presten demasiada atención a su respiración.
Ramírez dijo que incluso en los roedores, sus estudiantes de posgrado están descubriendo que existen múltiples tipos de suspiros que parecen tener diferentes efectos en el cuerpo y el comportamiento. “A veces los vuelve locos porque los suspiros de los ratones son muy diferentes”, dijo.
El consejo de Vlemincx es que no te compliques con el tema de los suspiros. “Mientras estés sano, no fuerces tus suspiros”, dijo. “Si no tienes nada malo, ni le muevas. Hay una razón por la que suspiras de la forma en que suspiras”.
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